El año 2020 ya está aquí
¿está usted listo?
Ahora que hemos comenzado el año 2020, es natural sentir curiosidad en cuanto a lo que nos deparan los próximos diez años. ¿Seguirán igual las cosas? ¿O se derrumbará el frágil estado de las rivalidades políticas mundiales, las economías inestables y el variado espectro de religiones? Si es así, ¿cómo nos afectará esto mientras reflexionamos sobre nuestra propia seguridad y la dirección de nuestras vidas?
¿Qué podemos esperar que ocurra en el panorama mundial en el próximo año y la próxima década?
La misión de la revista Las Buenas Noticias es mostrar desde las páginas de la Biblia hacia dónde se dirige la civilización humana y dónde acabará. Las Buenas Noticias es “Una revista de comprensión”, y esta comprensión no solo consiste en saber qué está sucediendo, sino también en reconocer por qué.
La profecía bíblica es más que una revelación de lo que está en el futuro. Nos proporciona consejos sobre lo que tenemos que pensar y hacer, ya que los acontecimientos venideros nos afectan.
La Biblia explica las causas del alarmante estado del mundo en que vivimos y nos muestra que, lamentablemente, las cosas empeorarán mucho más. Y sin embargo, nos entrega esperanza de que el mundo cambiará verdaderamente y predice un final victorioso y feliz.
Gracias a la visión general que nos proporciona la Biblia, podemos dimensionar la importancia de las principales tendencias y condiciones que observamos en el mundo que nos rodea.
Este es nuestro vigésimo quinto año de publicación, y los eventos más grandes en la historia de la Tierra están a la vuelta de la esquina. Acompáñenos en este análisis.
La profecía de Jesucristo sobre el tiempo del fin
Una de las profecías más conocidas del tiempo del fin en la Biblia es la “profecía del monte de los Olivos”, registrada en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21. Pocos días antes de su muerte, Jesús llevó a sus seguidores al Monte del Templo en Jerusalén y les habló de la destrucción de la ciudad que se avecinaba, incluyendo el amado templo: “Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada” (Mateo 24:2). Los romanos devastaron la zona unos 40 años más tarde, en el año 70 d. C., como indicador de las cosas mucho peores que vendrían.
Después de dejar el Monte del Templo, Jesús y sus discípulos subieron al monte de los Olivos, cerca de allí, donde le preguntaron: “¿Qué señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?” (v. 3). Cristo procedió a describir una serie de tendencias y horrendos acontecimientos que se extenderían hasta mucho después de la antigua destrucción del templo y de Jerusalén, condiciones que aumentarían en frecuencia e intensidad a medida que se acercara el tiempo del fin. Este listado incluye una serie de cosas que aún no han sucedido.
Jesús habló primero de los impostores religiosos que engañarían a muchos, y luego se refirió a guerras y rumores de guerras. Esto es algo que sabemos muy bien con solo ver las noticias diarias. El sueño de la paz mundial sería cada vez más esquivo. Luego vendrían hambrunas y enfermedades. Habría tristeza, traición y más engaño y luego, cerca del final, el peor momento de angustia y aflicción de la historia humana (versículos 21-22).
Pero el período de oscuridad que precedería el final también sería un tiempo en que el evangelio proliferaría en el mundo: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (v. 14, énfasis nuestro en todo este artículo). En el mismo discurso, Cristo compara el estado de ánimo de la gente antes de que el mundo se suma en el caos final, con el de los tiempos de Noé: “Pero como en los días de Noé, así será también la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días anteriores al diluvio, comían y bebían, se casaban y daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca” (vv. 37-38).
Como antes, la mayoría de la gente no se dará cuenta de la gravedad de su situación hasta que sea demasiado tarde.
Comparación con los días de Noé
Además de construir una enorme arca, Noé fue un predicador de justicia (2 Pedro 2:5), y a lo largo de los 120 años que duró su proyecto de construcción altamente visible, su ministerio consistió en advertir al mundo sobre su maldad y su destructivo estilo de vida. Señaló que el arca y lo que representaba era para salvar vidas, no solo de los diversos tipos de animales, sino de personas que se volverían a Dios.
