4.000 años de Navidad

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4.000 años de Navidad

Se le llama espíritu navideño — el tintinear de campanas en una noche nevada, la famosa novela de Charles Dickens Un cuento de Navidad, en la cual el pequeño Tim ablanda el duro corazón del avaro Sr. Scrooge, Papá Noel y sus renos voladores, y mucho más.

Al parecer, para muchos el nacimiento de Jesucristo pasa a un segundo plano al lado de la mitología, los centros comerciales repletos y la codicia. Cada año, frente a las iglesias se colocan letreros con mensajes para recordarle a la gente que “Jesucristo es el protagonista de esta celebración” y que se le debe volver a dar el lugar que le corresponde.  Pero, ¿sirve de algo?

En su libro titulado  4,000 Years of Christmas: A Gift From Ages [4.000 años de Navidad: un regalo de los siglos], 1997, el sacerdote episcopal y doctor en teología Earl Count describe entusiastamente las conexiones históricas entre el intercambio de regalos durante la Navidad y ciertas costumbres originarias de la antigua Babilonia pagana. Además, relata cómo el muérdago fue adoptado de los misteriosos rituales druidas, y cómo el 25 de diciembre tiene más relación con la antigua celebración romana de las saturnales que con Jesús.

¿Celebraba Navidad la Iglesia primitiva?

En ninguna parte del Nuevo Testamento encontramos que los discípulos de Jesús celebraban su nacimiento. De hecho, a finales del tercer siglo el antiguo teólogo católico Orígenes declaró que era un pecado celebrar la Navidad por ser ésta una celebración pagana.

La ciudad griega de Corinto del primer siglo estaba plagada de religiones politeístas. Entre sus costumbres religiosas se contaban la prostitución sagrada y los sacrificios realizados por sacerdotes en el panteón de los dioses griegos y romanos.

El apóstol Pablo escribe a los miembros de la Iglesia en 1 Corintios 10:19-21: “¿Qué digo, pues? ¿Que el ídolo es algo, o que sea algo lo que se sacrifica a los ídolos? Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios. No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios”.

Pablo advierte claramente a sus seguidores que eviten involucrarse en las costumbres religiosas paganas, a las cuales califica como “compañerismo con los demonios”.

Los primeros cristianos estaban familiarizados con las saturnales, un antiguo festival en honor a Saturno, el dios romano de la agricultura, que se celebraba durante los últimos días de diciembre. Muchas religiones antiguas observaban festividades en esa época del año, durante el solsticio de invierno del hemisferio norte —cuando los días son más cortos—, para pedir a los dioses que restauraran el sol y terminaran con el invierno.

Las saturnales romanas incluían embriaguez, libertinaje y otras prácticas diametralmente opuestas a las enseñanzas de Cristo. Sin embargo, esta fiesta se convertiría gradualmente en la Navidad. ¿Qué sucedió para que muchos cristianos, a los cuales Pablo les enseñó a aborrecer y a resistir estas formas paganas de adoración, cambiaran y comenzaran a aceptar y a participar de tales prácticas en el nombre de Jesucristo?

Los primeros cristianos se vieron presionados por poderosas fuerzas para alejarse de la instrucción original de los apóstoles, que les ordenaba no mezclar la idolatría pagana con la adoración al verdadero Dios. Miles de paganos, que aparentemente deseaban convertirse al cristianismo, rehusaban abandonar las ceremonias y rituales propios de su antigua religión.

El Dr. Count resume así esta lucha histórica: “Para los paganos, las saturnales eran diversión. Para los cristianos, las saturnales eran una abominación en homenaje a un dios inexistente y de dudosa reputación. Los cristianos, además, estaban dedicados a la lenta y difícil tarea de convertir a estos romanos paganos y parranderos.

“Ya para ese entonces había muchos integrantes nuevos en las filas del cristianismo, pero los padres de la iglesia se dieron cuenta de que estaban enfrentando una invasión de costumbres paganas. La costumbre de las saturnales estaba demasiado arraigada como para ser prohibida. Al principio la iglesia la censuró, pero fue en vano. Si no puedes contra ellos, úneteles. Si las saturnales no podían ser prohibidas, entonces debían ser cristianizadas” (p. 36).

¿Por qué se celebra el 25 de diciembre?

La iglesia adoptó el 25 de diciembre, fecha en que terminaban las brumales romanas, inmediatamente después de las saturnales, como la fecha del nacimiento de Jesucristo (a pesar de que la evidencia bíblica demuestra que Jesús no pudo haber nacido en este día).

Esta fecha también era importante en el culto a Mitra, el dios sol persa. En el año 274 d.C., el emperador romano Aureliano declaró el 25 de diciembre como el día del “nacimiento del sol invencible”. Con el tiempo, el Hijo de Dios, Jesucristo, llegó a ser indistinguible del dios sol pagano en la mente de cientos de miles de conversos esparcidos por todo el Imperio romano.

En vez de alzarse como representante de la autoridad y el poder de Cristo para cambiar al mundo, el cristianismo (solo de nombre) fue el que cambió, presionado por el mismo mundo pagano al que supuestamente debía transformar.

