¿Por qué permite Dios las tragedias?

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Jesucristo dijo una vez, “Dios hace salir el sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos.” (Mateo 5:45). Probablemente hemos sido testigos de esto alguna vez. Pero, a menudo nos preguntamos: ¿Por qué permite Dios que a la gente buena les sucedan cosas malas y viceversa? ¿Y qué hay acerca de los desastres naturales? ¿Por qué permite Dios que algunas tragedias alcancen a personas al azar? Estas son preguntas difíciles de contestar.

Lo primero que debemos reconocer es que cualquiera que sea su razón, Dios tiene la autoridad de tomar decisiones y/o permitir que ciertas cosas sucedan.

Ligeramente podríamos pensar que Dios es injusto. Por ejemplo, podemos ver que en la Biblia Dios dice que debemos guardar los diez mandamientos y mostrar amor y respeto hacia él. (Deuteronomio 30:16, Miqueas 6:8, Juan 14:15, 1 Juan 2:2-6). Uno podría asumir que, si hacemos esto, él sería muy bondadoso con nosotros, ¿verdad? Entonces, ¿por qué a veces nos ocurren cosas malas? ¿Será porque hemos resbalado y hemos pecado?

Puede haber consecuencias naturales por pecar, pero no siempre es el caso. En Juan 9:2, los discípulos le preguntaron a Jesús acerca de un hombre ciego. Jesús respondió, “no es porque pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Juan 9:3). En este caso, Jesucristo explicó que este hombre era ciego para mostrar la obra de Dios —esto pudo haberse mostrado en la divinidad de Jesús — Sin importar por qué, él explica que sucedió por una razón.

Lo primero que debemos reconocer es que, sin importar las razones, Dios tiene la autoridad de decidir y/o permitir que ciertas cosas ocurran. Ver el contexto nos puede ayudar a entender de lo que Jesucristo estaba hablando cuando aseveró que la lluvia caía sobre justos y pecadores (Mateo 5:45). En esa época algunos trataban a las personas según percibían su justicia. Señalando que un cristiano debía tratar a toda la gente con amor y respeto, Jesucristo dijo: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:43-45). Jesús estaba abordando el problema de cómo algunos juzgaban a otros y hacían distinciones. Pero esto nos trajo a la mesa un principio espiritual más amplio: Si solo Dios tiene la habilidad de juzgar, bendecir o maldecir con o sin lluvia a su tiempo, entonces solo él puede decidir cómo tratar a la gente y a la humanidad como un todo. Sin embargo, aun así persiste la pregunta, ¿por qué permite el sufrimiento?

Antes de contestar esta pregunta, veamos otro ángulo. Preguntémonos ¿por qué Dios permite que le ocurran cosas buenas a la gente? ¿y por qué aún a aquellos que no creen en lo mismo que usted? Por ejemplo, Supongamos que un hombre maduró amargamente hasta convertirse en un ateo, siendo criado en la creencia de que, si era un buen chico, le ocurrirían cosas buenas. Cuando comenzaron a sucederle cosas malas, concluyó que Dios no es más que un cuento de hadas. Mucho tiempo después ¡le sucedió algo que le mostró la existencia de Dios! Empezó a orar y pedirle ayuda y comprensión. Entonces Dios empezó a abrir su mente y a guiarlo. ¿Acaso sucedió esto de la noche a la mañana? Claro que no. Mientras estaba en el proceso ¿hacía todo lo correcto en el momento? Probablemente no. Pero entonces él empezó a reconocer la necesidad de Dios en su vida.

Como observadores externos, no podemos saber lo que hay en el corazón de alguien. Solo Dios conoce su corazón (Jeremías 17:10). Además, note lo que el apóstol Pablo dijo cuando la gente estaba juzgando si había obedecido a Dios: “Porque, aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor. Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas y las intenciones de los corazones; entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.” (1 Corintios 4:4-5). Simplemente no conocemos lo que hay en el corazón de las otras personas. No sabemos cuánto tiempo ha estado Dios trabajando con ellos o cuál es su actitud. Solamente Dios conoce sus corazones y decide cómo responder sus oraciones.

¿Significa que Dios hace el bien o el mal al azar? Absolutamente no. De hecho el ejemplo del ateo nos muestra que Dios está presente en nuestras vidas y nos escucha. No obstante, hay ocasiones cuando ciertas fuerzas —ya sean del hombre o la naturaleza –son puestas en movimiento y se despliega un evento trágico.

Vivimos en un mundo que, en general, ha rechazado seguir a Dios. Podemos rastrear esto desde el momento en que Adán y Eva estaban frente a los dos árboles —uno de vida y otro del conocimiento del bien y del mal (Génesis 3:1-7). La mayoría de la gente, incluyendo los cristianos, hemos luchado para tratar de adorar a Dios de la manera que él lo desea. Intentamos incorporarlo en nuestras vidas haciéndole espacio entre la práctica de algún deporte y el trabajo, e incluso en los días feriados. Quizá usted ya haya examinado los orígenes de la navidad y su nula relación con Jesucristo. Debido a que gran parte de la humanidad ha rechazado a Dios, él ha permitido que este mundo tome otra ruta que la deseada por Dios desde el jardín del Edén. Satanás es el dios de este mundo (2 Corintios 4:4). La selección hecha desde entonces ha sido magnificada por billones de decisiones en la historia humana, cosechando sus consecuencias naturales.  

La buena noticia es que esta época no durará para siempre. ¡Viene un tiempo en el que Jesucristo retornará y establecerá el Reino de Dios en esta tierra! (Apocalipsis 19:11-21). Hasta entonces podremos tener una relación personal con Dios a través de Jesucristo. Consideremos lo que Pablo escribió: “Por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. Se nos exhorta a orar por todas las personas, no solo por los que piensan como nosotros. ¿Por qué? Porque Dios desea que todos vengan al conocimiento de la verdad.  

Su deseo y su objetivo es tener una relación con cada uno. Aunque esto no tendrá su cumplimiento hasta el retorno de Jesucristo. Podemos encontrar consuelo y esperanza a través de una estrecha relación con Dios, aún en medio de las tragedias.