Cómo encontrar el camino hacia una familia feliz
Una de las bendiciones más grandes de una vida plena y feliz es el tener una familia amorosa. No hay nada mejor que llegar a una casa donde nos espera una familia cariñosa, niños felices y un matrimonio maravilloso. Por mucho éxito que tengamos en el trabajo, si no tenemos un hogar bien constituido será inevitable experimentar un gran vacío en nuestras vidas.
En el sentido más amplio, nuestra familia incluye no solo nuestro cónyuge y nuestros hijos e hijas, sino también nuestros padres, tíos, tías, primos, sobrinos, sobrinas y todos nuestros demás parientes. Disfrutar de una buena relación con cada uno de ellos es una tremenda bendición.
Para descubrir cómo hacer que funcionen nuestras relaciones familiares, analicemos cómo empezó la institución de la familia.
Poco después de crear al primer hombre, Adán, Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). Adán estaba incompleto. Entonces Dios creó a la mujer, Eva, para ser la compañera de vida de Adán.
Dios creó al hombre y a la mujer para que se complementaran mutuamente, no para que compitieran entre sí. Él los creó para que trabajaran juntos dentro del matrimonio, para que formaran familias y poblaran la Tierra.
Claves para la felicidad
Dios no creó las relaciones familiares para luego dejarnos tropezar ciegamente mientras buscamos la mejor forma de hacer que ellas funcionen. Las claves para la felicidad y el éxito familiar son reveladas en las Escrituras. Cuando seguimos estas instrucciones, gran parte de las peleas que surgen en el seno familiar desaparecen.
Una de las claves entregadas por Dios establece que el matrimonio es un compromiso de por vida. Cuando se le preguntó a Jesucristo por el divorcio, él contestó: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?” (Mateo 19:4-5).
Jesús demostró así que el matrimonio fue diseñado por Dios como un contrato sagrado, un pacto entre un hombre y una mujer (Malaquías 2:14), una alianza que no puede romperse.
La felicidad no llega por accidente. Estamos más satisfechos cuando hacemos algo que consideramos importante. Tal es el caso con la familia. Dios creó esta institución para que pudiéramos aprender muchas lecciones y alcanzar nuestro potencial en su familia espiritual (2 Corintios 6:18; Hebreos 2:10-11; 1 Juan 3:2).
Dios da las instrucciones sobre cómo debe funcionar una familia. En el quinto mandamiento, él nos dice: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el Eterno tu Dios te da” (Éxodo 20:12).
Siempre tenemos que honrar a nuestros padres. En la juventud los honramos con obediencia y respeto. Cuando son ancianos los honramos con respeto, visitas y comunicación frecuente y nos preocupamos de que todas sus necesidades físicas y emocionales estén cubiertas.
Dios promete bendiciones especiales para aquellas personas que obedezcan este mandamiento. Observe la recompensa por honrar a nuestros padres: “. . . para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra”. En Efesios 6:2, el apóstol Pablo describe esta instrucción “como el primer mandamiento con promesa”.
Otra bendición de la familia son los hijos. Salmos 127:3-5 nos dice: “He aquí, herencia del Eterno son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos . . .”
Todos descubren que los hijos son una fuente viva de alegría dada por Dios, desde los padres primerizos que se maravillan con el milagro de la vida, hasta la abuela que carga en sus brazos a su nieta o el abuelo que juega a la pelota con su nieto.
Es fácil olvidar que los hijos son una bendición de Dios. Con mucha frecuencia creemos que divertirnos significa visitar un lugar exótico durante nuestras vacaciones, conocer personas interesantes o presenciar algún evento espectacular. Sin embargo, con el tiempo nos damos cuenta de que la vida es mucho más satisfactoria cuando nos damos el tiempo de observar y valorar las cosas simples que nos rodean.
La felicidad empieza por casa
Lamentablemente, la vida moderna tiende a separar a las familias. Los nietos a menudo viven lejos de sus abuelos. Los más jóvenes están separados de sus tíos, tías y primos. Las visitas frecuentes y las llamadas telefónicas pueden ayudar a acortar las distancias y a mantenernos en contacto con otros miembros de nuestra familia, pero estas medidas no siempre son las más adecuadas.
Se requiere de un gran esfuerzo para desarrollar familias felices y estables. Gálatas 6:7 afirma que cosechamos lo que sembramos. Una familia que funciona apropiadamente demanda mucho trabajo, comparable al que exige el estudiar una carrera, construir una casa o arar la tierra.
Por lo general, las recompensas que cosechamos son proporcionales al esfuerzo que invertimos en las cosas. Si comenzamos a construir una casa, pero no usamos materiales y mano de obra de buena calidad, nuestra casa no tendrá mucho valor. Con nuestras familias pasa algo similar. Si invertimos esfuerzo y cuidados, cosechamos los beneficios de relaciones saludables. Por otro lado, si no dedicamos suficiente tiempo y esmero en nuestras familias, no podemos esperar mucho a cambio.