Count relata: “Existe una carta del año 742 d.C., en la que San Bonifacio. . . se queja ante el papa Zacarías de que sus intentos por convertir a los paganos francos y alemanes (tribus germánicas) estaban siendo obstaculizados por las aventuras de los romanos cristianos en Roma. Los francos y los alemanes estaban a punto de convertirse en cristianos, pero su conversión se había retrasado por su gran apego a los escabrosos carnavales.

“Cuando Bonifacio trató de alejarlos de tales costumbres, ellos argumentaron que habían visto estos mismos festivales celebrados bajo la sombra de [la basílica de] San Pedro, en Roma. Avergonzado y arrepentido, el papa Zacarías replicó. . . admitiendo que las personas en la ciudad de Roma se comportaban muy mal en la época de Navidad” (p. 53).

Los siglos subsiguientes

Durante los siglos venideros, la Navidad adoptó las costumbres paganas germanas, escandinavas y celtas, tales como la confección de una torta o pastel llamado yule log o tronco de Navidad, la decoración de árboles perennes y el uso del muérdago.

En la Edad Media, la observancia de la Navidad en Europa continuó con los excesos de las saturnales. Penne Restad, en “Christmas in America: A History” [Navidad en los Estados Unidos: Su historia], escribe sobre el debate moral que se dio durante aquella época.

“Algunos clérigos enfatizaban que la descarriada humanidad necesitaba una temporada de relajación y excesos, siempre y cuando ésta se llevara a cabo bajo supervisión cristiana. Otros argumentaban que todos los vestigios del paganismo debían ser eliminados de la celebración. Los cristianos menos fervorosos se quejaban de la irracionalidad de la ley eclesiástica y sus intentos por cambiar las costumbres. Sin embargo, la iglesia mantenía la esperanza de que lo sagrado finalmente se impondría sobre lo profano en la medida que los paganos abandonaran sus creencias y se volvieran al cristianismo” (1996, p. 6).

Lamentablemente, esto no sucedió. Después de la Edad Media, algunos protestantes trataron de reformar la Navidad pero lograron escasos cambios concretos. Los puritanos ingleses le declararon la guerra por considerarla un festival no cristiano. En 1659 esta festividad fue prohibida en Massachusetts, pero resultó ser tan popular que ganó nuevamente su aprobación oficial en 1681.

Un artículo de la revista estadounidense News & World Report [Noticias y reportajes mundiales] titulado “In Search of Christmas” [En busca de la Navidad], relata: “Cuando la Navidad llegó a las costas estadounidenses, no le fue mucho mejor. En tiempos coloniales, el nacimiento de Cristo era celebrado como un evento mundano, si es que se celebraba. . . Los puritanos en Nueva Inglaterra se rehusaban vehementemente a observar esta festividad” (dic. 23, 1996, p. 60).

En tiempos más modernos, muchos cristianos manifiestan su incomodidad por la comercialización de este día que supuestamente celebra el nacimiento del Hijo de Dios. Considerando los numerosos desfiles inspirados en Papá Noel auspiciados por tiendas comerciales, ventas a mitad de precio y una incesante publicidad radial y televisiva, la Navidad obviamente ha dejado de ser una ocasión en que se adora a Dios.

Muchas personas anticipan la temporada navideña añorando una celebración más espiritual y menos comercial; pero, ¿es nuestra interpretación de la Navidad, llena de codicia y de acelerado ritmo, lo que constituye el problema de fondo, o es el problema la Navidad misma?

¿Reinsertar a Jesucristo en la Navidad?

La Navidad se ha convertido en una celebración de tal importancia en la cultura occidental, que es muy difícil que alguien haga una pausa para evaluar su validez cristiana. Aquí le mostramos los hechos; sea usted mismo el juez:

Jesús no nació un 25 de diciembre. Los apóstoles de Cristo rechazaron las ceremonias y rituales paganos en su forma de adorar y enseñaron a otros cristianos a evitarlas de igual manera. La Iglesia primitiva no observaba el nacimiento de Jesucristo. La selección del 25 de diciembre se basó en las fechas de las brumales y saturnales romanas, que eran temporadas de adoración al dios Saturno.

La mayoría de las costumbres navideñas —la decoración del árbol, el uso de muérdago, el intercambio de regalos, Papá Noel— no provienen de la Biblia, sino que de antiguas religiones paganas. Por siglos, el cristianismo intentó en vano deshacerse del paganismo de la Navidad. A todo lo largo de su historia, esta celebración ha inspirado fiestas y borracheras, y la versión moderna de ella se enfoca principalmente en convencer a los niños para que atosiguen a sus padres con peticiones de regalos, y no en la adoración a Cristo.

¿Cuál es su veredicto? Algunos dicen: “Pero no podemos quitarles a los niños la Navidad”. Otros: “Mientras la Navidad acerque a las personas a Cristo, no importa lo demás”.

Anteriormente vimos cómo Pablo instruye a los cristianos en la pagana ciudad de Corinto: “¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?. . . ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?

“Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré. . . Así que. . . limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 6:14-18; 7:1).

El argumento de Pablo tiene mucho que ver con este tema: ¿cómo podemos afirmar que estamos honrando a Dios con costumbres paganas y tradiciones que el prohíbe en su Palabra?

La pregunta crucial es, ¿cómo podemos reinsertar a Jesús en esta celebración cuando él nunca ha sido parte de ella? Difícil pregunta, ¿verdad? Pero la respuesta es de vital importancia para nuestra vida espiritual.