Claves para entender el Apocalipsis

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Claves para entender el Apocalipsis

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¿Por qué fue escrito el Apocalipsis? El nombre mismo del libro significa revelación: quitar el velo, descifrar algo que de otra manera no podría entenderse. Y sin embargo, la mayoría de las personas creen que este último libro de la Biblia no se puede entender de ninguna manera, que su lenguaje y sus símbolos son demasiado confusos para tener sentido.

Sin embargo, el Apocalipsis permite poner muchas de las profecías más antiguas en un contexto comprensible, y para las profecías relativas al tiempo del fin forma una estructura que nos ayuda a comprenderlas. Esto se logra, en parte, por el uso de un lenguaje figurado y de símbolos que están relacionados directamente con otros escritos proféticos de la Biblia.

Por ejemplo, el libro de Daniel utiliza un lenguaje y unos símbolos similares. Muchas de sus visiones y figuras retóricas se explican claramente, pero Dios le reveló a Daniel que el significado de otras permanecería sin aclarar hasta el tiempo del fin. Entonces ésas también se podrían entender.

El Apocalipsis contiene varias claves fundamentales para poder entender las profecías de Daniel, y el libro de Daniel nos da elementos para entender el Apocalipsis.

Veamos la explicación que Daniel dio acerca de una de sus visiones: “Yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas? Él respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin” (Daniel 12:8-9).

Comparemos esto con el propósito de Dios en el Apocalipsis. Dios el Padre le dio a su Hijo Jesucristo las profecías que están escritas en el Apocalipsis. Pero vemos que el apóstol Juan, quien escribió el libro por inspiración divina, nos dice en el último capítulo que un ángel le ordenó específicamente: “No selles las palabras de la profecía de este libro . . .” (Apocalipsis 22:10).

Juan explica que el Padre le dio la mayor parte de este libro a Jesús en forma de un rollo sellado con siete sellos. Jesús rompió los sellos y abrió el rollo: “Vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono [Dios el Padre] un libro escrito por dentro y por fuera, sellado son siete sellos. Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo . . . Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (Apocalipsis 5:1-5).

Aquí está la clave para entender el libro. Solamente Jesús puede descifrar el significado de sus símbolos, visiones y descripciones. El primer versículo de este libro nos dice que es “la revelación de Jesucristo, que Dios le dio. . .” (Apocalipsis 1:1). Cristo desata los sellos; él revela su significado. Pero ¿cómo lo hace?

Hay dos factores fundamentales. Primero, las claves para entender el contenido del libro deben ser explicadas por Jesucristo mismo, con sus propias palabras.

Segundo, la Biblia nos enseña que “toda la Escritura es inspirada por Dios. . .” (2 Timoteo 3:16). Por lo tanto, podemos estar seguros de que hay otros pasajes de la inspirada Palabra de Dios que nos ayudan a aclarar algunos símbolos del Apocalipsis.

Si confiamos en que la Biblia interpreta sus propios símbolos y lenguaje figurado, podemos estar seguros de que nuestro entendimiento está basado en la inspirada Palabra de Dios y no en nuestras propias opiniones (2 Pedro 1:20). Al fin y al cabo, el Apocalipsis consiste precisamente en conocimiento revelado.

Recordemos que Dios le dijo a Daniel que algunas de las cosas que le fueron reveladas en visión estaban selladas hasta el tiempo del fin. Pero después añadió: “Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán” (Daniel 12:10). Dios se propuso que en el tiempo del fin, aquellos que él llama “entendidos” comprendieran estas profecías.

¿Quiénes son los entendidos?

Aquellos que se mofan del concepto de que la Biblia es inspirada por Dios, dicen que sus símbolos son contradictorios y confusos; no les ven ningún valor. Al burlarse de la idea de la inspiración de Dios, se ciegan al entendimiento profético. Ellos “ignoran voluntariamente” lo que Dios revela acerca del futuro (2 Pedro 3:3-7).

Por otra parte, Dios nos dice que los que realmente tienen entendimiento y sabiduría son aquellos que le temen y guardan sus mandamientos. Las Escrituras afirman: “El principio de la sabiduría es el temor del Eterno; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; su loor permanece para siempre” (Salmos 111:10). También leemos: “El testimonio del Eterno es fiel, que hace sabio al sencillo” (Salmos 19:7).

El Apocalipsis nos da muchas claves para entender la profecía porque sigue el principio de que la Biblia se interpreta a sí misma. Por lo tanto, solamente aquellos que creen que la Biblia es inspirada por Dios y confían en lo que dice, podrán entender el significado de lo que está revelado en el Apocalipsis.

