La corrupción del cristianismo apostólico

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Casi inmediatamente después de que los ejércitos romanos destruyeron la ciudad de Jerusalén y su templo en el año 70 de nuestra era, un gran prejuicio en contra de las creencias y costumbres judías se extendió por todo el Imperio Romano. Luego, después de las muertes de Pablo y Juan, ese prejuicio condujo a la primera gran “apostasía” de las enseñanzas del nuevo pacto tal como las explicaron los apóstoles de Cristo (2 Tesalonicenses 2:3).

Anteriormente, los miembros de las congregaciones predominantemente gentiles edificadas por Pablo eran “imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea” (1 Tesalonicenses 2:14). Seguían el mismo camino de vida espiritual que practicaban los cristianos judíos.

Sin embargo, después de la caída de Jerusalén se hizo mucho más difícil vivir este estilo de vida. Se necesitaba un alto grado de fe y de valor para hacerlo y muchos de los conversos no los tenían. Como resultado, los prejuicios mundanos contra todas las cosas judías empezaron a convencer a la cristiandad gentil. Interpretaciones erradas de los escritos de Pablo por dirigentes “indoctos e inconstantes” empezaron a menoscabar la forma de vida y el patrón de adoración que los cristianos gentiles habían copiado de sus hermanos judíos (2 Pedro 3:16).

De la historia de la última parte del primer siglo hasta el siglo cuarto, lo que los historiadores narran acerca de la religión cristiana muestra que en ella se produjeron cambios dramáticos. Un nuevo concepto de “revelación progresiva” les permitía a los dirigentes de la iglesia revisar las doctrinas de tal forma que encajaran con lo que ellos percibían que necesitaba la iglesia, en lugar de adherirse estrictamente a las enseñanzas que recibieron de los apóstoles. Toda la forma de vida que los apóstoles enseñaron fue abandonada hasta el punto en que lo que muchos consideran la religión cristiana es tan sólo un pálido reflejo de las enseñanzas originales apostólicas.

Jesús sabía que surgiría esta forma de cristianismo desvirtuado y que rechazaría la ley de Dios. Por eso advirtió: “Muchos me dirán en aquél día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22-23).

Aquellos que permanecen fieles a las enseñanzas de los apóstoles usan las Escrituras continuamente como el fundamento de su forma de vida. Así, la iglesia que Jesús edificó permanece como una “manada pequeña”, expresión que él mismo utilizó para designarla (Lucas 12:32). (Si desea más información con respecto a este tema, no vacile en solicitar nuestro folleto gratuito La iglesia que edificó Jesucristo; o si desea, puede descargarlo directamente de nuestro portal en Internet.)