El bosón de Higgs
Evidencia de la perfección del universo
El 4 de julio de 2012, una gran noticia acaparó los titulares mundiales: los científicos de la Organización Europea para la Investigación Nuclear, CERN (por sus siglas en inglés), anunciaron–con un 99.99% de certeza–que habían hallado el esquivo bosón de Higgs, la partícula que faltaba para confirmar la teoría del Modelo Estándar de la física subatómica.
La revista The Economist (El economista) afirma: “Este descubrimiento pone el toque final al Modelo Estándar, la mejor explicación que se tiene hasta ahora en cuanto al funcionamiento del universo, excepto en el ámbito de la gravedad, que está regulada por la teoría general de la relatividad” (“The Higgs Boson: Gotcha!” [La partícula Higgs: ¡Te encontramos!] jul. 7, 2012, p. 71).
De las 17 partículas que postulaba la teoría, 16 ya se habían encontrado. Sin embargo, se necesitaron varias décadas y la inversión de miles de millones de dólares en el Gran Colisionador de Hadrones, un túnel circular de unos 27 kilómetros de longitud ubicado en la frontera entre Suiza y Francia, para llegar a descubrir por fin esta última partícula, el bosón de Higgs.
Algo que resulta sumamente interesante es la precisión de los cálculos detrás de este descubrimiento. Las constantes del universo, las mismas leyes que gobiernan la física como la conocemos hasta ahora, pueden ser expresadas en ecuaciones matemáticas tan precisas, que determinaron aproximadamente la masa y la ubicación de la partícula Higgs. Sin embargo, la euforia inicial ha dado paso a una renuente admisión de perplejidad e incluso a intenciones de desechar el descubrimiento.
Como lo explica The Economist: “Uno de los problemas [con el descubrimiento de la partícula Higgs] es que, tal como está, el Modelo [Estándar] exige que sus 20 constantes estén exactamente calibradas hasta una incómoda cifra de 32 decimales. Si se introducen valores diferentes, los resultados serán predicciones sin sentido, como fenómenos que ocurren con una probabilidad de más del 100%” (p. 72, énfasis añadido).
Es simplemente pasmoso contemplar el increíble grado de sincronización que requiere el cosmos. ¿Por qué deberían los científicos sentirse “incómodos” por ello? Porque esta perfección conduce lógicamente a una mejor explicación de los hechos: ¡que una mente muy superior diseñó y creó todo!
De hecho, la mayoría de los científicos actuales son evolucionistas que no aceptan a Dios en el panorama. Richar Lewontin, biólogo de Harvard, lo expresó así en una ocasión: “Nos ponemos del lado de la ciencia a pesar de lo patentemente absurdo de algunos de sus conceptos, a pesar de su fracaso en cumplir muchas de sus extravagantes promesas de vida y salud, a pesar de la tolerancia de la comunidad científica a historias ad-hoc sin fundamento, porque tenemos un compromiso previo, un compromiso con el materialismo.
“No es que los métodos y las instituciones de la ciencia nos obliguen a aceptar una explicación materialista del mundo fenomenológico, sino que, por el contrario, nosotros estamos forzados por nuestra adherencia previa a las causas materiales, para crear un aparato de investigación y una serie de conceptos que producen explicaciones materialistas sin importar que vayan en contra de la intuición, sin importar qué tan místicas sean para el que no ha sido iniciado. Más allá de eso, el materialismo es un absoluto, pues no podemos dejar que un Pie Divino cruce la puerta” (“Billions and Billions of Demons” [Miles de millones de demonios], The New York Review, ene. 9, 1977, p. 31).
Por lo tanto, los científicos tienen que inventar escenarios para los cuales no existe ninguna evidencia, como la teoría de los universos múltiples. Esta idea estrafalaria supone algún tipo de fábrica cósmica que produce al azar una cantidad prácticamente infinita de universos perfectamente sincronizados, entre los que se encuentra el nuestro, que por pura casualidad cuenta con todas las propiedades necesarias –¡un universo regido por constantes calibradas hasta esos 32 decimales! ¿Suena esto razonable o científico? Por supuesto que no. Solo se trata de aferrarse a una fe ciega en contra de un Creador.
Observe cómo están reaccionando los científicos ante las “incómodas” implicaciones del descubrimiento de la particula Higgs y su relación con la perfección del universo. La revista The Economist afirma: “La naturaleza podría, por supuesto, llegar a ser así de exacta. No obstante, los físicos han aprendido a poner en duda la necesidad de tal precisión. Cuando ven ese fino ajuste, como se conoce en el lenguaje técnico, lo toman como una señal de que algo importante les falta en su comprensión del mundo. Una forma de obviar el Modelo Estándar es cuestionar la validez de la partícula Higgs como algo fundamental” (p. 72).
Sin embargo, a pesar de haber encontrado lo que habían estado buscando por tanto tiempo para confirmar el Modelo Estándar, surge la posibilidad de de-sechar tanto el descubrimiento de la partícula como el Modelo en sí mismo. ¿Por qué? Porque igual como sucede con otros descubrimientos de la perfección cósmica, el azar no es una explicación posible–y ello los obligaría a permitir que un “Pie Divino cruzara la puerta”.
Como sucede con muchas religiones falsas, los científicos modernos quieren silenciar la verdad negando la realidad. La Biblia los describe así: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios . . .” (Romanos 1:18-22).
Felizmente, algunos científicos han confrontado la verdad con valentía. Para citar un ejemplo, Robin Collins habla francamente de la perfección del planeta Tierra en estos términos: “Me gusta utilizar la analogía de los astronautas aterrizando en Marte y encontrando una biósfera cerrada, semejante a la estructura en domo que se construyó en Arizona hace algunos años. En el panel de control encuentran que todos los indicadores del medio ambiente están fijos en las medidas precisas para la vida. El índice de oxígeno es perfecto; la temperatura es de 21 grados centígrados; la humedad ambiental es del 50%; existe un sistema que reabastece de aire, existen sistemas que producen comida, generan energía y se deshacen de los desperdicios.
“Cada indicador tiene un enorme rango de configuraciones posibles . . . si ajustas uno o más de ellos, solo un poquito, el medio ambiente cambiaría de un solo golpe, y la vida seria imposible” (citado por Lee Strobel, El caso del Creador, 2005, p.158).
Todo está perfectamente calibrado para que podamos vivir plácidamente en este planeta, y las leyes cósmicas a nuestro alrededor están igualmente sincronizadas para que sea posible la vida.
Esto es una clara demostración de la obra del maravilloso Diseñador, quien ha puesto en marcha en su creación sus asombrosas y perfectas leyes físicas. Aparentemente, la partícula Higgs es el elemento que hacía falta para comprender el rompecabezas cuidadosamente diseñado de las leyes físicas.
Todo esto debería motivarnos a ser más humildes. El joven Eliú desafió a Job con estas palabras: “¿Has conocido tú las diferencias de las nubes, las maravillas del Perfecto en sabiduría?” (Job 37:16).
Dios ha creado la perfecta armonía que vemos a todo nivel en derredor nuestro. Como dice Job 37:14, “Detente y considera las maravillas de Dios”.
—Mario Seiglie