Consideremos algunas inversiones que podemos hacer para crear el ambiente más positivo posible en nuestro pequeño núcleo.
Tiempo: un recurso valiosísimo
En cualquier relación, pasar tiempo juntos es muy importante. La gran cantidad de presiones y demandas por nuestro tiempo tienden a separar más que a acercar a los padres. Algunos padres solo pueden pasar unos pocos minutos al día con sus hijos y esposas, y se les dificulta mucho poder dedicarles
más tiempo.
Es muy común escuchar a las personas quejarse de que les falta tiempo, pero, al parecer, igual logran encontrar espacio para hacer las cosas que verdaderamente les interesan.
¿Cuán importante es su familia? ¿En qué lugar la pone? Cuando nos hagamos estas preguntas, tal vez veamos la necesidad de reestructurar nuestras prioridades. Es posible que usted tenga que hacerse tiempo para su familia.
Cuando los distintos miembros de una familia viven en la misma área y comparten el compromiso de obedecer los mandamientos de Dios, tienen una oportunidad especial para pasar tiempo juntos mientras adoran a Dios. El cuarto mandamiento nos exhorta a “acordarnos del día de reposo para santificarlo” (Éxodo 20:8). Aunque es uno de los mandamientos de Dios más ignorados, la observancia del día sábado proporciona a las familias incontables oportunidades para compartir. (Si desea saber cómo hacerse tiempo en la semana para dedicarlo a los valores espirituales, asegúrese de solicitar nuestro folleto gratuito El día de reposo cristiano, donde aprenderá acerca de los sábados semanales de Dios.).
El mandamiento del sábado es hoy más importante que nunca, debido a lo ocupado de nuestros horarios. Es un día en que los miembros de la familia pueden comer juntos, tal vez dar un paseo y, por sobre todo, adorar a Dios todos juntos. Invertir tiempo en sus parientes durante este día puede mejorar su relación con ellos, enseñarles los valores de Dios y unirlos a través de principios espirituales que nunca pasan de moda.
Además del sábado, hay otros momentos y actividades como viajes, vacaciones y feriados, que son una buena instancia para que las familias compartan más. Tales ocasiones permiten a los padres poder conversar con sus hijos, descubrir qué piensan acerca de la vida y enterarse de sus esperanzas, sueños y frustraciones. Es también una buena oportunidad para que los niños comiencen a hacer preguntas a sus padres acerca de la vida. Cuando una familia viaja por muchas horas, los padres pueden aprovechar ese tiempo para comunicarse con sus hijos, generando así más unión entre todos.
Una fuente de apoyo
Siempre hay momentos que no son del todo buenos. Cuando llegan los tiempos difíciles, la familia puede entregar todo el apoyo necesario. Eclesiastés 4:11-12 señala la ventaja de este apoyo: “También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto”. ¿Qué mejor apoyo físico, emocional, e incluso espiritual, puede tener uno, que una familia amorosa que acude en ayuda de uno de sus miembros que sufre?
Pablo exhortó así a la congregación en Tesalónica: “. . . que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos” (1 Tesalonicenses 5:14). El apoyo de la familia debe ser la primera fuente de ayuda cuando surgen problemas. Si algún pariente cae enfermo o pierde su trabajo, una familia solidaria es un gran soporte. Los otros miembros pueden animarlo a no rendirse ni desalentarse.
Uno de los problemas que Jesucristo debió enfrentar al comienzo de su ministerio en la Tierra fue el de las familias desatendidas. Cristo reprendió a los fariseos, diciéndoles que necesitaban cuidar a los miembros más ancianos y necesitados de la familia: “¡Qué buena manera tienen ustedes de dejar a un lado los mandamientos de Dios para mantener sus propias tradiciones! Por ejemplo, Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’, y: ‘El que maldiga a su padre o a su madre será condenado a muerte’. Ustedes, en cambio, enseñan que un hijo puede decirle a su padre o a su madre: ‘Cualquier ayuda que pudiera haberte dado es corbán’ (es decir, ofrenda dedicada a Dios). En ese caso, el tal hijo ya no está obligado a hacer nada por su padre ni por su madre” (Marcos 7:9-12, NVI). Jesús dejó en claro que la familia tiene la responsabilidad de cuidar a sus padres ancianos.
Una forma de apoyar a los padres en la tercera edad es mantener contacto regular con ellos. El primer paso son las cartas y llamadas telefónicas para saber cómo están. Luego, uno debería prestar la ayuda que sea necesaria. El principio de ayudar también se aplica a otros miembros de la familia cuando tienen necesidad.
