¿Cuál es el propósito principal de su vida?

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¿Cuál es el propósito principal de su vida?

Hace poco me encontraba con un grupo de amigos que conversaban sobre lo estresados que se sentían a raíz de las noticias recientes: otro cristiano degollado por militantes terroristas del Estado Islámico de Irak y Siria (EIIS); políticos que no ofrecen ninguna solución eficaz a los problemas; un sistema de salud plagado de conflictos; interminables dificultades económicas; aumento de la violencia; racismo, y la extraña obsesión de alguna gente con la identidad sexual.

Todo este estrés se ve agravado por la gran velocidad de la información electrónica, los avances tecnológicos y la constante transformación de las normas sociales. Es increíble ver cuánta gente está dispuesta a cambiar la definición del matrimonio tradicional, que ha sido el fundamento de la familia cristiana durante miles de años.

El resultado es que muchas personas, sin importar su edad o condición económica, viven en su propia “burbuja”. Tratamos de quedarnos en esa burbuja enfocándonos en nuestra búsqueda inmediata de la felicidad, y pretendiendo que todo el caos y los cambios están afuera de nuestro refugio y que “en realidad, no me afectan para nada”.

Pero, de pronto, nos golpea la realidad. Malas noticias o algún nefasto problema personal rompen aquella burbuja y nos invade la ansiedad, el temor y la sensación de que la vida carece de todo significado.

¡Dios no quiere que usted viva de esa manera! Él le tiene reservado algo mejor. Quiero compartir con usted una extraordinaria verdad que muy pocas personas conocen. Esta verdad puede cambiar cada aspecto de su vida. Quiero ayudarle a descubrir el propósito especial de su existencia.

El propósito de la vida no debe limitarse a ser feliz

¡Su vida vale mucho más de lo que usted pueda siquiera imaginar! Usted tiene un propósito específico en el universo. El problema consiste en descubrir dicho propósito, porque va en contra de la programación social a la que usted y yo hemos estado sujetos desde nuestra niñez. Hemos sido programados para creer que el principal propósito existencial es la búsqueda de la felicidad.

No estoy diciendo que la felicidad sea algo malo, al contrario. Todos queremos ser felices, y la felicidad es una dádiva de Dios.

Pero algo nos sucede cuando creemos que la felicidad es el único objetivo en esta vida: cuando enfrentamos problemas laborales o de salud, relaciones conflictivas, o cuando vemos las últimas noticias acerca de actos terroristas, los efímeros sentimientos de felicidad desaparecen y nos desmoronamos física y mentalmente.

Albert Einstein dijo: “Una vida enfocada únicamente en la satisfacción de los deseos personales tarde o temprano acaba en un amargo desengaño” (Letter to T. Lee [Carta a T. Lee], ene. 16, 1954).

¿Qué sucede cuando aquella burbuja de felicidad se rompe después de que nuestro novio o novia termina la relación? ¿Qué pasa cuando perdemos nuestro empleo, o cuando nos enteramos de que nuestro mejor amigo tiene cáncer?

Experiencias tan desgarradoras como estas escapan a nuestro control. La burbuja de la felicidad estalla y lo que queda es angustia, dolor y tristeza. Pero si vivimos nuestra vida teniendo en mente nuestro propósito más sublime, tenemos la oportunidad de vivir más allá de nuestras limitaciones: amar, sacrificarnos y ser generosos con los demás. El secreto para lidiar con el estrés, la ansiedad y la desesperanza que pueden afectarnos a diario es encontrarle un propósito y significado a la vida.

Entonces, ¿adónde podemos acudir para descubrir nuestro propósito personal? La respuesta no se encuentra en un test de aptitud ni en una clase universitaria. Si esta vida tiene verdaderamente un propósito, debemos buscar la respuesta en el Creador de la vida.

Dios revela en la Biblia nuestro propósito fundamental

La Biblia es la historia de todo lo que existe. Habla de la creación, y del Creador que hizo todo. Describe el deseo de Dios de tener hijos propios, y los esfuerzos de la humanidad por independizarse de él. Además, la Biblia nos explica cómo Jesucristo está trabajando para llevarnos de vuelta a la familia de Dios.

La Biblia revela que usted y yo tenemos un propósito muy específico en el universo. El apóstol Juan escribió acerca de ese propósito: “Miren con cuánto amor nos ama nuestro Padre que nos llama sus hijos, ¡y eso es lo que somos! Pero la gente de este mundo no reconoce que somos hijos de Dios, porque no lo conocen a él. Queridos amigos, ya somos hijos de Dios, pero él todavía no nos ha mostrado lo que seremos cuando Cristo venga; pero sí sabemos que seremos como él, porque lo veremos tal como él es.Y todos los que tienen esta gran expectativa se mantendrán puros, así como él es puro” (1 Juan 3:1-3, Nueva Traducción Viviente).

