“ Como en los días de Noé’’— Repaso
Hace poco llevé a mis nietos a visitar la atracción Encuentro con el Arca, un modelo a escala real del arca de Noé en el norte de Kentucky (Ohio, EE. UU.). Fue una experiencia extraordinaria y un sobrio recordatorio de que el mundo de hoy es muy parecido al de Noé.
El arca fue la embarcación que Dios le ordenó construir a Noé para salvar a la gente de la sentencia con que castigaría al mundo por su pecado. Un grupo de evangélicos ha construido esta réplica como parte de un esfuerzo por demostrar la veracidad de la Biblia. Construido de acuerdo con las dimensiones de Génesis 6, se dice que hoy por hoy es la estructura de madera más grande del mundo moderno, y no lo dudo.
La obra es asombrosa. Lo que este grupo ha hecho con su versión de esta antigua estructura y de cómo debe haber sido la travesía con personas y animales a bordo, es realmente notable. Pude comprender más profundamente el estado tecnológico del mundo de Noé antes del diluvio. Ese mundo evidentemente era mucho más avanzado de lo que nuestra percepción moderna quisiera admitir. Esta estructura demuestra que fue posible preservar la vida animal y humana dentro del arca durante el diluvio a pesar de los desafíos logísticos.
Esta visita me hizo meditar mucho más sobre la historia de Noé y el diluvio que Dios decretó sobre el mundo de su época. Me hizo darme cuenta más profundamente de que todos los problemas en los tiempos de Noé todavía tienen la misma vigencia y relevancia que los problemas de nuestros días. Repasemos algo de lo que la Biblia dice sobre esto y lo que significa para nosotros ahora.
Un mundo lleno de maldad
En Génesis 6 vemos una imagen sombría del estado del mundo: “Y vio el Eterno que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se arrepintió el Eterno de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo el Eterno: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho.
“Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra” (vv. 5-7, 11-13).
Una vez más vemos un escenario lúgubre, una época de violencia y maldad generalizada, producto de la continua inclinación humana a rechazar a Dios. A juzgar por los versículos previos, parece que la corrupción moral ponía en riesgo el plan que Dios tenía para los seres humanos creados a su imagen. En medio de esta sociedad corrupta, un hombre halló favor, o gracia, ante los ojos de Dios: Noé, que recibió instrucciones para construir el arca, una gran embarcación de dimensiones colosales. Esta sería el medio para preservar la vida del gran diluvio con el que Dios destruiría al mundo, un mundo lleno de personas que habían perdido toda noción de moral y que no cambiarían su comportamiento.
En Génesis 6:3 se nos dice que cuando a Noé se le encargó esta obra, la gente de aquel tiempo viviría solo 120 años más. Durante esos años, Noé construyó el arca advirtiéndole a aquella generación sobre el desastre que ocurriría. Noé es llamado “pregonero de justicia” en 2 Pedro 2:5. Parte de su cometido consistió en denunciar el pecado de esa generación y advertirles sobre el juicio de Dios. Pudieron haberlo evitado si se hubieran arrepentido, pero al final solo Noé, su esposa y sus tres hijos con sus esposas se salvaron, ocho personas nada más.
Por medio de Noé y su misión de construir el arca y predicar sobre la justicia divina, Dios le estaba dando al mundo la oportunidad de arrepentirse, cambiar y reconocerlo como Creador. La labor de Noé durante 120 años es un ejemplo de que Dios usa instrumentos humanos para enseñar, advertir e instar a los seres humanos a reconocer su dependencia de él.
Un proyecto de varias generaciones
Es fácil imaginar lo lejos que llegó el mensaje de Noé. La gente contaba la historia de un hombre que advertía sobre una catástrofe inminente sobre la Tierra y decía que, si no se arrepentían de sus caminos, todas las personas enfrentarían el juicio de Dios. El problema de esa generación era muy parecido al de la nuestra: la gente no creía que llegaría el momento en que sus hechos serían juzgados.
De entre todos los seres humanos sobre la faz de la Tierra, Noé había sido escogido por Dios para revelarle su voluntad y lo que le esperaba a la humanidad. Él obedeció a Dios y empezó a construir el arca. La gente escuchó su predicación y se sintió atraída por el proyecto, aunque no fuera más que por curiosidad. Tenga en cuenta que durante estos 120 años, al menos varias generaciones de personas estuvieron en contacto directo con la obra dirigida por Noé. Fue un gran proyecto que atrajo a gente de muchas regiones.
