Cómo reconocer la iglesia

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Cómo reconocer la iglesia

De la misma forma en que sucedió al comienzo de la iglesia, Dios llama a las personas a que salgan del mundo (Juan 6:44; Apocalipsis 18:4) y que sean parte de su iglesia para realizar una labor. Así como Pedro les dijo a sus oyentes que debían arrepentirse y ser bautizados (Hechos 2:38), aquellos que Dios está llamando en la actualidad entienden la gravedad de sus pecados y se comprometen con Dios a vivir una vida de cambio.

¿Cómo responden a Dios aquellos que aceptan su llamamiento a la iglesia?

“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).

“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13).

El bautismo en agua, como lo explicamos en la lección 8, es un signo del arrepentimiento del que cree que el sacrificio de Cristo pagó por sus pecados. Representa la muerte del viejo yo y el comienzo de una nueva vida dedicada a hacer lo que Dios dice que debemos hacer. Los cambios producidos por este compromiso y resolución son cambios que se van efectuando gradualmente por medio del poder del Espíritu Santo, que Dios le da al cristiano al momento del bautismo.


¿Cómo podemos identificar y evitar los falsos maestros?

“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí, apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:15-23).

Jesús nos advirtió que debíamos tener cuidado de aquellos que se disfrazan como maestros verdaderos, que parecen decir y hacer cosas correctas, pero cuyas acciones y comportamiento reales no son de Dios. Finalmente, sus enseñanzas y doctrinas equivalen a practicar “maldad”, el rechazo a la obediencia de las leyes de Dios. Jesús dice que va a rechazar a aquellos que rechacen y desobedezcan esas leyes.


¿Qué fruto deberá estar creciendo en las vidas de los verdaderos cristianos?

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23).

El Espíritu de Dios hace posible que un nuevo cristiano comience a producir las características dadivosas de Dios mismo. Como sucede con el fruto de una vid, las manifestaciones del carácter de Dios no aparecen súbitamente en el momento del bautismo, sino que deben ser alimentadas y cultivadas para que se desarrollen con el tiempo. Un propósito fundamental de la iglesia es ayudarnos a desarrollar este fruto espiritual.


¿Cuál es la característica fundamental de los verdaderos cristianos?

“Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35).

La Iglesia de Dios deberá estar creciendo en el mismo amor genuino, altruista que Cristo demostró. Este interés genuino por el bienestar de los demás es mucho más que el amor fraternal, o aun el amor de una madre, que se ha dicho con frecuencia es el amor más grande a nivel humano. El amor de Dios es totalmente altruista, orientado hacia los demás, tal como lo describe Pablo en 1 Corintios 13, y fue demostrado por Jesús cuando dio su vida por nosotros.


¿Llegarán a ser perfectos los miembros de la iglesia?

“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:8-9).

“Aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales y andáis como hombres?” (1 Corintios 3:3).

La Iglesia de Dios está formada por seres humanos que todavía tienen debilidades. Cada uno tiene un largo camino que recorrer para alcanzar la perfección ofrecida en Cristo. Las palabras de corrección que Pablo les escribió a los corintios nos muestran cómo algunos en la iglesia todavía tenían debilidades grandes que vencer. Podemos estar agradecidos con Dios porque él mira el corazón (1 Samuel 16:7). Los verdaderos cristianos continúan arrepintiéndose y cambiando a medida que reconocen sus faltas. Continúan perdonando y apoyando a sus hermanos a medida que luchan por alcanzar la madurez en Cristo (Gálatas 6:1-2).

Sin embargo, no pueden continuar, de manera voluntaria y deliberada, practicando el pecado como una forma de vida. “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios” (1 Juan 3:10).

¿Cómo define la Biblia el amor a Dios?

“Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3).

“Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:35-40).

La ley de Dios define el amor de Dios. Aquí Jesús resumió el significado de los Diez Mandamientos (Éxodo 20) en dos grandes mandamientos. Los primeros cuatro preceptos del Decálogo nos muestran cómo Dios quiere que le demostremos nuestro amor. Los últimos seis muestran cómo quiere que demostremos amor a nuestros semejantes. Estos principios espirituales fundamentales son ampliados a lo largo de toda la Biblia. Por ejemplo, en el Sermón del Monte Jesús amplió el significado de los mandamientos que prohíben el asesinato y el adulterio (Mateo 5:21-32), lo que nos muestra que pensamientos de odio y lujuria violan su intención.


