David: Un pastor de ovejas aprende de la creación

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David

Un pastor de ovejas aprende de la creación

Más tarde el muchacho crecería y pondría por escrito algunos de los íntimos pensamientos que le venían a la mente al contemplar el cielo estrellado: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmos 8:3-4).

Ese muchacho era David, un pastor de ovejas que se convirtió en rey y escribió muchos de los salmos. ¿Qué podemos aprender del ejemplo de este joven pastor?

David era temerario. Mató un oso, un león y a Goliat, el gigante filisteo. David, hombre fiel, restauró la honra a Dios ante un Israel temeroso y un arrogante pueblo pagano. Venerando a Dios, sirvió al celoso rey Saúl, quien sufría de paranoia y trató de matarlo.

Para honra de Dios, David condujo a Israel a la victoria en muchas batallas. Su fidelidad hizo que Jonatán, príncipe heredero, lo ayudara a ascender al trono en su lugar.

No obstante, David no era inmune a las tentaciones de la carne. Cometió adulterio con Betsabé, y además mandó matar a su esposo Urías. Dios castigó públicamente a David por sus pecados, de los cuales se arrepintió profundamente (Salmos 51).

Dios perdonó a David, pero le advirtió que su falta de dominio propio daría como resultado continuos disturbios dentro de su propia familia. Más tarde David tuvo que huir de su hijo Absalón cuando éste intentó usurpar el reino. El rey se acongojó como un verdadero padre cuando esta rebelión le costó la vida a Absalón. Después, cuando David levantó un censo de sus ejércitos antes de ir a la guerra, Dios castigó a Israel por este acto de incredulidad. Éste era el rey David, hombre de acciones justas y también de imperfecciones.

Una clave del éxito de David y de su estrecha relación con Dios se halla en el Salmo 51. Allí encontramos un corazón conforme a Dios muy dentro del pecho de un contrito pecador (Hechos 13:22). Su humilde actitud le ayudó a entender el propósito de Dios para la humanidad.

Sobrecogido por la magnificencia de la creación de Dios, David se preguntó: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmos 8:4). Sabía que el hombre era el pináculo de la creación física de Dios: “Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies” (vv. 5-6; ver también Génesis 1:26).

En la Epístola a los Hebreos se repiten las palabras de David, y luego se dice que aún no hemos alcanzado nuestro asombroso potencial: “Porque en cuanto [Dios] le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas” (Hebreos 2:6-8).

Enseguida leemos que Dios, por medio de Jesucristo (vv. 9-11), llevará “muchos hijos a la gloria” (v. 10). Llegará el momento en que podremos ser verdaderamente coronados “de gloria y de honra” (Salmos 8:5), cuando los que sean fieles a Dios reinarán sobre la tierra como reyes y sacerdotes (Apocalipsis 5:10). La gloria y la honra de las cuales habló David son parte del asombroso potencial del hombre. Si usted desea aprender más sobre este portentoso futuro, no deje de solicitar dos folletos gratuitos: ¿Por qué existimos? y El camino hacia la vida eterna.