Jesucristo y el sábado
¿Cómo veía Jesús el sábado? Muchas personas ven solamente lo que quieren ver acerca de la perspectiva que él tuvo del séptimo día. Algunos, sin entender realmente lo que enseña la Biblia, piensan que Jesús hizo caso omiso del sábado o que deliberadamente lo quebrantó.
El sábado es mencionado cerca de 50 veces en los cuatro evangelios (más de lo que se menciona en los cinco primeros libros de la Biblia), así que contamos con datos históricos muy amplios sobre la actitud que Jesús tuvo hacia ese día. Para entender acertadamente lo que los evangelios nos dicen acerca del sábado, es necesario que tengamos en cuenta que la manera de guardarlo había cambiado (o más correctamente, había sido cambiada) desde que fue creado y, posteriormente, codificado en el Decálogo.
El sábado en la historia
En los siglos anteriores al nacimiento de Jesús, la observancia del sábado sufrió una transformación masiva.
Ya hemos visto cómo la exhortación constante de Dios a Israel fue que no se olvidara de sus magnas obras ni de sus leyes. La historia de Israel nos muestra, tristemente, que el pueblo no escuchó. Israel llegó incluso a olvidarse de Dios y se desintegró como nación, dividiéndose en los reinos de Israel y Judá. Luego, las dos naciones fueron llevadas en cautiverio por los invasores de Asiria y Babilonia respectivamente, en los siglos octavo y sexto antes de Cristo.
Uno de los pecados más flagrantes de Israel, el cual contribuyó enormemente a que la nación fuera llevada en cautiverio, fue la violación del sábado de Dios. Aun en medio de la autodestrucción de Judá, provocada por el comportamiento pecaminoso de sus habitantes, Dios continuó advirtiéndoles por medio del profeta Jeremías: “Guardaos por vuestra vida de llevar carga en el sábado . . . Ni hagáis trabajo alguno, sino santificad el sábado, como mandé a vuestros padres . . . Pero si no me oyereis para santificar el sábado . . . yo haré descender fuego en sus puertas, y consumirá los palacios de Jerusalén, y no se apagará” (Jeremías 17:21-22, Jeremías 17:27).
Hallándose en Babilonia, en cautiverio con el reino de Judá, el profeta Ezequiel habló de parte de Dios: “Les di también mis sábados, para que fuesen por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy el Eterno que los santifico. Mis sábados profanaron en gran manera . . . desecharon mis decretos, y no anduvieron en mis estatutos, y mis sábados profanaron” (Ezequiel 20:12-13, Ezequiel 20:16).
También Dios le dijo a la nación de Judá: “Sus sacerdotes violaron mi ley, y contaminaron mis santuarios; entre lo santo y lo profano no hicieron diferencia, ni distinguieron entre inmundo y limpio; y de mis sábados apartaron sus ojos, y yo he sido profanado en medio de ellos” (Ezequiel 22:26).
Más tarde, muchos judíos regresaron de la cautividad de Babilonia y se establecieron en su antiguo territorio; esto sucedió siglos antes del nacimiento de Jesucristo. Ellos sabían por los mensajes de Jeremías y Ezequiel que su nación había sido destruida por el quebrantamiento de la ley de Dios, y que violar el sábado fue uno de sus principales pecados.
Una vez que fueron restablecidos como nación, resolvieron no volver a cometer el mismo error. En consecuencia, con el correr de los años las autoridades religiosas judías impusieron una serie de normas meticulosas que detallaban las actividades que ellos consideraban que eran permitidas y prohibidas en el sábado. Así, fueron de un extremo al otro; de profanar el sábado y hacer caso omiso de su observancia, pasaron a guardarlo de una manera opresiva y legalista.
Regulaciones añadidas al sábado
El Zondervan Pictorial Bible Dictionary (“Diccionario bíblico ilustrado de Zondervan”), en su artículo referente al sábado, nos describe cuán rígidas habían llegado a ser las regulaciones sobre la observancia del sábado en los tiempos de Jesús. El código religioso tocante al sábado enumeraba “39 categorías principales de acciones prohibidas: sembrar, arar, cosechar, juntar gavillas, trillar, aventar, limpiar, moler, tamizar, amasar, hornear . . . Cada uno de estos enunciados principales se ampliaba detalladamente de tal forma que llegaron a definirse cientos de prohibiciones que un judío celoso de la ley jamás debía violar. Por ejemplo, la prohibición concerniente a hacer nudos era algo tan general que fue necesario entrar a definir qué clase de nudos podían hacerse y cuáles no, hasta que se llegó a la conclusión de que podrían hacerse los nudos que se deshicieran con una sola mano . . .
