¿Cómo podemos entender las Escrituras?

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El apóstol Pablo enunció uno de los principios esenciales del estudio de la Biblia: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17). Cuando Pablo escribió esto, el término Escritura se refería a lo que ahora conocemos como el Antiguo Testamento. En ese entonces, los escritos que más tarde se conocerían como el Nuevo Testamento no habían sido reconocidos como parte de las Escrituras; algunos ni siquiera habían sido escritos.

La Biblia se nos presenta como un todo; en ella hay unidad. Toda la Escritura es inspirada por Dios y es una guía para la conducta humana. Si queremos entender la Biblia claramente, es necesario que estudiemos todos los pasajes que hay respecto a determinado tema. De esta manera dejamos que la Biblia se interprete a sí misma y nos dé el cuadro completo y coherente sobre cuál es la voluntad de Dios y cuál es su instrucción respecto al tema que estamos investigando.

Si leemos cada pasaje en forma aislada, sin tener en cuenta todo lo que la Biblia nos dice, ésta nos parecerá una simple colección de pensamientos y escritos contradictorios en lugar de la revelación de Dios. Lo que Pablo nos dice en 2 Timoteo 3:16-17 nos muestra la premisa fundamental que debe guiar nuestro estudio e interpretación de la Biblia: todaella es la inspirada revelación de Dios.

En Génesis 9:3 encontramos un caso en el que podemos aplicar este principio acerca de cómo entender correctamente lo que la Escritura nos dice. En este versículo leemos: “Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo”. Si analizamos estas palabras dentro de un contexto más amplio, vemos que lo que aquí se dice, en términos generales, es que hay tanto animales como plantas que fueron creados para la alimentación del hombre.

En otros pasajes Dios nos especifica que no todos los animales son propiospara el consumo humano, como tampoco lo son todas las plantas verdes. De hecho, ciertas plantas y ciertos animales son tan venenosos que incluso pueden ser mortales para quien los coma. Sin embargo, en el reino animal hay una fuente de alimentación para el hombre, según lo establece en términos generales el versículo 3 de Génesis 9.

Algunos que siguen un método erróneo para interpretar las Escrituras afirman que este pasaje anula la distinción entre los animales limpios y los inmundos que existía en Génesis 7. Pero el error de este método consiste en que impone restricciones a la Palabra de Dios en forma arbitraria. El resultado es que las leyes divinas (y, por ende, Dios mismo) parecen caprichosas y arbitrarias. Pero Dios no es así, pues él no cambia (Malaquías 3:6; Santiago 1:17). Las Escrituras no se anulan ni se contradicen, sino que se complementan de tal manera que revelan un cuadro completo de la voluntad del Eterno.

Dios espera que con la guía de su santo Espíritu aprendamos a entender y a aplicar correctamente los principios revelados en su Palabra (2 Timoteo 2:15).