En los días de los apóstoles se empezó a entender una parte, pues uno de los propósitos declarados del Apocalipsis era el de revelar a los siervos de Dios “las cosas que deben suceder pronto” (Apocalipsis 1:1). Así que algunos aspectos del libro se aplicaron directamente a los cristianos que vivieron en los días del apóstol Juan.

En el versículo 19 vemos que Cristo le dijo a Juan que escribiera (1) “las cosas que has visto”: sus visiones con sus extraños símbolos; (2) “las que son”: información acerca de la iglesia en aquella época; y (3) “las que han de ser después de estas”: las profecías relativas al futuro.

Antes de examinar las claves acerca del futuro, es necesario que entendamos las circunstancias en que le fue revelado este libro profético al apóstol Juan.

La situación religiosa y política

En los confines del antiguo Imperio Romano, el cristianismo comenzó en medio de una paz relativa. Los emperadores de aquella época generalmente tenían una política de tolerancia religiosa. Esto les permitió a los primeros cristianos evangelizar de una manera poderosa a todo lo largo y ancho del territorio de Roma, y aún más allá.

Pero la situación empezó a cambiar. Los romanos proclamaron e impusieron el culto al emperador en todo el imperio. Súbitamente, los cristianos se encontraron en circunstancias intolerables. Jesús, y no el emperador, era su Señor. Ellos entendían claramente que las Escrituras prohi­bían la adoración de cualquier persona o cosa que no fuera el Dios verdadero y su Hijo Jesucristo. Se les presionó tremendamente para que celebraran las festividades paganas, los juegos y las ceremonias en honor del emperador reinante, como si éste fuera un dios.

Cuando ellos se negaron a participar en el culto al emperador, tuvieron serios conflictos con las autoridades romanas. Ya en la época en que fue escrito el Apocalipsis, algunos cristianos habían sido ejecutados por sus creencias. Antipas es nombrado como un mártir de la época (Apocalipsis 2:13). En todas partes, pero especialmente en el Asia Menor, los cristianos encontraron una fuerte oposición y fueron ridiculizados y perseguidos.

Después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 de nuestra era, los romanos empezaron a considerar al cristianismo como una religión nueva y distinta del judaísmo, y con frecuencia los cristianos eran vistos como un grupo subversivo que podría volverse peligroso. Roma veía en sus enseñanzas de un futuro reino, con un poderoso rey al frente, una seria amenaza contra la estabilidad del imperio. Para esa época, el emperador Nerón ya había culpado falsamente a los cristianos de provocar el gran incendio de Roma. El futuro parecía bastante sombrío.

El apóstol Juan, prisionero en la isla de Patmos, cerca de la costa del Asia Menor, explicó que él también había sufrido la persecución. Se presentó a los cristianos de su época como “copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo” (Apocalipsis 1:9).

Juan entendía perfectamente la angustia que ellos habían tenido que soportar. Y sin embargo, les recordó su meta: el Reino de Dios. Hizo hincapié en la paciencia y la fe que debían ejercer para soportar la persecución y el abuso hasta el retorno de Jesucristo, quien liberaría para siempre a sus santos de la persecución y les daría la salvación.

En este contexto Jesús le reveló a Juan cuándo y cómo sería detenida esta satánica persecución. También le señaló que la raíz del problema se remontaba al principio de la humanidad, al comienzo mismo de esta era del hombre, llena de pecado y de maldad.

El archiengañador

En el huerto del Edén, el hombre se encontró por primera vez con “la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9; Génesis 3:1). El engaño del maligno ha sido de tal magnitud que muchas personas se burlan de la sola posibilidad de que el diablo exista. Pero los escritores de la Santa Biblia tenían muy presente la existencia y el poder de este ser. Nos revelan que él ha sido el responsable del mal y del sufrimiento.

El Apocalipsis nos resume la labor de Satanás, su influencia tanto en los cristianos como en toda la humanidad, desde la época de Juan hasta el regreso de Jesucristo. Nos revela que finalmente se resolverá el antiguo conflicto entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal.

Como dijimos al principio de este capítulo, Juan les dijo a los primeros cristianos que había escrito acerca de “las [cosas] que son, y las que han de ser después de estas” (Apocalipsis 1:19). El cumplimiento profético comenzó en los días de los apóstoles y se extiende hasta nuestra época y más allá de ella.

