¿Cómo se relaciona la justificación con la salvación?

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¿Cómo se relaciona la justificación con la salvación?

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Para entender la relación entre la justificación y la salvación, necesitamos entender las diferentes formas en que estos términos se utilizan.

Comencemos con el significado de salvación. Tal vez alguien le haya preguntado: “¿Es usted salvo?” Esto inmediatamente trae a colación otra pregunta: “¿Salvo de qué?”

En su carta a los romanos Pablo explica el terrible aprieto en el que se encuentran los seres humanos. Primero nos dice: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Y luego: “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).

Por lo tanto, la salvación (liberación o rescate divino) es del pecado y de sus consecuencias; la consecuencia final es la muerte: perpetua y eterna, como lo demuestran otros pasajes. La última parte de Romanos 6:23 establece el resultado final de la salvación: “. . . mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.

La salvación se lleva a cabo en varias etapas

La salvación de Dios se realiza en varias etapas. Jesús murió para pagar la pena de nuestros pecados. Cuando hay arrepentimiento (que incluye además un compromiso de obedecer a Dios) y fe en el sacrificio de Cristo, somos liberados de la pena de muerte. Entonces estamos bajo la gracia, ya no bajo el dominio del pecado y de la muerte (Romanos 6:14).

Mientras continuemos con Dios, sin apartarnos de su forma de vida, somos salvos. Este es el sentido de la salvación como está descrita en Efesios 2: “por gracia sois salvos” (vv. 5, 8).

Sin embargo, los cristianos todavía tropiezan y pecan (1 Juan 1:8), y cada pecado es algo serio que requiere renovado arrepentimiento. De hecho, si nos negamos a arrepentirnos durante un período prolongado, esto puede llevarnos finalmente a rechazar a Dios y a perder la salvación (Hebreos 2:3; Hebreos 6:4-8; Hebreos 10:26-31).

Así, cada vez que buscamos y recibimos el perdón de Dios, se renueva la salvación; esto es, la salvación de rechazar a Dios y recibir el terrible castigo que esto implica. No sólo hemos sido “salvos” en cierta forma, sino que también los seguidores “se salvan” en un proceso activo que se está llevando a cabo actualmente (ver Hechos 2:47; 1 Corintios 1:18; 2 Corintios 2:15).

No debemos dejar pasar la ocasión de señalar aquí que el proceso de arrepentimiento continuo y la restauración de Dios es parte de lo que la Escritura llama “santificación”, el ser santificado o apartado para Dios. Hebreos 10:10 dice que “somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Cristo hecha una vez para siempre”.

El versículo 14 dice: “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”. Ser santificados tiene un paralelo con ser salvos en el momento del arrepentimiento y el perdón iniciales. Pero tanto la santificación como la salvación son parte también de un proceso continuo de arrepentimiento y cambio.

Desde luego, el meollo de la salvación es el resultado final: la vida eterna en el Reino de Dios. Esta recompensa sólo vendrá después de un esfuerzo consciente a luchar y a vencer.

Jesús habló de este aspecto primordial de la salvación en estos términos: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13; Marcos 13:13). La salvación que se menciona aquí está todavía en el futuro (ver Hechos 15:11; Romanos 5:9-10). Y el proceso de salvación que estamos experimentando en la actualidad no tiene ningún valor para nosotros si no nos lleva a esta salvación final en el futuro.

El significado de justificación

Unido a la salvación está el asunto de la justificación. Este término se refiere a ser hechos justos, correctos o rectos. Literalmente significa ser enderezados, perfectamente alineados (con Dios).

Inicialmente, somos justificados o alineados con Dios cuando, en arrepentimiento y en fe en la sangre derramada de Cristo como expiación por nuestros pecados, se nos perdonan éstos y Dios nos considera justos. Pablo se refiere a esto al decir: “le fue contada por justicia” (Romanos 4:20-25). La justificación, en este sentido, también se conoce como reconciliación. Corresponde al aspecto de la salvación según el cual hemos sido salvados del pecado y de la muerte en tanto nos mantengamos en el camino de Dios.

Sin embargo, como dijimos anteriormente, los cristianos no mantienen una obediencia perfecta; todavía pecan. Por tanto, necesitan mantenerse alineados con Dios (para poder permanecer justificados) y, cuando se desalinean porque pecan, necesitan continuamente volverse a alinear (justificar o reconciliar).

El apóstol Santiago explica que “el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe” (Santiago 2:24). Estaba hablando de mantener la justificación por medio de las obras. Y sin embargo, tal como Pablo lo explicó, el esfuerzo de los seres humanos por sí mismo no puede lograr la obediencia que Dios requiere. Sólo cuando Cristo vive en nosotros por medio del Espíritu Santo podemos tener éxito en la obediencia y permanecer justificados (comparar Gálatas 2:20; Romanos 7:7 to 8:11).

Y afortunadamente, cuando caemos en el pecado y nos apartamos de Dios, todavía tenemos la sangre de Cristo para justificarnos en nuestra lucha por vencer. La justificación continua —por medio del fortalecimiento de Cristo y la aplicación de su sacrificio cuando nos quedamos cortos y fallamos— corresponde al proceso actual de “ser salvos”.

Esto nos llevará a la salvación final. Para concluir, veamos en Romanos 5:1-11 un contraste entre la justificación pasada por medio del sacrificio de Cristo, y la salvación futura por medio de su vida en nosotros, lo que nos ayudará a perfeccionarnos en la obediencia.

Pablo escribe al respecto: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz [es decir, reconciliación] para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes [por haber sido salvados en cierto sentido], y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios [que aún pertenece al futuro]. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones [problemas actuales], sabiendo que la tribulación produce paciencia [perseverancia en fe y en obediencia]; y la paciencia, prueba; y la prueba esperanza [en una salvación futura]; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios [que en 1 Juan 5:3 se define como la obediencia a los mandamientos de Dios] ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Porque Cristo, cuando aún éramos débiles [incapaces de obedecer adecuadamente], a su tiempo murió por los impíos . . . Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira [el castigo por el pecado, la muerte]. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida [dentro de nosotros para ayudarnos a crecer en obediencia y con él actuando como nuestro Sumo Sacerdote]. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación”.