La importancia de las tradiciones
Las tradiciones ayudan al funcionamiento y la unidad familiar. Hemos mencionado que la obediencia al cuarto mandamiento (guardar el sábado) puede contribuir al fortalecimiento de las familias. Además del sábado y de los días santos bíblicos, existen otros momentos tradicionales para reunirse, como los aniversarios, que ofrecen una instancia propicia para desarrollar relaciones afectivas. (Para entender el significado de los días santos en la Biblia, asegúrese de solicitar el folleto Las fiestas santas de Dios).
Jesucristo nos alienta a extender esta hospitalidad a otros que no son familiares: “Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado. Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos” (Lucas 14:12-14).
La necesidad de reglas
Vivimos en una era en la que han desaparecido muchas de las reglas —estándares y tradiciones— que alguna vez gobernaron la sociedad. ¿El resultado? Los jóvenes carecen de referentes que los ayuden a crecer y madurar para convertirse en adultos responsables. Hay muchos que deambulan por las calles sin ninguna regla que les ayude a definir en qué consiste un comportamiento apropiado.
Los niños necesitan límites y reglas. Requieren saber qué se espera de ellos. Proverbios 29:15 nos dice: “La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre”. Puede que los niños y los adolescentes no aprecien la corrección y las reglas cuando son jóvenes; pero cuando sean adultos, agradecerán y se darán cuenta de que sus padres tenían toda la razón y que les dieron una guía apropiada.
El doctor en medicina Ross Campbell entiende la importancia de las reglas en el desarrollo de los niños. En su libro How to Really Love Your Teenager (Cómo amar realmente a su hijo adolescente), escribe: “Los adolescentes, en algún nivel de su conciencia, se dan cuenta de que necesitan guía y control de parte de sus padres. Es algo que realmente desean. He escuchado a muchos adolescentes decir que sus padres no los aman, porque no son suficientemente estrictos o firmes. Por otro lado, muchos adolescentes expresan su gratitud y amor a los padres que demuestran su cuidado y protección mediante la guía y el control” (1988, p. 77).
Las normas y los límites son buenos para los niños. Les permiten saber qué se espera de ellos, identificando los estándares de comportamiento apropiado.
Los padres responsables que aman a sus hijos prestarán mucha atención a las reglas que ellos mismos establecen. El Dr. Campbell pregunta: “¿Deberían ser justas, flexibles y razonables, o estrictas? Es importante recordar que un adolescente normal desafiará, y en ocasiones traspasará, los límites o reglas impuestos por usted. En estos casos, el sentido común indica que como el desafiar y transgredir las reglas, sin importar lo flexibles o estrictas que sean, es parte de la forma de ser de un adolescente, lo sensato es establecer desde el principio normas bastante estrictas y restrictivas” (ídem, p. 76).
Más tarde, a medida que los niños maduran y demuestran un comportamiento responsable, las reglas pueden irse flexibilizando y relajando.
La Biblia nos dice que los niños también tienen responsabilidades. Pablo escribió: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo” (Efesios 6:1). Lo ideal es que los jóvenes aprendan los preceptos de Dios de parte de sus mismos progenitores.
Por supuesto, los hijos tienden a poner a prueba las reglas. A veces llegan a pensar que saben mucho más que sus padres. Cuando esto sucede, los padres deben darse el tiempo para explicar por qué existen ciertas normas. Por ejemplo, si a un preadolescente o adolescente no le gusta ponerse cinturón de seguridad cuando anda en auto, explíquele la razón de por qué debe hacerlo. Los cinturones de seguridad por lo general salvan vidas y previenen serios daños en caso de accidentes. Si a los niños se les acostumbra desde pequeños a usar cinturón de seguridad, cuando sean jóvenes ya habrán desarrollado el hábito de abrochárselo y probablemente no se quejarán de tener que usarlo mientras crecen.
Amor: el ingrediente duradero
El amor es el ingrediente más importante en el éxito de cualquier familia. Si sus miembros se aman unos a otros, serán más tolerantes, se perdonarán mucho más, y estarán dispuestos a apoyar a los integrantes más débiles del clan.
El apóstol Pablo describe las características del verdadero amor, una preocupación generosa por el prójimo: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Corintios 13:4-7).
El amor es especialmente importante dentro de la estructura familiar, porque nos orienta cuando no sabemos cómo tratar a un integrante de la familia. El amor significa aplicar disciplina cuando se hace necesario. Este tipo de amor exige de los padres valentía y autodisciplina, los mismos atributos que nos gustaría ver en nuestros hijos.
Los cambios sociales amenazan seriamente a la familia. Algunos se preguntan si la estructura familiar podrá sobrevivir. Muchas fuerzas culturales se hallan en constante funcionamiento, amenazando y socavando este pilar básico de la sociedad.
Usted puede hacer mucho para que su vida familiar tenga éxito e impedir que su familia se convierta en una más de las víctimas. Colabore para que su grupo más íntimo sea un refugio seguro, un puerto alejado de las tormentas de la vida en este mundo tan atribulado. Para que su vida familiar prospere, asegúrese de aplicar estos principios y muchos otros más que se encuentran en la Biblia.