El Día del Señor en la profecía

La mayoría de las visiones de Juan están relacionadas con una época que los profetas de Dios mencionan como “el día del Eterno” o “del Señor”, también conocido como “el día de nuestro Señor Jesucristo”, y aquí en el Apocalipsis como “el día del Señor” (Apocalipsis 1:10; comparar con Isaías 13:6; Joel 2:31; Sofonías 1:14; Hechos 2:20; 1 Corintios 1:8; 2 Tesalonicenses 2:2).

El apóstol Pablo habló claramente acerca de este tiempo profetizado: “Vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán” (1 Tesalonicenses 5:2-3).

Algunas personas creen que cuando Juan utilizó en Apocalipsis 1:10 la frase “el día del Señor”, se estaba refiriendo al domingo. Pero el contexto nos muestra claramente que no se estaba refiriendo a ningún día de la semana, sino al tiempo profético del Día del Señor, el cual se menciona directa o indirectamente en más de 50 pasajes de las Escrituras.

“La revelación de Juan ocurrió estando él en el espíritu, en el día del Señor. Algunos han dicho que el ‘día del Señor’ se refiere al primer día de la semana. Sin embargo, la expresión ‘del Señor’ es la traducción de un adjetivo y nunca se utiliza en la Biblia para referirse al primer día de la semana. Es probable que Juan se estaba refiriendo al período llamado el Día del Señor, una expresión muy conocida en ambos testamentos . . . Él tuvo una visión . . . no fue transportado en su cuerpo sino en su mente hacia el futuro Día del Señor, cuando Dios va a derramar sus juicios sobre la tierra” (John Walvoord y Roy Zuck, The Bible Knowledge Commentary [“Comentario del conocimiento bíblico”], 1983, 1985).

La suposición errónea de que Juan se estaba refiriendo al primer día de la semana, no tiene ninguna base. El único día de la semana, desde el punto de vista bíblico, que puede llamarse “el día del Señor” es el sábado o séptimo día de la semana, observado por Jesús, los apóstoles y la iglesia primitiva como día de reposo. Jesús dijo específicamente que él era “Señor . . . del día de reposo [sábado]” (Marcos 2:28). Y por medio del profeta Isaías, Dios se refiere al sábado como “mi día santo” (Isaías 58:13).

Juan no se estaba refiriendo a ningún día de la semana sino al momento profético que es el tema principal del Apocalipsis. Juan nos dice específicamente que lo que él escribió era profecía (Apocalipsis 1:3; Apocalipsis 22:7, Apocalipsis 22:10, Apocalipsis 22:18-19). Sin embargo, utiliza la expresión “en el Espíritu” —refiriéndose a las visiones inspiradas por Dios— para indicar que él era transportado mentalmente al venidero Día del Señor.

El Día del Señor se describe en numerosos pasajes bíblicos como la época en que Dios va a intervenir directamente en los asuntos humanos. Es un tiempo de juicio a sus adversarios, aquellos que rechazan su corrección y se niegan a obedecer sus mandamientos. Jesús reprendió duramente a las ciudades de Galilea que no quisieron escuchar su mensaje, aunque habían visto varios milagros: “Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras” (Mateo 11:22).

Isaías resumió de una manera concisa el significado del Día del Señor: “Aullad, porque cerca está el día del Eterno; vendrá como asolamiento del Todopoderoso” (Isaías 13:6).

¿Qué o quiénes serán asolados? “He aquí el día del Eterno viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores” (v. 9). Como explicó Jeremías: “Ese día será para el Eterno Dios de los ejércitos día de retribución, para vengarse de sus enemigos. . .” (Jeremías 46:10).

Leamos lo que escribió el profeta Sofonías acerca de la época de la intervención de Dios: “Cercano está el día grande del Eterno, cercano y muy próximo; es amarga la voz del día del Eterno; gritará allí el valiente. Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento, día de trompeta y de algazara sobre las ciudades fortificadas, y sobre las altas torres. Y atribularé a los hombres, y andarán como ciegos, porque pecaron contra el Eterno; y la sangre de ellos será derramada como polvo, y su carne como estiércol” (Sofonías 1:14-17).

Tenemos también la descripción que el apóstol Juan hace de algunos acontecimientos que ocurrirán cuando se abra el sexto sello del libro. La gente se estremecerá y clamará: “El gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apocalipsis 6:12-17). Poco antes de esto, los siervos mártires de Dios son representados clamando simbólicamente desde sus tumbas: “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” (v. 10). Más adelante en este libro de profecía, un ángel es enviado con este mensaje: “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado. . .” (Apocalipsis 14:6-7).

