¿Es importante nuestra conciencia?
¿Debemos esforzarnos por mantener limpia nuestra conciencia?
“Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida” (1 Timoteo 1:5).
“Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia” (Romanos 13:5).
“Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente” (1 Pedro 2:19).
¿Nos perdonará Dios si pecamos después del bautismo?
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:1-2; comparar con 1 Juan 1:7-9).
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
Debemos esforzarnos con toda diligencia para no pecar, especialmente después de haber sido bautizados. Pero todavía no somos seres perfectos. Como Pablo lo expresó: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado . . .” (Filipenses 3:13). Por lo tanto, cuando nos arrepentimos genuinamente de los pecados que cometemos después del bautismo, Dios nos perdona de la misma forma en que lo hace en el momento del bautismo.
La clave está en la actitud arrepentida de corazón. Después de haber reprendido a los miembros de la iglesia de Corinto por ciertas actitudes erróneas (1 Corintios 3:1-4), Pablo los alabó por haberse arrepentido: “Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó. Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, que indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto” (2 Corintios 7:8-11).
¿Cuán grandes son la misericordia y el perdón de Dios?
“Venid luego, dice el Eterno, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).
“Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan” (Salmos 86:5).
El rey David oró: “De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; conforme a tu misericordia acuérdate de mí, por tu bondad, oh Eterno” (Salmos 25:7).
También escribió: “Bendice, alma mía, al Eterno, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias” (Salmos 103:2-4).
Continuó diciendo: “Misericordioso y clemente es el Eterno, lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones” (vv. 8-12).
“Como el padre se compadece de los hijos, se compadece el Eterno de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo. El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más. Mas la misericordia del Eterno es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos; sobre los que guardan su pacto, y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra” (vv. 13-18).
La misericordia de Dios es tan grande que todos nosotros deberíamos poder decir: “Alabad al Eterno, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia” (Salmos 118:1).