Sin embargo, después de un siglo de trabajo no había ninguna evidencia de algún cambio de corazón o arrepentimiento y, como resultado, ningún ser humano fuera de la familia inmediata de Noé sobrevivió. La reacción de la sociedad fue una cruel indiferencia ante las advertencias de Noé y sus ruegos para que tomara medidas.
Observen cómo se resume esa sociedad: “Y vio el Eterno que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se arrepintió el Eterno de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo el Eterno: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo, pues me arrepiento de haberlos hecho” (Génesis 6:5-7).
La sociedad de aquel tiempo había perdido su conciencia, el discernimiento de los valores y la decencia, y cualquier relación con el Dios que les había estado hablando a través de Noé. Después de más de un siglo de advertencia, ya no eran redimibles. Como sociedad, no podrían continuar con toda la perversión insostenible que debilita y, en última instancia, destruye una civilización.
Y lo mismo se está convirtiendo en realidad en nuestros días.
¿Se ha sumido tanto la sociedad en una forma desviada de pensar que ni siquiera puede reconocer lo que está bien y lo que está mal? ¿Estamos perdiendo la habilidad de identificarnos con la decencia y los valores comunes que rigen, entre otras cosas, la familia, el matrimonio y el sexo? La verdad bíblica está siendo continuamente atacada y ridiculizada. Tenemos problemas para definir incluso algo tan simple como la diferencia entre hombre y mujer. Nuevos comportamientos desviados están siendo permitidos. Nuestra sociedad se enorgullece de permitir, e incluso admirar, versiones corruptas del matrimonio y la sexualidad anteriormente consideradas tabúes, y de llamar a esto “progreso”.
Vivimos en lo que algunos han llamado la era de la “posverdad”, en la cual las emociones y las creencias personales tienen más influencia en la formación de la opinión pública que los hechos objetivos. Tenemos tantas opciones y alternativas, que es fácil escuchar lo que queremos y seleccionar la información que mejor se adapte a cualquier conclusión que deseemos. Por lo tanto, lo que se considera como verdad es cada vez más relativo, y puede ser adaptado a la conclusión personal y a la realidad de cada uno. Sin embargo, esto se debe en gran medida a la influencia de los medios de comunicación. Ya no es “nosotros informamos y tú decides”. Cada vez es más “nosotros informamos y decidimos lo que tú debes pensar”.
Es cada vez más difícil llegar a las mentes deformadas por este cambio social: personas que se resisten a aceptar la verdad absoluta y que desprecian los valores eternos. Una corriente similar y el abandono de la verdad tuvieron lugar en tiempos de Noé. Nos estamos convirtiendo de manera creciente en una sociedad poscristiana en la cual la creencia en el Dios de la Biblia es cada vez más irrelevante. La gente simplemente no quiere que la molesten con Dios.
Vivimos en una extraordinaria época de descubrimientos. Pero no importa cuántas pruebas irrefutables de la existencia de Dios aparezcan mediante increíbles descubrimientos en el mundo y el universo que nos rodea, porque a menudo se ignoran. No hay exclamaciones de alegría y alabanza a Dios en los medios de comunicación por las muchas maravillas que continuamente salen a la luz.
Y mientras la sociedad ignora los verdaderos problemas de nuestra existencia y se aleja aún más de Dios y de los verdaderos valores, ¿cómo puede extrañarnos que las relaciones entre las personas y entre las naciones continúen arruinándose y empeorando? De los días de Noé se nos dice: “Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia” (Génesis 6:11). La gente no valoraba a sus semejantes como creaciones preciosas hechas por Dios a su imagen.
Lamentablemente, muchas profecías predicen que veremos cómo nuestro propio mundo se sumirá en la misma corrupción y violencia, pero a una escala nunca antes vista. Frente a los oscuros tiempos que se avecinan, debemos considerar los desafíos de las condiciones del mundo y preguntarnos: ¿Existe algún camino hacia la paz?
Encuentro con F. W. de Klerk
En el umbral del nuevo milenio que comenzó en el año 2000, escuché al ganador del Premio Nobel de la Paz de 1993 y “Hombre del año” de la revista Time, F. W. de Klerk. Él dio un discurso ante el Club Económico de Indianápolis, y después pude hablar con él. Me gustaría compartir algunos de sus puntos de vista sobre su evaluación del estado del mundo en ese momento.
