El pacto del Sinaí y 'la voz del Eterno tu Dios'

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El pacto que Dios hizo con los antiguos israelitas en el monte Sinaí, el de darles sus bendiciones especiales y su protección, estaba condicionado a su obediencia a las instrucciones que les había dado. Él les prometió: “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra” (Éxodo 19:5).

Después de oír a Dios hablar los Diez Mandamientos con su propia voz, y siendo testigos del “estruendo y los relámpagos, y el sonido de bocina, y el monte que humeaba”, los israelitas dijeron a Moisés: “Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos” (Éxodo 20:18-19).

Dios aceptó su petición porque el acuerdo que él exigía de ellos era que obedecieran sus instrucciones reveladas, de la forma y la manera en que las recibieran, bien fuera de su propia boca, bien de la boca de sus profetas. A partir de aquella época los profetas representaban “la voz del Eterno tu Dios” para el pueblo. Veamos cómo esto quedó confirmado cerca de 40 años más tarde, mucho después de que Israel había recibido cinco libros completos de las instrucciones detalladas de Dios por medio de Moisés.

En esa época los israelitas acababan de reconfirmar el pacto de obedecer a Dios. Entonces Moisés les aseguró: “Porque el Eterno volverá a gozarse sobre ti para bien, de la manera que se gozó sobre tus padres, cuando obedecieres a la voz del Eterno tu Dios, para guardar sus mandamientos y sus estatutos escritos en este libro de la ley; cuando te convirtieres al Eterno tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. Porque este mandamiento que yo [Moisés] te ordeno hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos” (Deuteronomio 30:9-11). Es obvio que las palabras de Moisés todavía representaban la voz de Dios.

En otras palabras, el contenido del pacto del Sinaí no estaba limitado tan sólo a las instrucciones que les había dado en el monte. Cuando los israelitas acordaron obedecer a la voz de Dios, esto implicaba obediencia a las instrucciones dadas por medio de Moisés mucho después de que dejaran el Sinaí.

Por lo tanto, aquellos que afirman que lo único que estaba incluido en el pacto del Sinaí fueron los Diez Mandamientos y posiblemente la información adicional que se registra en Éxodo 20 al 24, no comprenden que la orden de obedecer “la voz del Eterno tu Dios” abarcaba mucho más. Significaba que los israelitas debían hacer cualquier cosa que Dios les ordenara, sin importar cuándo recibieran las instrucciones. La única opción era si obedecían o no las instrucciones de Dios, aun cuando éstas fueran transmitidas por sus profetas.