Arrepentimiento, castigo y gracia

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Una forma austera de penitencia es actuar con arrepentimiento y remordimiento y castigarse a sí mismo (vea Colosenses 2:18-23). Otra forma de penitencia es tratar de hacer suficientes buenas obras como compensación por nuestros pecados. Ambas implican que debemos pagar por nuestros propios pecados, pero ninguno de nosotros podría jamás hacer lo suficiente para pagar ni por un solo pecado. 

Todos los pecados son malos porque violan las leyes perfectas y amorosas de nuestro Dios Creador. El único sacrificio suficientemente grande para pagar por la culpa de nuestros pecados ya ha sido ofrecido: el sufrimiento y la muerte de Jesucristo, el Hijo de Dios. Por tanto, hacer penitencias es un tremendo insulto para Dios porque supone que el sacrificio de Jesús y la gracia de Dios son innecesarios. 

¿Y qué es la “gracia” de Dios? Es la totalidad de todos las generosas dádivas que Dios le ofrece a la humanidad, y entre las más importantes de ellas se encuentra el perdón absoluto de todos los pecados pasados. Esto abre la puerta para recibir el resto de los dones de Dios, incluyendo el don supremo de la vida eterna (Romanos 6:23). “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). 

Pero no confunda la gracia con su versión falsa, la “gracia barata”. Gracia significa perdón de los pecados pasados, no licencia para continuar pecando, como Satanás quiere que pensemos. Judas advirtió de los “impíos que cambian en libertinaje la gracia de nuestro Dios” (Judas 4, NVI; compare con Romanos 6:1-2). 

La gracia es posible por el sacrificio de Cristo y su servicio como misericordioso Mediador, Abogado y Sumo Sacerdote
(1 Timoteo 2:5; 1 Juan 2:1-2). “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote . . .  acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos” (Hebreos 4:14-16).