Los materiales requeridos deben haber sido llevados desde áreas remotas hasta el sitio de construcción de la nave. Quizás fue necesario emplear decenas o incluso cientos de personas en varias etapas del proyecto. Familias y comunidades enteras pudieron haber crecido y haberse desarrollado alrededor de esta gigantesca embarcación. Muchos niños probablemente crecieron, se casaron y criaron a sus propios hijos bajo su sombra. Sin duda, obreros de regiones lejanas oyeron acerca de la construcción de una embarcación gigante y viajaron al sitio para ver de qué se trataba todo aquello y ver si podían ejercer su oficio.
¿Cuántos habrán ido al sitio con la intención de participar en algo más grande que sus vidas? ¿Habrá vislumbrado alguno el gran significado que encerraba la nave? ¿Creyó alguien en el mensaje de Noé? ¿Habrá habido incluso algunos que creyeron el mensaje del diluvio profetizado, pero finalmente abandonaron lo que habían creído? Quizás algunos llegaron a pensar: “No habrá diluvio. La vida y este mundo seguirán como siempre han sido. La idea de que las entrañas de la Tierra se abran y llueva durante semanas es absurda. Nunca ha ocurrido. ¿Por qué deberíamos creer que sucederá ahora?”
Junto con reprender a quienes piensan e imaginan que el mundo continuará como siempre, el apóstol Pedro señala que están ignorando voluntariamente la lección del diluvio de Noé y les advierte que sin duda habrá un juicio. De hecho, ese juicio se está acercando. Pedro explica que la razón de su aparente retraso es que Dios quiere darles tiempo a las personas para que se vuelvan a él arrepentidas (2 Pedro 3:1-9). Dios quiere salvar a los seres humanos, pero estos necesitan creer en su Palabra y aferrarse a ella.
La obra de Noé fue una labor de fe. Observe lo que dice Hebreos 11:7: “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe”.
Jesucristo confirma la historia
Para nosotros en la actualidad, una razón crucial para estudiar la historia de Noé es lo que Jesucristo dijo al respecto. En Mateo 24, donde Jesús habló de señales específicas que precederían su segunda venida, compara el tiempo de Noé y el siglo xxi con una claridad sorprendente: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (vv. 36-39).
La gente no creyó lo que dijo Noé acerca de un juicio venidero por el pecado, y lo mismo sucede hoy. Seguimos viviendo sin pensar que el pecado trae consecuencias ni que Dios juzgará a la humanidad por rechazarlo continuamente a él y a sus leyes. ¿Hemos llegado ya a tal punto en nuestro mundo moderno?
Para saber exactamente cómo está el mundo de hoy, tenemos que evaluarlo desde la perspectiva de Dios. Jesús nos advierte continuamente que no nos dejemos absorber en el presente de tal manera que olvidemos que el Reino de Dios ya casi llega. No debemos preocuparnos tanto por nuestra vida cotidiana como para olvidar que él tiene poder sobre la vida y la muerte. Dios nos ha llamado a prepararnos de antemano para su reino, y esa preparación debe ser una tarea diaria.
Cristo añade: “Por lo tanto, manténganse despiertos, porque no saben qué día vendrá su Señor. Pero entiendan esto: Si un dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, se mantendría despierto para no dejarlo forzar la entrada. Por eso también ustedes deben estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen” (vv. 42-44, Nueva Versión Internacional).
¿Qué está ocurriendo hoy?
La sociedad actual se está acercando a un punto sin retorno en cuanto al comportamiento humano. La corrupción ha alcanzado niveles sin precedentes. Solo piense en la reciente locura de cientos de legisladores estatales estadounidenses que consagraron el derecho legal de asesinar niños aún no nacidos. Justo antes de comenzar a escribir este artículo, el estado de Illinois se unió a Nueva York y otros estados para promulgar leyes que legalicen efectivamente el infanticidio. Estados Unidos está provocando una catástrofe cultural similar a la de los tiempos de Noé cuando, como leemos, “toda carne había corrompido su camino sobre la tierra”.
