Vientos de cambio en Europa

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Vientos de cambio en Europa

El 8 de mayo de 1945 se produjeron eufóricas celebraciones en todo el mundo para festejar el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa. En el Día de la Victoria en Europa, o Día V-E, Alemania se dio por vencida y sus fuerzas militares se rindieron incondicionalmente a los Aliados. La rendición de Alemania puso fin a muchos años de un devastador conflicto y permitió a las naciones europeas iniciar el proceso de reconstrucción y recuperación tras un descomunal sufrimiento y destrucción.

Sin embargo, la recuperación no fue uniforme, ya que a poco andar Europa se dividió en bloques opuestos. Los países de Europa Occidental liberados por los Aliados se convertirían en prósperas democracias, mientras que los liberados en el Este quedarían sometidos a la Unión Soviética y serían ocupados por unidades militares soviéticas durante décadas.

En este artículo repasaremos la historia de la posguerra y examinaremos hacia donde se dirigen los acontecimientos actuales en Europa, y lo que ello verdaderamente significa para el mundo en general.

La bota soviética en Europa Oriental: la Cortina de Hierro

En la Conferencia de Yalta, celebrada en un balneario ruso de Crimea del 4 al 11 de febrero de 1945, el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, el primer ministro británico Winston Churchill y el primer ministro soviético Joseph Stalin tomaron importantes decisiones sobre el mundo de la posguerra, especialmente sobre Europa Oriental. Las delegaciones estadounidense y británica acordaron, en general, que los futuros Gobiernos de las naciones europeas que compartieran fronteras con la Unión Soviética debían ser “amistosos” con la potencia oriental. Los soviéticos prometieron permitir “el establecimiento, lo antes posible y mediante elecciones libres, de Gobiernos que respondan a la voluntad del pueblo” en todos los territorios de Europa Oriental liberados de la Alemania nazi.

Sin embargo, pronto se hizo evidente que la Unión Soviética no permitiría unas elecciones tan libres. El 5 de marzo de 1946, Churchill, ya exprimer ministro, visitó el Westminster College de Fulton, Missouri, y pronunció lo que se conoció popularmente como su “Discurso de la Cortina de Hierro”. En palabras de Churchill:

“Desde Stettin, en el Báltico, hasta Trieste, en el Adriático, una ‘cortina de hierro’ ha descendido sobre el continente. Detrás de esa línea se encuentran todas las capitales de los antiguos Estados de Europa Central y Oriental: Varsovia, Berlín, Praga, Viena, Budapest, Belgrado, Bucarest y Sofía; todas estas famosas ciudades y sus poblaciones, además de los países que las rodean, se encuentran en lo que debo llamar la esfera soviética, y todas están sujetas, de una forma u otra, no solo a la influencia soviética sino a medidas de control altísimas, y en muchos casos crecientes, por parte de Moscú”.

Cuando las tres zonas occidentales de Alemania se convirtieron en la República Federal de Alemania (Alemania Occidental) en 1949, la zona soviética pasó a ser la República Democrática Alemana (Alemania Oriental). La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), una alianza defensiva entre los países de Europa Occidental y Estados Unidos y Canadá, se estableció en abril de 1949, y cuando Alemania Occidental pasó a integrarla en 1955, la Unión Soviética respondió con el Pacto de Varsovia, una coalición militar de naciones de Europa Oriental dominadas por los soviéticos para contrarrestar a la OTAN.

En lugar de una Europa pacífica y armoniosa tras la Segunda Guerra Mundial, el continente estuvo dividido durante 40 años en los bloques opuestos de la Guerra Fría, hasta que los siguientes vientos de cambio recorrieron Europa.

Colapso de la Unión Soviética y del Pacto de Varsovia

Mijaíl Gorbachov cambió de forma radical e inesperada el curso de la Guerra Fría cuando se convirtió en secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética en marzo de 1985. Sus políticas de glasnost (apertura) y perestroika (reestructuración) supusieron una liberalización del control del gobierno comunista. También enmascaraban una crisis económica más profunda que impulsaba este cambio y socavaba todo el sistema soviético, haciendo difícil que Moscú mantuviera el apoyo a sus naciones satélites de Europa Oriental. Y cuando los movimientos de protesta amenazaron en Polonia, Checoslovaquia y Alemania Oriental, Moscú no pudo ayudar.

Esto quedó dramáticamente demostrado en Alemania Oriental cuando el Muro de Berlín, símbolo de la Cortina de Hierro y de una Europa dividida, cayó en noviembre de 1989, pocos meses después del cuadragésimo aniversario de la República Democrática Alemana (RDA). En dos años, todo el sistema soviético se derrumbó con la disolución de la Unión Soviética en diciembre de 1991.

