El principio del universo

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¿Ha existido siempre el universo, o tuvo un principio en algún momento específico? Gran parte de la discusión acerca de un Dios creador se basa en esta pregunta. Al fin y al cabo, si el universo ha existido siempre, no hay necesidad de que ningún ser o inteligencia superior lo haya diseñado y creado. Por otro lado, si el universo tuvo su origen en un momento específico, algo tuvo que ser la causa.

Los científicos no están de acuerdo en cuanto a si el universo tuvo o no un principio. Algunos creen que es posible que siempre haya existido. El físico inglés Stephen Hawking explica por qué: “Si el universo tuviera un principio, podríamos suponer que tuvo un creador. Pero si el universo fuera completamente autónomo e ilimitado, no tendría necesidad de un principio ni de un fin: sencillamente existiría” (A Brief History of Time [“Breve historia del tiempo”], 1988, pp. 140-141).

Pero este último concepto ya no es la perspectiva de los científicos en general. La mayoría de ellos ahora acepta que el universo surgió repentinamente en un momento específico.

Un descubrimiento revolucionario

A principios del siglo 20 algunos astrónomos descubrieron un fenómeno que se conoce como el desplazamiento rojo; es decir, que la luz de lejanas galaxias es desplazada hacia el rojo en el espectro de colores. El astrónomo Edwin Hubble se dio cuenta de que esto quería decir que el universo se está expandiendo. Descubrió que las galaxias y enjambres de galaxias se están alejando unas de otras en todas direcciones.

Para poder visualizar este revolucionario descubrimiento, imaginémonos unos puntos de tinta en la superficie de un globo que estemos inflando. A medida que lo inflamos, los puntos se alejan unos de otros en todas direcciones. Hubble y otros astrónomos descubrieron que en todo el universo las galaxias se están alejando unas de otras en la misma forma. También pudieron ver que mientras más alejada de nosotros esté una galaxia o un grupo de éstas, más rápido se alejan.

Dondequiera que miró, Hubble observó que el universo estaba expandiéndose. El descubrimiento fue revolucionario, ya que hasta ese momento la mayoría de los astrónomos suponían que las galaxias se movían al azar. Otros astrónomos y físicos confirmaron los descubrimientos y conclusiones de Hubble. ¿Qué significaría esto?

El Dr. John D. Barrow, profesor de astronomía en la Universidad de Sussex, Inglaterra, examina el fascinador asunto de cómo empezaron el espacio, la materia e incluso el tiempo. Con respecto a la expansión del universo, él dice: “Este fue el descubrimiento más grande de la ciencia en el siglo 20, y confirmó lo que la teoría de la relatividad de Einstein había predicho acerca del universo: que no puede permanecer estático. Si las galaxias no se estuvieran alejando a toda prisa unas de otras, la atracción gravitacional entre ellas las juntaría a todas. El universo no puede estar inmóvil.

”Si el universo está expandiéndose, entonces cuando invirtamos la dirección de la historia y miremos hacia el pasado deberemos encontrar pruebas de que surgió de un estado más pequeño y más denso, un estado que parece haber sido alguna vez de tamaño cero. Este aparente principio es lo que ha venido a conocerse como la gran explosión” (The Origin of the Universe [“El origen del universo”], 1994, pp. 3-5).

En otras palabras, la conclusión a la cual llegaron los astrónomos es que estaban viendo la secuela de una explosión inimaginablemente poderosa que lanzó materia y energía en todas direcciones, formando así el universo conocido; de ahí el nombre de “gran explosión”. Lo que estaban observando realmente era el hecho de que el universo tenía que tener un principio.

El momento de la creación

El descubrimiento estremeció a la comunidad científica. Robert Jastrow, fundador del Instituto Goddard para Estudios Espaciales y ex profesor de astronomía y geología en la Universidad de Columbia, Nueva York, dice: “Pocos astrónomos podían haber previsto que este suceso —el súbito nacimiento del universo— vendría a ser un hecho científico comprobado, pero la observación del espacio sideral por medio de telescopios los ha obligado a llegar a esa conclusión” (The Enchanted Loom: Mind in the Universe [“El telar encantado: La inteligencia en el universo”], 1981, p. 15).

También declara: “La semilla de todo lo que ha sucedido en el universo desde entonces, fue plantada en el primer instante . . . Fue literalmente el momento de la creación” (Journey to the Stars: Space Exploration—Tomorrow and Beyond [“Viaje a las estrellas: La exploración del espacio, mañana y más allá”], 1989, p. 47).