Casi al final de este libro, Juan nos da más detalles acerca de la segunda venida de Cristo: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea” (Apocalipsis 19:11).

Muchos años antes de que Juan escribiera el Apocalipsis, el profeta Zacarías también describió el regreso de Cristo: “Viene el día del Eterno . . . yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén . . . La mitad de la ciudad irá al cautiverio, pero el resto del pueblo no será sacado de la ciudad. Después saldrá el Eterno y peleará contra aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. En aquel día se afirmarán sus pies sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén, al oriente. El monte de los Olivos se partirá por la mitad, de este a oeste, formando un valle muy grande; la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur” (Zacarías 14:1-4, Reina-Valera 1995). Al final de esta batalla, “el Eterno será rey sobre toda la tierra” (v. 9).

Cuando leemos estos pasajes el tema central del Apocalipsis queda muy claro. Nos describe, con símbolos muy vívidos, el juicio de Dios en los últimos días, el tiempo que culminará con el regreso de Jesucristo. Él se encargará de destruir finalmente el sistema satánico que en el Apocalipsis se conoce como “Babilonia la grande” (Apocalipsis 17:5).

El quid del asunto: ¿A quién debemos adorar?

El meollo del conflicto del tiempo del fin es un interrogante crucial: ¿A quién va a adorar la humanidad, a Satanás o a Dios? Veamos lo que hará la mayoría: “. . .se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?” (Apocalipsis 13:3-4).

¿Quiénes van a participar en esto? “Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida. . .” (v. 8). Aun en la actualidad casi todas las personas del mundo están “bajo el maligno”, “el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. . .” (1 Juan 5:19; Apocalipsis 12:9). La influencia que Satanás ejerce sobre la humanidad se incrementará dramáticamente en el tiempo del fin.

Sin embargo, el hombre será advertido. Juan nos habla acerca de la visión de un ángel “que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apocalipsis 14:6-7).

Por medio del Apocalipsis, Dios nos envía un mensaje claro: Se acerca el momento en el que ya no tolerará más que los seres humanos lo rechacen y adoren al maligno. El sistema idolátrico de Satanás será borrado de la tierra antes de que Cristo comience su reinado como Rey de reyes y Señor de señores.

Dios responde a los ruegos de su pueblo

El templo en Jerusalén fue el centro del culto de Israel al Dios verdadero. La presencia de Dios se manifestaba allí (2 Crónicas 5:13-14).

En el Apocalipsis, Dios aparece con frecuencia sentado en su trono en los cielos, en su templo celestial. (Antiguamente, este trono estaba representado por el propiciatorio que estaba encima del arca del testimonio, en el lugar santísimo del templo; Éxodo 25:10-22.) Cuando el apóstol Juan vio cómo los ángeles derramaban el castigo final, oyó “una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho está” (Apocalipsis 16:17).

En otra ocasión un ángel le dijo a Juan: “Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él” (Apocalipsis 11:1). Se nos enseña que Dios está en su templo y que recibe las oraciones de sus siervos. “Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono” (Apocalipsis 8:3).

¿Cuál era la plegaria que Dios escuchaba una y otra vez de sus verdaderos siervos? “Clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” (Apocalipsis 6:10). El Apocalipsis nos revela las circunstancias en que serán respondidas plenamente las oraciones de todos aquellos que adoran verdaderamente a Dios y le claman por justicia.

Juan cita las palabras de Jesús, quien les promete a sus siervos: “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios . . . y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén. . .” (Apocalipsis 3:12). Finalmente, se volverán las tornas y los servidores fieles de Dios serán los ganadores. Dios los recompensará por su paciencia y perseverancia al esperar que él cumpliera sus promesas y respondiera a sus oraciones.

A medida que Dios interviene en los asuntos del mundo y manifiesta su gran poder a todas las naciones, sus verdaderos adoradores lo celebran con júbilo: “Cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado” (Apocalipsis 15:3-4).

El patrón del siete

Otra característica sobresaliente del Apocalipsis es que está organizado por grupos de siete. Por ejemplo, el primer capítulo nos menciona siete iglesias, siete candeleros, siete espíritus, siete estrellas y siete ángeles.

Los acontecimientos principales del libro están agrupados en siete sellos, siete trompetas, siete truenos y siete copas que contienen las siete plagas postreras. También encontramos siete lámparas de fuego y un cordero con siete cuernos y siete ojos.

