Los cuatro imperios de las profecías de Daniel
Entre los judíos que fueron llevados cautivos a Babilonia iba un joven cuyo nombre hebreo era Daniel, el cual luego le fue cambiado por el nombre babilónico de Beltsasar (Daniel 1:1-7). Daniel vivió durante la extraordinaria época de la caída tanto de Judá como de Babilonia. Ocupó un alto puesto en el gobierno babilonio y también en el de su vencedor, el Imperio Medopersa.
En el libro que escribió Daniel fueron profetizados acontecimientos que ocurrieron hace siglos, así como otros grandes eventos que aún están por suceder en el futuro. Ahí se revela, brevemente y por adelantado, la historia de la región desde el tiempo de Daniel hasta el retorno de Jesucristo.
Casi al final del libro leemos que Dios le dijo: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Daniel 12:4). Este versículo nos indica que algunas importantes profecías, que anteriormente no habrían tenido sentido, podrán ser entendidas a medida que se aproxime el fin de la era actual.
Las profecías del libro de Daniel son, además, pruebas de la veracidad y exactitud de la Biblia. Varias de estas profecías son tan específicas y detalladas que siempre han dejado consternados a los críticos de la Biblia. De hecho, algunos escépticos no han querido desafiar la exactitud del contenido de las profecías tan exactas de Daniel; pero en lugar de aceptar que sus palabras fueron divinamente inspiradas, sencillamente afirman que el libro es un fraude. Alegan que no fue escrito por Daniel en el sexto siglo antes de Cristo (como podemos ver por los sucesos descritos en el libro), sino que fue escrito por un autor desconocido alrededor del 160 a.C., mucho después de que habían ocurrido los sucesos profetizados. Según estos críticos, esa es la razón de su brillante exactitud profética.
La exactitud de Daniel desafía a los críticos, pero veamos primero la actitud de estos detractores. Niegan que Daniel fue quien escribió el libro porque en los primeros capítulos se hace referencia a él en tercera persona, como si alguien más estuviera escribiendo acerca de él. No obstante, The Expositor’s Bible Commentary hace notar que esta “era la costumbre entre los antiguos escritores de asuntos históricos . . .” (“Comentario bíblico del expositor”, 1986, 7:4). Al relatar algunas de sus experiencias Daniel escribió en primera persona (Daniel 7:15; Daniel 8:15; Daniel 9:2; Daniel 10:2).
Identificar a los detractores de Daniel también es importante. La primera persona que puso en tela de juicio la autenticidad del libro de Daniel fue el erudito e historiador griego Porfirio (233-304 d.C.). Los historiadores lo han clasificado como neoplatónico, o sea que fue mucho más partidario de las teorías de Platón que de la Biblia. “Porfirio es bien conocido como un violento opositor del cristianismo y defensor del paganismo” (Encyclopædia Britannica, undécima edición en inglés, 22:104). El Gran diccionario enciclopédico ilustrado, de Selecciones del Reader’s Digest, nos dice que Porfirio escribió una obra en 15 libros titulada Contra los cristianos.
El hecho de que Porfirio fuera enemigo del cristianismo hace sospechar de su imparcialidad. Él no tenía en qué basar su opinión, y su punto de vista contradecía las palabras mismas de Jesucristo, quien se refirió a Daniel como el autor del libro (Mateo 24:15).
El erudito bíblico Jerónimo (340-420 d.C.) refutó la opinión de Porfirio. Después de eso, nadie volvió a tomar en serio las críticas de Porfirio hasta muchos siglos más tarde. “. . . Los eruditos cristianos lo rechazaron como un simple detractor pagano quien había permitido que una parcialidad naturalista pervirtiera su juicio. Pero durante la época de la Ilustración, en el siglo xviii, se llegó a sospechar de todos los elementos sobrenaturales que se encuentran en las Escrituras . . .” (“Comentario bíblico del expositor”, p. 13).