De Klerk, que fue presidente de Sudáfrica, es más conocido por haber supervisado la liberación de Nelson Mandela de la prisión de Robin Island en Ciudad del Cabo en 1990. Mandela y de Klerk trabajaron juntos para poner fin al sistema socioeconómico y político del apartheid, que significa “apartar”, el cual institucionalizó la segregación racial y la discriminación en favor de la minoría blanca.
Junto con Mandela, de Klerk tuvo un éxito parcial en la estabilización de Sudáfrica, tanto así que la nación pudo seguir adelante con relativa paz y prosperidad económica. En su exposición dijo que en 1989 el mundo estaba preparado para que en Sudáfrica sucediera lo peor. Podría haberse convertido fácilmente en otro Zimbabwe, que fue llevado a la ruina tanto económica como políticamente por los nuevos gobernantes revolucionarios.
Lo que ocurrió en Sudáfrica, por el contrario, fue una transición de poder aparentemente milagrosa que permitió a su población –solo un 14 por ciento de blancos y una compleja mezcla de gente de color– llevarse bien de manera más razonable. La valiente visión y el trabajo de Mandela y de Klerk, así como la cooperación de otros líderes sudafricanos, ayudaron a configurar el destino de su nación.
El altruismo de De Klerk era evidente mientras expresaba apasionadamente su deseo de encontrar una manera de que las numerosas personas que consideraban a Sudáfrica su hogar pudieran coexistir. Sudáfrica solo había logrado parcialmente esa coexistencia, o más exactamente, un indulto. Pero fue refrescante ver este ejemplo positivo en medio de tantos y tan lamentables fracasos del gobierno.
Después de su presentación, hablé en privado con el Sr. de Klerk sobre su esclarecedora presentación. Le dije que era ministro y cuánto me había impresionado ver que los principios expresados por él podían traer la paz si se aplicaban universalmente.
En su discurso, F.W. de Klerk repasó la historia reciente de Sudáfrica y su transición del apartheid a la integración. Afirmó enfáticamente que si los países líderes seguían decidiendo el futuro del mundo, no iba a funcionar, y que las naciones más pequeñas también deben ser parte del proceso. Al determinar lo que se necesita, uno debe involucrar a los más necesitados.
Y si bien la visión geopolítica del Sr. de Klerk es secular, sabemos que la tensión mundial siempre será una realidad mientras los seres humanos estén a cargo. Se necesitará la intervención de Dios para cambiar eso (ver Mateo 24:22).
Aún así, hay mucho valor en lo que de Klerk sacó a relucir. He aquí otras observaciones claves de su discurso.
Cómo adaptarse a los cambios en un mundo interconectado
El crecimiento y cambio sin precedentes de la civilización humana en poco más de un siglo ha eclipsado el progreso de toda la historia previa del hombre. La revolución por la que estamos pasando en el mundo de hoy puede compararse a la enorme transformación que trajo consigo la Revolución Industrial.
El primer vuelo humano no fue posible hasta 1903. Ahora estamos acostumbrados a viajar por todo el mundo y llegar a cualquier destino que deseemos en un día o dos. Hemos enviado hombres a la Luna y naves espaciales a los más lejanos confines de nuestro sistema solar y aún más allá.
No fue hasta principios del siglo XX que los primeros automóviles producidos en serie salieron de la línea de montaje. Ahora hay mil millones de automóviles en las carreteras de todo el mundo. El primer telégrafo transcontinental fue enviado en 1861. ¡Y hay que ver las telecomunicaciones ahora! Internet está al alcance de casi todas las personas en el mundo proporcionando voz, textos, fotos y videos. Solo Facebook tiene casi 2000 millones de cuentas, y hay muchos más usuarios de Internet en China que en cualquier otro lugar del mundo. Esto ha abierto nuevas posibilidades y forjado nuevas relaciones y alianzas. Pero, ¿son todas para bien?
Los cambios en la política mundial de nuestro tiempo han sido monumentales. ¿Quién iba a pensar que la Unión Soviética se desmoronaría como sucedió en 1991, para volver a levantarse como una nueva Rusia? ¿Quién iba a creer que la empobrecida China se convertiría en la segunda economía más grande del mundo y que tendría voz en casi todos los asuntos relacionados con nuestro planeta, desde la política hasta el medio ambiente?
