El fundamento de los principios verdaderos
La Palabra de Dios es el fundamento del saber. Nos da información esencial que no podemos obtener de ninguna otra fuente de información. Provee la perspectiva adecuada con la cual podemos evaluar y aplicar otros conocimientos. En su Palabra, Dios instruye a la humanidad cómo vivir. Nos ordena vivir en armonía con sus caminos y su modo de vida. Las leyes de Dios definen los principios verdaderos, y él espera que los hagamos nuestros y que rechacemos cualquier otra alternativa.
De principio a fin la Biblia es un libro de instrucción espiritual. Su enfoque principal es la ley espiritual de Dios, la cual está resumida en los Diez Mandamientos, que son un reflejo de su mente y su carácter. Todas las leyes bíblicas son ampliaciones o ejemplos detallados de cómo debemos amar a Dios y a nuestro prójimo.
¿Cómo veía Jesucristo la ley de Dios?
“Uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:35-40; ver Marcos 12:28-31).
La ley de Dios es espiritual (Romanos 7:14) y se basa en el amor. El apóstol Juan escribió: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3). La ley de Dios define el amor y nos muestra cómo amar a Dios y a nuestros semejantes. Esta gran ley espiritual puede compararse al cauce de un río: provee un marco básico para el diario vivir y es un conducto a través del cual fluye el amor de Dios.
Ambos mandamientos que Jesús citó provienen de las Escrituras hebreas, el Antiguo Testamento. “El primero y grande mandamiento” se halla en Deuteronomio 6:5 y el segundo en Levítico 19:18. Estos son dos de los cinco libros de Moisés. Como dijo Jesús, las enseñanzas de la ley y los profetas dependen de estos dos grandes principios. En ellos se resumen la intención y el propósito de toda la Biblia.
¿Cuál es el objetivo final de esta ley de amor?
“Entonces el escriba le dijo [a Jesús]: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle” (Marcos 12:32-34).
El propósito de la ley de Dios es enseñarnos cómo vivir, cómo seguir su perfecto camino de vida. Cuando Dios sabe que estamos comprometidos a seguir ese camino, a su tiempo nos concederá la vida eterna en su reino, que es nuestra meta final.
¿Vio Jesús esta gran ley de amor como un medio hacia una finalidad majestuosa?
“He aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle [a Jesús]: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás” (Lucas 10:25-28).
La vida eterna en el Reino de Dios es el resultado final del cumplimiento de estas dos expresiones de amor, por quienes están reconciliados con Dios por medio de Jesucristo.
¿Cómo se relaciona todo esto con los Diez Mandamientos?
“Entonces vino uno y le dijo [a Jesús]: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo ... si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 19:16-19).
En respuesta a la pregunta de este joven, Jesús citó cinco de los últimos seis preceptos del Decálogo. Respectivamente, los primeros cuatro de los Diez Mandamientos nos dicen cómo amar a Dios. Esta ley es la expresión perfecta de los principios espirituales y eternos de Dios.
¿Siguió el apóstol Pablo en su enseñanza el ejemplo de Cristo?
“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:8-10).
Pablo les dijo a otros que lo imitaran a él como él imitaba a Cristo (1 Corintios 11:1). Así que citó cinco de los últimos seis mandamientos y luego los resumió con el mandamiento de amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos. El cumplimiento de la ley espiritual de Dios es el amor, escribió Pablo.
Este amor se expresa en la adoración y reverencia a Dios, y en un interés genuino por el bienestar de nuestros semejantes. Esta es “la ley real ... de la libertad” (una liberación del pecado y de la muerte) de la cual habló otro apóstol (Santiago 2:8, 12). De nuevo, esta ley es la base de los principios correctos y las relaciones interpersonales que le agradan a Dios. Define la cortesía y el trato justo que nos debemos unos a otros como seres humanos.
Pero ¿cómo podemos adquirir esta clase de amor?
“...el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5).
Por medio de su Espíritu, Dios nos imparte su amor, y de nosotros este amor fluye a otros. Otros pasajes muestran que primero debemos arrepentirnos de quebrantar la ley de Dios, entonces seremos perdonados mediante la sangre de Cristo y recibiremos el Espíritu Santo (Hechos 2:37-39). (Si desea estudiar más a fondo este importante tema, no deje de solicitar nuestro folleto gratuito El camino hacia la vida eterna.)