En la actualidad, algunos eruditos de tendencia liberal han revivido estos antiguos razonamientos. Eugene H. Merrill, historiador del Antiguo Testamento, dice que tales creencias están basadas en pruebas de poco peso. “La retórica y el lenguaje [de Daniel] encajan perfectamente en el siglo sexto [a.C.] . . . Es sólo el razonamiento más subjetivo e indirecto lo que ha negado la historicidad del hombre y de sus escritos . . .” (Kingdom of Priests [“Reino de sacerdotes”], 1996, p. 484).
Predicción y cumplimiento
La exactitud de las predicciones de Daniel acerca de sucesos del futuro remoto es impresionante. Por ejemplo, en la profecía de las “setenta semanas”, que se encuentra en Daniel 9:24-27, “Daniel predice el año preciso de la aparición de Jesucristo y el comienzo de su ministerio en el año 27 d.C.” (“Comentario bíblico del expositor”, p. 9).
Otra notable profecía consignada por Daniel es su interpretación del sueño de Nabucodonosor en el capítulo 2. En el segundo año de su reinado, este rey babilonio tuvo un sueño inquietante que ninguno de sus consejeros pudo explicar. En la cultura babilónica se les daba mucha importancia a los sueños, y Nabucodonosor estaba convencido de que éste era muy importante (Daniel 2:1-3).
Su sueño nos da “una revelación del plan de Dios a lo largo de las edades hasta el triunfo final de Cristo” y “presenta la sucesión predeterminada de las potencias mundiales que habrán de dominar el Cercano Oriente hasta la victoria final del Mesías en los últimos días” (“Comentario bíblico del expositor”, pp. 39, 46).
Daniel, sin previo conocimiento del contenido del sueño, pero inspirado por Dios, se lo explicó a Nabucodonosor en forma detallada: “Tú, oh rey, veías, y he aquí una gran imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible. La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido” (Daniel 2:31-33).
Daniel le dijo a Nabucodonosor que su Imperio Babilónico estaba representado por la cabeza de oro (vv. 37-38). Luego la plata, el bronce y el hierro representaban los tres poderosos imperios que habrían de seguir a la extraordinaria Babilonia (vv. 39-40).
La interpretación de este sueño proporcionó una asombrosa presentación adelantada de la historia. Nabucodonosor tuvo ese sueño alrededor del año 600 a.C. y, según el relato, Daniel se lo interpretó sólo unos días después. La imagen representaba, en forma simbólica, la secuencia de grandes imperios que por siglos habrían de dominar la política de esa región.
“El imperio de plata sería el Imperio Medopersa, el cual empezó con Ciro el Grande, quien conquistó Babilonia en el 539 . . . Este imperio de plata fue supremo en el Cercano Oriente y el Oriente Medio durante aproximadamente dos siglos” (“Comentario bíblico del expositor”, p. 47).
“El imperio de bronce fue el Imperio Grecomacedonio, establecido por Alejandro Magno . . . El reino de bronce duró de 260 a 300 años, antes de ser suplantado por el cuarto reino” (ibídem).
“El hierro implica dureza y crueldad y describe al Imperio Romano, que alcanzó su máxima extensión bajo el reinado de Trajano” (ibídem). Trajano gobernó del año 98 al 117 d.C., y el imperio en sí ejerció su dominio por muchos siglos.
El cuarto imperio tenía 10 dedos de los pies. Los pies y los dedos de la imagen estaban compuestos “en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro”, como se puede leer en el versículo 41. “El versículo 41 tiene que ver con una fase o manifestación posterior de este cuarto imperio, simbolizada por los pies y los 10 dedos hechos de hierro y arcilla, una base frágil para el gigantesco monumento. El texto claramente implica que esta etapa final será algún tipo de federación en lugar de un solo reino poderoso” (ibídem). (Si desea estudiar más al respecto, no vacile en solicitar o descargar nuestro folleto gratuito El Apocalipsis sin velos.)
Otro sueño agrega más detalles importantes
Otros aspectos de esta sucesión de imperios mundiales fueron revelados a Daniel en un sueño posterior. En esta ocasión los cuatro imperios estaban representados por cuatro bestias: un león (Babilonia), un oso (Persia), un leopardo (Grecia) y una cuarta bestia “espantosa y terrible” y diferente de las otras tres (Daniel 7:1-7).
