La dualidad en la profecía bíblica
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La dualidad en la profecía bíblica
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A menudo los pronunciamientos proféticos se cumplen en varias etapas; esto es algo conocido como “dualidad”. Uno de los ejemplos clásicos del principio de la dualidad es la primera venida de Jesucristo para expiación por nuestros pecados, y su segunda venida para gobernar como Rey de reyes.
La dualidad es muy común en la profecía bíblica. Jesús hizo alusión al tema en Mateo 17:11-12. Los discípulos le habían preguntado acerca de la profecía de Malaquías 4:5: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día del Eterno, grande y terrible”. Jesús les respondió: “A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas yo os digo que Elías ya vino. . .” (Mateo 17:11-12).
Los discípulos entendieron que el “Elías” que había de venir era Juan el Bautista (v. 13). El mismo Jesús explicó que Juan, quien cuando Jesús dijo estas palabras ya estaba muerto, era el primer cumplimiento de la profecía de Malaquías.
Pero la clara implicación de las palabras de Jesús es que además habrá otro Elías que precederá a su segunda venida y anunciará su regreso de la misma forma en que Juan el Bautista precedió a la primera venida de Cristo. Juan ya había muerto, de manera que no podría hacer nada más en el futuro. Juan mismo entendía que él no era el cumplimiento total de la profecía (Juan 1:21). Pero como precursor, él había cumplido, al menos parcialmente, la profecía de Malaquías.
Otra profecía con un cumplimiento dual es la que Jesús pronunció en el monte de los Olivos (Mateo 24-25; Marcos 13; Lucas 21). Muchas condiciones descritas en esta profecía se cumplieron en la época en que los romanos sitiaron y destruyeron a Jerusalén, en el año 70 d.C. Pero Jesús dijo claramente que existirían condiciones similares poco antes de su segunda venida.
Podemos encontrar otro ejemplo de cumplimiento dual en las referencias al Día del Señor, como en el caso de Isaías 13:6: “Aullad, porque cerca está el día del Eterno; vendrá como asolamiento del Todopoderoso”.
El versículo 1 de este capítulo nos permite identificar la época en que el Imperio Babilónico amenazaba al reino de Judá (Babilonia invadió a Judá y tomó a Jerusalén en el año 587 a.C.). Dentro de este contexto Isaías escribió: “cerca está el día del Eterno”.
Sin embargo, en el versículo 9 él vuelve a mencionar el Día del Eterno: “He aquí el día del Eterno viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores”. Lo que dice después nos da a entender que se está refiriendo al tiempo del fin: “Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor. Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes. Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre. Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, en la indignación del Eterno de los ejércitos, y en el día del ardor de su ira” (vv. 10-13).
Debemos examinar el contexto de las profecías para poder entender su significado y discernir si el primer cumplimiento fue completo. También es muy importante que evitemos ver dualidad en pasajes que no admiten tal interpretación. Debemos ser muy cuidadosos para discernir si en cierta profecía hay cabida para el principio de dualidad.
También debemos estar conscientes de que prácticamente todas las interpretaciones que hagamos acerca de cómo se cumplirán las profecías tienen cierto grado de especulación. A menudo no podemos identificar el cumplimiento de una profecía hasta después que ha ocurrido o empezado a cumplirse.