Examinemos tres notables afirmaciones que hace el apóstol Juan en estos versículos:

Primero: “Miren con cuánto amor nos ama nuestro Padre que nos llama sus hijos”. Dios nos ha creado a todos por una razón, y nos dio libre albedrío. Pero el problema de tener libre albedrío es que todos hacemos malas decisiones; usted y yo vivimos en un mundo donde cada día miles de millones de personas toman decisiones erróneas.

La única manera de poder salir de este lío es volvernos a nuestro Creador y descubrir nuestro propósito original: convertirnos en sus hijos.

Podemos ver esto expresado en el segundo punto del apóstol Juan: “Queridos amigos, ya somos hijos de Dios, pero él todavía no nos ha mostrado lo que seremos cuando Cristo venga; pero sí sabemos que seremos como él, porque lo veremos tal como él es”.

En el comienzo mismo de la Biblia, en el libro de Génesis, se afirma que los seres humanos fueron hechos a la imagen de Dios. Miles de años más tarde, Juan escribió que quienes respondan al llamado de Dios recibirán la oferta de un futuro en el cual serán “como él, porque lo veremos tal como él es”.

Juan escribió que no sabemos exactamente cómo seremos en ese futuro prometido, pero que nos asemejaremos a Dios, tal como los hijos humanos se asemejan a sus padres. Es decir, seremos de la misma especie de seres. La razón de que no sepamos exactamente cómo seremos es que nuestras mentes humanas no son capaces de comprender plenamente a un Dios infinito. ¡Sin embargo, nuestro Creador quiere que todos seamos iguales a él!

¿Ha empezado a entender cuál es su propósito fundamental?

El tercer punto en este pasaje del libro de Juan nos entrega instrucciones diarias para ayudarnos a cumplir nuestro propósito: “Y todos los que tienen esta gran expectativa se mantendrán puros, así como él es puro”. Esto significa que para cumplir con el propósito de Dios, uno tiene que hacer algo. Pero nos referiremos a ello más adelante.

Nuestro propósito fundamental es este: ¡Dios creó a los seres humanos según su imagen porque quiere tener hijos que vivan con él para siempre! Y no como mascotas, o ángeles, sino como seres hechos a su imagen: inmortales y semejantes a él.Este propósito comprende un futuro increíble y magnífico, pero también tiene que ver con nuestra vida actual.

Comience hoy mismo a vivir una vida con propósito

El apóstol Juan escribió que ya somos hijos de Dios. ¿Qué significa eso? Que Dios está ofreciéndole un futuro, pero también una vida plena y llena de significado ahora mismo.Usted puede tener una relación con Dios como su Padre todos los días de su vida.

Dios desea tener una relación personal y estrecha con usted. El significado supremo de esta vida consiste en desarrollar una relación con Dios el Padre y con Jesucristo, y a ser hijo de Dios ahora, mientras esperamos aquel futuro prometido.

Lamentablemente, estas buenas nuevas se ven enturbiadas en gran parte por lo que se predica en las iglesias cristianas actuales. Demasiado a menudo, desde los púlpitos cristianos se entrega un mensaje evangélico de prosperidad garantizada, de gracia barata, de “Jesús te ama tal y cual eres”, que no motiva a la gente a mejorar ni a parecerse más a Cristo.

Recuerde que Dios inspiró a Jeremías a escribir: “En esos días, cuando oren, los escucharé. Si me buscan de todo corazón, podrán encontrarme” (Jeremías 29:12-13, NTV).

Usted debe dejar de buscar su propio propósito y, en cambio, salir de su burbuja  y buscar el propósito de Dios con todo su corazón. El auténtico cristianismo no es un sentimiento religioso tibio, carente de entusiasmo, aburrido y de tiempo parcial. El auténtico cristianismo significa ser restaurados a nuestro propósito original, ser transformados y renunciar a todo para recibir lo que Dios desea darnos (vea Lucas 14:33 y Apocalipsis 21:7).

Practicar un auténtico cristianismo significa escapar de la burbuja humana del egocentrismo. Significa aplicar la fuerza dinámica de Dios en nuestras vidas, que nos transforma y restaura a nuestro propósito original para que podamos enfrentar las vicisitudes de la vida con fe y esperanza. Significa encontrar la felicidad entregando amor a otras personas.

