La naturaleza personal de Dios

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“Hasta cierto punto Dios era una figura de las sombras, definido más bien en abstracciones intelectuales que en imágenes”. —Karen Armstrong, A History of God (“Historia de Dios”)

¿Ha existido Dios siempre? Si no, entonces ¿quién lo creó? ¿Es Dios una sola persona, o dos o tres? ¿Qué fue lo que Jesús nos reveló acerca de la naturaleza de Dios al hacer constantes referencias a un ser a quien llamaba “el Padre”? Las respuestas a estas preguntas se harán patentes a medida que vayamos repasando algunos pasajes bíblicos.

El primer punto importante que debemos entender es que Dios se revela a sí mismo por medio de su palabra. El Creador quiere que todos los seres humanos lo conozcan como él se revela en las Sagradas Escrituras. Es de suma importancia que analicemos cuidadosamente esta verdad.

En el primer libro de la Biblia encontramos una cuestión fundamental en relación con su naturaleza. En Génesis 1 se registran muchos hechos de la creación de Dios antes de que creara al hombre. Pero nótese el versículo 26: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza . . .”.

En ninguno de los versículos anteriores de este capítulo Dios usó la expresión “Hagamos . . .”. ¿Por qué ahora se usa la forma plural en esta expresión? ¿Por qué fue que los traductores a lo largo de la historia entendieron que era necesario utilizar el plural en este versículo?

¿A quiénes se refiere este hagamos mencionado aquí, y por qué en esta misma oración se usa dos veces el plural nuestra también? En todo el primer capítulo del Génesis el vocablo hebreo traducido como “Dios” es Elohim, un sustantivo plural que denota más de un ser. ¿Por qué nuestro Hacedor usó estas dos expresiones en plural? ¿Es Dios más de una persona? ¿Qué y quién es él? ¿Cómo podemos entender esto nosotros?

La Biblia se interpreta a sí misma

Uno de los principios fundamentales que debemos tener en cuenta con respecto a entender la palabra de Dios es sencillamente que la Biblia se interpreta a sí misma. Si algún pasaje no nos resulta muy claro, debemos buscar en otras partes de la Biblia a fin de que su significado se nos aclare. El Nuevo Testamento aclara muchas cosas del Antiguo, y viceversa.

Podemos entender mucho mejor Génesis 1:26 al leer algunas de las cosas que escribió el apóstol Juan. Hablando biográficamente de Jesucristo, dijo: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3).

Si usted está con alguien, entonces usted es otra persona aparte de ese alguien. En este pasaje Juan describe claramente dos personajes divinos.

En cierto sentido, podemos decir que Juan 1:1 es el verdadero comienzo de la Biblia. Nos habla de la naturaleza de Dios como Creador aun antes del principio que se menciona en Génesis 1:1. Como se explica en cierta obra de consulta: “El aporte distintivo de Juan es mostrar que el Verbo existía desde antes de la creación” (The New Bible Commentary: Revised [“Nuevo comentario bíblico: actualizado”], 1970, p. 930).

Nótese cuidadosamente el contexto de este decisivo capítulo. En el versículo 14 Juan claramente dice quién de hecho vino a ser ese Verbo: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. El Verbo vino a ser Jesucristo cuando nació. Aunque plenamente humano, Cristo fue un reflejo perfecto del carácter divino de Dios.

El Verbo que es vida

Aquí, pues, se nos habla de dos seres eternos, que no fueron creados, ambos divinos, que dirigen la creación: Dios y el Verbo. Como lo explicó el fallecido teólogo inglés F.F. Bruce en un comentario sobre los primeros versículos del Evangelio de Juan: “El Verbo personal no fue creado, [y] no sólo goza de la compañía divina, sino que participa de la esencia divina” (The Message of the New Testament [“El mensaje del Nuevo Testamento”], 1972, p. 105). El Verbo fue y es Dios, tal como el Padre es Dios.

Luego, en su primera epístola, Juan nos ayuda a entender un poco más: “Lo que ha sido desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado, lo que hemos tocado con las manos, esto les anunciamos con respecto al Verbo que es vida” (1 Juan 1:1, NVI). En este versículo el mismo “Verbo” (Jesucristo) del Evangelio de Juan es llamado “el Verbo que es vida”.

Es fácil pasar por alto la importancia de este decisivo versículo y no darse cuenta de su tremendo significado. Aquí se revela que el que vino a ser Jesucristo, de la misma categoría de existencia que Dios el Padre, nació como ser humano y fue percibido por los sentidos físicos de seres humanos, especialmente sus discípulos más cercanos, incluso el mismo que escribió estas palabras, Juan. Estos hombres llegaron a ser los apóstoles de Cristo, sus mensajeros, y fueron testigos especiales de su resurrección.