El cambio es una realidad con la que hay que lidiar cuando consideramos la posibilidad de hacer la paz. Algunos cambios son beneficiosos, pero otros no. De Klerk dijo que se necesita un liderazgo sabio para gestionar y dirigir ese cambio. Se requiere superar la resistencia natural al cambio y dejar de aferrarse a lo que estamos acostumbrados.
Los líderes primero deben enfrentarse a los hechos y preguntarse qué es lo que está mal. Los votantes necesitan una nueva visión que presente tanto la necesidad de cambio como la existencia de una forma que permita que ese cambio pueda lograrse. Los viejos sueños no siempre producen justicia. De Klerk dijo que un líder debe proporcionar inspiración, un plan de acción y una estrategia, y no podría haber tenido más razón. ¡Eso es precisamente lo que Jesucristo va a llevar a cabo a su regreso!
De Klerk afirmó que aunque el mundo de este nuevo siglo tiene menos fronteras, tiene muchos más peligros. Más comunicación no significa mejor comprensión o comportamiento. De hecho, la comunicación instantánea puede producir reacciones y respuestas impulsivas, imprudentes y precipitadas. Algunas tecnologías han dado lugar a sofisticados crímenes internacionales.
De Klerk también comentó cómo nos afecta a todos lo que sucede en lugares remotos del mundo y citó las fluctuaciones en los mercados asiáticos, la inestabilidad financiera en Rusia y, en ese momento, los escándalos del entonces presidente Clinton. Todas estas cosas causaron una incertidumbre negativa que afectó a un sistema bancario estable y a los mercados en Sudáfrica.
Mencionó cómo Sudáfrica se había visto cada vez más envuelta en los problemas de otras naciones, señalando el conflicto entre Estados Unidos y el fundamentalismo islámico y las consiguientes represalias terroristas en Kenia y Tanzania, que llevaron a que Sudáfrica se convirtiera en blanco de tales represalias cuando un restaurante de Ciudad del Cabo fue bombardeado.
De Klerk habló en detalle de su visión de llevar la unidad, la ciudadanía común y “un hombre, un voto” a África y de eliminar el apartheid. Él y los otros líderes sudafricanos tenían la opción de hacerlo gradualmente o mediante un salto abrupto. Decidieron dar el salto y darle un giro en 180 grados a las cosas. La ruta gradual podría haber dado la impresión de que solo eran capaces de cambiar bajo presión. Al principio sintió que los que estaban fuera de África pensaban que estaban mintiendo, pero cuando las palabras se convirtieron en hechos, su credibilidad comenzó a fortalecerse.
El cambio dramático se produjo gracias a la liberación de Nelson Mandela y a la participación de un número mayor de líderes, que se sintieron parte del proceso y forjaron una visión y un plan de acción.
Cómo enfrentar los problemas de la pobreza y el subdesarrollo
La disparidad económica es una gran razón para el conflicto. Esta disparidad ya era grave cuando F. W. de Klerk nos habló, pero lamentablemente se ha ampliado aún más desde entonces. Los pobres del mundo esperan que los ricos satisfagan sus necesidades. Las naciones empobrecidas esperan que Estados Unidos, la Unión Europea y los países industrializados del G8 les ayuden con el crecimiento, el desarrollo e incluso la paz. Estas naciones tienen alrededor de 58% de la riqueza total del mundo, con unos 317 billones de dólares. Más del 46% del PIB [Producto Interior Bruto] nominal del mundo está representado por estas naciones.
He llevado a cabo obras de caridad y ministeriales en países muy pobres de África, como Malawi y Zambia. En mi última visita a Malawi en 2019, el titular de un periódico proclamaba: “Malawi es el cuarto país más pobre del mundo”.
Un gran porcentaje de las personas no tienen prácticamente ningún ingreso y se ganan la vida como agricultores de subsistencia. Los que tienen trabajo pueden ganar 70 dólares al mes, lo cual se considera bueno. Un vigilante nocturno gana unos 45 dólares. Estos son salarios patéticamente bajos. Desde que empecé a trabajar en Malawi en 1996, la población se ha duplicado hasta 18 millones. Además de ser pobre, el país es uno de los más densamente poblados de África.
