¿Cuál fue la principal debilidad del pacto del Sinaí?

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¿Cuál fue el problema con el pacto del Sinaí? La mayoría de las personas piensa que el problema radicaba en las leyes que Dios le dio a Israel, que eran defectuosas y que Jesucristo vino para abolirlas o anularlas. ¿Encaja este concepto con lo que dicen las Escrituras?

En Hebreos 8:7 se nos dice que sí, hubo una falla con ese pacto: “Efectivamente, si ese primer pacto hubiera sido perfecto, no habría lugar para un segundo pacto” (NVI).

¿En dónde estaba el problema? El siguiente versículo nos lo dice: “Pero Dios, reprochándoles sus defectos, dijo: ‘Vienen días —dice el Señor—, en que haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá” (v. 8, NVI).

La principal debilidad del pacto del Sinaí no estaba en las leyes, sino en que las personas no tenían un corazón dispuesto a obedecerlas. Como no habían recibido el Espíritu Santo, los ciudadanos de Israel eran incapaces de entender y cumplir con toda la intención y el propósito de las enseñanzas de Dios.

Pablo hace un resumen de este problema: “Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará” (2 Corintios 3:14-16).

Los antiguos israelitas, como la mayoría de las personas en la actualidad, simplemente no pudieron entender todo el valor espiritual de las enseñanzas que Dios dio por medio de Moisés. La razón es sencilla: “El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente” (1 Corintios 2:14, NVI).

¡Cuán agradecidos debemos estar con Dios, porque bajo los términos del nuevo pacto nos permite recibir un nuevo espíritu que nos capacita para obedecer sus leyes! Esto es lo que Dios promete en Ezequiel 11:19-20: “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios”.