Un planeta perfecto para la vida

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¿Acaso la vida en nuestro planeta podría ser la obra de un relojero ciego, o sencillamente de nadie? ¿Podría ser simplemente resultado de la casualidad?

Algunos científicos han llegado a la conclusión de que quizá la Tierra es el único planeta en el universo en que puede haber vida, ya que las condiciones necesarias para que ésta exista son tan específicas que la posibilidad de que haya vida en otros planetas es infinitesimal.

La atmósfera

La atmósfera terrestre es uno de los aspectos de nuestro planeta que está perfectamente dispuesto para que haya vida. Ningún otro planeta en nuestro sistema solar tiene algo ni siquiera remotamente parecido. Arriba en la atmósfera, el ozono intercepta las radiaciones dañinas provenientes del Sol. Además, la atmósfera nos protege de la inmensa mayoría de los bólidos, calcinándolos mucho antes de que puedan llegar a la superficie terrestre. Si esto no fuera así, causarían grandes daños y pérdidas de vida.

Nuestra atmósfera contiene una mezcla de gases en la proporción perfecta para mantener la vida. El 21 por ciento del aire es oxígeno. Sin oxígeno, tanto los seres humanos como los animales morirían en pocos minutos. Pero demasiado oxígeno es tóxico y hace más inflamables los materiales combustibles. Si la proporción de oxígeno en el aire subiera tan sólo al 24 por ciento, se producirían gigantescos incendios que serían tremendamente destructivos y difíciles de controlar.

El nitrógeno, que diluye el oxígeno, forma el 78 por ciento de la atmósfera terrestre. También cumple una función importante como fertilizante de las plantas. Diariamente, en todos los lugares donde se producen tormentas, millones de rayos luminosos combinan nitrógeno con oxígeno dando origen a nuevos compuestos que, al llover, son aprovechados por las plantas.

Gran parte del resto de la atmósfera se compone de bióxido de carbono, sin el cual no existiría la vida vegetal. Las plantas necesitan del bióxido de carbono, el cual absorben al tiempo que despiden oxígeno. En los humanos y en los animales el proceso se invierte: respiramos oxígeno y exhalamos bióxido de carbono. Mediante este portentoso y preciso ciclo simbiótico, las plantas mantienen la vida humana y animal, y viceversa.

Aun el grosor de la corteza terrestre tiene que ver con la regulación de nuestra atmósfera. Si la corteza terrestre fuera más gruesa, entonces el oxígeno se acumularía debajo de la superficie como óxidos. Si fuera más delgada, estaríamos expuestos constantemente a terremotos y tremendas erupciones volcánicas que llenarían de ceniza la atmósfera.

¿Cuán importante es el perfecto equilibrio de nuestra atmósfera? En Venus, el planeta vecino, existe lo que se ha pensado es un incontrolado efecto de invernadero en el cual el calor está atrapado y no puede escapar. Un astrónomo de la NASA ha explicado que la Luna, nuestro estéril satélite, “es un lugar hospitalario comparado con Venus, donde, desde una altura de 40 kilómetros cae una lluvia de ácido sulfúrico concentrado sobre una superficie que está tan caliente como plomo derretido” (Robert Jastrow, God and the Astronomers [“Dios y los astrónomos”], 1992, p. 117).

Tamaño y posición

Otra condición que hace a nuestro planeta propicio para la vida es su tamaño, el cual determina su fuerza de gravedad y el efecto que ésta tiene en la atmósfera. Si su tamaño fuera sólo un poco más grande, la fuerza de gravedad sería un poco más fuerte y haría que el hidrógeno, un gas liviano, no pudiera escaparse de tal fuerza y entonces se acumularía en la atmósfera, haciendo imposible que hubiera vida en nuestro planeta. En el caso de que la Tierra fuera un poco más pequeña, el oxígeno, tan necesario para la vida, se escaparía y el agua se evaporaría. Por consiguiente, la vida humana no podría existir en nuestro planeta si éste fuera un poco más grande o más pequeño.

En su órbita alrededor del Sol, la Tierra se desplaza a una velocidad de aproximadamente 107.000 kilómetros por hora. A esa velocidad, la fuerza centrífuga de la Tierra equivale a la fuerza de gravedad del Sol, lo que permite que nuestro planeta se mantenga a la distancia apropiada del Sol. Si la velocidad fuera menor, el Sol iría atrayendo a la Tierra gradualmente, hasta quemar y destruir toda forma de vida. En el planeta Mercurio, por ejemplo, la temperatura durante el día es de unos 315 grados centígrados.

Por otro lado, si la velocidad de la Tierra fuera mayor, llegaría un momento en que estaría tan alejada del Sol que sería un planeta yermo y congelado como Plutón, que tiene una temperatura de unos 185 grados centígrados bajo cero, lo que también acabaría con toda forma de vida.

La Tierra gira con un ángulo de inclinación de 23,5 grados en relación con el Sol. Aunque no es un factor directamente relacionado con la presencia de la vida, este ángulo de inclinación origina el cambio de estaciones que podemos disfrutar. Si nuestro planeta no tuviera esta inclinación en su eje, el clima sería siempre el mismo, sin cambios de estación. Si la inclinación fuera mayor, los veranos serían bastante más calientes y los inviernos mucho más fríos, lo que causaría grandes estragos en los ciclos de las plantas y de la agricultura.

El agua vivificante

Son muchas las formas de vida que dependen del agua en su estado líquido. Esto quiere decir que la Tierra no debe estar ni demasiado cerca ni demasiado lejos del Sol. Los astrónomos consideran que si la distancia de la Tierra al Sol cambiara siquiera en un 2 por ciento, desaparecería toda forma de vida ya que el agua se congelaría o se evaporaría.

