“Bien hecho, siervo bueno y fiel”
Estoy escribiendo este artículo en la primera semana de enero, al comienzo de un nuevo año del calendario occidental, cuando muchas personas deciden hacer un inventario de sus vidas y se proponen mejorar en el manejo de sus prioridades, planes y bienes físicos en el transcurso del año siguiente. Sin embargo, cada día es un buen momento para tomar inventario de nuestra vida y preguntarnos qué tanto estamos produciendo con lo que se nos ha dado.
Un día será Dios quien nos haga dicha pregunta. ¡Más vale que tengamos una buena respuesta!
Las resoluciones que transforman la vida pueden comenzar cualquier día del año. Todos hemos oído el dicho “Hoy es el primer día del resto de tu vida”, y la verdad es que este dicho, a pesar de ser tan trillado y excesivamente utilizado, es muy cierto. ¡Gracias a Dios, cada día tenemos la oportunidad de comenzar de nuevo, aprender una lección y levantarnos nuevamente!
Pero, ¿qué tiene esto que ver con las parábolas de Jesucristo?
La verdad es que mucho. Podemos ver esto en dos parábolas fundamentales que él nos entregó como instrucción para que examinemos la forma en que administramos la vida tanto física como espiritual que se nos ha dado.
En estas dos parábolas se nos revela la clave para comprender el verdadero propósito de llevar una vida en Cristo: estamos aquí a fin de prepararnos para la vida en una era venidera. Debemos comenzar cada día con este entendimiento, y es aquí donde se aplican estas dos importantes parábolas.
La parábola de las minas
A medida que Jesús se acercaba a Jerusalén pocos días antes de su muerte, se dio cuenta de que las multitudes estaban esperando la inminente aparición del prometido Reino de Dios. Jesús sabía que esto no ocurriría durante aquel tiempo, así que a fin de preparar a sus seguidores en ese entonces y a los que vendrían después les relató la parábola de un hombre noble que viajó muy lejos “para recibir un reino y volver”. En esta historia, Cristo es el hombre noble y el “reino” es el Reino de Dios que él presidirá a su regreso a la Tierra.
Encontramos esta parábola de las minas en Lucas 19:11-27, la cual es muy similar a otra que fue registrada en Mateo 25:14-30 y que usa como ilustración talentos en vez de minas. Pero en ambos casos los relatos se refieren a siervos a quienes se les dio una suma de dinero, por la cual tuvieron que rendir cuentas cuando su amo (Jesús) regresó.
En el relato de Lucas a cada uno de los diez siervos se le dio una mina, y en Mateo se les dio a tres siervos cinco, dos y un talento respectivamente.
Ambos términos, minas y talentos, se refieren a sumas substanciales de dinero en la cultura de ese entonces. La enseñanza implícita en estas parábolas es que Dios nos da algo de considerable valor y espera que administremos bien su dádiva y la hagamos producir fruto. Y esta es la lección más importante: en estas dos parábolas Cristo habla de dinero, pero realmente está hablando de algo mucho más importante — de los elementos del carácter espiritual.
El dinero, ya sean talentos o minas, es solo un vehículo que él usa para enseñarnos una lección mucho más importante. A fin de cuentas, Cristo está más interesado en lo que hacemos con nuestras “minas” y “talentos” espirituales que cualquier otra cosa.
Estas parábolas revelan que esta vida física sirve como preparación, como un campo de entrenamiento para algo mucho más grandioso que esta vida. El propósito de nuestra vida actual es prepararnos para nuestro rol en el venidero Reino de Dios. La forma en que vivimos y utilizamos esos talentos y minas —las facultades, aptitudes, habilidades, medios y oportunidades que se nos dan— es un aspecto sumamente importante en nuestra vida.
Cómo decidir qué es necesario y qué no lo es
Algunos bienes físicos son necesarios para nuestro bienestar, mientras que otros no lo son — pero frecuentemente consumen nuestro dinero y nuestro tiempo. Es particularmente importante poder distinguir entre lo que es necesario y aquello que no lo es.
Cuando leemos estas dos parábolas, debemos ponernos en el lugar de alguien que ha recibido algo de Dios para que lo preserve, lo promueva y lo haga crecer.
Esta parece ser la esencia de estas dos parábolas. Se nos da una vida en esta Tierra con un cierto número de años para vivirla y algunos nacen con más ventajas que otros. Ciertas personas comienzan con muy poco, pero utilizan bien sus recursos y acumulan grandes riquezas y logros. Otras, que comienzan con grandes riquezas y posesiones, las malgastan y frecuentemente pierden todo de manera lamentable y trágica. Y muchos otros forman parte de la clase media de la vida y se les ha dado un comienzo mejor que al promedio.
Pero lo importante es cómo terminaremos. Lo que hacemos en el camino determinará nuestro final, y gran parte de la vida consiste en aprender a hacer lo mejor con lo que se nos ha dado. Al leer estas dos parábolas aprendemos que podemos tener una buena vida, desarrollar talentos y alcanzar logros significativos.
Una lección clave que extraemos de estas parábolas es que Dios espera que saquemos grandes ganancias en nuestras vidas. Analicemos el procedimiento descrito en ambos relatos: en Lucas 19 dice que un hombre noble se fue a un país lejano, “y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas [una a cada uno] y les dijo: Negociad entre tanto que vengo” (v. 13).
En el versículo 15 el relato da un salto al futuro, cuando el hombre noble regresa y se efectúa la contabilidad de los fondos repartidos “para saber lo que había negociado cada uno”. Se cuenta el caso de tres hombres: uno había ganado diez veces lo que se le había dado, y otro, cinco veces. Ellos dos fueron siervos diligentes que tomaron lo que se les dio, trabajaron duro y sacaron utilidades de ello. Su recompensa es descrita como el liderazgo sobre ciudades en una era futura.