”La prohibición referente a escribir en el sábado fue ampliada así: ‘Aquel que escriba dos letras con la mano derecha o con la mano izquierda, no importa que sean iguales o diferentes . . . es culpable. Aunque lo haga por haberse olvidado de esta ordenanza, es culpable . . . Si al escribir en dos paredes que forman un ángulo, o en las dos tablas de su libro de contabilidad de tal manera que puedan leerse juntas, también es culpable . . .’” (1967, p. 736).
Definición de trabajo
La definición de trabajo que tenían las autoridades religiosas era completamente diferente de la definición normal. Por ejemplo, arar estaba en la categoría de trabajos prohibidos, y pocos podrían negar que en efecto arar es un trabajo que exige energía y esfuerzo. Pero, de acuerdo con el punto de vista rabínico en el primer siglo, el simple hecho de escupir en tierra se constituía en una forma de arar, ya que según la perspectiva de los rabinos el escupitajo causaba una alteración del suelo; por lo tanto, era prohibido. Las mujeres no podían mirarse en el espejo el sábado, ya que de hacerlo podrían encontrarse con una cana y al quitársela estarían haciendo un trabajo.
Usar zapatos fabricados con clavos era prohibido debido a que el peso de los clavos haría que se llevara una carga innecesaria. Aun el simple hecho de caminar sobre la hierba no era permitido porque al pisar la hierba ésta se maltrataba y rompía, lo que constituía una forma de trillar, que también estaba prohibido.
Los dirigentes religiosos enseñaban que en el caso de que se produjera un incendio en la casa, sus habitantes no podrían poner a salvo del fuego sus pertenencias porque eso sería llevar una carga. No obstante, podrían ponerse varias capas de ropa y, llevándolas puestas, sacarlas de la casa, porque esto sí era aceptable.
Jesús predicó y enseñó en medio de ese ambiente extremadamente crítico y plagado de censura. Sin el conocimiento adecuado de ese contexto histórico, es fácil llegar a conclusiones erróneas acerca de cómo él veía el sábado.
Los escritores de los evangelios dejaron consignada la historia de numerosas confrontaciones de Jesús con los dirigentes religiosos referentes al sábado. Las curaciones milagrosas que él realizó en el día sábado, así como sus enseñanzas al respecto, causaron muchísima controversia. Si repasamos los relatos bíblicos acerca de lo que Jesús hizo y enseñó, podremos entender mejor cuál fue su punto de vista acerca del sábado.
A medida que avanzamos en nuestro estudio acerca de la vida de Jesús, mantengamos presente su cronología. Los expertos coinciden generalmente en afirmar que los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas fueron escritos en el primer siglo, entre los años 50 y 70, o sea entre 20 y 40 años después de que habían ocurrido los sucesos descritos. Si la intención de Jesús hubiera sido cambiar, anular o abolir el sábado, los escritores de los evangelios la hubieran hecho manifiesta al hacer el recuento de su vida. Pero las pruebas que tenemos simplemente no respaldan tal concepto.
Jesús predica en el sábado: Lucas 4:16-30
La primera vez que se menciona el sábado en la vida de Jesús está en Lucas 4:16: “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el sábado entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer”. En la primera mención que encontramos acerca del sábado, cuando estaba comenzando su ministerio, se nos dice que la costumbre, la actividad normal de Jesús, era “entrar en la sinagoga”. No fue un incidente aislado, pues él continuaría yendo a enseñar a la sinagoga (Marcos 6:2; Lucas 13:10).
Continuando en el relato de Lucas, leemos: “Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro . . . comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:17-21).
