La clave para acabar con el caos
¿Ha deseado usted que alguien le ayude a encontrar respuestas para explicar el caos que vemos a nuestro alrededor? Esto es posible, pero para ello deberá analizar profundamente las verdaderas causas de nuestros problemas políticos, sociales, raciales y económicos. En el proceso podrá descubrir la única solución para un mundo que se está autodestruyendo.
Vivimos en un mundo donde nadie puede resolver estos problemas, porque ninguna sociedad humana reconoce verdaderamente al Creador. Este no es el mundo que Dios diseñó para nosotros. Si este no es el mundo que diseñó, ¿a qué agenda política debiera adherirse usted para producir cambios en un mundo lleno de conflictos? La respuesta tiene que ver con qué es lo que motiva su ciudadanía.
Estados Unidos, y el mundo entero, están divididos acerca de quién tiene la culpa de la confusión política, el odio, la violencia, la crisis sanitaria internacional, los conflictos raciales, la tensión económica y la inacabable ansiedad que colman los noticieros y afectan nuestra salud mental. Da la impresión de que todos apuntan el dedo y les gritan con furia a aquellos que, según su criterio, son responsables.
Usted puede escoger el lado culpable que se le antoje: demócratas, republicanos, chinos, rusos, una sociedad secreta de billonarios que tratan de gobernar el mundo, teóricos de la conspiración en Internet, los milenarios, la generación Z, la generación X, los baby boomers, el Estado, capitalistas, comunistas o socialistas, la profesión médica, racistas o anarquistas, Google, Facebook, y más. Muchos tienen su propia lista de quién es responsable.
Pero, ¿quién es en realidad el responsable? Vamos a contestar esta pregunta.
¿Dónde está Dios?
Primero hagamos una pregunta aún más interesante: ¿Cómo describiría usted la relación de Dios con la humanidad? ¿Dónde está él en todo este desastre?
Pareciera que, de toda la gente, los cristianos deberían poder explicar las soluciones de Dios. Pero la realidad es que aquellos que se identifican como cristianos están profundamente divididos en cuanto a los interrogantes de cómo Dios desea que resolvamos los problemas de la pobreza, la manera de gobernar, las relaciones raciales y la injusticia alrededor del mundo.
El punto de comienzo para encontrar las respuestas se encuentra en Salmos 103:19: “El Eterno estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos”. La respuesta correcta y verdadera a todas estas preguntas comienza con aceptar al Dios de la Biblia como el Creador y Gobernador de toda la Tierra. Pero esto también significa que usted debe tener una definición clara de su verdadera ciudadanía.
¿Tiene Dios la culpa por permitir un mundo corrupto?
La soberanía de Dios no significa que él creó esta condición humana violenta, autodestructiva y disfuncional. El relato de Adán y Eva no es un hermoso cuento de hadas para entender lo que es el bien y el mal. Su historia es la realidad de cómo la maldad llegó a formar parte de la experiencia humana. Nuestros primeros padres vivían en perfecta paz y felicidad mientras seguían las instrucciones de Dios, pero luego Satanás apareció en sus vidas y todo cambió.
Es necesario comprender que Satanás es un ser real, uno de los muchos seres angelicales creados por Dios antes de la creación del universo físico. Pero se rebeló contra su Creador y ahora desea destruir el propósito de Dios para la humanidad, y por consiguiente el propósito que Dios tiene para usted. Satanás influenció a nuestros primeros padres y por ello se separaron de Dios. Según el apóstol Pablo, desde ese momento en adelante sus descendientes han estado cegados espiritualmente por “el dios de este siglo” (2 Corintios 4:3-4).
Esto quiere decir que toda la historia humana ha sido un lamentable y disfuncional experimento para crear religiones, gobiernos y sistemas sociales a fin de garantizar justicia, igualdad y seguridad. También significa que el dios de esta era, el autor de la maldad, ha manipulado tanto a los seres humanos como el curso de la historia humana mediante una ceguera espiritual. La ceguera espiritual es la raíz de la incapacidad humana para gobernarse a sí misma sin conflicto, injusticia ni violencia.
Comprenda esto: Dios aún reina sobre el universo, y sigue involucrado con los seres humanos. Pero le ha permitido a esta humanidad rebelde un período de tiempo específico para que experimente con todo tipo de gobiernos, sistemas de justicia y teorías económicas que sea capaz de inventar, a fin de que se dé cuenta de que ninguno funcionará si sigue alejada de él.