Otro aspecto que hace posible la vida en nuestro planeta son las características únicas del agua congelada. El hielo es algo tan común que muy pocos nos ponemos a pensar en que el equilibrio de la vida depende de las sencillas propiedades químicas del hielo.

El agua es una de las pocas sustancias que se expanden al ser congeladas. Cuando se congelan la mayoría de las sustancias, se hacen más densas y se hunden cuando son colocadas en un recipiente que contenga la misma sustancia en estado líquido. Pero eso no sucede con el hielo. Debido a que el volumen del agua, al congelarse, aumenta en un 10 por ciento, el hielo tiene la rara particularidad de flotar sobre el agua. Cuando en el invierno los ríos y lagos se congelan, se congelan de arriba hacia abajo. Si las características del hielo fueran iguales a las de la mayoría de las sustancias, se hundiría, y entonces los ríos y los lagos se congelarían de abajo hacia arriba. Así, muchos cuerpos de agua terminarían siendo enormes masas sólidas de hielo, lo que acabaría con casi todas las formas de vida que los habitan.

El astrónomo Hugh Ross hace notar otras formas en que la Tierra es un planeta perfecto para la vida: “Como lo reconocen ahora los bioquímicos, para que las moléculas vivificadoras obren de tal manera que los organismos puedan vivir, es necesario que haya un ambiente donde el agua líquida sea estable. Esto quiere decir que un planeta no puede estar ni muy cerca ni muy lejos de su estrella. En el caso del planeta Tierra, un cambio en la distancia del Sol tan pequeño como de un 2 por ciento privaría al planeta de toda vida . . . El período de rotación de un planeta donde haya vida no puede variar sino en un pequeño porcentaje. Si el planeta tarda más en girar, las diferencias de temperatura entre el día y la noche serán demasiado grandes. Por otro lado, si el planeta gira muy rápido, el viento soplará a velocidades catastróficas. Por ejemplo, un día calmado en Júpiter (cuyo período de rotación es de 10 horas) origina vientos de 1.600 kilómetros por hora . . .” (The Creator and the Cosmos [“El Creador y el cosmos”], 1993, pp. 135-136).

En contraste con las 10 horas de rotación de Júpiter, nuestro planeta vecino Venus gira una vez cada 243 días. Si la rotación de la Tierra tomara tanto tiempo, la vida vegetal no sería posible debido a la prolongada oscuridad y a los extremos de calor y frío que se producirían por los días y noches tan largos.

El asombroso sistema solar

El Dr. Ross explica cómo otros planetas en nuestro sistema solar desempeñan un importante papel en conservar la vida en la Tierra: “A fines de 1993, el científico planetario George Wetherell, de la Institución Carnegie en Washington, D.C., hizo un emocionante descubrimiento acerca del sistema solar. Al analizar en la computadora simulaciones de nuestro sistema solar, descubrió que si no hubiera un planeta del tamaño de Júpiter justamente en la posición en que éste se encuentra, llegarían a la Tierra cometas o restos de éstos con una frecuencia mil veces mayor que la actual. En otras palabras, sin Júpiter, impactos como el que destruyó a los dinosaurios serían cosa común.

“Veamos cómo funciona este sistema de protección. Júpiter tiene más del doble de tamaño que todos los demás planetas juntos. Debido a su gigantesca . . . fuerza de gravedad y su posición entre la Tierra y la nube de cometas que se encuentra alrededor del sistema solar, Júpiter atrae los cometas (por la gravedad) para que se estrellen en él . . . o, lo que es más común, los desvía (por la gravedad) fuera del sistema solar. Como dice Wetherell, si no fuera por Júpiter, ‘nosotros no estaríamos aquí estudiando el origen del sistema solar’.

“Tampoco estaríamos aquí si no fuera por la muy elevada regularidad en las órbitas tanto de Júpiter como de Saturno . . . el astrofísico francés Jacques Laskar comprobó que si los planetas más alejados fueran menos constantes [en sus órbitas], entonces el movimiento de los planetas más cercanos sería caótico, y la Tierra sufriría alteraciones orbitales de tal magnitud que trastornarían su estabilidad climática. En otras palabras, el clima en la Tierra no sería propicio para la vida . . . Por eso hasta las características de las órbitas de Júpiter y Saturno deben encajar dentro de ciertos límites estrechos para que la vida sea posible en la Tierra . . .

“La Luna también desempeña un papel importante para que haya vida. Entre los cuerpos del sistema solar, nuestra Luna es única debido a que es muy grande en relación con el tamaño de su planeta. Como resultado, la Luna ejerce una significativa atracción gravitacional sobre la Tierra. Gracias a este efecto, las aguas costeras se limpian y reponen sus elementos nutritivos, y la oblicuidad (la inclinación del eje de rotación en relación con el plano orbital) de la Tierra se estabiliza (un factor importante para evitar extremos climáticos) . . . Así vemos que la Tierra está perfectamente acondicionada para que haya vida, por medio de una variedad de características perfectamente coordinadas en la galaxia, estrella, planeta y luna nuestros.

“Este estudio de ninguna manera agota la lista de características que tienen que ser milimétricamente coordinadas para que pueda haber vida. En la literatura referente a la astronomía encontramos estudios acerca de más de 40 características que dependen de valores estrechamente definidos. Y esta lista crece con cada nuevo año de investigación” (ibídem, pp. 137-138).

No es de sorprenderse que el relato de la creación en el Génesis finalice con este resumen: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera . . .” (Génesis 1:31).