La Fiesta de los Tabernáculos
Jesucristo reinará en toda la tierra
En su primer sermón después de haber recibido el Espíritu Santo en el Día de Pentecostés, el apóstol Pedro resumió la exhortación que Dios hace a la humanidad: “Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señortiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo” (Hechos 3:19-21).
¿Qué son estos “tiempos de refrigerio” y “tiempos de la restauración de todas las cosas” de que Pedro habló? El plan divino de salvación tiene que ver con restauración, y la Fiesta de los Tabernáculos representa el tiempo en que esto se realizará a escala mundial. La restauración empezará con el retorno de Jesucristo y el encadenamiento de Satanás. Cuando se cumplan estas cosas, que están simbolizadas en la Fiesta de las Trompetas y el Día de Expiación, entonces estará formada la base para que toda la creación sea restaurada en paz y armonía con Dios.
La Fiesta de los Tabernáculos (Levítico 23:27, Levítico 23:34) representa los mil años del reinado de Jesucristo a partir de su retorno a la tierra (Apocalipsis 20:4). A este período con frecuencia se le llama el Milenio.
Esta fiesta simboliza la gran cosecha de la humanidad cuando todos conocerán los caminos de Dios y el hombre por fin podrá gozar de la relación que Dios siempre quiso tener con él (Isaías 11:9-10). Ese maravilloso tiempo de paz también está representado por el descanso del sábado, el día de reposo semanal (Hebreos 4:1-11).
Al principio, Dios creó la humanidad para que colaborara con él en una hermosa relación de amor, paz y obediencia a sus leyes. Al concluir su creación, “vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Pero ese tiempo de paz y armonía se terminó en forma brusca debido al engaño de Satanás y a la desobediencia de la primera pareja (Génesis 3:1-6). La desobediencia apartó al hombre del camino de Dios (vv. 21-24). Unos capítulos más adelante se describe el trágico resultado: “Y vio el Eterno que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5).
Esta ruptura de la relación entre Dios y el hombre ha continuado hasta nuestro tiempo. El apóstol Pablo habló al respecto en Romanos 5:12: “Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Pablo también sabía que Jesucristo repararía esa ruptura causada por la desobediencia del hombre: “Por cuanto la muerte entró por un hombre [Adán], también por un hombre [Cristo] la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:21-22).
Isaías predijo la restauración del mundo
Por medio del profeta Isaías, Dios reveló algunos aspectos de su maravilloso plan para restaurar el mundo. En un tiempo en que el antiguo Israel estaba siendo castigado por su constante desobediencia, Dios inspiró a Isaías para que alentara a la gente por medio de la promesa de que habría de venir un mundo mejor.
En cierta ocasión, después de citar una de las profecías de Isaías, Jesús hizo referencia al entendimiento especial que se le había dado a este profeta: “Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él” (Juan 12:41). Este siervo de Dios no sólo profetizó acerca del ministerio terrenal de Jesús, sino que también escribió acerca de su retorno, cuando vendrá con poder y gran gloria (Isaías 66:15-16).
El gobierno mesiánico de Jesucristo tendrá como fundamento la ley de Dios: “Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Eterno como cabeza de los montes . . . Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Isaías 2:2-3).
Un mundo de paz y prosperidad
En ese tiempo toda la creación estará en armonía con Dios y habrá paz universal. El rey David dijo: “Mucha paz tienen los que aman tu ley” (Salmos 119:165). ¡Imaginémonos cómo será el mundo cuando todos conozcan y vivan conforme a la ley de Dios! Pero el conocimiento, por sí solo, no es lo que producirá esta asombrosa transformación. Tendrá que operarse un cambio espiritual en toda la gente. Dios nos explica cómo sucederá: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:26-27).
Por medio de su santo Espíritu, Dios obrará en la gente para que lo obedezcan de todo corazón. Empezarán a interesarse más por los demás que por ellos mismos. Cada uno empezará a considerar a los demás como “superiores a él mismo” (Filipenses 2:3). En lugar de preocuparse sólo por sí mismos en forma egoísta, su interés principal será el de ayudar a sus semejantes. No habrá robos ni existirá la falta de respeto hacia las personas o hacia sus propiedades. Debido a que finalmente el mundo estará en paz, las naciones “volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4; Miqueas 4:3).
