Paternidad amorosa
Algún tiempo atrás no habría apreciado su regalo, porque mi prioridad eran las cosas equivocadas. Era un pequeño llavero hecho con espuma para manualidades, papel y cinta adhesiva. Con una caligrafía infantil, a lápiz y con un error de ortografía, mi hijo de nueve años había garabateado “Estamos CONETADOS”. Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando me entregó este regalo. ¡Me llenó de satisfacción saber que se sentía unido a mí!
Siempre he amado a mis hijos, pero ¿podían ellos percibir mi amor? ¿Confiaban en mí y se sentían seguros emocionalmente? ¿Estaba preocupada solamente de su comportamiento exterior y las apariencias? Estas son preguntas cruciales que los padres pueden hacerse a sí mismos. Puede resultar muy fácil tratar con dureza a un niño mientras aprende a controlar sus emociones, sobre todo cuando su conducta nos empuja al límite. Sin embargo, tratar a un niño de esa manera nunca produce buenos resultados en el largo plazo, aun si se logra que, en apariencia, se comporte bien. Es fundamental que aprendamos a criar con amor.
La seguridad en Dios
Con mucha frecuencia somos incapaces de ayudar a nuestros hijos a sentirse seguros porque nosotros mismos vivimos con inseguridad. Si nos sentimos fracasados, sin saberlo, a veces nuestros hijos terminan pagando las consecuencias. Gritar y avergonzar son ejemplos obvios de una mala crianza, pero a veces son otras cosas menos evidentes, como trabajar demasiado o ser excesivamente controladores.
Entre tratar de comenzar una carrera, mantenerse al día con las cuentas, el estrés que causa la comparación con otros al ver los medios sociales, superar problemas personales de la infancia, y más, puede parecer imposible sentirse realmente seguros y confiados. La clave no es que nunca más nos sintamos inseguros; más bien es reconocer que, en nuestro contexto humano, tenemos debilidades (Salmo 103:14).
En lugar de esconder estas preocupaciones, debemos expresárselas a Dios (1 Pedro 5:7). Él nos llama “sus hijos”, y envió a Jesucristo para que muriera en nuestro lugar por nuestros pecados. Su amor por nosotros es casi inimaginable. Tal vez tratemos de ignorar la profundidad de su amor porque nos parece más seguro dedicarnos a lo que podemos hacer por Dios. Sin embargo, enfocarnos diariamente en el amor de Dios es una experiencia transformadora. Un padre que ama a Dios y confía de corazón en el amor que él ofrece es un padre seguro.
En su libro Love Centered Parenting (Paternidad centrada en el amor), la autora Crystal Paine analiza el concepto de “vivir como si somos amados”. Es decir, cuando recordamos que Dios nos ama, ¿cómo nos conducimos en nuestra vida?
“‘Mi yo amada’ dejaría de estresarse por decir las cosas perfectamente, por asegurarse de gustarle a la gente o por psicoanalizar sus respuestas. Con toda confianza . . . amaría de verdad a los demás . . . Cuando mis hijos discutieran entre sí y se dijeran palabras poco amables, me preguntaría: ¿Qué haría ‘mi yo amada’ en este caso? No se sentiría frustrada consigo misma por haberse dado por vencida en la crianza de sus hijos o por gritarles con enfado algo como ‘¡Esperaba más de ti!’. O, peor aún, gritarles porque están gritando (¿alguien más ha sido así de hipócrita?) ‘Mi yo amada’ respiraría hondo y abordaría la situación con calma” (pp. 87-88, Bethany House Publishers, 2022).
Enfocarnos en el amor de Dios no significa que dejemos de arrepentirnos o de reconocer nuestros pecados. Más bien se trata de sentirnos seguros en Dios, en sus promesas y en su plan para nuestra vida. Este tipo de seguridad contribuye a que los padres puedan criar sin necesidad de que su hijo se comporte de cierta manera solo para hacerlos quedar bien.
