La futura 'abominación desoladora'
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La futura 'abominación desoladora'
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La profecía que Jesús pronunció en el monte de los Olivos y que aparece en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21 es una de las profecías bíblicas más conocidas. En ella Jesús nos advierte acerca de terribles acontecimientos futuros, sin paralelo en la historia. A los habitantes de Judea les advierte que huyan cuando vean “la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel” (Mateo 24:15).
¿Qué es la abominación desoladora? ¿Acaso esta profecía era sólo para la gente en el tiempo de Daniel o de Jesús, o es una advertencia para nosotros sobre algo que aún está por suceder?
La abominación desoladora en el libro de Daniel
Cuando Jesús habló acerca de la abominación desoladora se estaba refiriendo a Daniel 11:31 y 12:11. Dios le reveló a Daniel que habrá un “tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces” (Daniel 12:1). Luego, en el versículo 11 vemos que también se le reveló que la abominación está relacionada con la suspensión del sacrificio diario.
Una clave para entender esta profecía es el principio de la dualidad. Algunas profecías pueden tener más de un cumplimiento; esto quiere decir que una profecía puede cumplirse parcialmente en cierta época y más adelante cumplirse en su totalidad. Para entender las palabras de Jesús acerca de la abominación desoladora debemos analizar tres cumplimientos: dos que han ocurrido ya y uno que está por suceder en el futuro.
Cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, invadió el reino de Judá en 606 a.C., se llevó algunos de los jóvenes judíos más talentosos y preparados para que le sirvieran en su corte. Entre ellos estaba Daniel, quien escribió el libro que lleva su nombre alrededor del año 535 a.C.
En el capítulo 8 del libro de Daniel podemos leer una profecía muy detallada acerca de algunos acontecimientos que afectarían y aún afectarán a Jerusalén y Judá. El profeta tuvo la visión de un carnero que vencía a toda bestia que se le oponía (vv. 1-4). Luego, en los versículos 5-7 leemos que un macho cabrío con un “cuerno notable” destruyó al carnero. El macho cabrío se engrandeció, pero su gran cuerno fue quebrado y en su lugar salieron otros cuatro cuernos (v. 8). De uno de esos cuatro cuernos salió un cuerno pequeño que creció mucho e invadió “la tierra gloriosa” y estableció “la prevaricación asoladora” (vv. 9-14).
Un poco más adelante leemos que Dios envió al ángel Gabriel para que le revelara a Daniel el significado de la visión. El carnero representa el reino de Media y Persia, y el macho cabrío el reino de Grecia. El gran cuerno del macho cabrío simboliza el primer rey griego, quien habría de preceder a otros cuatro reyes (vv. 15-22). Esta es una extraordinaria profecía de varios acontecimientos que ocurrieron muchos años después de la muerte de Daniel.
Bajo el mando de Alejandro Magno, los griegos derrotaron al Imperio Persa en el año 331 a.C. Cuando murió Alejandro, en el año 323 a.C., su imperio se dividió entre cuatro de sus generales:
• Tolomeo gobernó Egipto, parte de Siria y Judea.
• Seleuco gobernó la otra parte de Siria, Babilonia y la zona oriental hasta la India.
• Lisímaco gobernó Asia Menor.
• Casandro gobernó Grecia y Macedonia.
Según los historiadores, los cuatro reinos que surgieron del imperio de Alejandro se unieron en dos coaliciones: el reino del norte, gobernado por los seléucidas, y el reino del sur, gobernado por los tolomeos.
De acuerdo con la visión de Daniel, después de estos cuatro reyes vendría un “cuerno pequeño”, el cual habría de quitar el sacrificio diario del templo (v. 11). Desde luego, cuando Daniel escribió esta profecía ya no existía el templo ni se ofrecían sacrificios, pues éste había sido destruido por los babilonios unas décadas antes.
No obstante, poco después de que Daniel escribió su libro, a sus compatriotas les fue permitido regresar a Jerusalén con el propósito de reconstruirla junto con el templo e iniciar nuevamente los sacrificios.
Luego, la visión de Daniel se traslada unos tres siglos y medio hacia el futuro, al año 167 a.C. En ese tiempo, Antíoco IV (Epífanes), uno de los reyes seléucidas, invadió Judea (vv. 23-27).