Del colapso soviético surgieron 15 países independientes, entre ellos la propia Rusia, los Estados bálticos y Ucrania. Los países de Europa Oriental que antes dependían de la bota soviética solicitaron posteriormente su adhesión a la Unión Europea. El 1 de mayo de 2004 ingresaron a la UE Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia y la República Checa. Fue la mayor ampliación de la historia de la UE, tanto en población como en número de Estados. En 2007 se incorporaron Rumanía y Bulgaria.

La disolución del Pacto de Varsovia también permitió a sus antiguos integrantes convertirse en miembros de la OTAN. La República Checa, Hungría y Polonia se incorporaron en 1999. Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia lo hicieron en 2004. Polonia y los tres países bálticos tienen frontera con Rusia, a pesar de que durante las conversaciones para la reunificación alemana se acordó verbalmente que la alianza de la OTAN no se extendería hacia el este, hasta la frontera rusa.

Los “dividendos de la paz” que se esperaban con el final de la Guerra Fría duraron poco. El periodo inicial de luna de miel en las relaciones ruso-estadounidenses terminó bruscamente al hacerse cada vez más claro que los objetivos geopolíticos de cada país eran incompatibles en varios aspectos. Rusia se opuso a la expansión de la OTAN hacia el este, aunque acabó aceptando la inevitabilidad de su ampliación para incluir a Polonia, antiguo miembro del Pacto de Varsovia, y a los tres países bálticos.

La guerra en Ucrania y la nueva administración Trump

El cambio de régimen en Ucrania se convirtió en una gran preocupación en 2014, cuando un presidente ucraniano prorruso fue sustituido por un gobierno de orientación occidental. Menos de una semana después, las fuerzas rusas se apoderaron de Crimea, que originalmente había sido territorio ruso pero que Rusia cedió a Ucrania en 1954. Rusia estaba dispuesta a aceptar que Ucrania pasara a formar parte de la UE más adelante, pero se oponía a su ingreso a la OTAN y amenazó con una intervención militar para impedirlo.

Con la anexión de Crimea, Rusia apoyó a los separatistas prorrusos que luchaban contra el ejército ucraniano en la región del Donbass, en el este de Ucrania. Al igual que Crimea, esta región había formado parte del Imperio ruso. En febrero de 2022, Rusia conmocionó a los europeos al lanzar una invasión a gran escala de Ucrania, iniciando el mayor conflicto en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Los países de la OTAN no habían intervenido en Crimea, pero ahora comenzaron a apoyar individualmente a Ucrania con ayuda financiera, equipamiento militar y entrenamiento en sistemas avanzados de armamento.

La intervención militar de Rusia en Ucrania fue un duro despertar para Europa, ya que reveló su debilidad militar y su dependencia de Estados Unidos y de la alianza de la OTAN para su defensa. El presidente francés Emmanuel Macron fue el primero en destacar la necesidad de una estructura militar europea independiente de Estados Unidos. El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, llegó a decir públicamente que el ejército de Alemania, la Bundeswehr, debe prepararse para librar una guerra en 2030, una declaración que en años anteriores habría merecido el ridículo y la condena de la opinión pública.

El manejo del conflicto ucraniano por parte de la nueva administración estadounidense de Trump ha provocado un gran malestar entre los dirigentes europeos. La disputa pública con el presidente ucraniano Zelensky y su despido de la Casa Blanca, la suspensión de la ayuda militar para contribuir a que Ucrania se sentara a la mesa a negociar un alto al fuego, y la decisión de Estados Unidos de llevar a cabo la fase inicial de las conversaciones de paz sin la participación ucraniana y europea, dejaron claro que la relación transatlántica ya no será “lo de siempre”.

Aun más irritante para ellos fue la posición de Estados Unidos de que los europeos proporcionen garantías de seguridad para un acuerdo de paz como vecinos aledaños, y las vagas declaraciones del presidente Trump de que Estados Unidos se limitaría a asegurarse de que todo vaya bien. Los líderes europeos interpretaron esto como que las tropas de mantenimiento de la paz que enviaran no tendrían la seguridad del respaldo estadounidense en caso de ser atacadas (ya que Ucrania no es miembro de la OTAN). Trump ha advertido que los enfrentamientos directos entre militares estadounidenses y rusos amenazan con una guerra nuclear.