Dios continúa interviniendo
Dios tiene un plan para la humanidad que incluye un plan personal para su vida. Usted puede descubrir ese propósito diseñado por Dios, que tiene que ver con su ciudadanía. Dios no está lejos ni ignora lo que pasa en este desastre, sino que está actuando en medio de esta tragedia humana a fin de llevar a cabo su propósito para la humanidad.
Un ejemplo pasado de la intervención de Dios se encuentra en Isaías 45:1: “Así dice el Eterno a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha . . .”
Ciro fue un famoso rey de Persia. Lo interesante de este versículo es que Isaías escribió esta profecía un siglo antes de que Ciro naciera. Al comienzo de su reinado Ciro emitió un decreto para que los judíos que habían sido dispersados bajo el cautiverio babilonio regresaran a Jerusalén y reconstruyeran el templo (2 Crónicas 36:22-23). Los judíos regresaron, y años después Jesús el Mesías vino a este mundo como judío, exactamente como las profecías habían indicado. Ciro fue usado por Dios para asegurarse de que Jesús naciera en Judea.
La intervención de Dios en la historia del hombre no significa que él controla todas las acciones humanas. Pero permite que nosotros, bajo las influencias malévolas del dios de esta era, inventemos religiones, gobiernos y sistemas sociales. Sin embargo, ninguno de ellos produce paz, justicia y prosperidad para todos ni brilla en medio de la oscuridad de la ceguera espiritual ocasionada por las guerras, crímenes, odio, ansiedad, sufrimiento y vidas quebrantadas.
¿Dónde está su ciudadanía?
Los habitantes de este mundo en que vivimos no pueden resolver sus problemas porque no hay sociedad ni gobierno humano que se haya sometido a Dios. Si este no es el mundo que Dios diseñó para nosotros, ¿qué agenda política debemos adoptar entonces para traer cambio a este mundo en conflicto?
Para contestar esa pregunta, usted debe primero contestar esta: ¿Cómo puedo definir mi ciudadanía?
Leamos aquí cómo define el apóstol Pablo la ciudadanía cristiana: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20).
Pablo había sido un líder prominente en la comunidad religiosa judía. También era, por nacimiento, ciudadano del Imperio romano. Pero su ciudadanía principal estaba en el Reino de Dios, quien gobierna desde los cielos.
No hay ningún movimiento político o social que pueda resolver la condición humana porque el problema real reside en la mente y el corazón de cada uno de nosotros. Y como el meollo del problema está en el corazón humano, solo Dios puede ofrecer la solución. Esto quiere decir que las soluciones a los problemas del hombre comienzan con la intervención activa de Dios en nuestra vida para producir un cambio fundamental en la persona interior, y es lo que Dios hará. Estas buenas noticias son parte del mensaje del evangelio.
Podemos continuar intentando cambiar a la gente, el gobierno o la cultura, pero mientras no nos sometamos a Dios y su poder, que produce cambios en la persona interior, siempre tendremos los mismos problemas. Usted no puede cambiar a otros, pero Dios sí lo puede cambiar a usted.
¿A qué debemos ser leales?
Debemos darnos cuenta con toda humildad de que mientras Satanás sea el dios de esta era, ningún esfuerzo del hombre liberará a la humanidad de su ceguera espiritual. Dios está buscando a aquellos que desean salir de la oscuridad y participar en la única esperanza real para la raza humana. Dios está buscando a aquellos que se someten a su gobierno mientras viven en una era de oscuridad espiritual.
Cuando uno acude al llamado de Dios para ser ciudadano en su reino superior, se produce un cambio fundamental en nuestra lealtad. Pero este no es un llamado fácil, porque comprende mucho más que “aceptar a Jesús”, cantar himnos religiosos y asistir a la iglesia. Para ser ciudadanos del Reino de Dios, que según lo que predijo el profeta Daniel muchos siglos atrás, pondrá fin a todos los gobiernos humanos, usted debe aceptar los valores y leyes del Reino de Dios en su vida ahora. Esto significa que, en estricto sentido, usted debe ser un forastero espiritual en una tierra extranjera.
Hebreos 11:13-16 describe las vidas de grandes hombres y mujeres de fe que murieron esperando la restauración del Reino de Dios en la Tierra:
“Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad”, es decir, la Nueva Jerusalén que descenderá del cielo a la Tierra (Apocalipsis 21-22).
El verdadero cristianismo consiste en ser extranjero y peregrino en la Tierra, es buscar una “patria” diferente y comprender que todos los intentos humanos por crear una utopía están destinados al fracaso. Significa embarcarse en un viaje de por vida teniendo como destino el regreso de Jesucristo.