No tiene que ver con usted
No hay nada peor que el sentimiento de vergüenza cuando nuestro hijo se comporta mal, especialmente en un entorno público y delante de personas cuya opinión realmente nos importa (¡como en la iglesia!). En el proceso de crianza, los niños van a hacer muchas cosas que nos avergonzarán. Y aunque el trabajo de los padres es disciplinar y enseñar a sus hijos, en cierto sentido es importante desligarse de su comportamiento. Son individuos que harán y dirán cosas que usted tendrá que corregir; sin embargo, esas cosas no necesariamente implican que haya algo malo en usted. Recuerde que su valor personal reside en ser hijo de Dios, no en el comportamiento de su hijo. Mantenga la calma y no se obsesione con lo que puedan pensar los demás.
Y, más importante aún, no entorpezca la relación con sus hijos volviéndose rígido y autoritario para que en lo externo parezcan buenos y se comporten ejemplarmente, pero que en su interior estén enfadados o desmotivados porque sienten que su conducta es solo cuestión de apariencia. Criar hijos es complicado y habrá días buenos y días malos, pero eso no significa que usted sea un mal progenitor. ¡Así es la vida cuando se cría a un niño que vive y respira!
No se apresure
Si le parece que criar a sus hijos de esta manera le tomará mucho tiempo, está en lo cierto. En la medida de lo posible, ajuste su horario con el fin de tener tiempo y energía mental para, realmente, comunicarse con sus hijos y reaccionar con amor y paciencia cuando surjan problemas. En general, las familias de hoy en día están sobrecargadas de trabajo. Pero todas las ocupaciones del mundo no van a suplir la falta de unos padres serenos y con autocontrol que sean capaces de enseñar pacientemente los caminos de Dios en el momento oportuno (Deuteronomio 6:6-7). ¿Tiene tiempo todos los días para saludar a sus hijos, abrazarlos y hablar con ellos un poco? Es realmente importante dedicar conscientemente tiempo para sentarse y simplemente compartir con sus hijos. Juegue con ellos, deje los quehaceres a un lado, ríanse y disfruten de la compañía mutua.
Sea solidario
Tal como nosotros podemos tener rasgos de carácter con los cuales luchamos toda la vida, nuestros hijos a menudo nacen con reacciones naturales, no premeditadas. Por eso es importante criarlos desde un plano de respeto por ellos, como hijos de Dios que son iguales que nosotros. Nunca debemos burlarnos de nuestros hijos (Efesios 6:4). Por el contrario, debemos educarlos con amor. A veces la disciplina tiene que ser dura, pero siempre debe hacerse en privado y combinarse con palabras cariñosas y abrazos. La Biblia dice: “Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos” (Salmos 103:13, Nueva Versión Internacional). Recuerde que al ser compasivo con sus hijos, los ayudará a aprender la compasión de Dios.
Además, como padres debemos actuar con un amor incondicional. La Biblia dice: “Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8, NVI).
Como padres debemos demostrar siempre amor a nuestros hijos, incluso en los momentos difíciles. Puede haber instancias en las que no es muy agradable estar cerca de un niño, pero los padres deben esforzarse siempre por ver lo bueno en sus hijos. Recuerde que usted es quien establece el tono de la relación cada día, asegurándose de que las frustraciones de ayer no se transfieran al día siguiente. Empiece el día con un gran abrazo y una sonrisa cada vez que vea a su hijo. Corrija el mal comportamiento, pero vea siempre a su hijo a la luz del potencial que tiene. Haga que se sienta querido y enfóquese en lo positivo.
Ayude a sus hijos a manejar las emociones
Cuando una de mis hijas tenía alrededor de seis años, perdió su globo inflado con helio. Lo tenía sujeto de la cuerda, pero lo soltó accidentalmente y, antes de que yo pudiera alcanzarlo, se fue flotando. Empezó a llorar con furia incontrolada, y recuerdo que pensé: “¡Mi hija está fuera de control! ¿Cómo va a poder sobrevivir en el mundo si reacciona emocionalmente de forma exagerada ante todo?”. No recuerdo exactamente lo que le dije, pero probablemente fue algo como: “¡Deja de llorar, estás completamente descontrolada!”.
En efecto, los niños necesitan aprender a autocontrolarse y a no reaccionar emocionalmente de forma exagerada; sin embargo, también necesitan aprender a procesar sus emociones. A su edad, y sin haber perdido nunca un globo de esta manera, mi hija aún no había aprendido a reaccionar calmadamente ante esta pérdida. Aquí es donde los padres pueden utilizar la habilidad del entrenamiento emocional para ayudar a sus hijos. La Biblia dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Educar a un niño hoy para que sepa procesar sus emociones por la pérdida de un globo hará que después, cuando sea adolescente, esté mejor capacitado para canalizar sus emociones al perder una amistad. Hay muchos adolescentes que luchan con sus emociones, y es mucho más difícil entrenarlos a ellos que a un niño pequeño. Así que dedíqueles tiempo mientras son preadolescentes: vale la pena.