Dios como una familia

Cuando usted acepta este propósito, Dios verdaderamente se convierte en su Padre. A lo largo de los años he hablado con mucha gente que tiene grandes dificultades para imaginarse a Dios como un Padre, debido a la ausencia de su padre físico o a que han experimentado abusos. En algunos casos es necesario invertir mucho tiempo en oración y estudio de la Biblia (meditando en cuán perfecto es Dios como Padre) antes de poder entablar una relación de padre-hijo con Dios.

No existe ninguna otra relación que pueda ayudarle a entender cómo ser un hijo en la familia de Dios. Así lo explica el libro de Hebreos en el Nuevo Testamento:

“Debido a que los hijos de Dios son seres humanos –hechos de carne y sangre– el Hijo también se hizo de carne y sangre. Pues solo como ser humano podía morir y solo mediante la muerte podía quebrantar el poder del diablo, quien tenía el poder sobre la muerte.Únicamente de esa manera el Hijo podía libertar a todos los que vivían esclavizados por temor a la muerte” (Hebreos 2:14-15, NTV).

Jesucristo vino a la Tierra para llegar a ser como “los hijos” (es decir, como usted y yo), compartir nuestra experiencia como seres de carne y sangre, y para librarnos de la muerte y darnos vida eterna.

La Biblia revela a Jesús en sus muchos roles — Mesías, Salvador, Señor, Maestro, Sumo Sacerdote y también Hermano.

¿Le intimida la idea de acercarse a su maravilloso Dios? ¿Le parece que él es demasiado lejano, grandioso y perfecto como para siquiera prestarnos oído? Recuerde que tiene un Hermano que se sienta a la diestra del Padre y que intercede por usted ante él. Dios es una familia magnífica, y tanto su Padre como su Hermano Mayor están dedicados a ayudarle a ser parte de ella.

La parte que le toca a usted

Si usted quiere que el propósito de Dios se haga realidad en su vida, hay algo que debe hacer. Su Creador le ha ofrecido ese propósito, pero nada ni nadie puede obligarle a aceptarlo. Muchas personas, cuando escuchan este mensaje, simplemente se alejan y lo ignoran.

Pero si usted desea que el propósito de Dios se cumpla en su vida, ¿qué debe hacer? El apóstol Pablo respondió esta pregunta en su carta a la Iglesia en Éfeso: “Por lo tanto, imiten a Dios en todo lo que hagan porque ustedes son sus hijos queridos” (Efesios 5:1, NTV).

Para Pablo no había tal cosa como un cristianismo conveniente o de tiempo parcial. Él enseñó que el verdadero cristianismo consistía ni más ni menos que en tratar de caminar, actuar y pensar como nuestro Padre, es decir, en ser “imitadores” de él.

Cierta vez, cuando yo era adolescente, entré a una ferretería en un pueblo pequeño y un hombre se me acercó y me preguntó: “Eres el nieto de Grover Petty, ¿verdad?” Cuando le dije que sí, él procedió a decirme cuánto me parecía a mi abuelo. El cumplido más halagador que alguien puede recibir es este: “Eres cristiano, ¿verdad? Eso me pareció, porque te comportas casi igual que tu Padre”.

Si usted desea que se cumpla el propósito de Dios en su vida, su cristianismo debe consistir en algo más que cantar unas cuantas alabanzas y arrojar algo de dinero en la bandeja de ofrenda. Recordemos una vez más lo que Pablo dijo: que debemos ser “imitadores de Dios como hijos queridos”. Usted debe verse a sí mismo como Dios lo ve — como un hijo amado, preciado, y que desea ser como su Padre.

Pablo prosigue: “Vivan una vida llena de amor, siguiendo el ejemplo de Cristo. Él nos amó y se ofreció a sí mismo como sacrificio por nosotros, como aroma agradable a Dios” (v. 2, NTV).

Hay dos cosas necesarias para que una persona sea un verdadero hijo o hija de Dios: primero, debe admitir que debido a sus malas decisiones y a su naturaleza humana corrupta, es una imagen distorsionada de Dios. Por lo tanto, necesita el perdón de Dios, que él nos ofrece mediante la vida, la muerte y la resurrección
de Jesucristo.

Pablo continúa: “Que no haya ninguna inmoralidad sexual, impureza ni avaricia entre ustedes. Tales pecados no tienen lugar en el pueblo de Dios. Los cuentos obscenos, las conversaciones necias y los chistes groseros no son para ustedes. En cambio, que haya una actitud de agradecimiento a Dios.Pueden estar seguros de que ninguna persona inmoral, impura o avara heredará el reino de Cristo y de Dios. Pues el avaro es un idólatra, que adora las cosas de este mundo” (vv. 3-5, NTV).