Sin embargo, el tercer siervo había tomado su mina, la había escondido en un pañuelo, y no había hecho nada con ella. Él expresó su temor hacia el hombre noble y le dijo que lo consideraba un hombre de negocios frío e inflexible, que se beneficiaba del trabajo de otros. Al final, la única mina que se le había dado a este siervo que no produjo ganancias le fue quitada, y se le dio al aquél que había producido más gracias a su esfuerzo.
La moraleja de este relato es que a todos se nos ha dado algo en la vida, y se espera que produzcamos dividendos. Al siervo negligente se le quitó la mina que había escondido. Él había optado por no usar lo que se le había dado, y a eso se refiere el versículo 26 cuando dice que “al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará”.
En el juicio seremos evaluados por lo que hayamos hecho con lo que se nos ha dado en nuestra vida. La lección principal que podemos extraer de aquí es que a todos se nos ha dado un obsequio: la vida misma. Si estamos vivos y podemos leer estas palabras y llegamos a entender su significado, tenemos esperanza. Dios, quien nos ha dado la vida, no solo espera crecimiento, sino que además nos ofrece su ayuda para que este crecimiento se lleve a cabo. ¡Y su obra en nosotros aún no ha terminado!
La parábola de los talentos
Cuando leemos la parábola de los talentos en Mateo 25 vemos un relato similar, según el cual un hombre rico entrega “bienes” a sus siervos antes de viajar a una tierra lejana. A uno le da cinco talentos, a otro dos, y a otro uno. A su regreso él se entera de que quienes habían recibido cinco y dos talentos, respectivamente, habían duplicado su dinero, pero aquél que había recibido uno solo había hecho un hoyo en la tierra y lo había escondido, sin ganar nada.
Como vemos nuevamente, la recompensa que reciben quienes duplicaron sus talentos es el elogio de su amo y una posición de responsabilidad “sobre mucho”. Son escoltados al maravilloso futuro que su amo ha preparado para ellos. La frase clave de elogio que el amo usa aquí es: “Bien, buen siervo y fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (v. 23).
¿Y qué le sucedió a aquél que no hizo nada? Se le quitó su talento y se le dio a otro, y se le dijo algo semejante a lo que vimos anteriormente: “Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado” (v. 29).
Todos nosotros empezamos con “algo”. Todos tenemos un pequeño capital para invertir y debemos usarlo y desarrollarlo, o perderemos incluso aquello con lo que comenzamos. El camino al éxito comienza con el entendimiento de que debemos progresar.
Y esto nos lleva de vuelta a la pregunta de cómo estamos progresando con lo que se nos ha dado. La vida es un asunto muy serio, porque caminamos sobre esta Tierra como seres vivos creados según la imagen de Dios. Esta vida es un campo de preparación y entrenamiento para una vida muy diferente en una era que está por venir. Una vez que comprendemos esto, Dios espera que actuemos consecuentemente y vivamos cada día con esa meta y propósito en mente.
¿Qué debemos aprender?
Las dos parábolas que hemos cubierto, estos relatos que Cristo entregó para enseñar verdades espirituales eternas, son cimientos sobre los cuales podemos construir una vida con significado y propósito. Dios le ha dado a usted al menos un “talento” o una “mina” —el obsequio de la vida. Usted también tiene talentos y habilidades y maneras de usarlos para crear y desarrollar una vida productiva de servicio a Aquél que le ha dado todo, incluyendo la vida misma.
Cristo es el hombre noble que está en una tierra lejana recibiendo un reino. Él regresará y habrá un día de rendición de cuentas y de juicio. Sé muy bien que no nos gusta oír acerca de un “juicio”; nuestras mentes modernas no están condicionadas para pensar que Dios conoce nuestras acciones y pensamientos y que un día deberemos comparecer ante a él para rendirle cuentas.
Pero lo que está contenido en estas parábolas son buenas noticias. Tanto “los talentos” como “las minas” son símbolos de todo lo que Dios nos da y que puede ser utilizado para su propósito en nuestra vida, siempre que permitamos que él nos dé forma y nos dirija a fin de llegar a ser algo útil para su gloria y su Reino.
Uno de los aspectos instructivos de estas parábolas es que Dios les da a sus siervos “talentos” espirituales —facultades, talentos y habilidades— para ayudarlos a vivir esta vida en preparación de la era que viene. Esto se lleva a cabo mediante el Espíritu Santo, el cual Dios otorga a quienes le obedecen (Hechos 5:32).
Este Espíritu es un poder transformador que convierte nuestra vida en algo significativo y nos permite cambiar y llegar a ser como Dios desea. Las resoluciones que tomamos de cambiar un hábito para convertirnos en mejores personas demuestran que el motivo es correcto; sin embargo, la clave consiste en encontrar el método o plan adecuado. Dios nos entrega su plan en la Biblia, la herramienta correcta para alcanzar un cambio duradero en nuestras vidas.
Entonces, ¿cómo está usted progresando?
Medite cuidadosamente en las lecciones de las parábolas de las minas y los talentos. Dios lo ha bendecido con una vida para servirle y, a través de las páginas de las Escrituras, con un entendimiento invaluable de grandes verdades eternas. Y él ofrece mucho más si es que usted está dispuesto a poner en práctica lo que aprende.
Decídase hoy a usar su vida como Dios quiso que fuese: un período de preparación, un campo de entrenamiento para el Reino venidero de Dios. ¡Enfóquese en los aspectos espirituales de una vida que puede ser exitosa tanto en este tiempo presente como en el glorioso futuro que Dios tiene preparado para usted!