La inútil búsqueda de la humanidad por encontrar el propósito de la la vida
La inmensa mayoría de las personas que habitan la tierra pasan sus vidas tratando de sobrevivir. Esta ha sido la condición de la humanidad desde los albores de la historia. Muchas personas desearían saber si sus vidas tienen algún propósito y significado y si existe alguna razón para tener esperanza en un futuro.
Las encuestas de opinión nos revelan las preguntas que más nos inquietan y desconciertan: ¿Por qué he nacido? ¿Hay alguna razón para mi existencia? ¿Es acaso esta vida física, con todas sus dificultades y sufrimientos, lo único que existe?
Desde hace mucho tiempo, las personas han tratado de responder todas estas preguntas por medio de su propio razonamiento, ignorando en la mayoría de los casos que Dios ya ha revelado las respuestas por medio de su palabra. Sin embargo, los intentos del hombre por responder estas preguntas han dado origen a algunas especulaciones misteriosas, que lo único que han logrado es confundirnos más acerca del futuro.
En tiempos antiguos, las conjeturas esperanzadoras de la humanidad acerca de la vida después de la muerte estaban basadas en un paraíso material pacífico, lleno de placeres. Actualmente estas esperanzas están agrupadas bajo el nombre de “cielo”, para aquellos que anticipan alguna forma de paraíso.
¿Son acaso estas perspectivas tradicionales acerca de la vida después de la muerte, consistentes con el propósito de Dios? ¿Acaso esto refleja su plan para la humanidad? ¿O tiene Dios designios más excelsos? Debemos entender por qué hay tantas ideas erradas acerca de nuestro futuro que originalmente fueron introducidas por religiones idólatras hace muchísimos años, y todavía permanecen fuertemente arraigadas en nuestra cultura. Los historiadores se sienten impresionados y sorprendidos por el hecho de que todas estas tradiciones sean tan parecidas y logren sobrevivir hasta ahora—especialmente la similitud de las soluciones que ellas ofrecen para los temores y desacuerdos de las personas.
Los estudios que se han hecho a lo largo de los años han identificado algunos temas especialmente parecidos en cuanto a las tradiciones antiguas que han logrado trascender a través de todas las épocas, regiones y culturas. Esto muestra que las personas siempre han tenido preocupaciones similares, sin importar las condiciones físicas y sociales en que hayan vivido. A lo largo de la historia, la mayoría de las culturas han tenido las mismas respuestas para las mismas preguntas.
Encontramos registros de pueblos antiguos en zonas tan diferentes como Europa, América del Sur, Asia, África y el Medio Oriente que nos muestran que todos se enfrentaban a los mismos temas. Trataban de encontrar respuestas a las grandes incógnitas a medida que observaban cómo ríos tales como el Nilo y el Éufrates aumentaban y disminuían su caudal, y a medida que veían la trayectoria de las estrellas en el cielo por la noche. Buscaban el sentido y significado de todo, pero ellos basaban sus conclusiones en suposiciones y tradiciones erróneas.
Las sociedades han observado el cielo y las estrellas tratando de encontrar su lugar en el cosmos. Entonces se imaginaron gigantes inmortales que preparan el escenario celestial de su destino. De esta forma, atribuyeron sus problemas y debilidades a los dioses que ellos mismos se habían inventado.
Paul Deveraux, autor del libro Secrets of Ancient Places [Secretos de lugares antiguos], escribió acerca del desarrollo de temas comunes: “Los sistemas de creencias, deidades, rituales específicos y tabúes, pueden ser inventos culturales, que varían de una sociedad a otra, pero… es interesante anotar cuán recurrentes son los temas subyacentes en sociedades que no tenían contacto entre sí o pertenecían a períodos cronológicos diferentes, aunque esto tal vez pueda ser encubierto por diferencias en la innovación de la arquitectura y otras variables culturales. Ellos compartían las realidades de la naturaleza y conciencia humanas y por ser grandes constantes, se puede trazar su recorrido a lo largo de la historia” (1992, pp. 35-36, énfasis añadido).
Desde estas realidades compartidas se derivan algunos temas recurrentes acerca de la vida, que finalmente son definidos por el Dios verdadero por medio de sus fiestas anuales. Temas tales como la necesidad de redención por medio del sacrificio, el deseo del ser humano de ser espiritualmente transformado por medio del contacto con la deidad, la esperanza de una paz universal y la creencia en que la deidad (o deidades) va a juzgar al mundo, son algo presente en la mayoría de estas culturas.
Trágicamente, el hombre ha tratado de explicar el lugar que ocupa en el mundo inventándose respuestas míticas a estas preguntas sobre temas recurrentes. Como resultado de ello, la mayoría de las personas de estas antiguas culturas han buscado arriba—en los objetos físicos del cielo—sus respuestas. Ellos adoraban el sol, la luna, los planetas y las estrellas.
Las Santas Escrituras nos marcan un agudo contraste al describir el futuro de la humanidad y nos presentan un panorama completamente diferente. Dios le dice a su pueblo que no debe seguir prácticas supersticiosas como buscar en los objetos creados del cielo la fuente de la revelación, sino que debía buscar en él directamente las respuestas que son verdaderas y reales. “…No sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas…” (Deuteronomio 4:19).
El verdadero conocimiento y la revelación divina pueden provenir solamente de la adoración de nuestro Creador, no de su creación. Esta adoración gira alrededor de sus convocaciones observadas en su sábado santo (Éxodo 20:8-11) y sus fiestas anuales (Éxodo 23:14-16).