Leamos lo que dice el versículo 7 acerca de esta cuarta bestia: “Después de esto miraba yo en las visiones de la noche, y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro [que recuerdan las piernas de hierro del sueño anterior]; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos”.
¿Qué significa esta descripción? Es otra referencia al gran poder de Roma, el cual aplastaba a todos los que se le oponían. “Así, lo que se resalta en el simbolismo de esta terrible cuarta bestia . . . es el poder superior del coloso de Roma” (“Comentario bíblico del expositor”, p. 87).
En el versículo 8 se comenta sobre los 10 cuernos: “Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros . . .”. Luego en los versículos 24-25 leemos que este cuerno pequeño llegará a ser un poderoso dirigente religioso con gran influencia internacional, cuyo falso régimen religioso perseguirá con furia a los verdaderos siervos de Dios.
En los versículos 9-14 Daniel nos lleva hasta el tiempo en que Jesucristo retornará a establecer el Reino de Dios aquí en la tierra: “Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (v. 14). Así, por medio de sus repetidos resurgimientos a lo largo de la historia, este régimen romano continuará hasta el tiempo del fin y el retorno de Jesucristo.
El capítulo 17 del Apocalipsis también puede ayudarnos a conocer un poco más este poderoso sistema del tiempo del fin. Aquí también se describe como una bestia, pero vemos que en esta, su última manifestación, se incluyen 10 “reyes” —dirigentes de naciones o grupos de naciones— quienes “por una hora recibirán autoridad” juntamente con el soberano de esta superpotencia, mencionado como “la bestia” (vv. 12-13). Los ejércitos de este último resurgimiento del Imperio Romano se enfrentarán al propio Jesucristo, pues “pelearán contra el Cordero” (v. 14).
Esto concuerda con Daniel 2:44, que señala claramente que el retorno de Cristo sucederá en una época durante la cual aún habrá vestigios de la cuarta bestia o reino (el Imperio Romano): “En los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre”.
La mayor parte de estos acontecimientos proféticos, tal como se relatan en los dos sueños, ya se ha cumplido. Su fiel cumplimiento confirma que la Biblia ha sido inspirada divinamente, porque ningún ser humano hubiera podido jamás predecir esto por sí mismo. “Hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días . . .” (Daniel 2:28).
La profecía más detallada de la Biblia
En Daniel 11 se relata otra portentosa profecía. La época en que fue revelada se menciona en el primer versículo del capítulo 10 como “el año tercero de Ciro rey de Persia”. Un “varón” (v. 5), sin duda un ángel (ver Daniel 9:21), vino a Daniel para hacerle saber lo que ocurriría “en los postreros días” (Daniel 10:14).
La profecía que aparece a continuación es la más detallada de toda la Biblia. El tercer año de Ciro fue más de 500 años antes del nacimiento de Jesucristo. No obstante, esta profecía revela cosas que empezaron a ocurrir casi de inmediato y que continuarán hasta el retorno de Cristo. Las primeras fases de la profecía confirman la veracidad de la Biblia, puesto que ya se cumplieron, como puede comprobarse al estudiar la historia de los imperios de Persia y Grecia. Ningún ser humano podría haber previsto con tanta precisión todos estos hechos históricos.
Algunos de los detalles que vamos a examinar a continuación requieren de mucha atención, pero se aclaran al comparar las palabras proféticas con la historia.
Prolongada intriga política
Los primeros 35 versículos de Daniel 11 hablan, con años de anticipación, de la intriga entre dos entidades políticas: el “rey del sur” y el “rey del norte”. En la historia profana con frecuencia se hace referencia a Tolomeo como el rey del sur; esta dinastía gobernó desde Alejandría, Egipto. El rey del norte gobernó desde Antioquía, Siria, bajo el nombre de Seleuco o Antíoco.
Con esto en mente, analicemos algunos aspectos de esta profecía. Es importante debido a que nos revela las tensiones y el ambiente político en el Cercano Oriente previos tanto al nacimiento Jesucristo como a su retorno. En ambos casos, Jerusalén es el meollo de los conflictos políticos.