No veremos el fin de este problema creciente antes del regreso de Cristo. Hasta entonces, podemos esperar más conflictos.
Continuos conflictos religiosos y étnicos
De Klerk hizo otra observación penetrante: “En última instancia, la fuente de la mayoría de los conflictos es religiosa, étnica y cultural. Tenemos que trabajar con el ideal de que hay lugar y espacio para todos en esta Tierra y que necesitamos ser tolerantes unos con otros”.
Sin embargo, debemos ir más allá de lo que de Klerk dijo aquí.
Si bien debemos ser tolerantes unos con otros, también debemos llegar a un acuerdo sobre quiénes somos como seres humanos. Esto no se puede resolver adorando a una variedad de dioses y profesando credos religiosos opuestos. En el panorama general, no es lógico que cada uno de nosotros tenga su propio Dios como sea que lo imaginemos. La verdad primordial es que la humanidad vino del mismo Creador que ha dado instrucciones particulares sobre cómo relacionarse con él y con los demás, y eso tendrá que ser resuelto.
El mismo Dios que me creó a mí creó a mis amigos sudafricanos, japoneses, ucranianos y de Europa Oriental, así como a todos los demás seres humanos. Él nos ha hecho. No debemos rehacerlo como nos plazca.
El apóstol Pablo desafió a los griegos en Atenas en su famoso discurso sobre “el Dios desconocido”, diciendo: “Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombre. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:29-31).
Llegará el momento en que un Dios y una ley divina serán reconocidos.
La advertencia del Reloj del Juicio Final
El mundo actual vive precariamente bajo la espada alegórica de Damocles que pende sobre nuestras cabezas por el más fino de los hilos, y podría caer en cualquier momento.
La Segunda Guerra Mundial se detuvo por el lanzamiento de bombas atómicas que causaron la destrucción masiva e instantánea de dos ciudades japonesas. El nuevo poder de aniquilar a grandes poblaciones desencadenó una carrera por la supremacía nuclear.
Hoy en día, casi 14 000 ojivas nucleares se encuentran en los arsenales de solo nueve naciones: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte. En estas armas hay suficiente capacidad destructiva para extinguir la civilización en la Tierra muchas veces.
Por poner un ejemplo, los intercambios nucleares entre Estados Unidos y Rusia, o India y Pakistán, traerían consecuencias apocalípticas y muerte a millones de personas instantáneamente. El diminuto Israel mantiene a raya a un enorme grupo de naciones hostiles en el Medio Oriente con su arsenal nuclear, mientras que naciones rebeldes como Corea del Norte reciben publicidad y protagonizan el drama nuclear de nuestra era.
Dos años después de la destrucción nuclear instantánea de Hiroshima y Nagasaki se inició el “Reloj del Juicio Final”, que representa la probabilidad de una catástrofe global provocada por el hombre. El Reloj del Juicio Final es mantenido por los miembros del Boletín de los Científicos Atómicos y simboliza la amenaza que representan para la humanidad los avances científicos y técnicos que no podemos controlar completamente. Los factores que influyen en el ajuste del reloj son el riesgo nuclear y el estado del medio ambiente.
El ajuste original del reloj en 1947 era de siete minutos antes de la medianoche. Desde entonces, se ha retrocedido y avanzado muchas veces. El anuncio oficial más reciente –dos minutos antes de la medianoche– se hizo en enero de 2018 y se mantuvo sin cambios en 2019 debido a las continuas amenazas a la supervivencia humana.
Al enfrentarnos a los años venideros, la amenaza de un cataclismo mundial sigue siendo muy real. Y de hecho, la Biblia nos dice que para allá se dirige el mundo.
Intervención divina y un mundo nuevo
La buena noticia, y la verdad de lo que le sucederá a este mundo, es que la humanidad no será aniquilada. De nuevo, en Mateo 24, Jesucristo habló de lo que ocurrirá justo antes del punto de ebullición del catastrófico mal gobierno del hombre: “Porque habrá entonces gran tribulación, como no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fueran acortados [para que no sigan su curso], nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos [por el bien del pueblo escogido de Dios, sus seguidores arrepentidos] aquellos días serán acortados” (v.v. 21-22).