En la Conferencia de Seguridad de Múnich, efectuada a mediados de febrero de este año, funcionarios estadounidenses confirmaron que las conversaciones de paz iniciales para poner fin a la guerra de Ucrania tendrían lugar sin los europeos ni los ucranianos. El presidente francés Macron convocó entonces a varias naciones europeas a una reunión de emergencia en París justo después de la conferencia de Múnich. La reunión resultó ser la primera de una serie de consultas para abordar la nueva situación. Los líderes europeos insistieron en que no se dejarían dividir por las políticas del presidente Trump.

Se necesita “un comité ejecutivo por encima de la UE”

Stefan Bierling, politólogo de la Universidad de Ratisbona (Alemania), describió la conmoción que provocó en Europa el brusco cambio de actitud de Estados Unidos respecto a su apoyo a Ucrania: “Este es el peor accidente posible después de 75 años en los cuales los estadounidenses, francamente, nos han arrastrado en sus faldones en los asuntos mundiales. Ahora, de repente, estamos solos, somos como Kevin [el niñito] de la película Mi pobre angelito, y no sabemos muy bien cómo defendernos de este entorno poco pacífico y malicioso”.

Las primeras semanas de la segunda administración Trump han hecho más por unificar a Europa desde la Segunda Guerra Mundial que cualquier otra cosa. El sentimiento de muchos europeos es que Estados Unidos ha dejado de ser el líder del mundo libre reconocido desde hace tiempo.

Se sabe que, por separado, ninguna nación europea podría sustituir a Estados Unidos en este sentido, pero se piensa que una Europa unificada con el tiempo podría ejercer un poder suficiente. Pero ¿cómo conseguirlo?

Los europeos parecen estar dispuestos a asumir la responsabilidad de las salvaguardias de seguridad cuando se negocie un acuerdo para poner fin a la guerra en Ucrania. Pero como cualquier esfuerzo conjunto tendría que gestionarse fuera de la estructura de la OTAN, primero habría que abordar cuestiones de coordinación logística y financiamiento. Sin el apoyo estadounidense, los cálculos iniciales sobre el aumento necesario del gasto europeo en defensa oscilaban entre quinientos mil millones y un billón de euros y un incremento de los efectivos europeos de al menos 300 000 soldados. Dado que los miembros europeos de la OTAN dependen en diverso grado del equipamiento militar estadounidense, el aumento del gasto en defensa implicaría también un incremento de la producción militar europea para compensar cualquier dependencia de Estados Unidos.

Sin embargo, la estructura política actual de la Unión Europea no contempla una planificación conjunta de defensa y financiamiento dirigidos por el cuartel general de la UE en Bruselas. Bierling hizo énfasis en el dilema al que se enfrentan los países europeos en su deseo de coordinar sus esfuerzos militares: “No se trata solo de una cuestión de cooperación, sino principalmente de qué es lo que deberán aportar los Estados individuales, porque la política de defensa, como la política exterior en su conjunto, sigue siendo soberanía de los miembros individuales de la Unión Europea, incluidos los miembros individuales de la OTAN. No existe un verdadera comité ejecutivo por encima de la UE” (énfasis nuestro).

Sin embargo, ¡se profetiza que esa falta de “unidad organizativa supranacional” en Europa va a cambiar! Cuando los líderes europeos se reunieron por primera vez tras la Conferencia de Seguridad de Múnich, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean-Noel Barrot, proclamó que soplaban “vientos de unidad” en Europa.

Las iniciativas de Macron en la respuesta de Europa a Estados Unidos llevaron al presidente ruso, Vladimir Putin, a describir al presidente francés como un posible nuevo Napoleón. Napoleón fue el jefe de un renacimiento del Sacro Imperio Romano Germánico reconocido por los católicos. La caracterización de Putin predice involuntariamente una futura Europa unificada que coincide con los detalles de la profecía bíblica.

Los vientos provocan una sucesión de imperios

El profeta Daniel contempló en una visión cómo “los cuatro vientos del cielo combatían en el gran mar” (Daniel 7:2). Él vio surgir de las aguas agitadas una sucesión de cuatro bestias que representaban diversos imperios. En Apocalipsis 13 se encuentra una imagen compuesta de estas criaturas, símbolos de la sucesión de reinos que culminarían con el Imperio romano y que por medio de varias resurrecciones continuaría hasta el tiempo del fin.

Estas profecías presentan dos temas que recorren toda la historia europea: un sistema político tiránico y un falso sistema religioso asociado a él. En Apocalipsis 17:1-2, el apóstol Juan tiene una visión de cómo se desarrollaría la relación entre la Iglesia y el Estado en la historia de Europa: “Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas [de las plagas del tiempo del fin], y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas; con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación”.

