¿Siguen vigentes las fiestas bíblicas en la actualidad?
Cuando Dios empieza algo, casi siempre lo empieza en pequeña escala. En Mateo 13:31-33 vemos que Jesús comparó el Reino de Dios con un grano de mostaza y con la levadura. Ambas parábolas empiezan con algo pequeño que va creciendo hasta hacerse mucho más grande. Asimismo, en los tiempos del Antiguo Testamento, Dios llamó a un número relativamente pequeño de personas que estaban dispuestas a obedecerle y seguir sus caminos.
Al principio del relato bíblico podemos ver que sólo unos pocos obedecieron a Dios. No obstante, los primeros patriarcas, entre ellos Abel, Enoc y Noé, respondieron en forma positiva a lo que Dios les reveló acerca de su plan de salvación (Mateo 23:35; Hebreos 11:4-7). Después del diluvio en los días de Noé, Dios vio que Abraham y su esposa Sara le serían fieles. Con referencia a los que en tiempos antiguos obedecieron a Dios, en Hebreos 11:13 se nos dice que “conforme a la fe murieron todos éstos”, estando seguros de que recibirían la vida eterna (vv. 39-40).
Podemos ver que Dios ya estaba llevando a cabo su plan de salvación en la vida de esas personas. El plan de Dios no empezó con el pacto que hizo con el antiguo Israel; tampoco empezó con la predicación de Jesucristo.
“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). El amor de Dios al dar a su Hijo fue una continuación del plan que había tenido desde el principio del mundo (Mateo 25:34; Apocalipsis 13:8). Las fiestas de Dios habrían de revelar, a su debido tiempo, las diferentes etapas de ese plan; no fueron algo que simplemente se le ocurrió imponerle al hombre después de haberlo creado.
La historia de una familia
Por medio de la familia de Abraham, Dios empezó a revelar las buenas noticias de su plan de salvación (Gálatas 3:8). En Génesis 26:3-4 encontramos promesas específicas que Dios les hizo a Abraham y sus descendientes. El Creador dijo que los bendeciría “por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” (v. 5). Quizá esta es la razón por la que en la Biblia a Abraham se le llama “amigo de Dios” y “padre de todos los creyentes” (Santiago 2:23; Romanos 4:11-12; Génesis 18:17-19).
Los descendientes de Abraham llegaron a ser una nación “grande y fuerte” (Génesis 18:18). Recibieron el nombre de Jacob (nieto de Abraham), cuyo nombre fue cambiado a Israel (Génesis 32:28). No mucho tiempo después de haberse establecido en Egipto fueron esclavizados (Éxodo 1). El relato de la libertad que Dios le dio al pueblo de Israel, al igual que la libertad que hoy da a los que él llama, está inseparablemente ligado a las fiestas de Dios.
A su debido tiempo, Dios inició una serie de acontecimientos que llevaron a la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto. Con esto empezó a mostrarles su plan de salvación, que se representa en sus fiestas santas. Cuando Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón, le anunciaron lo que el Dios de Israel le ordenaba: “Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto” (Éxodo 5:1).
Ya antes, Moisés y Aarón habían convocado a los ancianos de Israel y les habían explicado el plan de Dios para liberarlos (Éxodo 3:16-18). Entonces, siguiendo las instrucciones de Dios, Moisés y Aarón hicieron varios milagros delante del pueblo (Éxodo 4:29-30). Al ver esto, los israelitas (aunque después fallaron) creyeron que, tal como lo había prometido, Dios los libertaría y cumpliría el pacto que había hecho con Abraham (Éxodo 4:31; Éxodo 6:4-8).
Luego, Israel guardó por primera vez la Pascua y los Días de Panes sin Levadura. Mucho tiempo después, la iglesia del Nuevo Testamento también guardó estas mismas fiestas como un recordatorio de la liberación de las consecuencias del pecado que los cristianos reciben por medio de Jesucristo. Por ejemplo, el apóstol Pablo les dijo a los cristianos de Corinto —tanto judíos como gentiles— que deberían estar “sin levadura”, o sin pecado, “porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7). En el versículo siguiente dice: “Así quecelebremos la fiesta”, refiriéndose explícitamente a la misma fiesta que Dios había instituido muchos siglos antes para el antiguo Israel.