Hay un dragón que domina la bestia y tiene siete cabezas y 10 cuernos. Siete montes y siete reyes están relacionados con las cabezas de la bestia. ¿Qué quieren transmitir estos mensajes al utilizar repetidamente el número siete?

En la Biblia, el número siete simboliza la idea de totalidad. Por ejemplo, siete días representan una semana completa. Dios introdujo este concepto inmediatamente después de crear a nuestros primeros padres: “Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación” (Génesis 2:2-3).

El Apocalipsis nos explica la forma en que Dios va a llevar a cabo —completamente— su plan maestro de salvación. Nos da un bosquejo que nos ayuda a entender cómo se cumplirán los aspectos proféticos del plan de Dios, especialmente en los últimos días.

Esta representación de totalidad es un elemento importante para poder entender el mensaje a las siete iglesias que se encuentra en los tres primeros capítulos del libro. Cuando comparamos este lenguaje simbólico con los símbolos e imágenes de otras partes de la Biblia, podemos ver un cuadro claro.

En el Apocalipsis Dios les revela a sus siervos un resumen concreto de los factores que tendrán el mayor impacto en sus vidas —entre éstos sus pruebas y recompensas— hasta que esté terminado su plan para la humanidad. En los capítulos finales (21-22) les da a los justos un breve anticipo de la naturaleza de la relación que van a disfrutar todos con él eternamente. Al presentar los acontecimientos más importantes, Dios utiliza un patrón de siete para hacer hincapié en la plenitud del resumen profético que él revela.

A pesar de que los modelos bíblicos de siete son simbólicos en cuanto a que transmiten la idea de que algo está completo, suelen tener también un cumplimiento real y literal. Por ejemplo, Dios le dio un sueño al faraón del antiguo Egipto en el cual siete vacas flacas se comían siete vacas gordas. Luego, Dios hizo que José le explicara al faraón que el sueño significaba siete años de abundancia y prosperidad agrícola, que serían seguidos por siete años de hambre devastadora.

Al revelarle esta información al faraón por medio de un sueño, Dios hizo que pusiera a José en una posición muy importante en Egipto. Así, en los terribles años del hambre José pudo proteger y alimentar a su familia, un grupo muy pequeño que estaba destinado a convertirse en la nación de Israel. Dios tenía control del sueño y de su cumplimiento.

De la misma forma, Dios puede predecir el resultado de cualquier aspecto de la historia (Isaías 46:9-10). Puede, además, controlar todo y hacer que se cumpla según su voluntad (v. 10). Él puede revelar el futuro con toda clase de detalles asombrosamente precisos y acertados. No debemos suponer, como algunos lo hacen, que los grupos de siete que hay en el Apocalipsis tienen únicamente un valor simbólico. Por lo general, anuncian sucesos reales y debemos tomarlos en serio.

El papel que desempeñan los santos

Cuando Juan escribió el Apocalipsis, los cristianos estaban siendo perseguidos y en algunas ocasiones martirizados, todo ello con la aprobación de los emperadores romanos. Con frecuencia el Apocalipsis hace un contraste entre la injusticia de la época y el futuro gobierno de Jesucristo y sus santos.

Este es otro aspecto muy importante del Apocalipsis. Uno de los temas centrales de sus profecías es la identidad de aquellos que van a regir el mundo en el futuro: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20:6). En el capítulo final leemos cómo los fieles siervos de Dios recibirán vida eterna en la resurrección y “reinarán por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 22:5).

Otro detalle importante es dónde van a servir inicialmente con Jesús en su gobierno: “Nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Apocalipsis 5:10).

Aun al comienzo del Apocalipsis, Juan habla acerca de “Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra” (Apocalipsis 1:5). Después, Juan les dice a los cristianos que Jesús “nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos” (v. 6).

¿En verdad recibirán autoridad bajo Cristo en el Reino de Dios aquellos fieles cristianos que perseveren en las tribulaciones y persecuciones? Claro que sí. El apóstol Pablo les recordó a los corintios: “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo?” (1 Corintios 6:2).

Veamos lo que Cristo le reveló a Juan: “Vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4).

Esto es parte del asombroso futuro que Jesucristo tiene planeado para sus fieles seguidores: ¡vivir y reinar con él para siempre! Estudiemos ahora lo que está profetizado acerca de los verdaderos seguidores de Cristo a lo largo de los siglos hasta el momento de su regreso.