Primero que todo, debemos entender que proyecciones basadas en descubrimientos arqueológicos muchas veces incluyen especulación (los arqueólogos podrían decir “conjeturas”) y que el enfoque común de basarlas en la teoría de la evolución corrompe su valor. 

La Biblia tiene registrada la historia de la humanidad a partir de la creación de Adán y Eva. La misma no habla sobre lo que podríamos llamar “criaturas humanoides” que vivieron en la tierra antes de la creación de la humanidad como la conocemos. Sin revelación divina, no hay manera de saber qué eran estas criaturas o qué propósito servían.

En dos ocasiones, Adán es llamado “el primer hombre” (1 Corintios 15:45-47). Claramente, Adán y Eva fueron los primeros seres humanos que Dios creó “a su imagen” (Génesis 1:27). Sus descendientes tienen un componente espiritual, llamado simplemente “el espíritu” en Eclesiastés 12:7 y “el espíritu del hombre” en 1 Corintios 2:11. La unión de este espíritu con el Espíritu Santo de Dios es lo que hace la conversión posible (Romanos 8:16). Además, esto marca la diferencia de los humanos hechos “a imagen de Dios”, de los hombres prehistóricos.