Las fiestas de Dios en el Nuevo Testamento
Desde niño, Jesús celebró las fiestas bíblicas junto con sus padres. En Lucas 2:41 se nos dice: “Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua”. En los versículos 42 al 48 podemos leer que en una de esas ocasiones, cuando Jesús tenía 12 años de edad, estuvo dialogando con los teólogos en el templo. Resulta evidente que estos dirigentes religiosos estaban maravillados con su inteligencia y perspicacia. En Juan 2:23 y Juan 4:45, y en Lucas 22:15, podemos ver que Jesús nunca dejó de celebrar las fiestas de Dios.
En uno de los pasajes más significativos, vemos que Jesús arriesgó su propia seguridad para poder asistir a dos de estas convocaciones anuales: la Fiesta de los Tabernáculos y la del Último Gran Día (Juan 7:1-2, Juan 7:7-10, Juan 7:14). “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (vv. 37-39).
Muchas iglesias creen que el apóstol Pablo cambió la forma en que los cristianos deben adorar a Dios. Según este concepto, se supone que él enseñó a los gentiles que no era necesario obedecer la ley de Dios y celebrar las fiestas bíblicas. Aunque algunas de las cosas que escribió eran difíciles de entender, incluso para sus contemporáneos (2 Pedro 3:15-16), sus afirmaciones explícitas y los hechos de su vida desmienten el concepto de que él hubiera descuidado o abolido la celebración de las fiestas que Dios ordenó.
Por ejemplo, en 1 Corintios 11:1 les dijo a sus seguidores: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”. Y en seguida agregó: “Os alabo, hermanos, porque . . . retenéis las instrucciones tal como os las entregué” (v. 2). Luego explicó: “Yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí” (vv. 23-24).
Los comentarios que Pablo hizo a los judíos y gentiles en Corinto no hubieran tenido ningún sentido si ellos no hubieran estado guardando las fiestas ordenadas en las Sagradas Escrituras. Resulta claro que este apóstol nunca trató de persuadir a los cristianos que dejaran de celebrar las fiestas bíblicas; para él, esto hubiera sido inconcebible (Hechos 24:12-14; Hechos 25:7-8; Hechos 28:17).
Por el contrario, la historia del ministerio de Pablo muestra vez tras vez que las fiestas de Dios eran ocasiones muy especiales en su vida. Por ejemplo, a los cristianos de Éfeso les dijo: “Es necesario que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene” (Hechos 18:21). En Hechos 20:16 y 1 Corintios 16:8 podemos ver que Pablo programó su itinerario de manera que en ambos casos pudiera estar en determinado lugar para guardar la Fiesta de Pentecostés. Lucas, compañero de Pablo en varios de sus viajes, habló de un tiempo del año en que ya había pasado “el ayuno”, una referencia al Día de Expiación (Hechos 27:9).
Refiriéndose a Hechos 20:6, The Expositor’s Bible Commentary hace notar que Pablo, no pudiendo llegar a Jerusalén para la Pascua, “permaneció en Filipos para celebrarla y [también] la Fiesta de los Panes sin Levadura que duraba una semana . . .” (“Comentario bíblico del expositor”, 9:507). Con respecto a Hechos 20:16, el mismo comentario menciona que Pablo “quería, de serle posible, llegar a Jerusalén para [la Fiesta de] Pentecostés en el quincuagésimo día después de la Pascua . . .” (p. 510).
El apóstol Pablo celebraba las fiestas bíblicas junto con los demás miembros de la iglesia. En defensa del mensaje que predicaba, dijo que era el mismo que enseñaban los otros apóstoles: “Porque o sea yo o sean ellos, así predicamos, y así habéis creído” (1 Corintios 15:11).
Las enseñanzas tanto de Pablo como de los demás apóstoles hacen hincapié en la obligación que tienen los cristianos de seguir el ejemplo de Jesucristo en todos los aspectos. El apóstol Juan, quien escribió a fines del primer siglo, resumió el mensaje así: “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6).
Los judíos creyentes continuaron celebrando las fiestas bíblicas, y también lo hacían los gentiles cristianos (ver el recuadro “Colosenses 2:16 confirma que los gentiles cristianos celebraban las fiestas bíblicas”, pp. 62-63). Tomando en cuenta todo lo que hemos mencionado hasta aquí, sólo podemos llegar a la conclusión de que la iglesia apostólica continuó celebrando fielmente estas fiestas dadas por Dios, la primera de las cuales es la Pascua.