Tornando al mal en bien

Usted está aquí

Tornando al mal en bien

Una broma usada frecuentemente en las películas cómicas es hacer aparecer en escena a algún personaje desconocido que pretende imitar a alguien. Entonces ocurre algo absurdo pero que se acopla a las intenciones del comediante. Por ejemplo, derramar café sobre el abrigo y, para solucionar este incidente, colocárselo al revés. Por supuesto, el personaje debe irradiar tanta simpatía o ser tan misterioso de manera que permita relacionar el uso de la prenda al revés con su personalidad, mostrando a los demás cuán simpático es. En tales comedias alguien más termina haciendo lo mismo para demostrar que es tan gracioso como el protagonista. Por lo general, en algún momento de la comedia, el truco es descubierto y la falsa apariencia se hace evidente.

¿Se asemeja lo anterior a un escenario improbable? Entre nosotros existen personas que cada día adoptan actitudes engañosas de manera que a menudo caemos en sus trampas. Los humanos deseamos ser aceptados y amados. Dios nos creó para que interactuemos con nuestros semejantes. Desafortunadamente, Satanás sabe esto y lo usa en contra nuestra. En el mundo hay personas que, por una razón u otra, lucen más simpáticas, más inteligentes o más interesantes que nosotros.  Sin darnos cuenta, por cualquier circunstancia, sentimos atracción por las cualidades de alguna persona y queremos creer en ella y deseamos actuar de igual manera. ¿Cuántas veces al estar viendo una película, por la forma como el actor representar al personaje, nos sentimos identificados con el ladrón, el asesino u otro individuo de condiciones inmorales?

Cuando era un joven de 12 años me gustaba relacionarme con mi prima mayor y con su novio un “chico malo”. Ellos fumaban cigarrillos, tomaban bebidas embriagantes y consumían drogas. Pronto ejercieron influencia en mi comportamiento y como consecuencia comencé a fumar. La primera vez aspiré profundamente y me sobrevino una tos violenta. Mi prima y su novio se rieron e hicieron bromas al respecto, pero esa acción me indujo a tomar la decisión de ser como ellos. La próxima ocasión en que nos vimos estaba prevenido y había practicado para no sentir la sensación de ahogo ante el desagradable humo. El silencio que guardaron mientras fumaba me hizo sentir que había sido aceptado. Este fue el comienzo de mi hábito de fumar. Somos influenciados –para bien o para mal- por los que nos rodean.

Aun los que amamos pueden ser fuente de problemas para nosotros. Parientes, amigos y conocidos ejercen influencia sobre nuestras vidas. Aprendemos tanto buenos como malos hábitos de esta interrelación. En nuestra vida cristiana, esto puede ser un problema. Se nos ha dicho: Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; ¡que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! (Isaías 5:20). A menudo creemos que podemos identificar fácilmente el mal y la oscuridad, pero no es así. Cuando respetamos a alguna persona y pensamos que es alguien especial, frecuentemente nos volvemos ciegos ante la maldad y las malas actuaciones que tenemos ante nuestros ojos.

Seamos conscientes de lo que necesitamos ser

Como cristianos debemos emular a Cristo. Desafortunadamente no siempre lo hacemos. En lugar de encontrar respuestas en la Biblia, muy a menudo escuchamos lo que nuestra familia o amigos dicen. Imitamos lo que ellos hacen porque ante nuestros ojos aparecen como expertos. Pagamos los diezmos en idéntica forma a como nuestros padres y amigos lo hacen. Probablemente no asistimos a la iglesia como es debido porque vemos que otros no lo hacen. Podría ser que comemos y bebemos en exceso porque así lo hacen quienes nos rodean.

Sea que estemos haciendo o considerando hacer algo, primero debemos mirar lo que Cristo hizo. Sabemos que él vivió bajo la palabra de Dios, sabemos que dijo que nada podía cambiar en la ley (Mateo 5:18). ¿Por qué estamos dispuestos a que otros respondan nuestras preguntas? Justamente porque “todos lo hacen”, no significa que se actúe en forma correcta. Debemos confiar en la palabra de Dios para hallar las respuestas que necesitamos, estudiando la Biblia y orando con la mente despierta. No podemos combinar nuestras creencias con la de los demás. Proverbios 34:5 expresa: “Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no olvides mis palabras ni te apartes de ellas”. (También vea Proverbios 5:7).

Frecuentemente citamos escrituras que nos parecen correctas, pero que están fuera de contexto. Honramos vanamente al Creador cuando seguimos los caminos del hombre (Proverbios 14:12; Mateo 15:9; Salmos 118:8-9 y 2 Timoteo 4:3). Es importante recordar que debemos escuchar a aquellos que tienen nuestras mismas creencias, aquellos que enseñan las verdades de Dios. En Gálatas 1:8 se nos advierte que, aun si un ángel enseña lo contrario a la palabra de Dios, es considerado malvado. Es importante escuchar a los que enseñan correctamente las Escrituras, pero si percibe algo que no sea correcto o que sea confuso, lea la Biblia y confirme por su propia cuenta la veracidad de lo escuchado. Ore para llegar al conocimiento, que hay un camino único y angosto para seguir (2 Juan 1:9).

Fuente: UCG.org