Los científicos habían descubierto un hecho importantísimo que ya había sido consignado en la Biblia desde hace unos 3.500 años: El universo no era eterno; tuvo un principio. Otros descubrimientos, entre ellos la desintegración radiactiva de ciertos elementos, probaron que la edad de estos elementos no podía ser infinita porque de ser así se habrían transformado en plomo desde hacía mucho tiempo.

Mientras los científicos y filósofos supusieron que el universo había existido desde siempre —que no tenía un principio y por consiguiente no era necesario un Creador— fácilmente podían rechazar la existencia de Dios. Pero son pocos los que aún insisten en que la Tierra y el universo son infinitos, porque hay muchas pruebas en contra. En su mayoría, los científicos se han visto obligados a reconocer que vivimos en un universo que tuvo un principio.

Ese reconocimiento da lugar a preguntas que desconciertan a muchos científicos. Antes de que el universo fuera creado, ¿qué fuerza, poder o ley existía que pudo haber sido la causa de que éste surgiera? Nuestro raciocinio nos dice que el universo no pudo haber surgido de la nada. Eso es contrario a la lógica y también a las leyes de la física. ¿Qué —o quién— creó el universo? Y ¿por qué lo hizo?

Los límites de la ciencia

Es en este punto donde la ciencia tiene que detenerse. Como comenta el profesor Jastrow: “Es posible que exista una explicación válida para el explosivo nacimiento de nuestro universo; pero si existe tal explicación, la ciencia no puede encontrar cuál es. La búsqueda retrospectiva de los científicos termina en el momento de la creación . . . Nos gustaría continuar esa investigación aún más atrás en el tiempo, pero la barrera que se opone al progreso parece insuperable. No es cuestión de otro año u otro decenio de trabajo, otros cálculos u otra teoría; en estos momentos parece que la ciencia nunca podrá descorrer el velo que oculta el misterio de la creación” (God and the Astronomers [“Dios y los astrónomos”], 1978, pp. 114-116).

El profesor Jastrow reconoce que todo lo que los científicos conocen no se extiende más allá del momento de la creación. El hecho de que el universo surgió súbitamente de la nada, desafía todas las leyes conocidas, de manera que la ciencia no puede dar una explicación coherente. No hay nada que le permita estudiar, medir o reconstruir un suceso que está más allá del entendimiento científico.

Algunos científicos sacan conclusiones incorrectas de estos hechos suponiendo que, debido a que la ciencia no puede descubrir lo que sucedió antes de que fuera formado el universo, nada pudo haber sucedido antes de que fuera formado. Esto no nos dice nada acerca de la existencia o inexistencia de Dios, pero sí dice mucho acerca de las limitaciones de la tradicional perspectiva científica. Si queremos entender qué o quién existió antes del universo, tenemos que encontrar una fuente de información aparte de la ciencia. Y sólo hay una fuente que presenta una explicación verosímil y coherente: la Biblia.

Frente a lo que dice la Biblia, sólo hay una alternativa: Los ateos tienen que afirmar que el universo entero provino de la nada, y sin causa alguna. Tienen que refugiarse tras esta afirmación infundada e indefendible porque no hay otra forma de eludir la existencia de una causa primera.

Pero su afirmación más elemental es errónea. Se ha comprobado que el principio del universo fue un acontecimiento específico. Todos sabemos, por años y años de experiencia, que una de las verdades más básicas es que todo acontecimiento tiene una causa. Esta verdad elemental es el fundamento de las leyes que gobiernan la energía y la materia. No hay efecto sin causa. El principio del universo fue un acontecimiento que tuvo una causa específica.

Lo que dice la Biblia

En Génesis 1:1 leemos: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Esta es una frase sencilla, pero contesta la más elemental y científica de todas las preguntas: ¿De dónde vinimos?

En este versículo se nos habla del principio del universo; tuvo un principio causado por una fuerza eterna e inmutable que no es parte de este universo físico. Cuando se creó la materia, ese fue el principio del tiempo tal como nosotros lo medimos. En lo que se refiere al origen del universo, este versículo contesta las preguntas de quién, qué y cuándo; el por qué viene un poco más adelante. En Hebreos 11:3 encontramos más información: “Por la fe [la confianza en lo que Dios ha revelado] entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”.