Cómo nos transformamos al convertirnos en ciudadanos del Reino de Dios
¿Cómo cambia nuestra vida al ser ciudadanos del Reino de Dios? Cambia en todo aspecto, porque ser ciudadano de su reino es algo que se basa en aceptar no solo la soberanía de Dios sobre toda la humanidad, sino además sobre nuestra vida ahora mismo. Se trata de someterse absolutamente al propósito que él tiene para nosotros, y de una lealtad absoluta a Jesucristo como Salvador, Maestro y Rey de reyes. Esta ciudadanía sustituye todas las otras formas de lealtad y patriotismo.
Cuando uno le da a Dios su completa lealtad y su ciudadanía está en el cielo, es transformado por la intervención directa de Dios en su vida. Esto es lo que uno comienza a experimentar:
Comenzamos a buscar el propósito y metas que Dios tiene para nuestra vida.
Dios tiene un propósito para su vida, y ese propósito tiene una meta. Recuerde lo que Pablo escribió: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo . . .” Jesucristo regresará a la Tierra a destruir todos los gobiernos humanos y restaurar el gobierno de Dios sobre su creación.
Cuando busque el futuro que Dios ha diseñado para usted, debe aceptar a cambio su dirección hacia ese futuro. Puede que esto sea lo más difícil para los seres humanos, ya que todos deseamos ser nuestros propios dueños. Queremos controlar nuestro ambiente inmediato y también a quienes nos rodean para sentirnos seguros y felices.
Pero el fundamento de la fe es ceder el liderazgo de su vida a Dios, como a un Padre amoroso. Solo puede renunciar a la necesidad de controlar si confía en la participación de Dios en su vida ahora y espera su futuro prometido. Debe orar a Dios y dejar que él guíe su vida.
Comenzamos a cambiar nuestras prioridades.
¿Cómo invierte su tiempo? El tiempo es un gran regalo que Dios le ha dado a cada uno de nosotros. Cuando permitimos que Dios establezca nuestras prioridades, el deseo incontenible de ganar dinero y poseer cosas es reemplazado por un deseo incontenible de vivir como un hijo devoto de Dios. La necesidad de estatus es reemplazada por la necesidad de amar a los demás.
La búsqueda de la autodeterminación es reemplazada por la búsqueda del modo de vida de Dios. El deseo de entretenimiento constante y gratificación inmediata es reemplazado por el entendimiento de lo que es realmente valioso en la vida: tener una relación con Dios como su hijo y mostrar su amor a los demás.
Comenzamos a cambiar la forma en que utilizamos nuestra energía mental y emocional.
Desperdiciamos gran parte de nuestras vidas experimentando resentimiento, egoísmo, envidia y otros pensamientos y emociones destructivas. Pero note lo que Dios quiere producir en su vida: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, [y] templanza” (Gálatas 5:22-23). Esto solo puede ocurrir cuando usted reconoce que necesita que Dios gobierne su vida y admite su absoluta incapacidad de sanar su ceguera espiritual.
Comenzamos a obedecer los mandamientos de Dios.
Debe aceptar el derecho del Creador a tener dominio sobre su creación, de la cual usted forma parte. Así como hay leyes físicas como la de la gravedad que gobiernan el universo, hay leyes espirituales que rigen su relación con Dios y también con los demás. No tiene sentido “confesar a Jesús” y al mismo tiempo ignorar su guía, porque eso significa que nuestra ciudadanía no pertenece al reino que él proclamó.
¿Cómo interactúan los ciudadanos del Reino de Dios con los gobiernos civiles?
Dedicar su vida a ser ciudadano del Reino de Dios naturalmente plantea esta pregunta: ¿Cómo pueden los cristianos interactuar con el gobierno civil donde viven?
El apóstol Pedro instruyó al respecto a los primeros cristianos, que vivían bajo la pesada carga del Imperio romano: “Queridos amigos, ya que son ‘extranjeros y residentes temporales’, les advierto que se alejen de los deseos mundanos, que luchan contra el alma. Procuren llevar una vida ejemplar entre sus vecinos no creyentes. Así, por más que ellos los acusen de actuar mal, verán que ustedes tienen una conducta honorable y le darán honra a Dios cuando él juzgue al mundo.
“Por amor al Señor, sométanse a toda autoridad humana, ya sea al rey como jefe de Estado o a los funcionarios que él ha nombrado. Pues a ellos el rey los ha mandado a que castiguen a aquellos que hacen el mal y a que honren a los que hacen el bien. La voluntad de Dios es que la vida honorable de ustedes haga callar a la gente ignorante que los acusa sin fundamento alguno. Pues ustedes son libres, pero a la vez, son esclavos de Dios, así que no usen su libertad como una excusa para hacer el mal. Respeten a todos y amen a la familia de creyentes. Teman a Dios y respeten al rey” (1 Pedro 2:11-17, Nueva Traducción Viviente).
