Cómo criar hijos virtuosos en una sociedad moralmente decadente

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Cómo criar hijos virtuosos en una sociedad moralmente decadente

En general, el número de cristianos en el mundo desarrollado está disminuyendo. Una de las principales razones es que los jóvenes no permanecen en las iglesias ni se afilian a ellas en proporción suficiente para reemplazar a los feligreses ancianos que mueren. Mientras tanto, muchas de las principales iglesias protestantes están cambiando radicalmente enseñanzas bíblicas fundamentales, como la prohibición de relaciones entre personas del mismo sexo, la identidad divina de Jesucristo y la autoridad de la Biblia.

Las personas con valores cristianos conservadores y tradicionales parecen estar constantemente en una actitud defensiva, tanto externa como internamente.

¿Qué debe hacer un cristiano responsable? Soy padre de dos hijos y procuro criarlos para que sigan a Cristo y teman a Dios, pero estoy muy consciente de las desconcertantes tendencias de la sociedad. Mi esposa y yo hacemos todo lo posible por contrarrestar esta corriente inmoral.

¿Cómo pueden usted y su familia formar parte de un movimiento que busca neutralizar las tendencias de un cristianismo decadente en nuestro mundo?

En su sermón del monte, Jesús dijo a sus seguidores: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder . . . Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14, 16).

Como miembros del Cuerpo de Cristo, la asamblea de creyentes en Dios, tenemos la gran comisión de mostrar un modo de vida mejor a todos los que nos rodean. Jesús dice que en su reino, cuando regrese, sus seguidores tendrán la responsabilidad de gobernar con justicia (Mateo 16:19; Apocalipsis 20:4).

Esta vida es nuestro campo de entrenamiento y empieza en casa, con nuestra propia familia. A continuación presentamos tres áreas fundamentales en las cuales puede enfocarse al criar hijos  o nietos, para guiarlos y ayudarlos a ser las luces de este mundo, según Jesús espera de sus seguidores.

1. Enseñe a sus hijos a tener una relación correcta con la Biblia

Las influencias negativas sobre nuestros hijos pueden proceder tanto de la iglesia como de fuera de ella. Del mismo modo, además de la corrupción en la sociedad, quienes predican pueden difundir enseñanzas no bíblicas desde el púlpito y encaminar incorrectamente a una congregación.

Las personas que saben interpretar correctamente la Biblia y utilizan métodos confiables para comprender lo que dice, estarán mejor preparadas para detectar la falsedad cuando la oigan. Necesitamos algo más que una simple frase como “Si la Biblia lo dice, yo lo creo, y eso basta”. Aunque la sencillez de una declaración semejante puede ser atractiva, también puede abrir una puerta para el mal uso de las Escrituras.

Después de todo, Satanás el diablo se valió de las Escrituras cuando tentó a Jesús en el desierto (Mateo 4). Utilizando solo pasajes específicos de forma aislada, tergiversó la intención de cada escritura, lo que Jesús adecuadamente percibió y refutó citando otros pasajes que explicaban correctamente lo que dice la Biblia.

Es preciso que nuestros hijos adquieran una sólida educación bíblica, basada en una visión general de todas las Escrituras, para que no se intimiden a la primera señal de desafío a sus creencias ni se dejen llevar por palabras seductoras.

Si desea contar con un gran recurso que le ayude a aprender a leer, familiarizarse y comprender correctamente las Escrituras, descargue o solicite nuestra guía de estudio gratuita Cómo entender la Biblia.

2. Enseñe a sus hijos a amar a Dios en todas las circunstancias

Cuando sus hijos son pequeños, y por su propia seguridad personal, tiene que poner límites a su comportamiento. En ocasiones esos límites los hacen enojar, y como no entienden bien nuestros argumentos, pueden tener la impresión de que estamos siendo injustos.

Sin embargo, no dejan de querernos y confiar en nosotros, pues les damos sustento, cuidamos de ellos y los colmamos de amor de diversas maneras (muchas de las cuales incluso dan por sentadas).

Del mismo modo, vemos que Dios nos ama y cuida de nosotros. Le damos gracias cada día por sus bondades: buena salud, suficiente alimento, un hogar feliz, etc., todo lo cual procede directa o indirectamente de él. Dios es el dador de toda buena dádiva y don perfecto (Santiago 1:17), y debemos procurar no dar por sentada ninguna de estas cosas.

Sin embargo, también sabemos que en la vida puede haber momentos en los que nos decepcionamos o enfadamos con Dios. Puede que no entendamos sus razones cuando permite que sucedan ciertas cosas terribles. Esta es una lección para nosotros cuando enseñamos a nuestros hijos a amar a Dios: no se trata de amarlo solo cuando las cosas van bien. Enseñar a sus hijos a amar a Dios significa que incluso cuando parezca estar lejos de ellos, deben saber que siempre pueden acudir ante él y entregarle sus preocupaciones.

3. Encuentre una iglesia que se base en la Biblia

A medida que nuestra familia navega por las duras presiones sociales que nos rodean, he encontrado un gran consuelo y estabilidad por medio de la participación en mi iglesia. Aunque es un proceso de crecimiento, pues ninguno de nosotros es todavía perfecto, tener a otras familias como “hermanos y hermanas de armas”, padres que crían a sus hijos con valores tradicionales iguales a los nuestros, es de suma importancia para nosotros.

Todas las iglesias afirman seguir a Jesús, pero otra cosa es que también sigan sus verdaderas enseñanzas y demás doctrinas de las Escrituras. Por tanto, usted debe examinar las creencias de esas iglesias y compararlas con la Biblia. Saber cómo interpretar adecuadamente la Biblia (primera recomendación) es fundamental para poder evaluar cualquier iglesia y sus enseñanzas. (Y para ayudarle aún más en esa evaluación, consulte nuestra guía de estudio gratuita La Iglesia que edificó Jesucristo).

Su iglesia también debe ser una comunidad cálida y amistosa. Jesús dijo a sus discípulos: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). La palabra traducida como “iglesia” en el Nuevo Testamento es un término griego que designa la convocación a una reunión o asamblea. Por su propia naturaleza, es un grupo de personas. El apóstol Pedro la describió como fraternidad (1 Pedro 2:17, Reina Valera Antigua). Es un grupo de personas que llegan a amarse como una familia espiritual, que se edifican y estimulan mutuamente a hacer buenas obras (Hebreos 10:24-25).

Pero como sucede con cualquier grupo de seres humanos, incluso entre aquellos que se esfuerzan por vivir según cada palabra de Dios, a veces hay dificultades. Formar parte de un grupo de personas significa que uno sufrirá decepciones y  será testigo de la hipocresía, y también lo serán sus hijos. Así que asegúrese de ser un ejemplo del tipo de misericordia que Jesús practicó.

Siga el principio que él estableció para la resolución de conflictos en Mateo 18:15-20, la sabiduría que encontramos en todo el libro de Proverbios, y la exhortación de escrituras como Colosenses 3:12-14: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto”.

Mientras lidiamos con los desafíos de un mundo que se aleja cada vez más de Dios para dirigirse a los ávidos brazos del diablo, cuya influencia en ocasiones es sutil, pero en otras muy evidente, nuestras familias pueden ser un refugio de buenos valores. Estamos llamados a ser luces en la oscuridad, así que animémonos con estas promesas y sirvamos de modelo a nuestros hijos para que ellos también puedan hacer su parte combatiendo las tinieblas y siendo luces para el mundo (Mateo 5:14). Y todo ello mientras oramos con fervor, repitiendo las palabras de Apocalipsis 22:20: “¡Sí, ven, Señor Jesús!”  BN