En esta breve explicación hay dos cosas que debemos tener en cuenta. La primera es que el universo provino de algo; tuvo una causa primera. Provino de algo que no era visible; es decir, no era materia preexistente. Las Escrituras nos dicen que nuestro universo tuvo una causa; esto es verdaderamente una declaración científica. La segunda es que se nos dice que por la fe entendemos que el universo fue constituido por la palabra de Dios, pero esta no es una fe ciega. No se nos pide que creamos que el universo brotó sin causa y sin propósito, pues este es el dogma de fe de los ateos. Se nos pide que creamos que tuvo su origen en la obra voluntaria de un ser que es eterno y que posee el poder suficiente para hacer que el universo existiera.

Cómo entender Génesis 1:1-2

En los últimos 150 años, ninguna parte de la Biblia ha sido más agresivamente atacada que el relato de la creación en el primer capítulo del Génesis. Los darvinistas han hablado mucho acerca de ciertas indicaciones que parecen sugerir que nuestro planeta puede tener entre cinco y 15 mil millones de años de antigüedad. Por otro lado, otras personas, basándose en cuidadosos estudios de las genealogías bíblicas y la historia, aseguran que éste ha existido por unos 6.000 años. En esta polémica los dos primeros versículos de la Biblia son de gran importancia.

Esta controversia nos conduce a una pregunta primordial: Si la Tierra tiene miles de millones de años, y si las claras declaraciones de la Biblia acerca de la creación son erróneas, entonces ¿cómo podemos creer las demás cosas que ésta dice? Es una pregunta válida y ha dado lugar a la perspectiva que predomina en nuestros sistemas educativos, la cual pone a la ciencia en contra de la religión. Las declaraciones de la ciencia son impresionantes, pero ¿qué es lo que dice la Biblia realmente?

Algunos eruditos reconocen que la frase: “Y la tierra estaba desordenada y vacía” (Génesis 1:2) puede ser traducida como: “Y la tierra se volvió desordenada y vacía”.

El Dr. Gleason Archer, profesor de idiomas bíblicos, dice: “Debe notarse . . . que el verbo estaba en Génesis 1:2 bien puede ser traducido como ‘se volvió’, de manera que diga: ‘Y la tierra se volvió desordenada y vacía’. Sólo una catástrofe cósmica podría explicar la introducción de la caótica confusión en la perfección original de la creación de Dios. En lo que se refiere a la exégesis, esta interpretación ciertamente parece ser razonable . . .” (A Survey of Old Testament Introduction [“Introducción general al Antiguo Testamento”], 1974, p. 184). Y en una nota al margen, Archer agrega: “Por tanto, no puede haber objeción gramatical en contra de la traducción: ‘Y la tierra se volvió desordenada y vacía’ en Génesis 1:2”.

Otro estudioso de la Biblia, Arthur Custance, escribió: “Para mí, este asunto es importante, y después de estudiar el problema por unos 30 años y después de leer todo lo que pude encontrar sobre los pros y los contras, y después de acumular en mi propia biblioteca unos 300 comentarios sobre el Génesis (el más antiguo data de 1670), estoy persuadido, con base en las pruebas, de que hay mucha más razón para traducir Génesis 1:2 como: ‘Pero la tierra se había vuelto una ruina y una desolación, etc.’, que la que hay para cualesquiera de las traducciones típicas de nuestras versiones modernas” (Without Form and Void: A Study of the Meaning of Genesis 1:2 [“Desordenada y vacía: Estudio del significado de Génesis 1:2”], 1970, p. 7).

En otras palabras, Dios creó los cielos y la tierra, pero el texto hebreo original admite que la tierra después se volvió “desordenada y vacía”. Esto puede indicar que algo dañó la creación original que se describe en Génesis 1:1, por lo que luego Dios tuvo que restaurar el orden; esto pudo ocurrir durante los seis días de restauración que fueron seguidos por el reposo del séptimo día. (Si usted desea más información sobre esta perspectiva de Génesis 1:1-2, puede solicitar el folleto gratuito ¿Se puede confiar en la Biblia?)

Baste aquí con decir que Dios no crea las cosas en estado de caos (Isaías 45:18; 1 Corintios 14:33). Dios le dijo a Lucero: “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad” (Ezequiel 28:15). Dios es un ser de perfección, de orden y de belleza. El caos y el desorden son el resultado del rechazo de sus leyes, la rebelión en contra de él. Las Escrituras nos muestran que ya había ángeles antes de que Dios creara el universo físico (Job 38:4-7). Algunos de los seres angélicos fueron los primeros en romper la armonía y causar confusión en la creación perfecta de Dios.

