La necesidad de un redentor
¿Cuál fue el resultado del pecado de Adán y Eva?
“Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3:24)
Dios desterró a Adán y Eva y sus descendientes del huerto del Edén. Pero sucedió algo aún más desastroso. Dios les negó el acceso al árbol de la vida a Adán y Eva y sus descendientes hasta que la Simiente prometida, el Mesías, apareciera, los redimiera (1 Pedro 1:18-21) y los reconciliara permanentemente con Dios (2 Corintios 5:18-21). Cuando nuestros primeros padres eligieron escuchar a Satanás, empezaron a hacer caso omiso de la instrucción y el camino de vida de Dios. En su lugar escogieron “el árbol de la ciencia del bien y del mal”. Decidieron determinar ellos mismos lo que era recto y lo que era malo. Siguieron un “camino que al hombre le parece derecho”, pero que al final siempre producirá consecuencias trágicas (Proverbios 14:12; 16:25). Es el camino del pecado, el cual conduce a la miseria, la violencia y la muerte (Romanos 3:15-16; 6:23).
¿Qué sucedió en la vida de los descendientes de Adán y Eva?
"Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra” (Génesis 6:11-12)."
A medida que la gente desarrollaba su civilización apartada de Dios, las consecuencias de elegir su propio camino de vida se hicieron patentes. Primero Caín mató a su hermano Abel (Génesis 4:8), y luego la violencia se multiplicó. Para la época de Noé, el mundo se había vuelto tan corrupto que “se arrepintió el Eterno de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón” (Génesis 6:6). Excepto por Noé y su familia inmediata, todos perdieron la vida en el gran diluvio que siguió (Génesis 7:23).
¿Qué similitud hay entre las palabras que Dios le dirigió a Noé después del diluvio y la instrucción original que le dio a Adán?
“. . . a imagen de Dios es hecho el hombre. Mas vosotros fructificad y multiplicaos; procread abundantemente en la tierra, y multiplicaos en ella” (Génesis 9:6-7).
Cuando Dios le recordó a Noé que había creado a los seres humanos a su imagen, señaló de nuevo la clave para tener buenas relaciones. Dios quiere que el comportamiento de la gente refleje su santo carácter y su camino de vida. Esa es la única manera en que una civilización puede desenvolverse pacífica y productivamente. Es la única manera de evitar el deterioro y la degradación moral que fueron las causas del diluvio. Los descendientes de Noé pronto se olvidaron de las lecciones de la violencia que precedió al diluvio y la destrucción que sobrevino a la humanidad. En Génesis 11 se describe a la humanidad, después del diluvio, en abierta oposición al gobierno de Dios. En un lugar que llegó a ser llamado Babel, o Babilonia, los hombres construyeron una torre que se levantaba como un símbolo duradero de su renovada resolución de construir una civilización sin tener en cuenta la instrucción de Dios. El nombre Babilonia (Babel en hebreo) se convirtió en un epíteto bíblico para el reino de Satanás. En el último libro de la Biblia se habla simbólicamente del reino de Satanás como Babilonia (Apocalipsis 14:8).