Durante este lapso de mil años, Dios transformará hasta la naturaleza de los animales salvajes, lo que será un reflejo de la paz y armonía que disfrutarán los seres humanos. En Isaías 11:7-9 se nos habla acerca de este hermoso tiempo: “La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar”.
Los efectos del pecado desaparecerán
Dios sanará las enfermedades y otros males físicos. La profecía de Isaías nos habla del tiempo en que “los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo . . .” (Isaías 35:5-6).
Más importante aún será la curación espiritual que habrá de efectuarse. Según la profecía de Isaías, Jesucristo terminará la obra sanadora que empezó durante su ministerio físico: “El Espíritu del Eterno el Señor está sobre mí, porque me ungió el Eterno; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad del Eterno, y del día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza . . .” (Isaías 61:1-3; Lucas 4:18-19). En ese tiempo empezarán a desaparecer las consecuencias o efectos acumulados del pecado, fruto de todas las generaciones en que el hombre ha seguido los caminos de Satanás.
A la Fiesta de los Tabernáculos también se le llama “la fiesta de la siega” (Éxodo 23:16) porque coincidía con el fin de la cosecha anual en la tierra de Israel. Por eso Dios ordenó: “Os alegraréis delante del Eterno vuestro Dios” (Deuteronomio 12:12, Deuteronomio 12:18; Deuteronomio 14:26). Esta fiesta era de regocijo por las abundantes cosechas con que Dios los bendecía.
El mismo tema de la abundancia en las cosechas continúa en el cumplimiento futuro de esta fiesta. Por medio de Isaías, Dios también hizo saber que los desiertos serán transformados en tierras fértiles, “porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de aguas” (Isaías 35:6-7). En ese tiempo la tierra producirá abundantes cosechas: “He aquí vienen días, dice el Eterno, en que el que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la simiente; y los montes destilarán mosto, y todos los collados se derretirán” (Amos 9:13).
El significado de los tabernáculos
El nombre de la Fiesta de los Tabernáculos proviene del mandamiento que Dios le dio al antiguo Israel de que construyeran habitaciones temporales —tabernáculos o cabañas— donde habían de vivir durante esta festividad. Los israelitas salían de sus casas y construían moradas temporales (en hebreo succah, que significa “choza construida de ramas”) en las que vivían mientras se regocijaban ante Dios. Esto les recordaba que cuando fueron liberados de la esclavitud en Egipto Dios les hizo vivir en tabernáculos (Levítico 23:34, Levítico 23:41-43). En contraste con la dura vida de la esclavitud, en esta fiesta resaltan la paz, el descanso, la paz y la prosperidad a medida que se suplen las necesidades de la gente, incluso los extranjeros, las viudas y los pobres.
La Biblia hace hincapié en que, como en el caso de los tabernáculos o moradas temporales, nuestra vida es transitoria. El apóstol Pablo trata este tema en 2 Corintios 5:1-2: “Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial”.
En el capítulo 11 de la Epístola a los Hebreos se mencionan algunos de los fieles siervos de Dios que “conforme a la fe murieron . . . sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos en la tierra” (v. 13). La Fiesta de los Tabernáculos es un recordatorio anual de nuestra condición temporal y de que también nosotros buscamos “una patria” (v. 14).
Esta lección se graba más en nuestra mente cuando viajamos a alguno de los lugares donde se celebra la Fiesta de los Tabernáculos y habitamos en moradas temporales como hoteles y campamentos. Esta fiesta nos recuerda que, a pesar de todas las posesiones materiales que podamos tener, aún somos mortales y no podemos heredar la vida eterna sin ser transformados de carne a espíritu (1 Corintios 15:50-54).