Otros versículos nos indican que hubo una creación original (Génesis 1:1) que precedió a la condición “desordenada y vacía” (en hebreo tohú y bohú, que quiere decir un estado de caos, desorden o confusión) del versículo 2. En Isaías 45:18 se nos dice justamente que Dios no creó la Tierra “en vano [tohú]”, sino “para que fuese habitada la creó”. El estado caótico que se menciona en Génesis 1:2 sobrevino después de la creación original.

Al parecer, este caos fue el resultado de la rebelión de Lucero [Satanás] y la tercera parte de los ángeles (Isaías 14:12-15; Ezequiel 28:15-17; Apocalipsis 12:4). Más tarde, después de un tiempo indeterminado, Dios llevó a cabo una completa restauración de la superficie del planeta durante seis días de actividad seguidos del séptimo como reposo (Génesis 1; Éxodo 20:11). Es decir, parece ser que hubo un gran intervalo de tiempo entre la creación original descrita en Génesis 1:1 y la restauración que empezó en el versículo 3. Este lapso pudo haber sido de miles de millones de años, lo que da lugar a la “profundidad de tiempo” que parecen haber descubierto algunos geólogos y otros científicos en los últimos dos siglos.

Por tanto, la Biblia misma, cuando la entendemos correctamente, nos ofrece una solución lógica para este supuesto misterio, y no existe ningún conflicto con que el universo pueda tener miles de millones de años. La Biblia sencillamente no dice qué edad tiene el universo o nuestro planeta, pero sí declara sin ambages que “en el principio creó Dios los cielos y la tierra”.

Un universo regido por leyes

¿Qué es lo que los científicos han descubierto con respecto a las leyes elementales que existían cuando se originó nuestro universo? Lejos de tener una estructura caótica, como sería de esperar si no fueran producto de una inteligencia, la conclusión general de los científicos es que el universo ha estado expandiéndose de manera ordenada desde su comienzo. No debemos suponer que esa expansión ha ocurrido sin ton ni son.

Keith Ward, profesor de historia y de la filosofía de la religión en la Universidad de Londres, escribe: “El universo empezó a expandirse de una manera muy precisamente ordenada, de acuerdo con un conjunto de leyes y constantes matemáticas que gobernaban su transformación subsecuente en un universo como el que vemos hoy. Ya existía una complicada serie de leyes cuánticas que regían posibles interacciones de partículas básicas; y según una de las teorías principales, el universo se originó por la operación de fluctuaciones en un campo cuántico de acuerdo con esas leyes” (God, Chance & Necessity [“Dios, la casualidad y la necesidad”], 1996, p. 17).

Semejantes descubrimientos y conclusiones científicas nos traen una vez más a las preguntas básicas: ¿Quién creó las leyes originales de la astrofísica? ¿Surgieron por casualidad o accidente, o fueron establecidas por un Creador divino?

¿Leyes sin un Legislador?

Los científicos reconocen que nuestro maravilloso universo está gobernado por leyes precisas. El profesor Davies resume de esta manera los descubrimientos acerca de estas leyes: “Cada adelanto [científico] trae nuevos e inesperados descubrimientos, y desafía nuestras mentes con conceptos extraños y, en ocasiones, difíciles. Pero a través de todo se extiende el hilo familiar de la racionalidad y el orden . . . Este orden cósmico está sostenido por leyes matemáticas bien definidas que se entretejen para formar una sutil y armoniosa unidad. Las leyes poseen una elegante sencillez, y frecuentemente han llamado la atención de los científicos tan sólo por su belleza” (The Mind of God: The Scientific Basis for a Rational World [“La mente de Dios: La base científica para un mundo racional”], 1992, p. 21).

Como dijo Einstein: “Todo aquel que se dedica seriamente a la investigación científica llega a convencerse de que en las leyes del universo se manifiesta un espíritu: un espíritu sumamente superior al del hombre” (The Quotable Einstein [“Citas de Einstein”], 1996, p. 152).

¿Quiere decir que la preexistencia del intrincado y complejo sistema de leyes naturales en el universo tuvo realmente un Legislador? ¿O puede la ciencia demostrar que el origen del universo es sólo el resultado de “causas naturales”?

El bioquímico Michael Behe escribe: “Es común, casi trivial, decir que la ciencia ha hecho grandes adelantos en el entendimiento de la naturaleza. Las leyes de la física se entienden tan bien ahora, que sondas espaciales vuelan con toda precisión para fotografiar mundos a miles de millones de kilómetros de distancia. Computadoras, teléfonos, luces eléctricas y otros ejemplos innumerables dan testimonio de cómo la ciencia y la tecnología han logrado aprovechar las fuerzas de la naturaleza . . .