¿Qué tanta “corrupción” hay? Mientras escribo esto, se celebra el “Mes del Orgullo LGBT” en los Estados Unidos y otros países. Mi bandeja de entrada de correo electrónico está repleta de mensajes de muchas de las compañías más notables de Estados Unidos que respaldan la homosexualidad, la bisexualidad y a los transgénero. Estas realidades, a la par con el adulterio desenfrenado y el sexo prematrimonial, están trastornando lo que Dios estableció en cuanto a sexualidad y moral. ¡Ya ni siquiera es posible definir algo tan simple como masculino y femenino, y mucho menos qué es correcto o incorrecto!
El profeta Isaías escribió: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz!” (Isaías 5:20). La rapidez con la que se desecha lo bueno es dramática. Se está extendiendo por todo el mundo como una tormenta, y las consecuencias son realmente aterradoras.
Además, hay otra similitud con los tiempos de Noé: Dios ha sido eliminado del panorama. No hay voluntad de obedecerlo ni se admite la mención pública de Dios ni de lo que dice su ley sobre los principales problemas cotidianos que aquejan y dividen al mundo. Algo así se considera retrógrado y como un esfuerzo por promover la intolerancia e incluso el “discurso del odio”. La gente no entiende el concepto del pecado bíblico. Hay poco o ningún temor al castigo por el pecado, y mucho desprecio por cualquiera que lo sugiera.
Quienes producimos la revista Las Buenas Noticias tenemos la comisión de abordar todo esto. Son demasiadas las cosas malas que están siendo aceptadas y hasta celebradas a diario, y esta tendencia sigue en aumento. No podemos menos que pensar: “Sí, ¡realmente estamos viviendo en una época similar a los días de Noé!”
Un juicio acorde con una corrupción sin parangón
Cuando los seres humanos de aquella época corrompieron la vida sobre la Tierra al punto que esta ya no podía ser rescatada, Dios tuvo que destruir al mundo. Sin embargo, por medio de Noé preservó la raza humana y las otras formas de vida en la Tierra. Lo que Dios hizo fue una notable combinación de gracia, juicio y propósito. La vida justa de Noé, en la que Dios centró su atención y favor, fue el medio para preservar y salvar a la humanidad. El plan perfecto de Dios exigía el castigo por el pecado, que en ese momento había llegado a un nivel de corrupción imposible de revertir.
Medite por un momento en esta última declaración. Sin duda es fuerte, pero debemos entender la profundidad de la depravación humana que culminó con este evento. El comportamiento humano no podía corregirse tal como estaban las cosas, por lo que fue necesario un juicio para rescatar a la humanidad. Eso es lo que nos dice el relato bíblico.
Este es un mensaje serio que actualmente nosotros, mediante Las Buenas Noticias, tenemos que entregar. Hoy nos urge llevar a cabo una obra que, como la de Noé, no es popular ni muy apreciada. Pero el mensaje viene de Dios y hemos sido comisionados para proclamarlo. ¿Consideraría responder de una manera positiva, como lo hizo Noé?
Y hay algo más para tomar en cuenta: el relato en Génesis dice: “Y vio el Eterno que la maldad de los hombres era mucha en la tierra . . .” (Génesis 6:5). Lo que cuenta es la perspectiva que Dios tiene del mundo, no la nuestra. Como ocurrió entonces, sucede ahora: lo fundamental es la opinión de Dios. Él juzga el comportamiento humano con base en el propósito que tuvo para nosotros al momento de crearnos. Dios define la justicia no por voto u opinión popular, sino por su ley.
Sin embargo, él es a la vez misericordioso y perdona cuando hay un cambio de corazón. Noé halló gracia ante los ojos de Dios en medio de la terrible maldad y violencia de sus días. Estas reflexiones persisten en mi mente luego de haber visitado la réplica del arca de Noé. Nuestro tiempo refleja el de Noé. Son días peligrosos (ver 2 Timoteo 3:1) y se acerca un día de juicio. Deberíamos meditar en nuestra forma de vivir. ¿Tememos a Dios? ¿Hallarían nuestras vidas “gracia” ante Dios? Me he preguntado: ¿estaría yo entre las pocas personas que Dios salvaría de la destrucción en nuestra civilización moderna? ¿Tengo lo que Dios está buscando? ¿Y qué hay de usted? BN