En el relato de la visión que se conoce como la transfiguración, Jesús les permitió a Pedro, Jacobo y Juan tener una vislumbre del Reino de Dios. En la visión, Cristo glorificado hablaba con Moisés y Elías. La reacción inmediata de Pedro fue sugerirle a Jesús que les dejara construir tres enramadas o tabernáculos. Es evidente que él entendía la importante relación que hay entre los tabernáculos y nuestra búsqueda de la vida eterna en el Reino de Dios (Mateo 17:1-9; Lucas 9:27-36).
El papel de los santos resucitados
Tal como se representa en la Fiesta de los Tabernáculos, durante el Milenio los habitantes del mundo entero serán juzgados (Isaías 2:4; Isaías 51:4-5). Ese período de juicio será un tiempo en que todos tendrán oportunidad de recibir la salvación. Con este propósito Dios ha apartado mil años durante los cuales los santos resucitados —las primicias de la cosecha de Dios— reinarán con Cristo en la tierra como reyes y sacerdotes de manera que muchos otros puedan entrar en el Reino de Dios (Apocalipsis 5:10; Apocalipsis 20:6). El propósito de Dios es “llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10).
Jesús prometió: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones” (Apocalipsis 2:26). La gente que resucite al retorno de Cristo tendrá la singular oportunidad de trabajar con él para ayudar a las naciones a cultivar una estrecha relación con Dios. (Si desea más información sobre este tema, no deje de solicitar o descargar nuestro folleto gratuito Nuestro asombroso potencial humano.)
La base de esta relación es la instrucción sobre la ley de Dios y la celebración de estas mismas fiestas santas: “Todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, al Eterno de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos” (Zacarías 14:16). Otros profetas definen este tiempo como una época en que el conocimiento de Dios llenará la tierra “como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9; Habacuc 2:14).
Muchos estarán colaborando con Jesucristo en este programa mundial de educación para ayudar a otros a entender los caminos de Dios. Con referencia a este tiempo, Isaías dice: “Tus maestros nunca más te serán quitados, sino que tus ojos verán a tus maestros. Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (Isaías 30:20-21).
El llamamiento para enseñar a otros a fin de que puedan entender los caminos de Dios y reconciliarse con él es una oportunidad maravillosa. Cada uno de los que sirvan en este aspecto será llamado “reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar” (Isaías 58:12).
Actualmente, Dios está llamando a unas cuantas personas para que salgan del mundo y sean su pueblo escogido, santificado y redimido (2 Corintios 6:16-7:1). Estas personas deben llevar una vida ejemplar, ya que Dios las está preparando para servir durante el Milenio y aun después: “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras” (1 Pedro 2:11-12).
Un conflicto final
A pesar de que Dios desea que “todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4), nunca obliga a nadie a que lo obedezca. Cada persona está en libertad de elegir lo que hace: aceptar o rechazar el camino de vida de Dios.
Al final de los mil años Dios permitirá que Satanás ponga a prueba la condición espiritual de la gente. En Apocalipsis 20:7-10 se habla de este tiempo. Satanás será suelto de su prisión y le será permitido engañar a los que no se hayan convencido de la perfecta justicia de Dios. Esta trágica rebelión final en contra de Dios será aplastada, y él destruirá en el fuego a los que hayan seguido a Satanás. La engañosa, perniciosa y destructiva influencia de Satanás sobre la humanidad finalmente terminará para siempre.
Entonces todo estará listo para los acontecimientos representados en otra de las fiestas de Dios. Hasta aquí hemos visto que a todos los que estén vivos al retorno de Jesucristo, así como a todos sus descendientes durante el Milenio, se les brindará una maravillosa oportunidad para recibir la salvación. Pero ¿qué de los miles de millones de personas de todas las generaciones pasadas que vivieron y murieron sin entender —o siquiera oír— la verdad de Dios? Y ¿qué de los que mueran —sin haberse arrepentido— durante los terribles acontecimientos previos al retorno de Jesucristo? ¿Cómo y cuándo les ofrecerá Dios la salvación? En el capítulo siguiente responderemos a estas preguntas.