¿Guardaría la iglesia siempre los mandamientos de Dios?

“Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17).

La mujer de Apocalipsis 12 simboliza el pueblo de Dios justo antes del regreso de Cristo. En esa época, el dragón (Satanás, v. 9) persigue la iglesia, que continúa guardando fielmente los mandamientos de Dios.

¿Creería y practicaría la iglesia de hoy las mismas cosas que Cristo y la iglesia primitiva del Nuevo Testamento creían y practicaban?

“Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:3-6).

“Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3).

La iglesia continúa obedeciendo los mandamientos de Dios y caminando como Jesucristo lo hizo. Contiende ardientemente para seguir la fe que está establecida en la Biblia y fue practicada por la iglesia en la era apostólica.

Esto incluye adorar a Dios en los días que él ha ordenado en la Biblia y que fueron celebrados por Jesús y los apóstoles. La Biblia deja en claro que Jesús, Pablo y la iglesia se reunían regularmente cada sábado, obedeciendo el cuarto mandamiento (Éxodo 20:8-11; Marcos 6:2; Lucas 4:16, 31-32; 13:10; Hechos 13:14-44; 17:1-3; 18:4). Así, los miembros de la Iglesia de Dios en la actualidad se reúnen cada sábado para adorar a Dios, para aprender más de sus caminos y tener compañerismo entre sí, cada vez con más urgencia a medida que el regreso de Cristo se aproxima (Hebreos 10:24-25). Los miembros también celebran otras fiestas ordenadas por Dios, tal como Cristo y la iglesia las celebraron (ver el recuadro de la página 8: “¿Qué creía y practicaba la iglesia primitiva?”). Como veremos en una próxima lección, las fiestas de la Biblia les ayudan a los miembros de la iglesia a recordar, año tras año, el maravilloso plan de Dios.

La iglesia utiliza la Biblia como su guía y no busca agregar enseñanzas y prácticas que no están en ella.


¿Cómo llama la Biblia a la iglesia?

“El que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” (1 Timoteo 3:5).

La frase iglesia de Dios o iglesia del Señor aparece ocho veces en la Biblia (Hechos 20:28; 1 Corintios 1:2; 10:32; 11:22; 15:9; 2 Corintios 1:1; Gálatas 1:13; 1 Timoteo 3:5). La expresión iglesias de Dios aparece otras tres veces (1 Corintios 11:16; 1 Tesalonicenses 2:14; 2 Tesalonicenses 1:4); y la iglesia del Dios viviente aparece una vez (1 Timoteo 3:15).

¿Qué obra estaría haciendo la Iglesia de Dios?

“Por tanto, id, y haced discípulos a todos las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amen” (Mateo 28:19-20).

“Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).

La Iglesia de Dios continúa haciendo la misma obra que Cristo encomendó a sus discípulos; es parte de la misma obra que Jesús mismo hizo (Marcos 1:1-2, 14).

La Iglesia de Dios debe proclamar las buenas nuevas del venidero reinado de Cristo sobre todo el mundo. El evangelio del Reino de Dios muestra la esperanza más allá de las malas noticias que la humanidad se está acarreando hoy. Aunque pocos parecen estar inclinados a escuchar, la advertencia amorosa de Dios en algún momento impactará a todas las personas. Dios quiere que todos lleguemos al conocimiento de la verdad y que seamos salvos en el momento oportuno (1 Timoteo 2:4; 2 Pedro 3:9). Los miembros de la iglesia le oran a Dios fervientemente para que llame más obreros para ayudar en esta tremenda labor (Mateo 9:37-38).

La Iglesia de Dios no sólo esparce la semilla del evangelio (Marcos 4:2-20), sino que además recibe con entusiasmo a todos los que Dios está llamando ahora. Les enseña las preciosas verdades de la Biblia y los alimenta para que puedan crecer espiritualmente.