La Iglesia de Dios le da la bienvenida

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La Iglesia de Dios le da la bienvenida

Después de que Jesús resucitó, instruyó y animó a sus discípulos durante 40 días (Hechos 1:3). Les dijo que debían permanecer en Jerusalén para que pudieran recibir el milagroso poder de Dios. En la Fiesta de Pentecostés los discípulos estaban reunidos en Jerusalén cuando Dios les dio su Espíritu, acompañado de muchas señales y milagros (Hechos 2:1-4). Luego el apóstol Pedro habló a las personas que estaban reunidas, procedentes de varias naciones, para celebrar la fiesta (vv. 5-14). En ese día 3000 personas creyeron las palabras inspiradas de Pedro, se arrepintieron de su pasada manera de vivir y fueron bautizadas (v. 41).

Cuando el apóstol Pablo visitó a los gentiles en ciudades tales como Roma, Éfeso y Corinto, muchas clases de personas fueron añadidas a la Iglesia de Dios. No había distinciones de edad, raza o sexo; todos se convirtieron en “conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19). Es importante darnos cuenta de que Dios llama a personas de todas las razas, todas las edades y de ambos sexos para que sean un solo cuerpo de creyentes. Todos tienen comunión como la familia de Dios.

Pero, ¿cómo comienza este compañerismo según Dios? Nuestra comunión comienza con Dios el Padre y su Hijo Jesucristo (1 Juan 1:3). Es Dios quien nos llama, y es Jesús quien obra en nosotros y nos va a resucitar (Juan 6:44). Los discípulos de Cristo vinieron a compartir entre sí después de haber comenzado a compartir con Dios. Comenzaron su compañerismo con Dios por medio del llamamiento de Dios (v. 44). Luego, guiados por el Espíritu de Dios y sus siervos humanos, empezaron a reunirse y a tener comunión unos con otros (1 Corintios 2:9-10; Hebreos 10:24-25).

El maravilloso compañerismo cristiano aumentará y se hará más profundo en la medida en que nosotros reverenciemos y respetemos a Dios. “Entonces los que temían al Eterno hablaron cada uno a su compañero; y el Eterno escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen al Eterno, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho el Eterno de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve” (Malaquías 3:16-17).

Los discípulos de Cristo primero buscaron a Dios, luego a otros que también buscaban a Dios primero. Dios nos llama a que tengamos compañerismo: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Corintios 1:9). Él nos invita a participar en esta comunión al volvernos miembros de su iglesia. En el futuro todas las personas podrán disfrutar del mismo compañerismo inspirador y edificante, cuando Cristo regrese a la tierra.

El compañerismo con Dios está reservado para aquellos que luchan por obedecerlo y tienen fe en él y en sus promesas. Dios y los miembros de su iglesia quieren que usted comparta este compañerismo afectuoso.

Los que formamos parte de la Iglesia de Dios somos muy parecidos a usted. Anhelamos que el Reino de Dios venga a la tierra y oramos por ello (Mateo 6:10). Pero mientras esperamos que esto ocurra, estamos ocupados en los asuntos de nuestro Padre (Lucas 2:49; Mateo 24:14; 28:19-20). Estamos unidos en una gran misión, buscando agradarle a él al servirlo y al servir a la humanidad.

La Iglesia de Dios Unida ora pidiendo que más personas vengan para tomar parte en este compañerismo divino que existe entre Dios y su iglesia. Aquellos que respondan a la invitación de Dios podrán disfrutar de este unificador compañerismo que se da por medio del Espíritu de Dios. “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa” (Filipenses 2:1-2).

La Iglesia de Dios Unida extiende una cordial bienvenida a todos aquellos que honran a Dios y a sus principios de vida.