Las “muchas aguas” representan “pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” sobre los cuales gobierna este falso sistema religioso (versículo 15). Y la fornicación con los poderes políticos mencionada aquí es una forma figurada de describir el comercio de uno mismo o de sus favores para obtener ganancias o ventajas materiales. La iglesia romana apoyaba a los gobernantes del Estado fomentando la lealtad popular a cambio de que este asegurara la protección, el avance y el enriquecimiento de la iglesia. La iglesia aquí descrita ha sido una poderosa fuerza en la historia europea y ha estado involucrada en las diversas resurrecciones del Imperio romano a lo largo de la historia.

El versículo 10 muestra que habría siete “reyes” (o gobernantes) que, con la aprobación de la iglesia, dirigirían estos resurgimientos imperiales. El último, que “aún no ha venido”, encabezará un resurgimiento final inmediatamente antes de la segunda venida de Jesucristo. Podemos identificar los primeros seis líderes de estos  renacimientos como: Justiniano, Carlomagno, Otón el Grande, Carlos V, Napoleón y el eje Mussolini-Hitler.

Los cimientos para la resurrección final del Imperio romano fueron echados al firmarse el Tratado de Roma en 1957, que estableció la Comunidad Económica Europea (o Mercado Común), precursor de la actual Unión Europea. Tal como está constituida actualmente, la Unión Europea no puede ser la formación final del séptimo y último renacimiento romano, aunque bien puede conducir a él.

La próxima superpotencia europea

La Biblia deja claro que el resurgimiento final comprenderá 10 “reyes” (que hoy podrían incluir presidentes o primeros ministros) “que aún no han recibido reino; pero por una hora [lo que indica un tiempo muy breve] recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia” (v. 12).

“La bestia” es el título que las Escrituras dan al líder de este bloque de poder del tiempo del fin, al que también se llama “la bestia” dada su naturaleza salvaje, la misma de sus predecesores tiránicos. Juntos, los gobernantes que forman esta alianza “pelearán contra el Cordero”, el Jesucristo que regresa (versículo 14).

Las Escrituras no dan indicaciones claras de lo que provocará la transición a los “diez reyes” en algún momento del futuro. El versículo 13 dice que los 10 líderes en esta unión final “tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia”. En otras palabras, esos 10 líderes voluntariamente cederán su “poder y su autoridad” a una autoridad central.

Puede parecer difícil de creer, ¡pero esta profecía describe el futuro de Europa! El escenario más probable para provocar esto sería una crisis a la que las naciones europeas no pudieran hacer frente individualmente. La estructura actual de la Unión Europea permite lo que muchos denominan integración “a dos velocidades”, en la cual las naciones miembros “centrales” unificadas están dispuestas a avanzar hacia la plena unión política sin que las demás estén obligadas a participar.

Esta opción es una de las formas en que la profecía de Apocalipsis 17 podría cumplirse en el marco actual de la UE. Una “coalición de los dispuestos” es el término que ya se utiliza en Europa para su actual respuesta a la crisis de Ucrania.

¿Suena descabellado esto? Otros observadores han predicho la posibilidad de una Europa unificada como resultado de un repliegue de Estados Unidos de sus funciones en el orden internacional. Hace unos 15 años, el periódico canadiense Ottawa Citizen decía lo siguiente: “Si Estados Unidos empieza a replegarse, cosa no segura pero sí una posibilidad real, la Unión Europea bien podría empezar a llenar el vacío en el mundo occidental . . . Si nos remontamos cinco siglos . . . Europa se unió repentinamente bajo el liderazgo del joven y dinámico Carlos V
de Habsburgo, que gobernaba desde Bélgica . . . Bajo su reinado, Europa disfrutó de un alcance global, no solo por su poder militar, sino también por su “poder blando” y su diplomacia” (“The Decline of America” [“La decadencia de Estados Unidos”], 24 de diciembre de 2009).

La crisis ucraniana bien puede provocar la fase inicial de una expansión de la capacidad militar de Europa, que le permita dejar de depender de Estados Unidos o de la alianza de la OTAN. La profecía sobre la bestia en Apocalipsis 13 predice el futuro asombro del mundo ante el ascenso de este gran poder militar: “¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?” (v. 4).

Siga atento a los acontecimientos en Europa y a los cambios en la relación entre Europa y Estados Unidos. Los vientos están agitando a las masas y a los actores clave. En algún momento, ¡lo que Dios ha predicho se cumplirá! BN