¿Cómo podemos hacer que Dios sea real para nuestros hijos? Segunda parte

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¿Cómo podemos hacer que Dios sea real para nuestros hijos?

Segunda parte

Como padres, nada podría ser más placentero y satisfactorio que nuestros hijos lleguen a desarrollar una relación cercana y amorosa con su Padre Celestial. Pero ¿cómo lograr que Dios sea real para ellos? ¿Qué pasos podemos dar como padres para ayudarlos a saber que Dios es real y lleguen a conocerlo?

En la edición pasada de Las Buenas Noticias (julio-agosto de 2023) repasamos cuatro formas en que los padres pueden ayudar a que Dios sea real para sus hijos. Ahora examinaremos tres enfoques muy importantes que usted puede aplicar para cumplir con esta responsabilidad fundamental y gratificante.

Muéstreles que Dios es parte de su propia familia

Hace poco le pregunté a mi hija Sara cómo respondería a la pregunta: “¿Qué hicieron tus padres para lograr que Dios fuera real para ti?” Estábamos caminando mientras reflexionaba una y otra vez acerca de este artículo, así que le pregunté qué pensaba. Se quedó callada por un momento y luego simplemente dijo: “Él nunca estuvo ausente”.

Mantenga al Señor su Dios presente en el hogar en todo momento, que nunca se sienta su ausencia. Reserve para él un lugar en la mesa, un cupo en el auto, un espacio en la cama para que se acurruquen. Haga que los primeros recuerdos de sus hijos se refieran a quién es él y el amor que siente por ellos.

En Santiago 4:8 se nos dice: “Acérquense a Dios y él se acercará a ustedes” (Nueva Versión Internacional).

Incluya a Dios en todos los aspectos de su vida y trátelo como el miembro guía de su familia. A lo largo de sus días, “recuérdelo” en sus conversaciones con sus hijos. No tiene que ser algo muy formal ni parecido a una clase escolar. Simplemente permita que él esté siempre allí. Así como comparte sus pensamientos con sus hijos, comparta también con ellos los pensamientos de su Padre Celestial. Si él está siempre presente, nunca estará ausente.

Mi hijo Isaac, de seis años, hace poco me dijo: “Mamá, tengo dos papás”. Curiosa por saber a lo que se refería con esta declaración, le pregunté qué quería decir. “Tengo dos papás”, dijo de nuevo. “Dios y papá”. Apenas dijo esto, dejé escapar un suspiro y susurré “¡gracias!”, complacida de que incluso a los seis años pueda darse cuenta de que Dios lo ama y que es un Padre amoroso.

Ayúdelos a ver a Dios a través de usted

Al principio de la Biblia se nos dice que la humanidad fue hecha a imagen de Dios. En Génesis 1:27 leemos: “Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios; hombre y mujer los creó” (NVI).

Fuimos creados para la gloria de Dios. En Isaías 43:7, Dios habla de “todo el que sea llamado por mi nombre, al que yo he creado para mi gloria, al que yo hice y formé” (NVI).

Fuimos hechos a imagen de Dios, creados para su gloria, y debemos esforzarnos por reflejarlo a él en todo lo que hacemos y decimos. Como padres, lo más probable es que el primer contacto de nuestros hijos con Dios sea a través de nosotros. Podemos leerles su Palabra, ayudarlos a memorizar las Escrituras y orar con ellos todas las noches, pero si no nos esforzamos por ejercer nuestra fe y reflejar a Dios en todos nuestros hechos y palabras, toda nuestra enseñanza será en vano. Tenemos que practicar lo que predicamos.

En Éxodo 20:16 leemos: “No darás un testimonio falso en contra de tu prójimo” (Nueva Biblia Viva). ¿Qué es el testimonio falso? A menudo parece ser tan simple como mentir, pero es más que eso. “Dar testimonio falso” es representar equivocadamente a alguien. Es contar una versión tergiversada de lo que es una persona. Los que escuchan ven algo diferente a la verdad debido a la deformación de la realidad.

¿Hacemos lo mismo con Dios?

¿Es posible que estemos viviendo de una manera contraria a las creencias que profesamos? ¿Hablamos mal del pastor o de otros miembros en nuestra casa luego de haber regresado de los servicios? ¿O tal vez dejamos de lado nuestra Biblia y solo volvemos a sacarla la siguiente semana? Sí, es posible que nosotros “demos falso testimonio” contra nuestro Creador.

