¿Por qué deben padecer los cristianos?

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¿Por qué deben padecer los cristianos?

La Primera Epístola de Pedro aborda específicamente el sufrimiento de los cristianos. El apóstol comprendió, a la luz de Jesucristo y su sufrimiento, el significado de la aflicción de aquellas personas que han vivido de manera recta.

Pedro menciona dos categorías de aflicción. Una es por razón de la justicia y para acercarnos más al Reino de Dios. La otra es en gran parte innecesaria, puesto que es fruto de las dificultades que nosotros mismos nos acarreamos. No obstante, todos tenemos gran necesidad de la ayuda de Dios, cualquiera que sea la causa de nuestro sufrimiento.

¿Tiene Dios algún propósito al permitir que sufran los cristianos?

“Para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro 2:21).

“Esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente” (1 Pedro 2:19).

“A vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él” (Filipenses 1:29).


¿Cómo deben ver los cristianos el sufrimiento que otros les causan?

“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:10).

La Biblia explica en forma bastante amplia por qué los cristianos sufren durante este siglo malo. La mayor parte de la aflicción es causada por la poderosa influencia de Satanás sobre la gente y sus ideas y actitudes (léase el recuadro “El papel de Satanás en el sufrimiento humano”, p. 4).

Poco antes de su crucifixión, Jesús explicó a sus discípulos: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece . . . Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra” (Juan 15:19-20).

Pablo nos dice que “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12; comparar con 1 Pedro 3:14; Mateo 5:11-12).

Gran parte de la persecución que padecen los cristianos es en realidad dirigida hacia Jesucristo mismo. El blanco verdadero es la vida que él vivió y lo que enseñó. El apóstol Pedro lo explicó claramente: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Pedro 4:12-13).

¿Puede decirse que los justos siempre han padecido sufrimiento en su servicio a Dios?

“Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor” (Santiago 5:10; comparar con Hebreos 11:24-26).

Todos los profetas de Dios padecieron por causa de su fidelidad a él. Algunos sobrevivieron; otros, en cambio, dieron sus vidas. Daniel fue arrojado al foso de leones por sus creencias y prácticas, pero Dios lo salvó (Daniel 6:15-23). Sus tres compañeros —Sadrac, Mesac y Abed-nego— fueron condenados a muerte “en medio de un horno de fuego ardiendo” porque no quisieron adorar a un ídolo. Pero Dios milagrosamente los salvó de la muerte (Daniel 3:8-29).

David frecuentemente clamaba a Dios para que lo librara de sus enemigos (Salmos 7:1-2; 18:17-19). Observemos su gran confianza en Dios: “He aquí el ojo del Eterno sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus almas de la muerte, y para darles vida en tiempo de hambre” (Salmos 33:18-19).

Por lo general, la voluntad de Dios es rescatar a sus siervos. Algunos, no obstante, han padecido martirio por causa del Reino de Dios, y otros aún llegarán a terminar sus días en martirio.

Según la tradición, el profeta Isaías fue martirizado al ser “aserrado” (Hebreos 11:37). Sabemos que “otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección” (v. 35), y algunos “experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles” (v. 36).

Esteban, justo antes de padecer el martirio, les preguntó a quienes iban a apedrearlo: “¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores” (Hechos 7:52).

Siempre ha sido así. Todo se inició con Caín y Abel. “Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio . . . No como Caín, que era del maligno [Satanás] y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas” (1 Juan 3:11-12).

En la Escritura se explica que “el que camina en su rectitud teme al Eterno; mas el de caminos pervertidos lo menosprecia” (Proverbios 14:2). Aquellos que no siguen los caminos de Dios le expresan su hostilidad indirectamente al tratar a sus siervos con desprecio y enojo. Pedro describe esta actitud muy bien: “A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan” (1 Pedro 4:4).


¿A cuál de los apóstoles se le reveló que su ministerio estaría lleno de sufrimiento?

“Yo le mostraré [al apóstol Pablo] cuánto le es necesario padecer por mi nombre” (Hechos 9:16; comparar con 2 Timoteo 1:11-12).

