¿Es Dios el responsable de las profecías de los falsos profetas, según Ezequiel 14:9?

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Ezequiel 14:9 dice, “Y cuando el profeta fuere engañado y hablare palabra, yo el Eterno engañé al tal profeta; y extenderé mi mano contra él, y lo destruiré de en medio de mi pueblo Israel”.

Una lectura superficial, sin considerar el resto de la Biblia, pareciera indicar que Dios provoca que estos profetas mientan, y después los castiga por la mentira. Tal explicación es simplista e incorrecta.

La Biblia es clara al decirnos que Dios no miente (Tito 1:2; Hebreos 6:18). La mentira es una violación del noveno mandamiento (Éxodo 20:16). Santiago 1:13 dice sin rodeos que “Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie”. Lo anterior no contradice a Ezequiel 14:9, sino que nos provee una perspectiva para comprender su verdadero significado.

Jesús enseñó que quien busque a Dios, lo hallará (Mateo 7:8) y Jeremías le hace eco en el capítulo 29 y versículo 13: “me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”. Dios se revela a sí mismo a quien le busca, pero quienes lo rechacen son separados de él por su propio pecado (Isaías 59:2).

Israel no buscó a Dios y como resultado de ello, los falsos profetas se habían vuelto una plaga. En la época en la que Ezequiel escribió, los pecados de Judá los habían separado a tal grado que merecían un castigo severo e inminente. Por generaciones ellos habían azotado a los profetas de Dios; se habían burlado de ellos y habían matado a quienes traían un mensaje de arrepentimiento que pudo haberlos salvado del castigo. Además, los israelitas habían buscado y glorificado a los falsos profetas que les profetizaban que no sufrirían, diciéndoles: “No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras” (Isaías 30:10). Israel recibió exactamente lo que pedía y es precisamente este espíritu de descarada rebelión el contexto de Ezequiel 14:9.

Dios finalmente los rechazó y los entregó al castigo por haber rechazado a sus profetas y apartarse de él a tal extremo. La carta de Pablo a los romanos lo pone de esta manera: “Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia… cambiaron la verdad de Dios por la mentira… Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas… Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Romanos 1:24-28).

Ezequiel 14:9 muestra que Dios se había abstenido de tratar de corregir a los profetas e impedir que hablaran mentiras. Ahora, en vez de simplemente seguir diciéndoles que estaban equivocados, Dios decidió mostrarles lo equivocados que estaban al hacer venir sobre ellos el castigo que había retenido por tanto tiempo. El castigo no era una sorpresa. Dios ya lo había advertido desde Deuteronomio 28:15 y lo siguió haciendo con lágrimas a través de sus profetas.

La enorme lección para nosotros es que no debemos escuchar solamente lo que queremos, como lo hicieron Israel y Judá hasta destruirse. Por el contrario, debemos buscar a Dios con diligencia porque él nos ha prometido que lo hallaremos si lo buscamos con todo el corazón (Jeremías 29:13).