Jesús citó Isaías 61:1-2, que en la sinagoga era reconocida como una profecía acerca de la época mesiánica. Cuando les dijo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”, estaba implicando con ello que él estaba cumpliéndola; por lo tanto, ¡se proclamó a sí mismo como el Mesías que ellos esperaban! Jesús continuó comparando su ministerio con el ministerio de Elías y el de Eliseo. Sus oyentes, que entendieron claramente lo que les decía, de inmediato se enfurecieron y quisieron matarlo, pero él logró escapárseles (vv. 23-30).
En esta primera mención del sábado durante el ministerio de Jesús, él proclamó ser el Mesías que todos esperaban, dando a conocer su misión como el Salvador del mundo. Esto fue un acontecimiento importante. Él se había criado en la ciudad de Nazaret, y fue la gente de Nazaret la primera en oír que él era el Mesías. Jesús les dio a conocer la esperanza de su reinado futuro —el evangelio, las buenas nuevas— tanto en su aspecto presente como en el cumplimiento futuro.
Jesús echa fuera demonios y sana en el sábado: Lucas 4:31-39
Enseguida, Jesús comenzó a proclamar el futuro Reino de Dios y a manifestar el poder milagroso que Dios le había dado en virtud de ser el Mesías (Hechos 2:22). “Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los sábados. Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad” (Lucas 4:31-32). Luego, cuando echó un demonio fuera de una persona, “todos se quedaron asombrados y se decían unos a otros: ‘¿Qué enseñanza es ésta? ¡Con autoridad y poder les da órdenes a los espíritus malos, y salen!’” (v. 36, Nueva Versión Internacional).
Luego Jesús fue a la casa de Pedro y allí sanó a su suegra, que tenía mucha fiebre. Finalmente, “al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo” (vv. 38-41).
Como el Salvador, Jesús entendía el propósito del sábado y sabía que era un tiempo apropiado para llevar su mensaje de sanidad, esperanza y redención para la humanidad, y proclamar ese mensaje con sus acciones. Aun los demonios reconocieron en él al Mesías profetizado (Cristo significa “Mesías”, como dice en Juan 1:41). Jesús se valió del sábado para señalar su papel como Sanador y Salvador de la humanidad.
Jesús confronta a los fariseos al defender la forma de actuar de los discípulos: Mateo 12:1-8; Marcos 2:23-28; Lucas 6:1-5
Los pasajes de Mateo 12, Marcos 2 y Lucas 6 son comúnmente interpretados de tal manera que sirvan para implicar que Jesús quebrantó el mandamiento del sábado. Pero analicemos lo que sucedió en realidad. Según el relato de Marcos: “Aconteció que al pasar él por los sembrados un día de reposo, sus discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas. Entonces los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en el sábado lo que no es lícito?” (Marcos 2:23-24).
Los fariseos eran una de las ramas más estrictas del judaísmo y tenían una considerable autoridad religiosa en la época de Jesús; eran muy radicales en cuanto a la observancia del sábado. Su pregunta podría hacernos pensar que los discípulos estaban trabajando arduamente al cosechar grano en el sábado, y que los fariseos tuvieron que reprenderlos por su transgresión. Sin embargo, el relato de Lucas nos sirve para aclarar lo que en realidad estaban haciendo los discípulos: “Aconteció en un sábado, que pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos” (Lucas 6:1). Lo hicieron así porque tenían hambre (Mateo 12:1), no porque estuvieran segando el campo.
No quebrantaron el mandamiento del sábado
Las acciones de los discípulos estaban en perfecto acuerdo con las leyes que Dios había dado a la nación de Israel. De hecho, Dios había permitido el tomar espigas del campo de otra persona (Deuteronomio 23:25); incluso había ordenado que se dejaran sin segar algunas partes del terreno para que los pobres y los extranjeros tuvieran qué comer (Levítico 19:9-10; Levítico 23:22).
Mientras los discípulos caminaban a través del sembrado, iban tomando las espigas y con las manos separaban los granos de la cáscara para poder comérselos. Los fariseos, siendo una de las sectas más estrictas en cuanto a la observancia del sábado, denominaban estas acciones como “cosechar” y “trillar”, que estaban incluidas en las 39 categorías de acciones prohibidas en ese día. Aunque con sus acciones los discípulos no estaban violando el mandamiento del sábado, sí violaban las restricciones impuestas por los fariseos. Desde el punto de vista de los fariseos, lo que hacían los discípulos “no era lícito”, y por eso los criticaban.