Así como Dios prometió a Noé después del diluvio que nunca más permitiría la destrucción total de la humanidad, ¡él intervendrá para salvarnos de nosotros mismos!
Esta intervención también fue predicha en Daniel 2:34-44 mediante la visión de la destrucción de una estatua que representa una sucesión de grandes imperios dominantes a lo largo de la historia. Al final, la estatua de repente es aplastada y convertida en polvo después de haber sido golpeada por una piedra cortada “no con manos”. Esta piedra se convierte en un gran monte que llena toda la Tierra y reemplaza a los gobiernos de este mundo. Este no es un reino dirigido por el hombre, sino el Reino de Dios.
Las comparaciones bíblicas de los gobiernos nacionales con las montañas son numerosas, pero hay dos que muestran una naturaleza y prioridades diferentes del futuro gobierno mundial y que están bellamente descritas en Isaías:
“Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Eterno como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas.
“Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:2-4).
La segunda profecía, que se encuentra en Isaías 25:7-9, se suma a la maravillosa esperanza que se presenta en la primera: “Y [el Mesías ya vuelto, Jesucristo] destruirá en este monte la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones. Destruirá la muerte para siempre; y enjugará el Eterno el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque el Eterno lo ha dicho. Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es el Eterno a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación”.
Las naciones ya no se aprovecharán de otras naciones, de su gente y sus recursos, como lo han hecho los imperios de este mundo durante milenios. Más bien, todo cambiará.
Y este cambio no se logrará solo a través del ingenio y el esfuerzo humano. Para que se produzca un cambio genuino y duradero, se necesitará ayuda externa. Todas estas realidades requerirán el regreso de Jesucristo como la piedra “cortada no con manos” para luego convertirse en la gran montaña que llena la Tierra y reemplaza a los gobiernos de este mundo.
No obstante, la gente tendrá un papel que desempeñar. Todos deben experimentar un cambio de corazón para comenzar a tomar las decisiones correctas, como sucederá cuando Dios empiece a enseñar al mundo sus caminos y a derramar su Espíritu sobre toda la humanidad. Y este día maravilloso sí vendrá, como lo predijeron Isaías y otros profetas.
“Ciertamente vengo en breve”
Sin embargo, no necesitamos esperar que ocurra un cataclismo mundial y que los males del mundo sean corregidos al retorno de Cristo para darle un vuelco a nuestras vidas. Podemos escuchar las advertencias de las Escrituras, arrepentirnos de nuestros pecados y poner nuestra confianza en Dios hoy mismo, buscando su misericordia e intervención en nuestras vidas ahora.
En su profecía del monte de los Olivos, Jesús mostró cuáles son los pasos que deben tomar personalmente aquellos que se salvarán de las consecuencias de lo que sucederá en los tiempos peligrosos antes de su regreso, tal como sucedió en el mundo de Noé antes del diluvio:
“Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar de pie delante del Hijo del Hombre (Lucas 21:34-36).
Al mismo tiempo que nos da una lista aleccionadora y detallada de los acontecimientos que se avecinan, Jesús también nos da consejos que debemos tener en cuenta: Manténganse alerta. No vivan negando la realidad y entorpeciendo sus sentidos con los afanes de esta vida. No se dejen sorprender.
De la misma manera, Cristo nos explicó en Mateo 5 cómo debemos vivir nuestras vidas en un mundo convulsionado: exhibiendo cualidades de mansedumbre, misericordia, pureza de corazón y convirtiéndonos en pacificadores. Debemos ser hallados “haciendo así”, como dice claramente Mateo 24:45-46: “¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? [Quiere decir que debemos estar ayudando y sirviendo a otros como parte de la familia de Dios] Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así”.
Es indudable que vivimos en uno de los tiempos más interesantes de la historia. Y aunque son peligrosos, son emocionantes por lo que pronto tendrá lugar. La Biblia nos cuenta la historia de la humanidad desde mucho antes de la creación (Efesios 1:4), y nos indica lo que nos espera en el futuro. Los últimos versículos de la Biblia nos infunden gran esperanza: “Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20).
Él viene pronto. ¿Está usted listo?BN