Cómo celebrar las fiestas de Dios
Una vez que nos damos cuenta de la gran importancia de las fiestas bíblicas para la humanidad y del inapreciable valor que tienen en el mundo actual, es natural que queramos aprender más acerca de cómo celebrarlas.
¿Dónde debemos celebrarlas? ¿Debemos hacerlo en casa o en alguna clase de servicio religioso? ¿Qué debemos hacer en estos días? ¿Le importa a Dios que desempeñemos nuestras labores cotidianas en tales días o debemos apartarlos para otro propósito? ¿Cómo afectará a nuestra familia y nuestro trabajo la celebración de estas fiestas?
Todas estas son preguntas importantes que debemos hacernos cuando aprendemos acerca de las fiestas de Dios. Analicemos algunos principios bíblicos que debemos tener en cuenta cuando nos encontramos frente a estos asuntos de la vida real.
Algunas de las fiestas bíblicas tienen formas específicas para su celebración que las hacen diferentes de las otras. Por ejemplo, sólo en la Pascua se participa del pan y el vino como símbolos de la muerte de Jesús. Los Días de Panes sin Levadura son la única fiesta en que Dios nos manda sacar la levadura de nuestras casas. El Día de Expiación también es singular en el sentido de que es la única fiesta que se guarda con ayuno. La celebración apropiada de estas fiestas incluye el reconocimiento y acatamiento de los aspectos que las distinguen, los cuales tienen como propósito el enseñarnos lecciones espirituales. Sin embargo, existen principios que se aplican a todas las fiestas. Primero, debemos recordar que estos días son santos para Dios. Son “las fiestas solemnesdel Eterno, las cuales proclamaréis como santas convocaciones” (Levítico 23:2).
Dios es el único que puede hacer santa alguna cosa, y él ha puesto estas fiestas muy por encima de cualquier celebración ideada por el hombre. Nosotros podemos apartar determinado tiempo con un propósito especial para Dios, pero únicamente Dios puede apartar un tiempo para que sea santo (Génesis 2:3; Éxodo 20:8, Éxodo 20:11). Cuando nosotros mostramos el respeto y aprecio apropiados hacia estas ocasiones tan especiales, también honramos a Dios mismo al reconocer su autoridad sobre nuestra vida. Para poder adorar a Dios cómo él ordena, es muy importante que entendamos este principio.
Nuestro Creador desea que la gente, por voluntad propia y con fe, siga todas sus instrucciones (Isaías 66:2). Una actitud humilde y de colaboración contrasta grandemente con la actitud de quienes sólo quieren hacer lo indispensable para salir adelante. El meollo del asunto es si en verdad amamos a Dios y si le creemos. En 1 Juan 5:3 el apóstol dice: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos”.
Dios ordena reuniones anuales
¿Cómo quiere Dios que nos comportemos en sus días de fiesta? Veamos esta sencilla instrucción: “Estas son las fiestas solemnes del Eterno, las convocaciones santas, a las cuales convocaréis en sus tiempos” (Levítico 23:4). Otras versiones emplean expresiones semejantes: “reuniones sagradas” (Biblia de Jerusalén), “reuniones santas” (Versión Popular), “asamblea santa” (Nueva Reina-Valera) o “asambleas sagradas” (Reina-Valera Actualizada), todas con el mismo significado. Estas son ocasiones especiales en las que debemos reunirnos con otros creyentes. Así como en el día de reposo semanal (el sábado), Dios ordena que su pueblo se reúna en cada una de sus fiestas anuales.
Dios subrayó para los primeros cristianos el principio de congregarse los sábados y en las fiestas santas con otros creyentes que también aprecian y guardan estos días: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:23-25). ¿Qué mejor tiempo para estimularnos y exhortarnos unos a otros que en los días que representan el magnífico plan divino de salvación?
Cuando nos reunimos durante estas fiestas anuales, Dios nos da la maravillosa oportunidad de aprender más acerca de su plan maestro de salvación. En Nehemías 8:2 se habla de un notable acontecimiento en cierta ocasión en que el pueblo de Dios se había reunido para celebrar la Fiesta de las Trompetas. Durante la reunión algunos de los levitas “hacían entender al pueblo la ley . . . Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura” (vv. 7-8). La iglesia apostólica continuó celebrando estas fiestas anuales en conformidad con estos principios, pero con una comprensión mucho más profunda de su significado espiritual (Hechos 2; 1 Corintios 5:6-8).
En el tiempo de Nehemías, debido a que el pueblo había descuidado las fiestas de Dios, necesitaba ser estimulado: “Y Nehemías el gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían entender al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día santo es al Eterno nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley. Luego les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo del Eterno es vuestra fuerza” (Nehemías 8:9-10). Después que se les enseñó la ley de Dios, “todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a obsequiar porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado” (v. 12).
Estos días especiales son para disfrutarse junto con toda la familia, ¡y con todos los que asistan! Esto es cierto particularmente durante la Fiesta de los Tabernáculos, en la que se dispone de suficiente tiempo para actividades recreativas propias para las familias, así como para regocijarse con el conocimiento que Dios nos revela.
Para que podamos regocijarnos en la forma apropiada durante las fiestas de Dios, debemos interrumpir nuestras labores cotidianas (Levítico 23:3, Levítico 23:7-8, Levítico 23:21, Levítico 23:25, Levítico 23:35-36). Notemos que aunque la preparación de alimentos representa un trabajo en las fiestas, Dios dice que hacer esta clase de trabajo es correcto. Sin embargo, en el Día de Expiación debemos dejar de hacer toda labor cotidiana, incluso, desde luego, la preparación de alimentos (vv. 28, 30-31).
También mostramos nuestra obediencia y entrega a Dios al solicitar permiso en nuestros lugares de empleo con el fin de poder guardar las fiestas bíblicas. La mayoría de las personas pueden obtener permiso para faltar a su trabajo durante estos días, si con la debida anticipación y en forma respetuosa hablan con sus jefes o patrones. Asimismo, es nuestra responsabilidad hacer uso de sabiduría y paciencia cuando notifiquemos a nuestros familiares nuestra decisión de guardar estas fiestas.
Vivir por fe
Nuestra decisión de obedecer los mandamientos de Dios es cuestión de fe: “Por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7). Por tanto, cuando aprendemos acerca de las fiestas santas es muy importante que empecemos a guardarlas. Aunque tal vez al principio no entendamos todo, aprenderemos mucho más cuando de hecho empecemos a celebrarlas. Como escribió el salmista: “El principio de la sabiduría es el temor del Eterno; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos” (Salmos 111:10).
Si usted quiere saber más acerca de la celebración de las fiestas bíblicas, puede escribir con toda confianza a cualquiera de las direcciones anotadas al final de este folleto. Si lo desea, podemos pasar su carta a uno de nuestros ministros que vive cerca de usted, para que le informe sobre el lugar y la hora de estas reuniones.
En resumen, las fiestas de Dios son un tiempo de felicidad, no sólo por su significado para nosotros sino también por la maravillosa esperanza que encierran para toda la humanidad. Celebrar las fiestas nos recuerda el inmenso amor que Dios tiene por el hombre. Adorar a Dios en esta forma es un gozo y un placer. ¡Estas fiestas son verdaderos regalos de Dios para su pueblo!