La ley permite misericordia
Jesús explicó cómo David y sus soldados, mientras huían del rey Saúl, comieron del pan que normalmente estaba reservado sólo para los sacerdotes, y al hacerlo no cometieron ninguna falta delante de Dios (Marcos 2:25-26). También les recalcó cómo aun los sacerdotes en el templo, al conducir los servicios y realizar los sacrificios, trabajaban y no eran culpados por Dios (Mateo 12:5).
Jesús dijo que en ambos casos no se había violado ni el espíritu ni la intención de la ley y que tales actos habían sido permitidos por Dios específicamente, para el bien de su pueblo. Hizo resaltar el principio de la misericordia de la ley de Dios y que los fariseos estaban errados al poner por encima de todo lo demás, incluso de la misericordia, sus normas y regulaciones humanas.
Jesús explicó cómo los fariseos, debido a su punto de vista desvirtuado, habían llegado a tergiversarlo todo. “El sábado fue hecho para el hombre, no el hombre para el sábado”, les dijo (Marcos 2:27, Nueva Reina-Valera). Debido a la mentalidad estrecha de los fariseos y a su perspectiva legalista, el séptimo día de la semana se había transformado en una carga, con cientos de reglas y prohibiciones acerca de qué era y qué no era permitido hacer en ese día.
Jesús resumió el propósito del sábado volviendo al origen, a los comienzos: Dios lo creó como una bendición, un tiempo de verdadero descanso de todas las labores rutinarias, y no como una carga pesada. Era un tiempo para ser disfrutado, no para ser soportado. Afirmó además que el sábado no fue creado solamente para la nación de Israel, sino para toda la humanidad.
Las enseñanzas de Jesús en estos versículos son resumidas por el Anchor Bible Dictionary de la siguiente manera: “En algunas ocasiones se afirma que Jesús abrogó o anuló el sábado; esta aseveración se basa en las controversias que surgieron por las curaciones que efectuó y otros hechos que realizó en el sábado. Pero un análisis cuidadoso de estas situaciones no parece apoyar esta interpretación. El hecho de que los discípulos hayan arrancado espigas en el sábado es particularmente importante, y la forma en que Jesús se pronunció al respecto es fundamental . . . ‘El sábado fue hecho para el hombre, no el hombre para el sábado’ (Marcos 2:27). La acción de los discípulos de arrancar espigas violaba el rabínico halakhah [el conjunto de los reglamentos judíos] de la minuta casuística en el cual estaba prohibido cosechar, trillar, aventar grano y moler en el sábado . . . Jesús reformó el sábado y lo volvió a ubicar en el sitio correcto, con la perspectiva con que había sido creado: El sábado había sido hecho para toda la humanidad, no solamente para Israel, que era lo que argumentaba el judaísmo . . . El propósito que Dios tenía con la creación del sábado era que sirviera como descanso y bendición” (“Diccionario Anchor de la Biblia”, 1992, 5:855).
En este ejemplo vemos que Jesús entendió y explicó el verdadero propósito del sábado. Fue creado como un día de descanso y de reposo de las labores rutinarias, una gran bendición para la humanidad.
Otra curación en el sábado: Mateo 12:9-14; Marcos 3:1-6; Lucas 6:6-11
Inmediatamente después de la discusión con los fariseos acerca de por qué los discípulos recogían espigas en el sábado, los evangelios nos muestran cómo Jesús tuvo otro enfrentamiento acerca de lo que se debía y no se debía hacer en ese día. Las regulaciones de los fariseos habían llegado hasta el extremo de prohibir darle ayuda a un enfermo en el sábado a menos que la enfermedad pusiera en peligro su vida.
Un sábado en la sinagoga, Jesús se encontró con un hombre que tenía la mano seca; era una persona seriamente impedida, pero su vida no se encontraba en peligro. “Levántate y ponte en medio”, le dijo Jesús (Marcos 3:3). Enojado y entristecido por la dureza de sus corazones, incapaces de comprender el principio más fundamental de la ley de Dios, Jesús les preguntó a los que miraban: “¿Es lícito en los sábados hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla?” (v. 4).
