Los nombres de Dios revelan mucho acerca de él

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En la Biblia se hace uso de una variedad de nombres para referirse a Dios. Él llama las cosas por lo que son, y se llama a sí mismo por lo que él es.

Algunos de sus nombres describen sus atributos y características personales; otros son sus títulos de posición, poder y autoridad. Se le llama “el Anciano de Días” y “el Altísimo”. Se le revela como nuestro Creador, Padre, Proveedor, Señor, Rey, Sanador, Redentor y Salvador.

A fin de entender la importancia del significado de un nombre divino, examinemos el nombre más significativo en el Antiguo Testamento. En el hebreo es YHVH, que con frecuencia se traduce como Yahveh, Señor o Jehová*. Este nombre lo distingue de los falsos dioses de otros pueblos; lo establece como el Dios vivo y verdadero de Israel.

El nombre Yahveh se deriva de una raíz hebrea que significa “ser”. Dios utilizó esta palabra para contestarle a Moisés cuando le preguntó su nombre. Dios le respondió: “Yo soy el que soy” (Éxodo 3:14). Otra posible traducción de esto es: “Seré lo que seré”.

Consideremos el cuadro siguiente: En el tiempo de la salida de Egipto, Dios se hizo presente al antiguo pueblo de Israel por medio de un pilar de fuego durante la noche y por una nube que los cubría durante el día. Antes ya se había manifestado ante Moisés “en una llama de fuego en medio de una zarza” que ardía pero no se consumía (Éxodo 3:2). Este nombre revela claramente que el Dios vivo, según se relaciona con nosotros, puede ser y puede hacer lo que desee. Puede revelarnos su poder y su presencia en la forma que él quiera.

En la Biblia se nos dice que el nombre Yahveh se refiere al “Dios eterno” (Génesis 21:33). Un significado similar lo encontramos en el Apocalipsis: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último” (Apocalipsis 22:13). En otras palabras: “Yo soy el Eterno”.

Estas descripciones o nombres nos muestran claramente que nuestro Creador siempre ha existido y siempre existirá. No sólo tiene vida eterna en sí mismo, sino que también tiene el poder para dar la inmortalidad como un don a quienes él quiera.

Es muy importante que al traducir los nombres de Dios de un idioma a otro conservemos el significado del nombre, no su sonido fonético. El Antiguo Testamento fue escrito principalmente en hebreo y el Nuevo Testamento en griego. Los nombres de Dios fueron traducidos libremente del hebreo al griego, lo cual es un claro ejemplo de que no es incorrecto en ningún aspecto traducir los nombres de Dios de un idioma a otro.

Recordemos que Dios quiere que lo conozcamos y reconozcamos por lo que él es. Por lo tanto, al traducir la Biblia de un idioma a otro, lo más importante es el significado de sus nombres, no su sonido ni su forma ortográfica.


* La palabra Jehová es una adaptación inexacta al español del nombre hebreo YHVH. El término erróneo Jehová se deriva de la combinación, en hebreo, de las consonantes del nombre Yahveh con las vocales de la voz adonai (“señor”).