¿Fueron deportados todos los israelitas?
Algunos eruditos han cuestionado la declaración bíblica de que toda la población del reino del norte fue llevada en cautiverio por los asirios. Algunos creen que la mayoría de los israelitas huyeron al sur y se asimilaron dentro de la población del reino de Judá. ¿Qué ocurrió realmente? Examinemos el registro.
La cadena de eventos que llevó a la caída de Israel y su masiva deportación comenzó con el monarca asirio Tiglat-pileser III. En tres campañas él implementó lo que los historiadores llaman el cautiverio galileo (ca. 733-732 a. C.). Capturó Damasco y estableció una presencia militar en la frontera con Egipto. Deportó grandes segmentos de las poblaciones rubenitas, gaditas y manasitas de Transjordania y también a Neftalí y las ciudades en los territorios de Isacar, Zabulón y Aser, a la parte superior del valle de los ríos de Mesopotamia (1 Crónicas 5:26; 2 Reyes 15:29).
El monarca asirio Salmanasar V inició y llevó a cabo la mayor parte de la campaña culminante de 721-722 a. C. en el resto del reino del norte. Sin embargo, Salmanasar “fue destituido poco después por otro rey, Sargón II. Este nombre, ‘Rey Auténtico’, parece indicar que el reclamo de Sargón al trono es sospechoso al reclamar el trono . . . Sargón II trasladó la capital asiria a Khorsabad, construida en imitación de Nimrod, y la antigua ciudad fue descuidada . . . Salmanasar V . . . no tuvo tiempo para inscribir sus logros en piedra, y fue su sucesor, Sargón II, quien reclamó el crédito por la victoria” (Julian Reade, Assyrian Sculpture [Escultura asiria], pp. 48, 65).
Los famosos descubrimientos del arqueólogo británico Austen H. Layard en el siglo xix disiparon toda duda de que el reino asirio fue una formidable fuerza que dominó ferozmente el antiguo Cercano Oriente de manera intermitente desde los siglos IX hasta el VIII a. C. Es indisputable que los asirios invadieron y conquistaron el reino del norte como parte de esa dominación.
Las cifras precisas de deportados, al menos aquellas que no pertenecen al registro bíblico, aún no han sido históricamente verificadas. Algunos eruditos sostienen que solo un pequeño número de líderes –los intelectuales del norte– cayeron cautivos a manos de los asirios. El resto, dicen, huyeron como refugiados o fueron asimilados en las poblaciones extranjeras trasplantadas en el reino del norte (2 Reyes 14:24).
Otros creen que la esclavitud y extirpación de los israelitas afectó a casi toda la población del norte. ¿Cómo podemos saber quién está en lo correcto? ¿Cuántos israelitas deportaron los asirios?
Los arqueólogos han encontrado un conjunto de registros de la corte que proveen algunos números específicos. El rey Sargón II dice haber tomado 27 290 cautivos de Samaria. Este número es extremadamente bajo en comparación con la población total del reino del norte. Pero hay una razón lógica para explicar tan baja cifra.
El erudito bíblico conservador Eugene Merril afirma que Salmanasar V “tomó Samaria durante su último año . . . [luego] Sargón, quien probablemente no era el hijo de Tiglat-pileser, como algunos piensan, sino un usurpador, reinó sobre el vasto Imperio asirio desde 722 a 705. Uno de los gobernantes más belicosos de Asiria [Sargón], dice haber efectuado campañas significativas en cada uno de sus diecisiete años. En los anales de su primer año se adjudica el crédito por la caída de Samaria. El hecho real es que la aserción bíblica de que Salmanasar V fue el responsable es la correcta; como varios investigadores han mostrado, Sargón reclamó el crédito de esta importante conquista durante su propio reino para que el registro de su primer año no quedara en blanco” (Kingdom of Priests [Reino de sacerdotes], 1996, p. 408).
Sargón aprovechó el hecho de que Salmanasar V había sido destituido antes de que sus hazañas militares fuesen registradas en su totalidad. A pesar de que puede que Sargón haya registrado correctamente los resultados de su propia invasión durante su primer año, dejó sin registrar la deportación mucho mayor de los israelitas llevada a cabo por su predecesor, dejando la impresión de que sus propias hazañas fueron más grandiosas de lo que realmente fueron.