Incapaces de responder, callaron. Delante de todos Jesús sanó la mano del hombre y la restauró completamente. En lugar de alegrarse y de regocijarse por el feliz acontecimiento, los fariseos “tomaron consejo con los herodianos contra él, para destruirle” (vv. 4-6).
En lugar de aprender una lección espiritual vital acerca del propósito del sábado y el ministerio de Jesús, los fariseos se sintieron injuriados porque él había hecho caso omiso de sus estrictas directrices. En lugar de entender el mensaje de misericordia y compasión, conspiraron para matar al Mensajero.
Lejos de anular el sábado, lo que Jesús demostró era que el sábado es un día apropiado para ayudar y consolar a aquellos que están en necesidad. El mandamiento del sábado no especificaba lo que las personas debían hacer, sino lo que no debían hacer. Jesús entonces aclaró lo que era correcto hacer a los ojos de Dios: “Es lícito [según la ley de Dios] hacer el bien en los sábados” (Mateo 12:12).
El legalismo de los fariseos, yendo más allá del mandato de Dios de no trabajar, había creado una miríada de reglas que restringían aun lo más fundamental de la actividad humana, algo que Dios nunca pretendió. Sin embargo, aun en el reglamento de los fariseos había soluciones para emergencias, como era el caso de poder rescatar una oveja si caía en un hoyo (v. 11). Jesús afirmó que el sábado era un día en el que era permitido y deseable hacer el bien.
Aquellos que se oponen al sábado como día de reposo argumentan que cuando Jesús dijo: “Es lícito hacer el bien en los sábados” estaba con ello dando a conocer que ya no existía diferencia alguna entre los días que Dios había santificado y los demás días. Sin embargo, concluir que la naturaleza única del sábado había sido anulada con la enseñanza de que era “lícito hacer el bien” en ese día, implica que anteriormente era prohibido hacerlo, ¡y esto en ninguna manera es cierto! Jesús reprendió continuamente a quienes lo criticaban, diciéndoles que hacer el bien estaba permitido específicamente en el sábado (Mateo 12:12; Marcos 3:4; Lucas 6:9). El sábado es el día dado por Dios para la instrucción religiosa y como un tiempo de reposo, pero el mandamiento del sábado no prohíbe hacer el bien.
Los actos de curación que Jesús realizó en el sábado fueron precursores de las milagrosas curaciones que están aún por venir con la era mesiánica. Isaías profetizó acerca de ese tiempo: “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo” (Isaías 35:5-6).
Lo que el Salvador hizo en el sábado nos recuerda que vendrá un tiempo de paz, sanidad y restauración para toda la humanidad.
Jesús sana a una mujer encorvada: Lucas 13:10-17
Lucas relata otro caso de una persona que padecía de una enfermedad crónica y que fue sanada por Jesús el día sábado en la sinagoga. Era “una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar” (Lucas 13:11). Llamándola para que se le acercara, Jesús puso las manos sobre la mujer, “y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios” (v. 13).
Los espectadores, sabiendo que Jesús había violado la prohibición estrecha que negaba la oportunidad de ayudar a quien no estuviera en peligro de muerte, esperaron a ver qué iba a pasar. No tuvieron que esperar mucho tiempo. “El principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el sábado, dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en sábado” (v. 14).
Jesús, empero, no compartía esta actitud: “Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el sábado su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el sábado? Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él” (vv. 15-17).
Jesús destacó el hecho de que el sábado representa un tiempo de liberación, de desatar las ligaduras, para ayudarnos a comprender cómo Dios quería que guardáramos el sábado. Aun las estrictas normas de los fariseos permitían dar de comer y de beber a los animales en el sábado. Si satisfacer las necesidades básicas de los animales no violaba el cuarto mandamiento, ¿cuánto más apropiada era la liberación de un ser humano mediante la curación en el sábado?
Este ejemplo de Jesús nos recuerda que está bien visitar a los ancianos y enfermos en el día sábado, ayudándoles a disfrutar el día como un tiempo de liberación. Como lo anunció Jesús, él vino a “pregonar libertad a los cautivos” y a “poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18), refiriéndose a la gloriosa liberación de la esclavitud espiritual que se hará realidad bajo su futuro gobierno como el Mesías.
