Conexiones lingüísticas: ¿Qué importancia tiene un nombre?

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Conexiones lingüísticas

¿Qué importancia tiene un nombre?

¿Qué podemos aprender de los nombres? Cómo nos llamamos define quiénes somos ante los demás. También estamos definidos por los apodos que otros nos ponen (ya sean verdaderos o falsos), el nombre de la tierra en la que vivimos o nacimos, y el nombre de la tierra de nuestros antepasados. A medida que intentamos rastrear al pueblo de Israel a lo largo de la historia, debemos tomar en cuenta tanto los nombres como los apodos.

En la Biblia, el pueblo de Israel a veces es llamado casa de Isaac (Amós 7:16). Dios prometió que el nombre de Isaac continuaría identificando a Israel como pueblo (Génesis 21:12).

En los tiempos bíblicos el lenguaje hebreo se escribía sin vocales. Así, Isaac se habría deletreado simplemente Sk o Sc en los equivalentes en español de las letras hebreas. No debe sorprendernos que poco después del exilio de las diez tribus, el término SaCae (las letras del nombre Isaac con el plural en latín que termina en “ae”) identificara a los nuevos colonos en la región de Escitia, cerca del mar Negro.

Similarmente, los asirios hablaban del surgimiento de iShKuza y los medopersas de SaKa, ambas palabras derivadas del nombre Isaac. (Hemos escrito la S, C y K con mayúscula en estos ejemplos para ayudarle a ver sus derivaciones).

La inscripción de Behistún, un mural tallado en roca cerca de la ciudad de Bisitún en el actual Irán, aporta claves lingüísticas para comprender varios lenguajes antiguos. Este bajorrelieve de roca se remonta al reino de Darío I de Persia (ca. 522-486 a. C). Su descripción del tributo que le rindieron los reyes extranjeros conquistados fue inscrita en los lenguajes persa antiguo, elamita (suance) y babilonio. Se puede ver a Skuka, el rey de la rama asiática de los escitas que fue temporalmente subyugada, como el último en la línea. La inscripción de Behistún lo describe como el rey de los escitas, saces o cimerios (pronunciado “Gimiri” en babilonio).

El historiador griego Heródoto (484-420 a. C.) escribió que los persas llamaban “saces” a los escitas. Más tarde, el escritor Ptolomeo (siglo II d. C.) se refirió a los “saces” como “sajones”. Estos términos se utilizaban frecuentemente como sinónimos.

La historiadora británica Sharon Turner nos dice: “Los sajones [quienes migraron a las islas británicas] fueron una . . . tribu escita; y de las varias naciones escitas . . . se puede inferir, con muy pocas probabilidades de error, que los sakai, o saces, son el pueblo de quienes descendieron los sajones. Parece ser que Sakai-Suna, o los hijos de Sakai, que se abrevia Saksun y que suena igual que sajón, es una etimología razonable de la palabra sajón” (The History of the Anglo-Saxons [La historia de los anglosajones], vol. 1, p. 59).

¿Cuál es el origen del nombre cimerio? Los conquistadores asirios de las diez tribus del norte los llamaban Bit Khumri (o Ghomri), que significa la casa de Omri. Omri fue uno de los reyes militares más exitosos del reino de Israel; él fundó su propia dinastía de reyes. Inscripciones de ese tiempo se refieren al reino israelita como la tierra o la casa de Omri. En el griego encontramos las palabras Kimmerii, Kimmeroi, y, en latín, Kimbri, Kymbrians y Cimbres como los equivalentes de los Khumri de Asiria.

Más adelante la historia registra la migración a Europa de tribus celtas que tienen estos nombres, algunas a Jutlandia y otras a Galia. Los galos se llamaban a sí mismos Kymris, pero los romanos los llamaban celtas, galli, gallus y galates (gálatas). Los conquistadores helenísticos y romanos (300 a. C. –  200 d. C.) nombraron el área de Gilead, que fue una vez el hogar de los israelitas exiliados de las tribus de Gad, Rubén y la mitad de Manasés, Gaulainítide.

Curiosamente, el término Galia, ya sea gallo o gallus en latín, galler o waller en celta, waller o walah en alemán o gaullois en francés, parece tener el mismo significado: “desconocido, viajante o exiliado”. Para los celtas, tanto la palabra Gael como escita significa “desconocido” o “viajante”. Dios les había dicho a las diez tribus de Israel que se convertirían en errantes (Oseas 9:17).

Cuando comprendemos que las palabras “llevados cautivos” en hebreo para describir la deportación asiria de los israelitas de Gilead al exilio, es la palabra galut, galo o gallo, volvemos al principio. Este recorrido lingüístico conecta algunos de los muchos nombres con que han sido llamadas las diez tribus exiliadas, como “la casa de Omri” y los “hijos de Isaac”.