”Pero entender cómo funciona algo no es lo mismo que entender cómo llegó a ser. Por ejemplo, los movimientos de los planetas en el sistema solar pueden predecirse con asombrosa exactitud; no obstante, todavía se debate mucho acerca del origen del sistema solar (es decir, cómo se originaron el sol, los planetas y sus lunas). Quizá la ciencia llegue algún día a resolver el acertijo; aun así, sigue siendo cierto que entender el origen de algo es diferente de entender su funcionamiento diario” (Darwin’s Black Box: The Biochemical Challenge to Evolution [“La caja negra de Darwin: El desafío bioquímico a la evolución”], 1996, p. ix).

Muchas personas inteligentes y educadas —y que tienen una fe casi religiosa— creen que las complicadas leyes que gobiernan el universo surgieron por casualidad. Pero ¿es lógico o racional creer tal cosa? Sabemos sin duda alguna que esta postura no está basada en ninguna prueba demostrable. He aquí la verdadera pregunta: ¿Tiene sentido creer que un universo gobernado por un ordenado sistema de leyes precisas surgió espontáneamente de la nada?

La perspectiva bíblica

Aquí es donde tenemos que prestar mayor atención a lo que nos dicen las Sagradas Escrituras. Éstas nos presentan un cuadro muy diferente: “. . . Él mandó, y fueron creados [los cielos]. Los hizo ser eternamente y para siempre; les puso ley que no será quebrantada” (Salmos 148:5-6).

Aquí se nos dice que Dios creó leyes en “los cielos” que no pueden ser suspendidas. “Mi mano fundó también la tierra, y mi mano derecha midió los cielos con el palmo; al llamarlos yo, comparecieron juntamente” (Isaías 48:13).

En estos versículos encontramos grandes verdades, y cuando se comparan con otras alternativas —fruto del razonamiento humano— tienen mucho sentido. Es la única perspectiva que resuelve verdaderamente todas las dificultades. Observemos la reacción del astrónomo Hugh Ross cuando leyó por primera vez el relato bíblico de la creación: “Las características [del relato del Génesis] me impresionaron de inmediato. Eran sencillas, directas y específicas. Yo estaba asombrado con el número de datos históricos y científicos y con sus pormenores.

”Me tomó varias horas investigar tan sólo el primer capítulo. En lugar de otro extraño mito sobre la creación, aquí estaba algo como un registro diario de las condiciones iniciales del planeta, descritas correctamente desde el punto de vista de la astrofísica y de la geofísica, seguidas por un resumen de la secuencia de cambios por medio de los cuales la Tierra llegó a ser habitada por seres vivientes y, finalmente, por el hombre.

”El relato era sencillo, elegante y científicamente exacto. Por lo que entendí, me parece que es el punto de vista de un observador que se encontraba en la superficie de la Tierra; tanto el orden como la descripción de los acontecimientos de la creación encajaban perfectamente con el registro establecido de la naturaleza. Yo me quedé asombrado” (The Creator and the Cosmos [“El Creador y el cosmos], 1993, p. 15).

La prueba de que nuestro planeta tuvo un principio definido, con leyes preexistentes que gobernaban todos sus movimientos, es una poderosa indicación de que Dios existe y que es el Creador y Sustentador de este maravilloso universo.

Muchos de los libros escritos por científicos parten de la premisa de que la teoría de la evolución es un hecho comprobado. La mayoría de nuestros sistemas educativos se basan en esa teoría. Pero ¿qué decir de otros puntos de vista? Veamos lo que dice The Columbia History of the World [“Historia del mundo, de Columbia”], 1972, p. 3): “Ciertamente, nuestro mejor conocimiento actual, al que le falta la magia poética de la Escritura, parece en cierto modo menos creíble que el relato de la Biblia . . .”

Fred Heeren, escritor de temas científicos, hace notar que “la verdadera tendencia en la cosmología del siglo 20 . . . ha sido dejar un punto de vista que no armonizaba con el relato de la creación del Génesis, para adoptar uno que sigue muy de cerca la antigua perspectiva. De hecho . . . la revelación hebrea es la única fuente religiosa procedente de tiempos antiguos que encaja con el cuadro cosmológico moderno. Y en muchos casos, los expertos en los mitos y la arqueología del siglo 20 también se han visto obligados a cambiar los viejos conceptos que consideraban a la Biblia como un mito, por unos que la consideran como historia” (Show Me God [“Muéstreme a Dios”], 1997, prólogo).

Ya es tiempo de que nosotros le demos el debido crédito al libro del Génesis.