El silencio ensordecedor de los científicos
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El silencio ensordecedor de los científicos
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Mientras más profundamente exploran los científicos los misterios del universo, más pruebas encuentran de la existencia de Dios. Sin embargo, con mucha frecuencia guardan silencio con respecto a sus descubrimientos.
Un ejemplo de esto son los recientes descubrimientos acerca de la célula, la base de la vida. El Dr. Michael Behe, profesor de bioquímica, después de examinar los resultados de mucha investigación molecular, decidió hacer públicas las grandes implicaciones que para él tenía todo esto. Su libro, Darwin’s Black Box: The Biochemical Challenge to Evolution [“La caja negra de Darwin: El desafío bioquímico a la evolución”], contiene mucha información científica concreta, escrita en lenguaje claro, que establece su pasmosa conclusión. He aquí algunos de sus comentarios:
“En cierto modo, algunos científicos . . . son propensos a hacerse ilusiones . . . Por ejemplo, hace siglos se pensaba que los insectos y otros animales pequeños provenían directamente de alimentos en descomposición. Esto era fácil de creer porque se pensaba que los animales pequeños eran muy sencillos (antes de la invención del microscopio, los naturalistas pensaban que los insectos no tenían órganos internos).
“Pero a medida que fue avanzando la biología y que cuidadosos experimentos demostraron que la comida protegida no producía vida, la teoría de la generación espontánea fue relegada como algo que estaba más allá de los límites en los que la ciencia podía determinar lo que estaba sucediendo realmente. En el siglo 19 eso significó la célula. Cuando se dejaba cerveza, leche u orina en frascos por varios días, aun en frascos cerrados, siempre se tornaban turbias debido a algo que crecía en ellas.
“Los microscopios de los siglos 18 y 19 mostraron que lo que crecía eran células muy pequeñas que parecían estar vivas. Así que pareció razonable que sencillos organismos vivos pudieran formarse espontáneamente de los líquidos.
“La clave para convencer a la gente fue presentar a las células como ‘sencillas’. En la segunda mitad del siglo 19, uno de los principales promotores de la teoría de la generación espontánea fue Ernst Haeckel, gran admirador de Darwin y apasionado propagador de la teoría de éste.
“Partiendo de la limitada visión que los microscopios proveían de las células, Haeckel creyó que la célula era un ‘sencillo terrón de una combinación albuminada de carbón’, no muy distinto de una partícula microscópica de gelatina. A Haeckel le pareció que esa sencilla forma de vida, sin órganos internos, podía ser producida de materia inerte. Desde luego, ahora sabemos que no es así” (pp. 23-24).
¿Cuán intrincada es la célula? Richard Dawkins, evolucionista y profesor de zoología, hace notar que el núcleo de la célula contiene una base de datos codificada que, en cuanto a la información que contiene, es mayor que la información contenida en una enciclopedia de 30 tomos. Y esta cifra es por cada célula . . . El número total de células en el cuerpo (de un ser humano) es de cerca de 10 billones” (The Blind Watchmaker [“El relojero ciego”], pp. 17-18, énfasis en el original).
Más adelante en su libro, el Dr. Behe habla de la complejidad que los científicos han descubierto: “En los últimos cuatro decenios la bioquímica moderna ha descubierto los secretos de la célula. El progreso ha sido difícil de lograr. Ha sido necesario que un incontable número de personas haya dedicado lo mejor de sus vidas al tedioso trabajo de laboratorio . . .
“El resultado de todos estos esfuerzos para explorar la célula —explorar la vida en el ámbito molecular— es un grito fuerte, rotundo y penetrante de‘¡diseño!’ El resultado es tan diáfano y significativo que debe ser catalogado como uno de los logros más grandes en la historia de la ciencia. Este descubrimiento es tan importante como los de Newton, Einstein, Lavoisier, Schrödinger, Pasteur y Darwin. La observación del diseño inteligente de la vida es tan importante como la observación de que la Tierra gira alrededor del Sol, de que las enfermedades son causadas por bacterias o de que la radiación es emitida en cuantos [unidades cuánticas].
“Era de esperarse que la magnitud de la victoria, ganada a tan alto costo por medio del esfuerzo continuo a lo largo de décadas, hubiera sido celebrado descorchando botellas de champaña en laboratorios por todo el mundo. Este triunfo de la ciencia debiera haber provocado exclamaciones de ‘¡eureka!’ provenientes de miles de gargantas, grandes aplausos y quizá hasta una excusa para tomarse el día.
“Pero no se descorcharon botellas, tampoco hubo aplausos. En lugar de eso, un extraño y embarazoso silencio rodea la innegable complejidad de la célula. Cuando se toca el tema en público, empiezan los rodeos y la respiración se hace un poco difícil. La gente se siente un poco más cómoda en privado; muchos reconocen explícitamente lo obvio, pero se quedan mirando al suelo, mueven la cabeza, y ahí dejan el asunto.
“¿Por qué la comunidad científica no declara con orgullo su asombroso descubrimiento? ¿Por qué se trata con guantes intelectuales la observación del diseño? El conflicto es que mientras un lado del elefante es llamado diseño inteligente, el otro lado podría llamarse Dios” (Behe, op. cit., pp. 232-233, énfasis en el original).
Estos descubrimientos manifiestan claramente que la forma más “sencilla” de vida es tan intrincada, compleja y maravillosa en su diseño y en su funcionamiento, que aun la posibilidad de que pudiera llegar a existir por accidente es inconcebible. ¡Son abrumadoras las pruebas de un Diseñador inteligente!