Con respecto al cumplimiento de esta profecía, se puede encontrar más información en obras de consulta fidedignas. En lugar de citarle los pasajes bíblicos completos, le sugerimos que usted mismo los lea en su propia Biblia, recordando que estos hechos fueron predichos mucho tiempo antes de que ocurrieran.
Daniel 11:2: Los “tres reyes” son Cambises II, el hijo mayor de Ciro el Grande; seudo-Esmerdis, un impostor que se hizo pasar como el segundo hijo de Ciro, quien había sido asesinado secretamente; y Darío el persa. “El rey persa que invadió Grecia fue . . . Jerjes, quien reinó de 485-464 a.C.” (“Comentario bíblico del expositor”, p. 128).
Versículos 3-4: “El versículo 3 nos presenta a . . . Alejandro Magno” (ibídem). El versículo 4 “sugiere claramente que este poderoso conquistador iba a reinar por un tiempo relativamente corto . . . En siete u ocho años él logró la conquista militar más deslumbrante en la historia de la humanidad. Pero sólo vivió cuatro años más; y . . . murió de una fiebre en el año 323 . . .” (ibídem). El imperio de Alejandro Magno fue dividido “entre cuatro reinos menores y más débiles” (ibídem, p. 129). El pequeño hijo de Alejandro fue asesinado en el año 310 a.C. y un hermano ilegítimo había sufrido la misma suerte en el 317. “Por eso no había descendientes o familiares que sucedieran a Alejandro” (ibídem). Así que su reino fue repartido entre otros que no eran de su sangre (v. 4).
Los generales de Alejandro lucharon entre sí por el control del imperio. Estas pugnas por el dominio eliminaron a todos menos a cuatro, quienes vinieron a ser las cabezas de las cuatro partes en que se dividió el imperio. Los cuatro fueron Casandro, quien reinó en Grecia y el occidente; Lisímaco, en Tracia y Asia Menor; Tolomeo, en Egipto; y Seleuco, en Siria. De estos cuatro, dos —Tolomeo y Seleuco— ampliaron su dominio y su territorio; éstos fueron los reyes de Egipto y Siria respectivamente.
Las intrigas que se mencionan a continuación se relacionan con estos dos. Se hace referencia a ellos como el rey del sur (Tolomeo) y el rey del norte (Seleuco) debido a su ubicación en relación con Jerusalén.
Versículo 5: “El rey del sur sería Tolomeo I” (“Comentario bíblico del expositor”, p. 130). La expresión bíblica “uno de sus príncipes” se refiere a Seleuco, quien originalmente había servido bajo Tolomeo. En las intrigas que surgieron después de la muerte de Alejandro, Seleuco finalmente logró el control sobre Siria y vino a ser el rey del norte. Con el tiempo, Seleuco ejerció más poder que Tolomeo. La dinastía de los reyes seléucidas continuó hasta el año 64 a.C.
La guerra laodiceana
Versículo 6: Entre el rey del sur y el rey del norte existía un estado de tensión y hostilidad. Tolomeo I murió en el año 285 a.C. En el 252 los dos reinos intentaron hacer un pacto bajo el cual Berenice, la hija de Tolomeo II, se casaría con Antíoco II, el rey del norte. Pero Laodicea, primera esposa de Antíoco II, estaba enojada con él porque la había repudiado. Como represalia, ella, estando en el exilio, urdió una conspiración en la que mandó asesinar a Berenice y a su pequeño hijo. “Poco tiempo después, el rey mismo [Antíoco II] fue envenenado . . .” (ibídem).
Debido a que su hijo Seleuco II era demasiado joven para gobernar, Laodicea se declaró reina a sí misma. Lo profetizado de que “ella [Berenice] no podrá retener la fuerza de su brazo”, se refiere al golpe de estado en el que Laodicea mandó asesinar a Berenice. También fueron eliminados algunos de los nobles que apoyaban a Berenice como reina.