Nuestros hijos siempre están observando. ¿Qué están viendo ellos?

¿Reflejan nuestras vidas las enseñanzas que les impartimos a nuestros hijos? ¿Ven que nos esforzamos por hacer lo mejor que podemos para vivir nuestra fe? Cuando caemos o fallamos, ¿nos arrepentimos, nos disculpamos y nos levantamos para seguir adelante? Como dijo el apóstol Pablo en Filipenses 3:12: “No es que ya lo haya conseguido todo o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí” (NVI).

Como padres, la carga que llevamos a cuestas es inmensa, pero no tenemos que llevarla solos. El Espíritu mismo de Dios está a nuestra disposición para apoyarnos: “Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras” (Romanos 8:26, NVI).

Escuche atentamente sus preguntas

Cuando nuestros hijos son pequeños y nos preguntan por enésima vez, “¿Por qué?”, con frecuencia nos encontramos repitiendo la frase que tantos padres antes que nosotros han utilizado con exasperación: “¡Porque yo lo digo!”

Esto puede funcionar cuando nuestros hijos están pequeños, pero a medida que crecen comienzan a hacer preguntas más profundas, especialmente en cuanto a Dios. Para un padre, esto puede ser aterrador. Quizá temamos que si están haciendo preguntas es porque dudan de Dios. Podríamos pensar que si cuestionan o ponen en tela de juicio lo que les hemos enseñado acerca de Dios, es una señal de que podrían abandonar la fe que con tanto esfuerzo les hemos inculcado.

Sin embargo, en lugar de temer las preguntas, debemos acogerlas. Permítales desarrollar su curiosidad en el ambiente hogareño y que vean que usted hará todo lo posible para satisfacerla. Es posible que no siempre tenga respuesta a todo, y eso es normal. Cuando la pregunta sea difícil, sea honesto y explíqueles que necesitará estudiar para responderla mejor. Busque ayuda de otras personas. El ministerio en la Iglesia de Dios está dispuesto a ayudar y servir como pastores tanto a usted como a sus hijos.

Enséñeles a sus hijos que debemos estar orando por respuestas. Como enseñó Jesús: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7:7-8).

Abraham y Moisés, dos de los grandes patriarcas de la fe, porfiaban con Dios cuando no entendían sus decisiones. A veces, “luchaban” con él y se mortificaban por las preguntas que le hacían. Pero esto, en lugar de hacer menguar su fe, la fortalecía.

Las preguntas hacen posible que nuestros hijos desarrollen su fe a medida que aprenden a “examinarlo todo” y “retener lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21).

Como padres, queremos que nuestros hogares sean un refugio seguro en el que nuestros hijos puedan fortalecer sus músculos espirituales. Déjelos que pregunten, esté preparado para responder y propicie el diálogo. Con el tiempo, tanto usted como ellos saldrán fortalecidos.

Cómo encajar las piezas

Durante años les he dicho a mis hijos que han recibido la más invaluable de las invitaciones: la de ser parte de la familia de Dios. Y la han recibido gracias a que el Espíritu Santo de Dios mora en sus padres luego de haber sido bautizados en el Cuerpo de Cristo (ver Hechos 2:38-39; 1 Corintios 7:14).

Se les ha extendido esta maravillosa invitación a través de nosotros, pero no podemos aceptarla por ellos. Podemos enseñarles al respecto y mostrarles su belleza, pero no podemos aceptarla en nombre de ellos. Un día deberán decidir por sí mismos si la aceptan o la rechazan, pero no podemos dar este paso por ellos.

Lo que podemos hacer es sentar las bases mientras son jóvenes, para que la invitación sea lo más accesible posible. Podemos ayudarlos a aprender a escuchar la voz de su Padre, amar su Palabra y hablar con él en oración cada día. Podemos resaltar su fidelidad, reflejar a Dios en nuestro ejemplo y contestar sus preguntas cuando las hagan. Si hacemos estas cosas, ayudaremos a nuestros hijos a estar bien encaminados para conocer a Dios, ¡y que él sea una realidad en sus vidas!  BN