'El Eterno nuestro Dios, el Eterno uno es'

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"Oye, Israel: El Eterno nuestro Dios, el Eterno uno es”. Esta sencilla afirmación de Moisés en Deuteronomio 6:4 ha sido causa de gran consternación para mucha gente que trata de entender qué y quién es Dios.

Al leer aquí que Dios es uno, la mayoría de los judíos han rechazado por siglos la posibilidad de que Jesús de Nazaret haya podido ser el Hijo de Dios, en el mismo nivel divino del Padre.

Al leer el mismo versículo, los primeros teólogos católicos se esforzaron por establecer en la doctrina de la Trinidad un Dios que abarcaba al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como personas distintas y al mismo tiempo un solo Dios trino.

¿Cómo, pues, debemos entender este versículo?

Uno de los principios fundamentales para entender la Biblia es que debemos tener en cuenta todos los pasajes relacionados con determinado tema. Sólo entonces podremos llegar a un entendimiento cabal y correcto del asunto.

En otros pasajes claramente se nos menciona que dos seres separados, el Padre y Jesucristo el Hijo, ambos son Dios (Hebreos 1:8; Juan 1:1, Juan 1:14). Por tanto, debemos analizar si tal versículo tiene que ver con el sentido de que, numéricamente, Dios es uno, o si trata de algo totalmente diferente.

El vocablo hebreo traducido como “uno” en Deuteronomio 6:4 es echad, cuyo significado abarca el número uno, pero también quiere decir “uno y el mismo”, “juntos [unidos], como un hombre”, “cada, todos”, “uno tras otro” y “primero [en secuencia o importancia]” (Brown, Driver y Briggs, A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament [“Diccionario hebreo-inglés del Antiguo Testamento”], 1951, p. 25). También puede significar “único”, como se traduce en la Nueva Versión Internacional. Por medio del contexto puede encontrarse el significado exacto.

En el caso que nos ocupa, varias interpretaciones podrían ser gramaticalmente correctas y coherentes con otras declaraciones bíblicas.

En Deuteronomio 6:4 Moisés pudo sencillamente estar diciéndoles a los israelitas que el verdadero Dios, su Dios, debía ser el primero, lo más importante, en sus vidas. La incipiente nación acababa de salir de la esclavitud egipcia, cuya cultura estaba plagada de dioses falsos, y estaba a punto de llegar a una tierra cuyos habitantes estaban también hundidos en la adoración de muchos dioses y diosas de la fertilidad, la lluvia, la guerra, los viajes, etc. Dios, por medio de Moisés, seriamente les advirtió a los israelitas sobre los peligros que tendrían que enfrentar si se olvidaban de él por seguir a dioses falsos.

Esta interpretación, de que Dios debía ser lo más importante en la vida de los israelitas, se apoya fuertemente en el contexto. En el versículo siguiente leemos: “Y amarás al Eterno tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”.

Este pasaje es el meollo de varios capítulos que hablan acerca de las bendiciones que recibirían por seguir fielmente al Dios verdadero, y por rehuir las costumbres idólatras de los pueblos que habrían de expulsar de la Tierra Prometida. Jesús mismo se refirió a Deuteronomio 6:4-5 como “el primer mandamiento de todos” (Marcos 12:28-30; Mateo 22:36-38).

La traducción “único” también concuerda con este contexto. Es decir, los israelitas no debían tener ningún otro dios; debían adorar solamente al Dios verdadero.

Otro punto de vista sobre este pasaje se basa en la raíz del vocablo echad, la cual es achad. Esta palabra significa “unificar” o “ir en un sentido o en otro” (Strong’s Exhaustive Concordance of the Bible [“Concordancia completa de la Biblia, de Strong”]). En otras palabras, echad también puede significar “en unidad” o “un grupo unido como uno”.

En varios pasajes podemos ver claramente que echad significa más de una persona en unidad como un grupo. En Génesis 11:6 leemos que Dios dijo: “He aquí, el pueblo es uno [echad] . . .”. En Génesis 2:24 leemos que dijo: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola [echad] carne”.

Cuando leemos acerca de un grupo grande de personas que actúan como una, o de un hombre y su esposa que vienen a ser una sola carne en su relación conyugal, entendemos que son varias personas. Desde luego no suponemos que tales personas, aunque unidas en espíritu e intención, físicamente se han amalgamado como un solo ser.

Dios el Padre y Jesucristo el Hijo tienen claramente una misma mentalidad y propósito. Refiriéndose a su misión, Jesús dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” y “. . . no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre” (Juan 4:34; Juan 5:30).

Hablando de la relación entre ellos, Jesús dijo: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Cuando oró por sus seguidores, tanto los de ese tiempo como los que habrían de venir después, pidió que estuvieran unidos en mente y en propósito así como lo estaban él y el Padre. “Mas no ruego solamente por éstos [sus primeros discípulos], sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros. . .” (Juan 17:20-21).

Sin importar la traducción que aceptemos, ya sea “El Eterno nuestro Dios, el Eterno es primero”, “El Señor, nuestro Dios, es solamente uno” (Nueva Biblia Española), o “El Eterno nuestro Dios, el Eterno uno es”, ninguna limita a Dios a un solo ser. Y, a la luz de los pasajes que hemos visto, y otros, resulta claro que Dios es una pluralidad de seres, una pluralidad unificada. En otras palabras, Dios el Padre y Jesús el Hijo forman una familia perfectamente unida.