La explicación lógica del Dr. Merril respecto a las bajas cifras de deportados que entrega Sargón es significativa, porque hace cuadrar la historia asiria con el registro bíblico. Los pocos miles de deportados registrados por Sargón simplemente no incluyen las masivas deportaciones que ya habían llevado a cabo sus predecesores, Tiglat-pileser y Salmanasar V.
Quienes creen en la veracidad de las Escrituras se dan cuenta de que el registro bíblico es la fuente histórica más confiable. En cuanto a la deportación del reino del norte, el relato en 2 Reyes es probablemente el testimonio bíblico más fidedigno: “El Eterno, por tanto, se airó en gran manera contra Israel, y los quitó de delante de su rostro; y no quedó sino sólo la tribu de Judá . . . Y desechó el Eterno a toda la descendencia de Israel, y los afligió, y los entregó en manos de saqueadores, hasta echarlos de su presencia.
“Porque separó a Israel de la casa de David, y ellos hicieron rey a Jeroboam hijo de Nabat; y Jeroboam apartó a Israel de en pos del Eterno, y les hizo cometer gran pecado. Y los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados de Jeroboam que él hizo, sin apartarse de ellos, hasta que el Eterno quitó a Israel de delante de su rostro, como él lo había dicho por medio de todos los profetas sus siervos; e Israel fue llevado cautivo de su tierra a Asiria, hasta hoy” (2 Reyes 17:18-23).
A pesar de que la Biblia afirma claramente que los asirios se llevaron cautiva a la población del reino del norte, ciertos pasajes bíblicos y la evidencia arqueológica indirecta indican que algunos refugiados de las tribus del norte estaban viviendo entre la gente de Judá incluso mucho después de la caída de Israel.
Probablemente unos pocos norteños se mudaron al sur poco después de la separación de Israel de Judá en protesta por las despreciables prácticas establecidas por Jeroboam (1 Reyes 12:25-33; 13:33; 2 Crónicas 11:13-16) y sus sucesores, principalmente Acab y Jezabel (1 Reyes 16:28-33; 18:3-4, 18). Esta primera ola de inmigrantes a Judá debe haber ido en busca de religiones con un ambiente menos contaminado para adorar a Dios.
Pero justo antes del exilio del reino del norte, un número mucho mayor de norteños probablemente se dirigió al sur, a Judá, para escapar de los ataques de los asirios en el siglo VIII a. C. Nadie refuta que la población de Jerusalén se expandió enormemente durante este tiempo.
¿Indican estos eventos que Dios simplemente asimiló suficiente gente de las tribus del norte en Judá, y que los judíos que regresaron del cautiverio babilonio posterior bajo Esdras y Nehemías constituían todo lo que Dios tenía planeado para preservar a su pueblo santo de Israel? Algunos eruditos abogan por esta teoría, pero pasan por alto un hecho crucial.
Los babilonios exiliaron al resto de los habitantes del reino de Judá en 586 a. C. Este exilio incluyó a aquellos que habían migrado a Judá del antiguo reino del norte. Setenta años después, solo una pequeña porción de esos judíos que habían sido exiliados a Babilonia regresaron para reconstruir el templo y la ciudad de Jerusalén. Las Escrituras muestran que aquellos que se ofrecieron para regresar y reconstruir una presencia judía en Palestina, provinieron casi exclusivamente de las tribus de Judá, Benjamín y Leví (Nehemías 11:3-36). No encontramos evidencia en las Escrituras –u otra evidencia histórica– de que números significativos de las otras diez tribus estaban incluidos en el regreso de Judá a su tierra natal.
Por lo tanto, las profecías que se refieren a la restauración futura de las diez tribus perdidas no pueden ser consideradas como cumplidas con el regreso de algunos judíos a Jerusalén en los días de Esdras y Nehemías. Incluso aquellos que sí regresaron constituyeron solo una restauración parcial de los judíos. Los descendientes del resto de los judíos y familias israelitas exiliados fueron dispersos entre las naciones y lo más probable es que con el tiempo perdieron su identidad. Las profecías nos dicen que Cristo los reunirá, junto con las diez tribus, a su regreso.