Jesús sana a un hombre en el sábado: Lucas 14:1-6
La siguiente mención que encontramos del sábado durante el ministerio de Jesús está en Lucas 14. Este incidente no ocurrió en la sinagoga, sino en la casa de un fariseo eminente a donde Jesús había ido el sábado para comer.
Un hombre que tenía un problema crónico de salud acudió a él. “¿Es lícito sanar en el sábado?”, preguntó Jesús a los intérpretes de la ley y a los fariseos. Ninguno respondió. Jesús sanó al hombre, y éste se fue (vv. 2-4).
Entonces Jesús les preguntó a las personas reunidas: “¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque sea en sábado? Y no le podían replicar a estas cosas” (vv. 5-6). Esta clase de preguntas habían sido debatidas entre los maestros religiosos judíos por años, y ellos reconocían que en el mandamiento de descansar no se hablaba de pasar por alto las situaciones de emergencia en que la vida o el bienestar de una persona o un animal estuviera en peligro.
El enfoque y el ejemplo de Jesús nos enseñan que debemos aprovechar cualquier oportunidad que se nos presente para aliviar el sufrimiento. El propósito del mandamiento de guardar el sábado nunca ha sido impedirnos hacer el bien en ese día. Jesús conocía muy bien el meollo y la esencia de la ley de Dios: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18). Los apóstoles Santiago y Pablo entendieron que el amor era el propósito y el cumplimiento de la ley (Santiago 2:8; Gálatas 5:14).
El ejemplo de Jesús nos muestra que debemos vivir cada día en amor, que es el espíritu y el propósito de la ley de Dios.
Jesús sana a un paralítico en el sábado: Juan 5:1-18
En el capítulo 5 del Evangelio de Juan encontramos el relato de una curación que no se menciona en ningún otro evangelio, lo que añade una nueva dimensión a lo que sabemos acerca de las actividades que Jesús realizaba en el sábado. En este caso sanó a un hombre que había estado enfermo por espacio de 38 años. “¡Levántate, toma tu lecho, y anda!”, le dijo (v. 8).
Al instante, el hombre fue sanado, tomó la camilla en la cual había yacido y caminó hasta ser confrontado por otros judíos que le reprochaban porque estaba llevando su camilla. “Es sábado; no te es lícito llevar tu lecho”, le advirtieron. Mas él replicó: “El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda” (vv. 10-11).
Después de comprobar que había sido Jesús quien sanó al hombre y le dio la orden de llevar su camilla, ellos “perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el sábado” (v. 16). El punto de vista que tenían acerca del sábado estaba tan desvirtuado que les importaban más sus triviales reglas acerca de lo que no se debía llevar a cuestas el sábado, ¡que la maravillosa curación de una persona que había estado afligida durante 38 años!
La respuesta que Jesús dio a quienes lo acusaban de estar quebrantando el sábado los contrarió aún más: “‘Mi Padre siempre está en su obra, y yo también’. Entonces, tanto más procuraban los judíos matarlo, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (vv. 17-18, Nueva Reina-Valera).
Lo que Jesús quebrantó no fue el mandato divino del sábado, sino las estrictas normas de los fariseos, basadas en lo que ellos consideraban permisible hacer en este día. Él no pudo haber violado el sábado, ya que anteriormente había pronunciado una maldición sobre cualquiera “que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres” (Mateo 5:19).
¿Qué fue lo que en realidad quiso decir Jesús cuando declaró: “Mi Padre siempre está en su obra, y yo también” (o como lo expresa la versión Reina-Valera, revisión de 1960: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”)? En su comentario acerca de este versículo, The Life Application Bible (“La Biblia del diario vivir”) nos dice: “Si Dios dejara de trabajar completamente en el sábado, la naturaleza llegaría al caos y el pecado dominaría al mundo. Génesis 2:2 nos dice que Dios descansó en el séptimo día, pero esto no significa que dejó de hacer el bien. La enseñanza de Jesús nos permite entender que cuando se presente la oportunidad de hacer el bien, debemos hacerlo, aunque ésta se nos presente en el sábado”.