Versículos 7-9: Las venganzas continuaron y, por ende, una serie de luchas que fueron conocidas como la guerra laodiceana. Tolomeo II murió al poco tiempo de que Laodicea hiciera matar a su hija Berenice. Tolomeo III buscó vengar la muerte de su hermana y, atacando al rey del norte, capturó Antioquía, capital de Siria. En el versículo 8 se puede ver cómo Tolomeo recuperó “aun a los dioses de ellos, sus imágenes fundidas y sus objetos preciosos de plata y de oro” que Cambises se había llevado de Egipto en el 524 a.C.
En el año 240 Tolomeo III y Seleuco II acordaron la paz, y no hubo más hostilidades hasta el 221, cuando murió Tolomeo III.
Versículos 10-12: Después del fallecimiento de Seleuco II, sus hijos atacaron al rey del sur. Uno de ellos, Seleuco III, reinó sólo tres años y murió envenenado. Su actividad militar no fue muy importante. Otro hijo, Antíoco III (el Grande), “inundó y pasó adelante” y conquistó Judea.
El rey del sur, Tolomeo IV, se vengó (v. 11) y en la batalla de Rafia derrotó al ejército de Seleuco III, que era más numeroso. Después de su victoria Tolomeo se dedicó a una vida de libertinaje durante la cual exterminó decenas de miles de judíos en Egipto (v. 12). Por estas acciones debilitó su reino.
Versículos 13-16: La frase “al cabo de algunos años” se refiere a cuando, 14 años después de su derrota, Antíoco III vino en contra de Tolomeo V, quien aún era niño (Tolomeo IV había fallecido en el año 203). Debido a la vida disoluta de Tolomeo IV, había disturbios en las provincias egipcias. Mucha gente, incluso judíos simpatizantes del rey del norte, se unieron a Antíoco en contra del rey del sur. La rebelión fue finalmente aplastada por el general egipcio Escopas (v. 14).
Escopas también rechazó el ejército de Antíoco durante el invierno de 201-200. El rey del norte respondió con otra invasión, y capturó la ciudad de Sidón, una “ciudad fuerte” (v. 15), donde Escopas se rindió. De esa manera Antíoco consiguió el dominio absoluto de la Tierra Santa, la “tierra gloriosa” (v. 16).
Versículo 17: En la Nueva Versión Internacional dice: “El rey del norte se dispondrá a atacar con todo el poder de su reino, pero hará una alianza con el rey del sur . . . le dará su hija en matrimonio, con miras a derrocar su reino, pero sus planes no tendrán el éxito esperado”.
Una vez derrotado Escopas, Antíoco quiso obtener el control de Egipto mismo, y dio a su hija Cleopatra a Tolomeo V en matrimonio. Creyó que su hija traicionaría a su esposo en favor de él, pero ella frustró los planes de su padre al apoyar a Tolomeo.
Versículos 18-19: Al frustrarse sus planes, Antíoco atacó varias islas y ciudades en la región del mar Egeo. También dio asilo a Aníbal de Cartago, enemigo de Roma, quien le ayudó a llegar hasta Grecia. En respuesta, Roma atacó y derrotó al ejército de Antíoco. Los romanos lo despojaron de gran parte de su territorio y se llevaron algunos rehenes a Roma, entre ellos el hijo de Antíoco. Además, le exigieron un tributo pesado (v. 18).
Después de la derrota ignominiosa, Antíoco regresó a su fortaleza en Antioquía. No pudiendo pagar el tributo que le había impuesto Roma, intentó saquear un templo pagano. Esto encolerizó tanto a la gente que lo mataron, y así tuvo un fin desgraciado (v. 19).
Versículo 20: Según se puede leer en 2 Macabeos 3:7-40 (libro apócrifo que relata estos sucesos), el otro hijo de Antíoco, Seleuco IV, tampoco pudo pagar el tributo. Seleuco envió a un judío llamado Heliodoro a saquear el templo en Jerusalén. Heliodoro fue a la ciudad santa pero no consiguió nada. Más tarde, Heliodoro envenenó a Seleuco, quien así fue muerto, “aunque no en ira, ni en batalla”.
