El cumplimiento dual en la profecía bíblica
Muchas profecías bíblicas son duales. En tales casos, un profeta habla bajo la inspiración de Dios y se lleva a cabo el primer cumplimiento de la profecía. Después, generalmente al final de esta era y antes del retorno de Jesucristo, se materializa el segundo cumplimiento.
Un excelente ejemplo de esta dualidad se encuentra en una profecía que Dios entregó mediante Joel acerca del Espíritu Santo: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. También sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.
“Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso del Eterno . . . reuniré a todas las naciones, y las haré descender al valle de Josafat, y allí entraré en juicio con ellas . . .” (Joel 2:28–3:2).
Dios inspiró al apóstol Pedro para que citara este pasaje a fin de describir los sucesos de aquel Día de Pentecostés en el que Dios fundó la Iglesia después de la resurrección de Jesús (Hechos 2:14-21). De hecho, mediante el poder del Espíritu Santo ocurrieron milagrosas manifestaciones en ese entonces (Hechos 2:1-13).
Pero este fue solo el primer cumplimiento de la profecía de Joel. El último cumplimiento se llevará a cabo en el tiempo del fin e incluirá, entre otras cosas, la reunión de las naciones para enfrentar el juicio de Dios en el valle de Josafat (Joel 3:2, 12). Esto no ocurrió en el Día de Pentecostés. Así vemos, entonces, que las profecías pueden ser duales.
De manera similar, Dios inspiró muchas otras profecías con significado dual. Ellas sirvieron de advertencia a los israelitas en ese tiempo y servirán de advertencia a los descendientes modernos de ese mismo pueblo. Gran Bretaña, los Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda y las naciones del noroeste europeo, quienes representan a estos pueblos hoy en día, deberían prestar atención a estas advertencias.
“Tiemblo por mi país cuando pienso que Dios es justo; que su justicia no puede dormir para siempre”.
“Dios que nos dio la vida nos dio libertad. ¿Y pueden las libertades de una nación considerarse seguras cuando hemos removido su única base firme, una convicción en la mente de las personas de que estas libertades son un regalo de Dios? . . . Ciertamente, tiemblo por mi país cuando pienso que Dios es justo; que su justicia no puede dormir para siempre”.
—Thomas Jefferson,
Presidente de EE.UU. 1801-1809.