¿Qué quiere decir realmente Pablo?

Debido a que se nos ha dado libre albedrío, cualquiera de nosotros tiene la opción de rechazar la oferta de Dios y vivir únicamente para sus metas egocéntricas. Sin embargo, hay un terrible precio que pagar por desatender el propósito que Dios nos ofrece: él puede rechazarnos como miembros de su familia.

Fíjese en los versículos 6-8 de Efesios 5: “No se dejen engañar por los que tratan de justificar esos pecados, porque el enojo de Dios caerá sobre todos los que lo desobedecen.No participen en las cosas que hace esa gente.Pues antes ustedes estaban llenos de oscuridad, pero ahora tienen la luz que proviene del Señor. Por lo tanto, ¡vivan como gente de luz!” (NTV).

Pero, ¿cómo podemos imitar a Dios? ¿Cómo podemos caminar como hijos de luz? Somos demasiado débiles, limitados, y carecemos de verdadera dirección. Es imposible ser imitadores de Dios si solo nos apoyamos en nuestra inteligencia, poder y discernimiento espiritual.

Más arriba mostré que el primer paso para que Dios pueda cumplir su propósito es buscarlo con todo nuestro corazón. Debemos admitir que lo necesitamos y que somos una imagen distorsionada de Dios. Solo entonces puede uno ser parte de la obra que Jesucristo está llevando a cabo como nuestro Hermano Mayor.

El siguiente paso es recibir el poder de Dios para que su propósito se cumpla en nuestra vida. El apóstol Pedro se dirigió a una gran multitud y le habló acerca de la obra que Dios está llevando a cabo por medio de Jesucristo. Cuando muchos de ellos se conmovieron y desearon seguir a Dios con todo su corazón, Pedro les dijo que se arrepintieran, se bautizaran y recibieran el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38).

Si usted no sabe lo que significa arrepentirse o nunca ha sido bautizado, es preciso que lea los evangelios. ¡Su vida vale mucho más de lo que pueda imaginarse! Usted tiene un propósito muy específico en el universo, pero también tiene una opción en ese sentido: no está obligado a responder al propósito de Dios; puede seguir viviendo como siempre lo ha hecho e ignorar el llamado de Dios para ser su hijo.

Pero le advertimos: Jesús entregó una parábola acerca de un hombre que invitó a mucha gente a un espléndido banquete. Este hombre no escatimó gastos en preparar algo de la mejor calidad para sus huéspedes, pero cuando envió a su siervo a invitarlos, ellos se excusaron uno tras otro por no poder asistir.

Las excusas parecían perfectamente válidas para quienes las daban: “He comprado una hacienda y necesito ir a verla”; “He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos”; “Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir” (Lucas 14:16-20).

Lo que aquel hombre estaba ofreciendo a sus huéspedes era mucho mejor que lo que estos querían lograr en sus vidas, pero ellos vivían en sus burbujas, buscando egoístamente su felicidad, y se perdieron la oportunidad de algo superior. El anfitrión finalmente los rechazó e invitó a otras personas a su banquete.

Dios le está ofreciendo lo mejor que tiene. Él desea que usted comprenda el sublime propósito que ha diseñado para la humanidad: vivir como hijo suyo ahora y ser transformado en espíritu según su imagen en el futuro, para vivir eternamente en su reino. Él quiere que usted acepte el propósito que le está ofreciendo.

¡Comience a entender su extraordinario propósito ahora mismo!

¿Aceptará el regalo de Dios? ¿Aceptará su invitación? ¿O encontrará una excusa para ignorarlos?

Considerando lo que Dios le está ofreciendo, me queda una simple pregunta por hacerle: ¿Está dispuesto a renunciar a todo para recibir lo que Dios le tiene reservado? Dios quiere darle una vida abundante, y ayudarlo cuando tenga dificultades. Él quiere que usted tenga una relación más significativa con él como su Padre. Si no es usted, ¿quién será? Si no ahora, ¿cuándo?

Usted y yo nacimos para recibir increíble poder espiritual de Dios, el poder para superar los problemas de esta vida y ser imitadores de él, y para cumplir nuestro propósito original y fundamental: ser hijos de Dios, inmortales y divinos, que vivirán para siempre con él en su reino.

¡Su vida vale mucho más de lo que pueda imaginarse! ¡Este es el momento de renunciar a todo para convertirse en lo que Dios quiere que usted sea!