Antíoco Epífanes
Daniel 11:21-35: En estos versículos se nos habla del infame Antíoco IV, llamado Epífanes, hermano de Seleuco IV, quien anteriormente había sido llevado cautivo a Roma. Fue “un opresor tiránico que hizo todo lo que pudo por destruir completamente la religión judía” (“Comentario bíblico del expositor”, p. 136).
Antíoco, un hombre increíblemente cruel, decretó la pena de muerte para quienes practicaran la religión judía. Por órdenes suyas, “Eleazar, un anciano escriba, fue muerto a latigazos porque rehusó comer carne de cerdo. Una madre y sus siete hijos fueron destrozados sucesivamente en presencia del gobernador por haberse rehusado a adorar una imagen. Dos madres que habían circuncidado a sus hijos recién nacidos fueron llevadas por toda la ciudad y arrojadas de cabeza desde la muralla” (Charles Pfeiffer, Between the Testaments [“Entre los testamentos”], 1974, pp. 81-82).
Versículo 31: Esto se refiere a los graves acontecimientos del 16 de diciembre del 168 a.C., cuando el enloquecido Antíoco entró en Jerusalén y mató a 80.000 hombres, mujeres y niños (2 Macabeos 5:11-14). Luego profanó el templo ofreciendo un sacrificio a Zeus, dios supremo de la mitología griega. Este ultraje prefiguraba un acontecimiento parecido que, según las palabras de Jesucristo, habrá de ocurrir en el tiempo del fin (Mateo 24:15).
Versículos 32-35: Por una parte, estos versículos parecen referirse al valor y voluntad indómitos de los macabeos, una familia de sacerdotes que lucharon contra Antíoco y sus sucesores. La rebelión de los macabeos contra el rey de Siria se inició cuando “Matatías, el principal sacerdote en la ciudad de Modín . . . después de matar al oficial de Antíoco quien había venido a imponer el nuevo decreto relacionado con la adoración idolátrica . . . encabezó un grupo de guerrilleros que huyó a las montañas . . .” (“Comentario bíblico del expositor”, p. 141).
Matatías fue apoyado en la defensa de sus principios por sus cinco hijos, principalmente por Judas, quien recibió el apodo de Maqqaba (voz aramea que significa martillo, origen del nombre macabeo). Muchos de estos patriotas murieron por esta causa, pero su heroicidad finalmente expulsó de la nación al ejército sirio.
Por otra parte, estos versículos podrían referirse a la iglesia del Nuevo Testamento, al hablar de apostasía, persecución y los esfuerzos y hechos del pueblo.
En este punto, la profecía de Daniel pasa a un tema diferente, al “tiempo determinado” o, como lo expresa la Nueva Versión Internacional: “la hora final” (v. 35). “Con la conclusión del extracto previo en el versículo 35, termina el material profético que indiscutiblemente se aplica a los imperios helénicos y al conflicto entre los seléucidas y los patriotas judíos. La presente sección (vv. 36-39) contiene algunos aspectos que difícilmente se aplican a Antíoco IV, aunque la mayoría de los detalles podrían aplicarse a él lo mismo que a ‘la bestia’, su antitipo del tiempo del fin.
“Eruditos, tanto liberales como conservadores, están de acuerdo en que todo el capítulo 11 hasta este punto contiene predicciones sorprendentemente exactas del panorama de acontecimientos desde el reinado de Ciro . . . hasta el fracasado intento de Antíoco Epífanes de acabar con la fe judía” (ibídem, p. 143).
A partir de ese momento transcurriría poco más de un siglo antes de que Jerusalén fuera conquistada por el general romano Pompeyo. Así, gran parte del Cercano Oriente quedó bajo el dominio del Imperio Romano y, consecuentemente, mucha de su fuerza pasó a su parte oriental, el Imperio Bizantino, en los siglos siguientes.
Pero entonces, como veremos en el siguiente capítulo, una nueva potencia y una nueva religión aparecieron para dominar el Cercano Oriente: el Imperio Islámico.