Cuando Dios llamó y convirtió a Pablo, le reveló que parte de su servicio a Cristo sería el sufrimiento. Los padecimientos de Pablo estuvieron directamente relacionados con el gran propósito de su llamamiento.

Jesucristo resucitado comisionó a Pablo para que fuera a los gentiles, “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hechos 26:18). La misión del apóstol le atrajo intensa oposición y persecución.

¿A qué clase de sufrimientos tuvo que enfrentarse el apóstol Pablo?

“Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” (2 Corintios 11:25-28).

 

¿Cómo afectó la persecución a la reputación del apóstol Pablo?

“. . . sufro penalidades [por el evangelio], hasta prisiones a modo de malhechor; mas la Palabra de Dios no está presa” (2 Timoteo 2:9).

Pablo laboró bajo sospechas y falsas acusaciones. La mayoría de los dirigentes judíos lo consideraban un traidor, y en ocasiones los romanos no sabían si debían tratarlo como a un ciudadano romano desorientado, como a un alborotador empedernido o como a un simple criminal. Finalmente, murió por sus creencias.


¿Puede ser peligroso para un cristiano mostrar preocupación por otras personas?

“Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí . . .” (Romanos 16:3-4; comparar con Filipenses 1:25-30).

Algunos de los primeros cristianos arriesgaron su vida para ayudar a Pablo y a otros miembros de la Iglesia de Dios. Sufrieron por causa del Reino de Dios y por su servicio a sus hermanos en la fe al practicar diligentemente la Regla de Oro.

En la Epístola a los Romanos se nos dice: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Romanos 12:15). Si verdaderamente amamos a otros, aprovecharemos las ocasiones para padecer por ellos y con ellos, ya sea indirectamente o en una penosa realidad. Como cristianos, somos “miembros los unos de los otros” (v. 5), somos parte del mismo cuerpo, y esto es una manera de servir a otros y de honrar a Dios (v. 1). “. . . Sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (1 Pedro 5:9).

¿Cuál es la respuesta apropiada de un cristiano ante el trato injusto de parte de otros?

“Pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello” (1 Pedro 4:16).

“De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien” (v. 19).

Jesús les explicó a sus discípulos por qué debían responder ante el trato injusto con amor, bondad y buenas obras. “Yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:44-48).

Los cristianos han sido llamados a ser “la luz del mundo” (Mateo 5:14). Deben reflejar siempre el carácter de su Padre celestial, quien aun las necesidades de la vida de los injustos suple.

Los cristianos deben ser un ejemplo vivo, aun cuando se encuentren en circunstancias difíciles. “Vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo, de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los de Macedonia y de Acaya que han creído” (1 Tesalonicenses 1:6-7).

¿Cómo debe sentirse un cristiano que sufre por el Reino de Dios?

“Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).

Nadie comprendió la condición de ser cristiano mejor que el apóstol Pablo. Además de las aflicciones que ya hemos mencionado, sobrellevó un “aguijón en su carne” —posiblemente algún problema crónico de salud—, por el que oró a Dios en tres ocasiones para que se lo quitara. La respuesta fue: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:7-9).

Al encarar las dificultades que se presentan en la vida, es preciso tener una clara perspectiva sobre el futuro, y un amplio conocimiento del propósito que Dios tiene para nosotros. Sólo cuando enfocamos seriamente en las glorias del Reino de Dios podemos ver nuestras aflicciones desde un punto de vista adecuado. Ciertamente nuestras pruebas y dificultades son reales y no podemos hacer que desaparezcan. Pero a pesar del impacto que puedan tener en la vida, si las comparamos con la certeza de nuestro gran llamamiento, se vuelven mucho más tolerables (Filipenses 3:8, 11-14). (Si desea estudiar más a fondo el propósito que Dios tiene para usted, no deje de solicitar un ejemplar gratuito del folleto Nuestro asombroso potencial humano. Puede solicitarlo a cualquiera de nuestras direcciones o descargarlo de nuestro sitio en www.ucg.org/espanol).