El primer cumplimiento parcial
Los hechos de Antíoco Epífanes están registrados en un libro que, aunque no forma parte del canon bíblico, es un documento histórico: “El rey publicó entonces en todo su reino un decreto que ordenaba a todos formar un solo pueblo, abandonando cada uno sus costumbres propias . . . Por medio de mensajeros, el rey envió a Jerusalén y demás ciudades de Judea decretos que obligaban a seguir costumbres extrañas en el país y que prohibían ofrecer holocaustos, sacrificios y ofrendas en el santuario, que hacían profanar el día de reposo, las fiestas, el santuario y todo lo que era sagrado; que mandaban construir altares, templos y capillas para el culto idolátrico . . . olvidando la ley y cambiando todos los mandamientos. Aquel que no obedeciera las órdenes del rey, sería condenado a muerte” (1 Macabeos 1:41-50, Versión Popular).
El castigo se ejecutaba pronta y brutalmente. A las mujeres que habían hecho circuncidar a sus hijos las mataban con sus bebés colgados al cuello (vv. 60-61). Cualquiera que fuera sorprendido obedeciendo fielmente a Dios era ejecutado de inmediato (vv. 62-64).
No contento con suprimir los sacrificios, Antíoco profanó el templo: “. . . Una imagen en la cual la divinidad pagana [Júpiter Olímpico] aparecía con barba . . . [fue] colocada sobre el altar del templo. Los judíos solían referirse a esto como ‘la abominación desoladora’. Los soldados griegos y sus amantes efectuaban depravados actos paganos en los atrios del templo. En el altar se sacrificaban cerdos” (Charles Pfeiffer, Between the Testaments [“Entre los testamentos”], 1974, p. 81).
A Daniel le fue revelado que estas profanaciones continuarían por “dos mil trescientas tardes y mañanas” (Daniel 8:14). En el servicio del templo había un sacrificio en la mañana y otro en la tarde. Según esto, 2.300 tardes y mañanas equivaldrían a 1.150 días. Antíoco Epífanes profanó el templo y suprimió los sacrificios en el año 167 a.C. Judas Macabeo, después de purificar el templo y consagrarlo nuevamente, reanudó los sacrificios en 164 a.C. Muchos judíos conmemoran este suceso con la Fiesta de la Purificación (Hanuca).
Daniel 8 es una profecía pormenorizada de la primera “abominación desoladora” que suprimió los sacrificios en el templo por 1.150 días. Lo que hizo Antíoco fue un cumplimiento parcial de esta profecía. No obstante, notemos que la profecía de Daniel sobre la abominación desoladora tiene también un cumplimiento en “el tiempo del fin” (v. 19).
El segundo cumplimiento parcial
En el año 64 d.C., Jerusalén y Judea estaban nuevamente en apuros. En Roma, Nerón había empezado a exterminar a los cristianos. Los rumores de guerra se hicieron realidad en el año 66, cuando los soldados romanos mataron miles de personas en Jerusalén. Los judíos se rebelaron, y la legión que fue enviada para sofocar la rebelión fue derrotada. Luego, en el año 67, el ejército romano bajo el mando de Vespasiano invadió Judea.
Jesús había advertido a los habitantes de Jerusalén que la ciudad sería sitiada y destruida: “Vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán” (Lucas 19:43). Y en Lucas 21:20 podemos leer otra advertencia sobre el mismo acontecimiento: “Cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado”.
Algunas partes de esta profecía tendrían dos cumplimientos. El primero ocurrió en el tiempo en que muchos de los contemporáneos de Jesús lo habían rechazado como el Hijo de Dios. A ellos les tocó ver el cumplimiento de algunos aspectos de la profecía de Jesús durante el sitio y la caída de Jerusalén; no obstante, otras partes de esta profecía aún están por cumplirse.
Así como en el cumplimiento parcial de la abominación desoladora por Antíoco Epífanes se produjo la toma de Jerusalén y la profanación del templo, así también el cumplimiento parcial de la profecía de Jesucristo en el primer siglo produjo acontecimientos similares.
Flavio Josefo, historiador judío del primer siglo de nuestra era, habla del sitio de Jerusalén como uno de los más sangrientos de la historia. El hambre y las enfermedades acabaron con el debilitado pueblo. Josefo relata sucesos extraños, incluso gente que veía visiones de soldados y carros en las nubes. En la Fiesta de Pentecostés el templo se estremeció y los sacerdotes “oyeron el sonido de una gran multitud, que decía: Vámonos de aquí” (Guerras de los judíos, VI, v, 3).