Dios creó el sábado como un día de reposo para el hombre —la humanidad entera—, no para sí mismo. Él descansó del trabajo de crear la tierra para mostrarnos que nosotros deberíamos descansar de nuestro trabajo rutinario. Pero Dios continúa realizando cierto tipo de trabajo sin descansar nunca: Día y noche, siete días a la semana, él está trabajando para llevar a la humanidad a su reino. Trabaja cada sábado para hacer que las personas crezcan espiritualmente, y trabaja constantemente para cultivar una relación íntima con cada uno de sus hijos.
A juzgar por lo que leemos en los evangelios, Jesús sanó más personas en el sábado que en cualquier otro día. También enseñó y predicó en el sábado. ¿Estaba pecando al hacerlo? No. Sus actividades eran parte de la obra de Dios y tenían como propósito ayudar a las personas a entender y, finalmente, entrar a formar parte del Reino de Dios. Por lo tanto, esas actividades eran perfectamente aceptables a los ojos de Dios.
El sábado y la circuncisión: Juan 7:21-24
En Juan 7:24 Jesús resumió lo que debería haber sido obvio para aquellos que lo criticaban por sanar a los enfermos en el sábado: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”. El punto de vista estrecho e intolerante de los fariseos hacía más énfasis en la apariencia exterior que en todo lo demás. Jesús les reprochó el que dieran tanta importancia a las cosas físicas y fueran negligentes con lo más importante: la justicia, la misericordia y la fe (Mateo 23:23).
Para ilustrar los extremos a los que los fariseos habían llegado en sus puntos de vista, Jesús se valió del ejemplo de la circuncisión. Les hizo notar que la circuncisión, señal del pacto entre Dios y la nación de Israel, podía ser realizada en el sábado sin que con ello se quebrantara el día de reposo. Si esta alteración de una de las 248 partes del cuerpo humano (según el cálculo de los judíos) podía hacerse en el sábado, Jesús les preguntó por qué “os irritáis contra mí porque he curado a un hombre entero en sábado” (Juan 7:22-23, Biblia de Jerusalén).
Las autoridades religiosas permitían el rito de la circuncisión mientras les negaban la misericordia a los enfermos. Esto no sólo era ilógico, sino que fríamente pasaba por alto el verdadero propósito de la ley de Dios. “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”, les advirtió Jesús a sus acusadores (v. 24).
Según Jesús, en lugar de hacer respetar la ley de Dios con sus normas y reglas añadidas, los judíos tenían un concepto tan desvirtuado de la ley que lo que hacían en realidad era quebrantarla e invalidarla (Mateo 23:3, Mateo 23:28; Marcos 7:6-9). “Ninguno de vosotros cumple la ley”, les dijo Jesús, reprendiéndolos por su tergiversada interpretación de los preceptos de Dios (Juan 7:19). No estaban cumpliendo realmente la ley, y tanto las enseñanzas como el ejemplo de Jesús tenían como propósito restablecer el entendimiento y la práctica correctos.
Jesús sana a un ciego en el sábado: Juan 9:1-34
Jesús se valió del incidente en que sanó a un ciego en el día sábado para proclamar doblemente su identidad como el Mesías. Hablando a sus discípulos dijo: “Me es necesario hacer las obras del que me envío, entre tanto que el día dura . . . Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo” (Juan 9:4-5). Enseguida sanó al hombre de su ceguera.
Más tarde, los fariseos encontraron al que había sido sanado y procuraron intimidarlo. “Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el sábado”, argumentaron (v. 16). Él les respondió: “Esto es lo maravilloso . . . a mí me abrió los ojos . . . Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer” (vv. 30, 33). Furiosos porque su autoridad había sido desafiada y sus opiniones puestas en tela de juicio, “le expulsaron”, excomulgándolo de la sinagoga (v. 34). Lo condenaron como hereje, aislándolo así de sus familiares y amigos.
Más tarde Jesús halló al hombre y le preguntó: “¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró. Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados” (vv. 35-39).
Jesús aclaró nuevamente que él era el Mesías, el Hijo mismo de Dios. En este episodio, tal como lo hizo en muchas ocasiones en el sábado, continuó enseñando acerca de su labor redentora.
¿Cambió Jesús la ley?
