La confusión actual acerca de la libertad cristiana

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Al hablar de la herejía que existía en Galacia, Pablo se refiere en varias ocasiones a la libertad cristiana. Pero la libertad que describe es bastante diferente de la forma en que esta palabra se aplica en la actualidad. El razonamiento de Pablo en cuanto a la gracia, la ley, la justificación y la libertad ha sido tan tergiversado y sacado de contexto que muy pocos entienden su verdadero significado.

Por ejemplo, el concepto popular de libertad que se tiene hoy en día es que la persona debe ser absolutamente libre para vivir de acuerdo con lo que le parezca. Muchos tienen este concepto en mente cuando leen acerca de la libertad en la Epístola a los Gálatas. Pero esta idea es totalmente ajena a Pablo y a las autoridades y la sociedad en que vivía.

El gobierno del Imperio Romano era una dictadura bajo la autoridad del emperador. Relativamente pocas personas poseían la ciudadanía romana con sus correspondientes derechos legales. La mayor parte de la población pertenecía a dos grupos: personas libres que no eran ciudadanos y los esclavos. De esos grupos provenían la mayoría de los cristianos convertidos. Pablo establece un contraste entre las personas libres (que no eran esclavas) y los esclavos para ilustrar una verdad muy importante.

Los que han sido justificados por la muerte de Cristo han sido libertados de la condena de muerte que merecían por sus pecados pasados. Aquellos que no han sido justificados no están libres de esa condena. Como pecadores que no han sido perdonados todavía, son como criminales sentenciados a muerte que están privados de su libertad (esperando en el corredor de la muerte) hasta el momento del juicio final de Dios.

Pablo anima a los cristianos exhortándolos a que se desenreden —que vivan libres— de la intolerancia y los prejuicios propios de la lucha de clases en este mundo. Hace esto porque en la iglesia: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).

Sin embargo, él nunca muestra esta libertad como una liberación de la ley de Dios que define los pecados que caracterizan el mundo que nos rodea. En cambio, resalta el hecho de que Jesucristo “se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo” (Gálatas 1:4).

Jesucristo no nos libera de la autoridad de la ley de Dios, sino de la condena que nos hemos acarreado por participar en la maldad de esta sociedad. Pablo deja muy claro que Dios “condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:3-4).

Pablo establece un contraste entre el pecado que refleja las obras de la carne y la conducta justa que refleja el fruto del Espíritu (Gálatas 5:19-23). Necesitamos el Espíritu de Dios porque sólo de esta forma tenemos la capacidad de hacer lo que la ley nos enseña. El Espíritu Santo abre nuestra mente para que podamos entender la verdadera intención de la ley y los caminos de Dios. Después, debemos crecer en el carácter de Dios, siguiendo diligentemente su camino de vida.