¿Es el Espíritu Santo una persona?
En la Biblia se habla del Espíritu Santo en muchas formas que comprueban que no es un personaje divino. Por ejemplo, en Hechos 10:45 y 1 Timoteo 4:14 se menciona como un don. En 1 Tesalonicenses 5:19 se nos hace notar que puede ser apagado. También se nos dice que puede ser derramado (Hechos 2:17; Hechos 10:45), y que somos bautizados en él (Mateo 3:11). Debemos avivarlo (2 Timoteo 1:6) y es algo que nos renueva (Tito 3:5). Obviamente, estas no son características de una persona.
En Efesios 1 se nos dice que, después de que oímos la palabra de verdad, el evangelio de nuestra salvación, y creímos en Jesucristo, fuimos “sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia”, y que éste es “espíritu de sabiduría y de revelación” (vv. 13-14, 17).
En agudo contraste con Dios y Jesucristo, a quienes frecuentemente se comparan con los seres humanos hechos a imagen y semejanza de Dios, al Espíritu Santo se le representa de una forma completamente diferente y con la misma frecuencia. Se le describe como “paloma” (Mateo 3:16; Marcos 1:10; Lucas 3:22; Juan 1:32) y como “lenguas de fuego” (Hechos 2:3-4). Jesús mismo lo describió como “ríos de agua viva” (Juan 7:37-39).
En los evangelios encontramos más pruebas de que el Espíritu Santo no es una persona. En Mateo 1:20 leemos que Jesús fue concebido “por obra del Espíritu Santo” (Nueva Versión Internacional). Sin embargo, cuando Jesús oraba al Padre o hablaba de él, era precisamente a él a quien siempre llamaba Padre, no al Espíritu Santo (Mateo 10:32-33; Mateo 11:25-27; Mateo 12:50; Mateo 15:13; Mateo 16:17, Mateo 16:27; Mateo 18:10, Mateo 18:35).
Jesús jamás llamó Padre al Espíritu Santo, y nunca habló de éste como si fuera un tercer personaje de la divinidad. Jesús sólo hablaba de la relación entre él y Dios el Padre (Mateo 26:39; Marcos 13:32; Marcos 15:34; Juan 5:18, Juan 5:22; Juan 8:16, Juan 8:18; Juan 10:30; Juan 13:3; Juan 17:11).
Si existiera la Trinidad, es obvio que el apóstol Pablo lo hubiera entendido y enseñado con vehemencia. Pero en todas sus epístolas no se encuentra una sola alusión a tal idea. El saludo que generalmente usaba Pablo en sus cartas era: “Gracia y paz a vosotros, de nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. Este mismo saludo, con ligeras variaciones, aparece en cada una de las epístolas que llevan su nombre: Romanos 1:7; 1 Corintios 1:3; 2 Corintios 1:2; Gálatas 1:3; Efesios 1:2; Filipenses 1:2; Colosenses 1:2; 1 Tesalonicenses 1:1; 2 Tesalonicenses 1:2; 1 Timoteo 1:2; 2 Timoteo 1:2; Tito 1:4; y Filemón 3. Como se puede ver, nunca se menciona el Espíritu Santo, lo cual sería un descuido inadmisible si realmente éste fuera una persona igual a Dios y a Jesucristo.
Esto resulta aún más sorprendente si tenemos en cuenta que las iglesias a las que Pablo escribió contaban con muchos miembros que provenían de religiones politeístas. En ninguna de sus epístolas vemos que Pablo haya intentado siquiera explicar la Trinidad o que el Espíritu Santo fuera una persona igual a Dios y a Jesús.
En 1 Corintios 8:6 el apóstol categóricamente dice: “No hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo procede . . . y no hay más que un solo Señor, es decir, Jesucristo . . .” (NVI). No hace referencia alguna al Espíritu Santo como un personaje divino.
En el último libro de la Biblia (el último también en ser escrito) se nos habla de “un cielo nuevo y una tierra nueva”, de “la ciudad santa, la nueva Jerusalén”, y que en esa ciudad estará la morada de Dios entre los hombres, porque “Dios mismo estará con ellos y será su Dios” (Apocalipsis 21:1-3). Luego, en el versículo 22 leemos que en esa ciudad no habrá ningún templo “porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero [Jesucristo]”. Aquí tampoco se hace mención del Espíritu Santo, otra inexplicable omisión si éste realmente forma parte de una Trinidad.
En Juan 4:24 leemos que “Dios es Espíritu”, y en Lucas 1:35 vemos que un ángel se refiere al Espíritu Santo como “el poder del Altísimo”. Este es el mismo poder que los seres humanos podemos recibir de Dios.
En muchas otras partes de la Biblia se nos muestra una correlación directa entre el Espíritu Santo y el poder de Dios. Por ejemplo, en una de sus epístolas el apóstol Pablo nos recuerda que “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Otros pasajes también se refieren al Espíritu Santo como al poder de Dios (Miqueas 3:8; Zacarías 4:6).
En Lucas 4:14 podemos ver que Jesús empezó su ministerio “en el poder del Espíritu”. Refiriéndose al Espíritu Santo, el cual les enviaría después de su muerte y resurrección, Jesús dijo a sus discípulos: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo . . .” (Hechos 1:8).
En su elocuente y apasionado sermón registrado en Hechos 10, el apóstol Pedro mencionó “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (v. 38).
Aquí, el Espíritu Santo es identificado directamente con el poder por medio del cual Dios obraba en su Hijo, el poder por el cual Jesús realizó grandes milagros durante su ministerio. El Espíritu Santo es la presencia misma del poder de Dios que obra activamente en sus siervos (Salmos 51:11; Salmos 139:7).
Pablo expresaba su deseo de que sus hermanos en la iglesia abundaran “en esperanza por el poder del Espíritu Santo”, para que también por medio de ellos Jesucristo pudiera obrar de la misma manera que había obrado por medio de él, “con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios” (Romanos 15:13, Romanos 15:18-19).
Este es el Espíritu que fortalece a los seguidores de Cristo para que puedan ir creciendo y madurando en los caminos de Dios, transformando así su vida para llegar a ser como Jesucristo.
Cuando en la Biblia se hace referencia al Espíritu Santo con pronombres como “él” o “él mismo”, esto no prueba que el Espíritu Santo sea una persona. Como sabemos, en el idioma español estos pronombres (ya sean masculinos o femeninos) también son usados para referirse a objetos y hasta animales.