Juan escribió que el Verbo, que estaba con Dios desde el principio, vivió entre ellos en carne humana. Aunque nació como un ser físico, los discípulos de hecho vieron, tocaron, conversaron con y escucharon a aquel que era, como se verá cada vez con más claridad, un miembro de la familia divina.

Juan continúa: “Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella, y les anunciamos a ustedes la vida eterna que estaba con el Padre, y que se nos ha manifestado” (v. 2, NVI). El “Verbo que es vida” en 1 Juan 1:1, en el versículo 2 es llamado “la vida eterna”.

En el versículo 3 Juan dice: “Les anunciamos lo que hemos visto y oído, para que también ustedes tengan comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (NVI). Como se revela en las Sagradas Escrituras, Dios el Padre y Jesucristo forman una familia divina.

Ambos tienen una relación familiar amorosa y especial. Dirigiéndose al Padre, Jesús dijo: “. . . me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24). Aquí no se estaba refiriendo al amor limitado de los humanos, sino al amor divino del reino celestial.

Cristo el Creador

El apóstol Juan no sólo escribió uno de los cuatro evangelios y tres de las epístolas que fueron preservados en el Nuevo Testamento, sino que también escribió el libro del Apocalipsis. Fue aquí, en su mensaje a las siete iglesias, que Cristo mismo se identificó claramente como el iniciador o fuente de toda la creación de Dios. “Escribe también al ángel de la iglesia de Laodicea: ‘Esto dice el Verdadero, el testigo fiel que dice la verdad, el origen de todo lo que Dios creó’” (Apocalipsis 3:14, Versión Popular).

Jesús no sólo murió por nuestros pecados para que pudiéramos ser reconciliados con el Padre, sino que también es nuestro Creador. En Colosenses 1:16 el apóstol Pablo, refiriéndose a nuestro Salvador, con toda claridad nos dice que “en él [Cristo] fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él”.

Este versículo lo abarca todo. Jesús creó “todas las cosas . . . que hay en los cielos”, todo el reino angelical, que incluye una innumerable compañía de ángeles, y todo el universo, junto con el planeta Tierra. Mucha gente no se percata del claro hecho bíblico de que ¡Jesucristo es nuestro Creador!

En la Epístola a los Hebreos también se confirma esta maravillosa verdad. “Dios [el Padre], habiendo hablado . . . de muchas maneras . . . a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Hebreos 1:1-2). En el Nuevo Testamento se nos demuestra repetidamente que Dios el Padre creó todo por medio del Verbo, quien luego vino a ser Jesucristo. Así pues, ambos seres divinos participaron directamente en la creación.

El libro de Hebreos nos presenta a Cristo como el ser por medio de quien el Padre trajo a la existencia el tiempo y el espacio, “y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (v. 3). Las Escrituras, pues, nos muestran que Jesús no sólo creó el universo, sino que también lo sostiene.

Sometido al Padre

Con todo, estaba dispuesto a despojarse temporalmente de su estado y poder divinos, por nosotros. En Filipenses 2:5-8 el apóstol Pablo nos dice: “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (NVI)

Después de morir por nuestros pecados y luego recobrar la vida eterna, Jesús “se sentó a la diestra de la Majestad [es decir, el Padre] en las alturas” (Hebreos 1:3). Después de haber experimentado directamente lo que es ser un hombre de carne y hueso, Cristo volvió al trono del Padre, su morada anterior en la eternidad.

Recordemos sus palabras sólo unas horas antes de su inminente muerte: “Y ahora, Padre, glorifícame en tu presencia con la gloria que tuve contigo antes de que el mundo existiera” (Juan 17:5, NVI). En este versículo podemos ver que Jesús habla de un tiempo anterior a lo que se registra en Génesis 1:1, cuando esos dos seres divinos estaban juntos antes de iniciar la creación.

En el capítulo 15 de 1 Corintios, acertadamente llamado el capítulo de la resurrección, leemos que en el Reino de Dios todos estarán sometidos a Cristo, exceptuando, desde luego, al Padre, “quien todo lo sometió a Cristo. Y cuando todo le sea sometido, entonces el Hijo mismo se someterá a aquel que le sometió todo, para que Dios [el Padre] sea todo en todos” (vv. 27-28, NVI).

Poco antes, en la misma epístola, Pablo confirma que “Dios es cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3, NVI). En ambos pasajes Pablo habla de dos seres divinos individuales, con Jesús sometido a Dios el Padre. De hecho, Cristo mismo dijo: “El Padre es más grande que yo” y “Mi Padre . . . es más grande que todos” (Juan 14:28; 10:29, NVI). Dios el Padre es definitivamente la Cabeza de la familia.