¿Son venerables las reliquias y los santos?: ¿De dónde proceden las reliquias y los santos? ¿Deberían adorarlos los cristianos?

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¿Son venerables las reliquias y los santos?

¿De dónde proceden las reliquias y los santos? ¿Deberían adorarlos los cristianos?

En todo el mundo, las personas realizan largos peregrinajes para ver reliquias que, supuestamente, tienen un sustento espiritual en sus religiones. Estas prácticas anteceden el cristianismo.

El sitio web www.catholic.org explica lo siguiente al respecto: “La palabra ‘reliquia’ se refiere a cierto objeto —especialmente alguna parte del cuerpo o prendas de vestir—, que constituye un memorial de un santo fallecido. La veneración de estos objetos es, en cierto sentido, un impulso primitivo que se asocia con otros sistemas religiosos aparte del cristianismo”.

La iglesia católica es centinela de sus reliquias. Entre ellas se encuentran una amplia variedad de artículos que pertenecieron a un supuesto “santo”, tales como una cabeza, una lengua, un dedo, un vestido, fragmentos de madera y muchas cosas más. Según las Escrituras, no importa si se ha comprobado la autenticidad de estos objetos o no.

Según la Biblia:

1.    Dios no nos instruyó a utilizar reliquias en nuestra adoración.

El tercer mandamiento es claro. “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás” (Éxodo 20:4-5).

El profeta Isaías habló de la insensatez de la idolatría: “Los formadores de imágenes de talla, todos ellos son vanidad, y lo más precioso de ellos para nada es útil; y ellos mismos son testigos para su confusión, de que los ídolos no ven ni entienden. ¿Quién formó un dios, o quién fundió una imagen que para nada es de provecho?” (Isaías 44:9-10). “Corta cedros, y toma ciprés y encina, que crecen entre los árboles del bosque; planta pino, que se críe con la lluvia. De él se sirve luego el hombre para quemar, y toma de ellos para calentarse; enciende también el horno, y cuece panes; hace además un dios, y lo adora; fabrica un ídolo, y se arrodilla delante de él” (Isaías 44:14-15).

2.    Los santos no interceden ante Dios

En Hechos 17:16-34 encontramos que el apóstol Pablo condena la idea de elevar una oración a otro que no sea Dios. En la ciudad de Atenas Pablo se topó con muchos de los supuestos dioses a quienes se les podía orar, según la necesidad. Había altares a Zeus, el dios supremo, y de su hija Atenea, la diosa de la sabiduría. Junto con ellos estaban los dioses de la cosecha abundante, Deméter, y Afrodita, la diosa del amor y la belleza.

Pablo respondió a la búsqueda de Dios de los atenienses con un mensaje muy contundente: las oraciones a aquellos que no son dioses son inútiles.

Si Pablo estuviera vivo hoy, no aprobaría la práctica de muchos que oran a santos fallecidos, como por ejemplo, rogarle a San Antonio para encontrar objetos perdidos, o San Judas si experimentamos dificultades económicas. Los anteriores son apenas algunos ejemplos de una adoración equivocada a seres creados que viola las instrucciones y los mandamientos de Dios.

Aquel día, en Atenas, Pablo empezó a predicar la verdad sobre “la resurrección de los muertos”. Algunos se burlaban, pero hubo otros que estuvieron dispuestos a oír esta verdad (Hechos 17:32)

Lo cierto es que todos los seres humanos que han muerto no recobrarán la consciencia hasta que sean resucitados, cuando Jesucristo regrese a la tierra. El patriarca Job escribió: “Mas el hombre morirá, y será cortado; perecerá el hombre, ¿y dónde estará él? Como las aguas se van del mar, y el río se agota y se seca, así el hombre yace y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo, no despertarán, ni se levantarán de su sueño” (Job 14:10-12).

Para aprender más sobre las resurrecciones, lea nuestra guía de estudio titulada: “¿Qué sucede después de la muerte?

3.    No debemos modificar la instrucción bíblica de adorar a nadie más que a Dios

Las palabras del profeta Isaías debieron retumbar en los oídos de Pablo: “El Eterno; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas” (Isaías 42:8).

Pablo sabía que Dios le ordenó a su pueblo deshacerse de todos los ídolos y servir al único Dios viviente. Sabía que los profetas dejaron muy claro que no se conocía ni honraba a Dios fabricando ídolos; de hecho, es una abominación.

Si usted es un creyente, pídale a Dios que le abra los ojos para que vea si hay ídolos presentes en su vida. Puede estudiar en mayor profundidad esta verdad bíblica por medio de nuestro video titulado: “Preguntas difíciles. ¿Son los cristianos culpables de idolatría?”. En él, Gary Petty pregunta, “¿podría estar usted practicando la idolatría sin saberlo?”