Estos relatos, consignados en los cuatro evangelios, resumen las actividades específicas de Jesucristo en el sábado. Como dijimos antes, algunos ven en estos pasajes solamente lo que quieren ver: la supuesta prueba de que Jesús quebrantó el cuarto mandamiento. Pero como las Escrituras nos lo comprueban, esto jamás sucedió. Él hizo a un lado las restricciones equivocadas que fueron impuestas por los dirigentes religiosos, pero jamás violó los mandamientos de Dios. Si lo hubiera hecho, hubiera pecado (1 Juan 3:4), y Jesús nunca pecó. Vivió una vida sin pecado para poder ser un sacrificio perfecto, el Salvador de toda la humanidad (1 Pedro 2:22; Efesios 5:2; 1 Juan 4:14).
Es inimaginable que a Jesús le hubiera pasado por la mente el desobedecer los mandamientos de Dios. Hablando de sí mismo, dijo: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente” (Juan 5:19). ¿Qué hizo Jesús? En sus propias palabras, hizo exactamente lo que el Padre hacía. Y todavía algunos afirman que él vino para abrogar la ley de Dios y quitarla como guía de conducta para el hombre.
“No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”, dijo Jesús (v. 30). Su motivación era la de complacer a su Padre en todo momento. Les dijo a sus discípulos: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34). Hacer la voluntad de su Padre era su motivación y su razón de ser. Por medio de las enseñanzas que Jesús dio los sábados, reveló la voluntad de su Padre. Siempre estuvo decidido a terminar la obra de Dios, a pesar de la oposición y persecución, las cuales lograron finalmente su cruel tortura y su muerte.
La clara afirmación de Jesús
Jesús mismo negó que él pretendiera cambiar o abolir el sábado o cualquier otro precepto de la ley de Dios: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17).
Según el Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento, de W.E. Vine, la voz griega pleroo, traducida como “cumplir”, significa “llenar”, “atestar”, “suplir”, “completar”, “rellenar”, “(hacer o ser) perfecto” (Libros CLIE, 1984, 1:358; 3:165). En otras palabras, Jesús dijo que había venido para perfeccionar la ley y hacerla completa. ¿Cómo? Mostrando la intención espiritual y la aplicación correcta de la ley de Dios. Su significado es evidente en el contexto del capítulo, donde claramente explica la aplicación espiritual de varios mandamientos específicos.
Algunos tergiversan el significado de cumplir porque afirman que Jesús quería decir: “No he venido para abrogar la ley, sino para cumplirla y de esta manera ponerle fin”. Sin embargo, esto es absolutamente contrario a sus propias palabras. En todo el resto del capítulo explicó que la aplicación espiritual de la ley la hacía más completa aún y más difícil de guardar; nunca dijo que había sido anulada o que ya no era necesario guardarla.
Jesús puso de manifiesto que no estaba aboliendo la ley de Dios: “De cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (v. 18). La voz griega traducida como “cumplido” es ginomai que, según el Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento, significa “acontecer”, “venir a ser”, “suceder” (1:357). Así, las palabras de Jesús indican que sólo después de que todo lo necesario llegue a suceder podrá pasar alguna parte de la ley de Dios.
Para evitar cualquier posible malentendido, él advirtió a los que tratarían de abolir la ley de Dios: “Cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos” (v. 19).
Cuando Jesús explicó, amplió y ejemplificó la ley de Dios, estaba cumpliendo una profecía referente al Mesías que encontramos en Isaías 42:21: “El Eterno se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla”. Jesús hizo precisamente eso al mostrar el verdadero propósito y el alcance de las leyes de Dios, incluso la del sábado.
El ejemplo de Jesús
Cuando le preguntaron: “¿Cuál es el primer mandamiento de todos?”, Jesús respondió: “El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento” (Marcos 12:28-30).
Aquí vemos que Jesús reafirmó el mandamiento mayor del Antiguo Testamento (Deuteronomio 6:4-5). Aquellos que se esfuerzan por obedecer este mandamiento ponen a Dios primero en sus vidas y respetan todos sus preceptos, incluso el de guardar el sábado, tal como se ordena en la Biblia. También tienen presente este principio expresado por Jesús: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama” (Juan 14:21).
Jesucristo es nuestro Amo y Señor (Filipenses 2:9-11). Él afirmó ser Señor del sábado (Marcos 2:28) y debemos seguir su ejemplo guardando el sábado —y todos los mandamientos de Dios— en la forma en que él lo enseñó y lo vivió.