Note que Pedro, como autor de Hebreos, se dirige a los seguidores de Jesús como “extranjeros y residentes temporales”. Puede que hayan sido ciudadanos de una región en particular, o incluso ciudadanos del Imperio romano, pero estaban muy conscientes de que su ciudadanía principal pertenecía al Reino de Dios. Pedro los exhorta a que se sometan a las autoridades civiles para que, aunque “los acusen de actuar mal, verán que ustedes tienen una conducta honorable y le darán honra a Dios cuando él juzgue al mundo”.
Los cristianos eran perseguidos por los romanos por su lealtad a Dios el Padre y a Jesús como su Rey. Aun así, Pedro les dice que obedezcan las leyes del país para que cuando Jesús regrese, los líderes civiles sepan que sus seguidores estaban entre los que cumplían la ley. Obviamente Pedro no insinúa que los cristianos deben seguir a sus líderes civiles si esto involucra desobedecer a Dios (vea Hechos 5:29). La principal lealtad de cada cristiano es a Dios y sus leyes, pero los seguidores de Cristo también deben ser conocidos por su respeto a las autoridades, su espíritu pacífico y su preocupación por los demás.
Durante su ministerio, Jesús fue confrontado por un grupo de herodianos, que esencialmente eran un partido político, con la pregunta de si los judíos debían pagar impuestos a los romanos. Esto era un truco. Si Jesús respondía que debían pagar impuestos a los romanos, podía ser acusado de apoyar al imperio del mal y perder el apoyo de la comunidad judía. Si decía que no debían pagarlos, podía ser acusado de sedición y ser arrestado por las autoridades romanas. Jesús pidió una moneda y les preguntó a los herodianos quién estaba inscrito en ella. Le contestaron que la imagen de César. Jesús respondió: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:15-21).
Aquí Jesús explica la difícil disyuntiva de ser ciudadano de un reino terrenal y al mismo tiempo ciudadano del Reino de Dios. La moneda tenía la imagen de César, mostrando que le pertenecía a él. Pero, ¿qué o quién tiene grabada la imagen de Dios, demostrando así que él es el dueño? ¡Los seres humanos, que están hechos a su imagen!
Jesús señaló entonces que debemos entregarnos completamente a Dios. Los cristianos deben vivir en lealtad a Dios y a las leyes y valores de su reino, y esto incluye obedecer las leyes humanas que no se contraponen a esa lealtad. Jesús, Pedro y Pablo instruyeron a los cristianos para que fuesen buenos ciudadanos en las ciudades que habitaban; sin embargo, ellos tres escogieron primeramente la lealtad al Reino de Dios y fueron asesinados por ello.
Enfoque su vida
Al comienzo de este artículo mencionamos una lista parcial de grupos que han sido acusados de causar el caos reinante en nuestro mundo. ¿Pero quién es en realidad el culpable? Todos los que componen esta lista jugaron un rol en el problema, y eso nos incluye a mí y a usted si no somos primeramente ciudadanos del Reino de Dios. Y no se olvide del dios de esta era, Satanás, quien trabaja con más eficacia en medio del caos, porque este es el que da origen a la maldad. Cuando Jesús regrese, primero deberá quitar del panorama a Satanás y su influencia sobre los seres humanos. Solo entonces estos experimentarán por primera vez la verdadera libertad y felicidad desde que Adán y Eva fueron expulsados de Edén.
Todos debemos estar conscientes de lo que está pasando en nuestro mundo. Estamos muy preocupados por el caos, el sufrimiento y la maldad, y puede servir de ayuda tener esto en mente: el Gobernador soberano del universo ya ha predicho el fracaso de los esfuerzos humanos por intentar vivir fuera de su reino.
Este no es el mundo que Dios diseñó para nosotros. Él está enviando a Jesucristo para reemplazar el mundo desgastado y disfuncional de esta era, restaurando su reino en la Tierra. Mientras más enfoque su vida en el caos, más se convertirá en parte del problema. Más bien enfoque sus pensamientos, acciones y energía en la esperanza, salvación y unidad que Jesucristo traerá a toda la humanidad cuando regrese.
¡Dios creará un nuevo mundo y está llamando a todos los que quieren ser parte de ese gran movimiento a que salgan de esta sociedad y se conviertan en ciudadanos de su reino! BN