En su libro Safe House (Casa segura), el doctor en filosofía Joshua Straub explica: “Hay dos formas de responder a los malos comportamientos de nuestro hijo: (1) abriéndole la puerta, o (2) cerrándole la puerta a sus emociones. Cerrar la puerta es cuando no damos importancia a las emociones de nuestro hijo. Los padres que habitualmente cierran la puerta pueden pensar que las emociones negativas (como la tristeza y la ira) son perjudiciales para su hijo. Pueden reprender a un niño por estar enfadado, aunque no se comporte mal. ‘Vete a tu habitación hasta que vuelvas a estar contento’, podrían decirle. ‘No tengo tiempo para tu actitud hosca. Supérala y sigue tu vida’” (Waterbrook Press, 2015, pp. 114-115).
Cuando se desatan las tormentas emocionales de un niño, a menudo los padres solo queremos que acaben pronto. Pero, en la medida de lo posible, deténgase y siéntese un rato con su hijo. No permita ningún tipo de agresividad, pero no pasa nada si un niño necesita llorar un rato. Las emociones no son malas: Dios mismo experimenta ira, tristeza y frustración, y nosotros estamos hechos a su imagen.
La Biblia dice: “Airaos, pero no pequéis” (Efesios 4:26). Es nuestro trabajo enseñar a los niños cómo hacerlo. La Biblia no dice: “¡Siempre finge que nunca te enojas!”. Incluso los Salmos que escribió David, un hombre conforme al corazón de Dios, están llenos de emociones negativas expresadas directamente ante Dios. Las emociones negativas forman parte del ser humano, y nuestros hijos necesitan herramientas para manejarlas.
Entonces, ¿cómo lidiar con las emociones difíciles de un niño? Podría llevar a su hijo a un lugar privado y decirle: “¿Necesitas un abrazo?” y proceder a tomarlo en sus brazos mientras llora. No todos los niños quieren que los toquen cuando están disgustados. En esos casos, puede decirle: “Veo que estás molesto y estoy atento a tus necesidades”. Después de un tiempo razonable, intente guiar y orientar a su hijo para que acepte lo malo que haya sucedido y ayúdele a buscar soluciones a sus problemas. Es muy importante dar a los niños tiempo y espacio para procesar sus emociones y luego poner en sus manos opciones sobre qué hacer con las emociones que están experimentando. Esto enseña conciencia emocional, regulación y autocontrol.
No existe una forma perfecta de educar a su hijo en cuanto al manejo de las emociones. Al ver a un niño con rabieta, a menudo nuestras propias emociones casi nos sobrepasan. Así que no se desespere si no lo hace a la perfección. De hecho, cuando nuestras emociones como padres nos sacan de quicio, es muy conveniente pedir disculpas a nuestros hijos. Un padre que es lo suficientemente humilde como para decir que siente haber gritado o perdido el control inspira mucho respeto.
Hay un viejo dicho que dice que si uno escucha a sus hijos cuando le cuentan acerca de sus cosas pequeñas mientras son pequeños, le confiarán las cosas grandes cuando sean mayores. No hay lugar para condonar el comportamiento irrespetuoso y desobediente pero, como dice en los Salmos, hay lugar para expresar las emociones y ser escuchado por un padre amoroso. Escuche a su hijo ahora. Sí, tenga normas y promueva la obediencia, pero hágalo de tal forma que emocionalmente asegure que su hijo le abra la puerta de su corazón.
En síntesis, ¿pueden sus hijos percibir su amor? ¿Se sienten seguros emocionalmente? No podemos enfocarnos únicamente en el comportamiento externo o en las apariencias. Es vital que aprendamos a ser padres de una manera que manifieste el amor de Dios. Mi oración es que todos nosotros, como padres, estemos guiando con éxito a nuestros hijos hacia Dios y todo lo que él tiene para ofrecer a nuestras familias. EC