En el año 70, el general Tito tomó a Jerusalén y levantó un ídolo en el altar del templo. Según Josefo, más de un millón de judíos fueron muertos y 97.000 fueron hechos esclavos en esa guerra y en ese sitio (Guerras de los judíos, VI, ix, 3).
Con la destrucción del templo a manos de los romanos terminó el segundo cumplimiento de la abominación desoladora. El templo fue destruido y tanto el sacerdocio como los sacrificios fueron abolidos, situación que continúa hasta el día de hoy.
No obstante, la profecía que Jesús dio en el monte de los Olivos tiene que ver principalmente con su segunda venida, porque forma parte de su respuesta a la pregunta que le hicieron sus discípulos: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3).
La futura abominación desoladora
En 2 Tesalonicenses 2:3-4 el apóstol Pablo nos previene que en el tiempo del fin aparecerá un personaje religioso muy influyente: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá [el día del retorno de Jesucristo] sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios”.
A su retorno, Cristo destruirá a este dirigente apóstata (vv. 5-8), el cual habrá logrado engañar a muchos “con gran poder y señales y prodigios mentirosos” (vv. 9-12).
La descripción que Pablo hace de esta persona encaja claramente con la profecía de Apocalipsis 13:11-14, donde se nos habla de una bestia. Aquí se nos advierte que este dirigente hará “grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo . . . Y engaña a los moradores de la tierra”.
Ya que en los dos primeros cumplimientos de la abominación desoladora se eliminaron los sacrificios, todo parece indicar que éstos volverán a ser instituidos antes del retorno de Jesucristo. Según Daniel 12:9-13, la abominación desoladora ocurrirá en “el tiempo del fin”. Tal parece que una vez más se ofrecerán sacrificios en Jerusalén o en algún lugar cercano; otra vez la ciudad será sitiada por ejércitos enemigos y los sacrificios serán suprimidos nuevamente.
Seguirá las pisadas de Antíoco
En los acontecimientos del tiempo del fin, un dirigente poderoso y carismático desempeñará un papel importantísimo. Además de realizar grandes milagros, él “se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2:4). Debido a su gran influencia engañadora, la mayor parte de la humanidad creerá que es un representante directo de Dios, o Dios mismo.
Pero Dios lo llama “el hijo de perdición” (v. 3). Este personaje representa un sistema contrario a la ley de Dios. Antíoco Epífanes, quien fue el protagonista de la primera abominación desoladora, bien podría ser el precursor de este “hombre de pecado” del tiempo del fin.
Antíoco Epífanes intentó suprimir la adoración a Dios y con toda crueldad persiguió a quienes se negaron a renunciar a su fe. En varias profecías podemos ver que la historia se repetirá. Muchos de los que fielmente obedecen a su Creador serán perseguidos y martirizados en el tiempo del fin (Juan 15:18-20; 16:2; Apocalipsis 6:9-11; Apocalipsis 17:6; Apocalipsis 20:4).
En Apocalipsis 13 se nos habla de un dirigente religioso que en el tiempo del fin hará matar a todo el que no adore “la imagen de la bestia” (v. 15). Los poderes gubernamentales y religiosos serán descargados con toda crueldad sobre aquellos que permanezcan fieles a Dios y no se dejen engañar. Así se cumplirá lo que Jesús les advierte a los cristianos del tiempo del fin: “Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre” (Mateo 24:9).
Una advertencia para hoy
Jesús exhortó a sus seguidores diciendo: “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor” (Mateo 24:42). Si entendemos los dos cumplimientos preliminares de la abominación desoladora, podemos estar atentos y vigilar los acontecimientos futuros que están profetizados:
• Gestiones para establecer nuevamente los sacrificios diarios en el Estado de Israel.
• La aparición del “hombre de pecado”, un dirigente religioso que pretenderá ser representante de Dios.
• Sucesos geopolíticos que conducirán a la concentración de ejércitos muy cerca de Israel y Jerusalén.
Dios enviará a su Hijo a la tierra para evitar que la humanidad se destruya a sí misma. Pero antes del retorno de Cristo el mundo sufrirá una “gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (v. 21). Sin embargo, el futuro Rey de reyes y Señor de señores no ha dejado a sus seguidores sin información acerca de los acontecimientos del tiempo del fin.